Crítica de Teatro «IDIOTA»: Difícil divertimento

Crítica de Teatro

«IDIOTA»: Difícil divertimento
Por César Cancino


Desde hace un tiempo ya, la línea editorial de las salas Mori, o por lo menos la de sus locales de Bellavista y Parque Arauco, se han preocupado de tener en sus carteleras a autores contemporáneos que escapen a la simple definición de “teatro comercial” o “comedia”, pensando además en estos calificativos como referidos a tipos de teatro que pretenden algo más que el simple arte por el arte: ser obras taquilleras, cautivar a nichos especiales (jóvenes o adultos que consideren ir al teatro antes de comer o tomarse algo), etc. También, especialmente en el local de Bellavista, se les ha dado cabida a elencos o directores más “indie”, o en su defecto, menos conocidos. Entendamos de entrada que lo de “indie” o lo de más o menos conocidos no quiere decir nada ni es seguridad de nada. Ni de calidad artística ni de triunfo comercial.

En el caso de IDIOTA, montaje que se presenta en el Teatro Mori Parque Arauco, no solo es considerado el autor, Jordi Casanovas, sino además un director muy bien estimado en la escena nacional como lo es Cristián Plana. Un creador que desde COMIDA ALEMANA nos ha sorprendido y maravillado, generando lenguajes y rescatando contemporáneamente clásicos como LA SEÑORITA JULIA y otros. Es jugada esta elección, tomando en cuenta que Plana podría ser considerado un autor mas de teatro “serio”, que de ponedor en escena de “éxitos”. Insistimos que todos estos juicios son generalidades, pero que bien debe entender el espectador iniciado. Ahora, esta es la escena que tenemos, que, al igual que el país, es absolutamente binominal: se mueve en binomios, pensando en negro y blanco, en correcto o incorrecto, en víctimas y victimarios, en derechas o izquierdas, todo el tiempo. Carecemos del “matiz”. Por lo tanto, lo que está proponiendo Mori, esto de llamar a directores más “serios”, mezclarlos con buenas dramaturgias, y con elencos no necesariamente rostros del culebrón de moda, se agradece.

Ahora, en plan Mori, este montaje igual debió ser comedia. Mal que mal, es la línea editorial gruesa de estas salas. Por más que Plana u otros estén a la cabeza, los Mori, en especial el de Parque Arauco, buscan llevar gente a las salas, por lo tanto el producto debe ser asequible. Una buena comedia, digámoslo sin más. La dramaturgia de IDIOTA es, por cierto, una comedia. Negra, pero comedia al fin y al cabo. Nos muestra desde la anécdota de un tipo cualquiera que llega por un aviso del diario a participar de un estudio sociológico, la oscura y triste realidad del ciudadano promedio que demuestra una capacidad de resiliencia al borde del hartazgo. Más bien, el límite máximo de aguante a experimentar antes de “rebelarse”. Más bien, mandar todo a buena parte. La anécdota es interesante y la tesis del texto es abrumadora: cuál es el punto que puede alcanzar un hombre promedio antes de alcanzar la ebullición. Lo desesperanzador es que parece que el aguante es harto…

Ahora, por qué decimos que “debió” ser comedia. No lo decimos porque el texto no lo sea, o porque el elenco no lo haya intentado. Lo decimos porque consideramos que el montaje quedó a medio camino: una zona incierta entre lo negro que planteaba la tesis del texto, y entre las profundidades peligrosas a las que el mismo invitaba a caer. No se perfiló como una comedia propiamente tal, tanto en términos políticos, como de montaje, de puesta en escena o de actuación. Pero tampoco se supo o se permitió hacer caer al montaje en ciertas honduras de la condición humana que posibilitaba lo textual de IDIOTAS. De alguna manera, creemos que la dirección le hizo el quite a la densidad y al peligro que en algún momento pudo entrar el montaje. Creemos además que hubiera sido de otra factura si esa oscuridad hubiese teñido los tenues aguafuertes que se proponían desde los diseños y desde la dirección. Pero el tema es que si bien se le hace el quite a eso, a lo denso, por razones editoriales o por lo que sea, tampoco la dirección se permitió pasarse para el lado más banal, liviano o incluso light. 

