Entrevista a autora del libro “Los Abismos” Pilar Quintana: «Uno de los retos de la novela era hablar sobre temas difíciles con una mirada infantil»

Foto: Carlos Zárrate.

Por Pilar Alcántara

Pilar Quintana, quien recientemente visitó Chile para participar de la Cátedra Abierta en Homenaje a Roberto Bolaño de la Universidad Diego Portales, escribió esta novela ganadora del Premio Alfaguara 2021, en la que relata historias de la infancia que son reconocibles de manera transversal por quienes crecieron entre los años ochenta y noventa, con episodios cargados de ingenuidad que se contraponen con la realidad del mundo adulto, y que profundiza en temáticas como; la maternidad, los roles de géneros y la fragilidad de la salud mental. Un libro dedicado a visibilizar la infancia como una etapa de desarrollo del ser humano compleja y significa para el resto de la vida. Una novela sutil de tremendas historias y narraciones que son conmovedoras, y que por medio de la poesía logra plasmar el sentir de nuestras infancias.

En relación al premio Alfaguara obtenido el año 2021 ¿Cómo fue la recepción de este premio, en qué momento de tu carrera te sorprende y cuéntame cómo ha sido este reconocimiento por Los abismos?

A mí me sorprendió muchísimo. Uno manda esa novela al premio Alfaguara como cuando se compra la lotería, que uno dice: «bueno me la voy a comprar pero eso no me lo voy a ganar”, pero de todas maneras, yo me sorprendí mucho, que sí me la hubiera ganado, no lo podía creer y estuve muchos meses sin podérmelo creer esperando que en algún momento me iban a decir “sonríe que estás en cámara escondida”. Ahora que ya hay un nuevo premio Alfaguara, dos nuevos premios Alfaguara después de mí, entonces ya me lo creí y parece que sí pasó. Creo que el premio es una oportunidad para tener nuevos y más lectores, y los escritores siempre queremos ser leídos. Además, queremos poder vivir de nuestra profesión, que no es fácil, y creo que el premio Alfaguara permite eso, por lo menos temporalmente.

El libro, permite que el lector se identifiqué estando a kilómetros y kilómetros de donde sucede esta historia, desde la infancia, ¿buscabas esa transversalidad en las temáticas tratadas en el libro, en las infancias compartidas en generaciones más que en países específicos?

Yo creo en una máxima de Tolstói que dice: “Cuenta tu aldea y contarás el mundo”, y si yo cuento mi mundo, pues todos somos seres humanos y por más distintos que seamos, todos tenemos las mismas preocupaciones. Nosotros crecemos con esta idea de que la infancia es una etapa feliz, y yo me permito dudarlo en este libro y en la vida, porque considero que la infancia es una etapa llena de retos y una etapa difícil, donde aprendemos sobre el desencanto, donde se nos rompe la inocencia. Además, también donde estamos llenos de miedos, porque si nos quedamos huérfanos no podemos sobrevivir solos. Los niños muchas veces que están en entornos violentos o abusivos, ellos le ponen un velo a eso, porque ellos no son como nosotros, que podemos decir: “Estoy en una relación abusiva, me voy”, ellos no pueden irse. Yo quería desafiar esa idea de que la infancia es un momento feliz de la vida, y contar una infancia con sus dolores, me parece que todos tenemos unos miedos y dolores comunes en la infancia, y un gran miedo que tenemos todos los niños es a que se nos mueran nuestros papás y a quedar desamparados. Entonces me parece que ahí la novela logró dialogar con personas de todas partes.

Escribirle a la infancia necesariamente evoca la ternura, en el libro hay palabras, expresiones muy tiernas de la protagonista ¿Cómo haces esa visión infantil y sales del adulto para mirar con esos ojos en al escribir esta historia?

Eso era uno de los retos para mí como narradora. Uno de los retos de la novela era hablar sobre temas difíciles con una mirada infantil. La narradora no es esa niña, la narradora es Claudia y donde no sabemos el presente en que está narrando, cuánta distancia hay de los hechos que está narrando, no lo sabemos exactamente. Quizás es un adulto que nos está contando unos hechos que le pasaron desde niña, pero no vemos las opiniones del adulto ni el mundo a través del adulto, sino que vemos el mundo infantil a través de los ojos de la niña que fue, como si ella se agachara o hiciera un ejercicio de recordar la niña que fue. Era un reto porque había que contar unos temas espinosos y difíciles desde esa mirada, que es más inocente, tierna, que es una mirada, digamos que muchas veces el lector es cómplice porque el lector sabe más de lo que sabe la niña, el lector sabe, “Dios santo, esta señora está de amante de este señor”, antes de que la niña pueda denunciar que eso es lo que está pasando. Y considero que ese era uno de mis miedos al escribir la novela, que esa lectura fuera posible para los lectores.

¿Cómo lidia este personaje de la madre con estas temáticas que tú planteas?, que son la crianza, la decisión de tener o no tener hijo, los cuestionamientos a la maternidad que podemos ver, las restricciones y las libertades desde nuestro rol de género.

Cuando yo tenía una versión muy temprana de esta novela, yo sabía que algo no funcionaba, pero sabía que ya había encontrado la historia. Entonces la dejé un tiempo y luego la leí y entendí que era lo que le faltaba, y era que yo había hecho una mamá, que era una mala madre, solamente. Yo dije: “¿Por qué me pasó esto?”. En ese momento mi hijo tendría unos tres años y él no entendía la diferencia entre la palabra mamá y la palabra mujer. Y yo, feminista, se la trataba de explicar, como una mujer no necesariamente es mamá y las mujeres pueden elegir ser mamás o no elegir ser mamás y todo está bien. Y él me miraba como, “no, mamá, mujer, y ya”. Leyendo esa novela primigenia que yo había hecho, dije: “yo estoy igual que mi hijo”. No tengo una separación entre mi idea de la mamá y mujer, mi idea sobre mi mamá, la veo solo como una mamá y no como mujer. una mamá no puede ser buena nunca, porque es la señora que te hizo daño y que te traumatizó, y nunca va a ser perfecta, porque el hijo es egoísta y vive solo para él. Entonces creé una mala madre. Dije: “¿por qué?” Entendí que yo tenía que volver la mirada atrás y mirar a las mujeres de esa generación, que yo solo las veía como mamás, a mi mamá, a mis tías, a las mamás de mis amigas, para mí ellas no eran seres humanos completos, sino mamás. Entonces volver la mirada atrás y humanizarlas, y entender qué fue lo que les pasó, y tener una mirada compasiva sobre ellas, sin tampoco disculparlas.

Hay una mirada sobre Claudia, mamá, y las consecuencias de lo que ella hace, lo que le produce a la niña. Pero, además, hay una mirada de tratar de entender qué le pasa a esta señora para que esté en ese lugar en donde está. Eso fue un gran desafío, no solo como escritora, sino como persona. Como yo sabía que tenía la novela de la mamá adentro, me di cuenta, estoy haciendo la novela sobre la madre, y entendí que era una novela de reconciliación, no necesariamente reconciliarme con la persona de mi mamá, pero sí con la idea de la mamá, y entender que las mamás son seres humanos y no son perfectas, y es algo que entendí también para mí. No importa cuánto trates de ser perfecta como mamá, si lograra ser perfecta como mi mamá, mi hijo adolescente me va a gritar: “Te odio porque fuiste perfecta y yo necesitaba una mamá que fallara”. Entonces entendí que ahí no había salida y que yo podía simplemente perdonarme de antemano y ser la mamá que podía ser, que no debía exigirme esta perfección que se nos exige a las madres. Creo que eso fue también una catarsis y una terapia muy importante al escribir esta novela.

La temática de la salud mental, sobre todo ahora, pospandemia, respecto a los pensamientos, las fantasías y la crianza de los padres, actualmente estamos en una situación compleja. Y tú, visibilizas lo que pasa por una mente que desea desaparecer y de dejar de existir. ¿Nos puedes compartir la visión que plasmas en este libro?

Por la ciudad, el lugar social, el colegio, la familia donde me tocó crecer a mí, yo también me sentí atrapada en un lugar de infelicidad. Si a mí me toca ser toda la vida, esa mujer que ellos me exigen que sea, yo no quiero ser eso, y no puedo, o sea, no puedo y no quiero, prefiero morir. Entonces yo decidí que voy a ser escritora, me voy a ir de viaje y voy a hacer lo que quiero, pero por qué pude decidirlo, era profesional y me mantenía, tenía ciertos privilegios por la clase social en la que me crie, pero además porque podía. Mi mamá nació en la misma clase social que yo, pero mi mamá salió de la casa de su papá a la casa de mi papá, de ser mantenida por un hombre a ser mantenida por otro hombre, y esas mujeres no tenían posibilidad de escapar como yo y de hacer lo que querían. A mí me resultó bien, viajé, escribí y me dediqué a lo que quería, pues ya no quería matarme. Si a mí me hubiera tocado, porque no tenía autonomía, porque no me podía mantener, porque no tenía una profesión, estar en el rol que me asignaba la sociedad, yo creo que yo no hubiera solo conflictuado con la muerte, yo pienso que, de hecho, me hubiera suicidado. A mí me parece que hay una generación de mujeres que no estuvieron contentas en los roles asignados y que estuvieron deprimidas y que se automedicaban con drogas, con alcohol, que tenían enfermedades, y no hacían terapia, porque es que ir al psicólogo era “¿Acaso estoy loca?, yo estoy perfectamente”, entonces no iban al psicólogo tampoco, no reflexionaban, no tenían otras vías de escape, y reflexiono que para algunas de esas mujeres contemplar la muerte era contemplar la única salida posible. Esa era la única salida posible, era la libertad por fin de decidir algo por ellas mismas porque no habían podido decidir nada. Considero que ese fue el gran hallazgo para mí de la novela, tengo que tener una mirada compasiva sobre las mujeres de esa generación, esto es lo que resultó. Yo me hubiera suicidado, entonces ahí empezó a armarse ese personaje depresivo y ese personaje que se siente en una jaula de la que no puede escapar.

¿Cómo visualizas tú la figura masculina en la novela?

Alguna vez cuando mi hijo estaba bebé, en la casa de mi papá, él estaba sentado y algo tenía que hacer y entonces le pasé a mi hijo. Mi papá lo agarró, así como si fuera una porcelana, un jarrón valiosísimo de porcelana, y me dijo: “no venga, venga, es que yo nunca he cargado un bebé”, y yo le dije: “uy, de lo que te perdiste”. Así eran los papás de los años ochenta, seguramente hubo unos que no, pero los papás en los 70 y en los 80 eran unos papás que no se involucraban en la crianza, como se involucran los papás de ahora. Eran proveedores, llegaban y se sentaban en la mesa, si el hijo molestaba lo regañaban o decían alguna sentencia sabía que toda la familia debía decir, “oh, así me está educando mi papá”. Yo quería narrar ese lado también de las paternidades, esas paternidades más ausentes y de las de “yo no me involucro en los problemas emocionales y me hago el loco porque prefiero no ver”, “lo que me toca que es proveer, pero no me involucro con lo que está pasando y me hago el loco, porque no voy a enfrentar eso».

En la actualidad nuestras sociedades presentan altos rasgos de adulto centrismo y poca conciencia de las necesidades de las infancias ¿Cuál es el mensaje que crees que nos deja a los adultos?

A veces creemos que los niños no se dan cuenta. Yo me he encontrado muchas veces que bajo el tono de voz, hablo con mi esposo algún tema como si mi hijo no estuviera ahí y pienso que bajando la voz, él no va a oír ni a entender. Los adultos hacemos eso y los niños entienden todo. Lo que pasa es que no pueden procesarlo como nosotros ni decirlo como nosotros. Pero cuando tenga 30 años y vaya a terapia, él va a decir, “me acuerdo el día que mi mamá bajó la voz y le dijo a mi papá tal cosa”. Entonces yo considero que este libro narra cómo fue ser hija de la generación de nuestros padres, cómo fue ser hijo de esos papás que no se revisaban, que creían que tenían la razón, que no se hacían cargo de sus problemas emocionales, ahora cómo iban a hacerse los problemas de sus hijos, si no se hacían cargo ni siquiera de sus propios problemas emocionales. Ese espejo es un espejo, en el que no queremos mirarnos, pero en el que es necesario mirarnos. Y yo quisiera eso, si el libro sirve para que algún lector se mire en ese espejo, habré cumplido.

La crítica se ha referido al libro de forma muy poética, ¿Cómo te tomaste las apreciaciones tan poéticas para hablar sobre todo del jurado y de otros expertos?

Yo no podía creer que estuvieran hablando así de mi libro, no tengo ni palabras para decirlo, porque a veces la profesión de la escritura da pocas satisfacciones. Muchas veces la satisfacción es acabar el libro, que nos tomó tantos años escribir y uno acaba «yes por fin lo acabé”, y muchas veces esa es una de las más grandes satisfacciones, luego que lo publiquen, esa es una satisfacción. Luego, que venda un número de ejemplares que no sea vergonzoso, solo para que el siguiente libro me lo sigan publicando porque no sé hacer nada más. Es una profesión en la que, a medida que va pasando el tiempo, tiene ambiciones así, escribir un libro, que me lo publiquen y luego que no venda unos números vergonzosos para que me sigan publicando. Cuando han pasado los años y te das cuenta de que no eres un genio, que no eres García Márquez, pues ajustas tus ambiciones a eso. Pero de repente me pasa que vale la pena, que me tradujeran a muchas lenguas, que consigo muchos lectores, y “ya estoy en el punto más alto de mi carrera, no puede venir nada más alto”, me preparo para relajarme un poco, y volver a ser la escritora que quiere vender los suficientes para que la publiquen. Lo siguiente que pasa es el premio Alfaguara, y yo decía: “No me puede estar pasando esto a mí”, y luego oír que esa crítica, que te leyeron esos lectores, que admiras, que son grandes escritores, es de las mejores satisfacciones que me ha dado mi carrera. Tener unos lectores que aprecien lo que haces.

Ficha técnica

Título: Los Abismos

Autora: Pilar Quintana

Editorial: Penguin Random House

Tema: Novela

Año: 2021

Idioma: Español

N° páginas: 300

 

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