Si bien se intentó un cruce de texto con cierto “hablamiento” local, especialmente en el personaje interpretado por Claudio Arredondo, tampoco la decisión se percibe como osada o vanguardista.  Este encuentro entre el “bobo” y la “científico” queda enunciado. Lo comprendemos a nivel argumental y por el desempeño de los actores. El trabajo de estos, Francisca Imboden y Claudio Arredondo, es dispar. Arredondo entrega un despliegue energético sin permitirse matizar. Su trabajo intenta estar arriba todo el tiempo, sin abrir la ventana hacia la emocionalidad terrible que implica estar “amenazado” por este “trabajo de campo” científico. Queremos sobreentender que desde la dirección no se le permitió investigar en esos páramos. Su desempeño intenta todo el tiempo evitar la “maqueta” para escapar de una caracterización vocal e incluso física de un ciudadano común y pedestre. Lo intenta y se nota el esfuerzo que realiza por escapar de los lugares comunes en que a veces se cae al interpretar “lo popular”. Pero carece de matiz para que ese esfuerzo se apreciara mejor por contraste. Francisca Imboden está un poco más estática: se estanca en el rol “dominante” de esta situación. Consideramos que ni en lo formal logra desenvolverse cómodamente en el rol de esta “científica” o “investigadora”. No encuentra el juego de dominancia que podría tener este personaje, quien al tiempo que es anfitriona, nos devela que algo más sabe, y es ella la que desenrolla la madeja hacia el final. Ella tenía la muñeca para conducir al personaje masculino y a nosotros en esos parajes oscuros de la incertidumbre, de la amenaza intrínseca y expuesta. Ella tenía la llave y la clave. Alguna pieza faltó para que Imboden pudiera explayar su capacidad como actriz. La vimos además un poco apretada, nerviosa quizá. No cómoda. Ambos son intérpretes de vasta experiencia. Consideramos que algo no funcó desde el sustrato directorial. 

El diseño del espacio es sencillo, utilitario. Semeja un laboratorio/sala de estudios/conferencias. Se pretende mostrar lo frío con el hormigón a la vista, aunque algunas líneas diagonales le quitan peso a esa cosa medio fiscal-soviética-europa del este que pareciera tener ese lugar. Es un lugar inmóvil, salvo por ciertas proyecciones en una pantalla central que semeja al mismo tiempo estos vidrios polarizados de sala de policía o de focus groups, donde se adivina que hay un “otro” que observa. Hay además cámaras, que invitan a interpretar la misma idea de vigilancia y de sensación de conejillo de indias. Imboden, además, está comunicada directamente con un “exterior” incierto y muerto. Esa sensación no trasciende en absoluto. Es una metáfora débil que debe ser sobre entendida para encontrarle un motivo. 

La iluminación comienza con un sugerente momento de estrobos, pero que después se desdibuja en algo muy simple, incluyendo el momento de la “respuesta errónea” acentuado por un foco rojo visto desde los programas de concurso de los años ’50. Si es un comentario, no se alcanza a apozar. Las visuales, intentando darnos una idea de una transmisión en vivo proyectadas en una pantalla, son básicas. Es interesante el primer momento de “cámara de vigilancia”, donde vemos un hombre en el cotidiano de leer una revista en el living de su casa. Casi caemos en esa convención peligrosa de “estar siendo vigilados” todo el tiempo. Se proponía una proyección que no tenía fin, o sea que estaba muy bien calibrada con los timming de la obra de teatro que estábamos viendo, pero al rato se diluye esa sensación. Finalmente la proyección se termina cuando se acaba, no cuando “coincide” con algo que pase en el en vivo. Las demás son versiones de lo mismo, y no se logra una buena comunicación entre proyección, actriz/personaje que le “pide” al técnico que “corte” esa proyección. El vestuario nos sobre aclara que él es un don alguien y que ella es una funcionaria. No habrá cambio, mutación ni estilización. Se incluye el chiste de la chaqueta mal puesta.

Tenemos una teoría en torno a esta obra: le pasa a Plana, al igual que con su anterior propuesta (DIOSES SUICIDAS), que cuando es conminado por encargo a dirigir, algo pasa que no deja que cuajen sus propuestas. Consideramos que, al igual que con DIOSES SUICIDAS, Plana no esta cómodo: ni con elenco, ni con el material textual ni (quizá) con las condiciones de trabajo, sea cuales sean estas. Es bizarra la idea de Mori de invitar a Plana a dirigir una obra de nicho. Es arriesgada y resulta en virtud de tener a un director de esta calidad dentro de su programación. Pero Plana no se permitió jugar en esa cancha. Quizá haber largado una comedia básica escénicamente, pero excesiva en lo que pretendía invitándolo a trabajar. O no haberse traicionado, y haber oscurecido al máximo esta comedia negra, que vaya que se podía. Quizá no hubiera llegado nadie, pero se podría haber sentado un precedente en torno a de una vez por todas dejar atrás ese ismo de que todo lo comercial es malo y que todo lo “académico” o “serio” es bueno. Hacer el crossover definitivo.

Ahora, una pregunta abierta: quienes son los directores “comerciales”: Viguera? Castillo? Goic? Pimienta? Y quienes serian los directores serios?
IDIOTA.
Autor: Jordi Casanovas
Dirección: Cristián Plana
Elenco: Claudio Arredondo y Francisca Imboden
Producción ejecutiva: Centro Mori y Acertijo
Asistente de dirección: Tomás Labra
Asistente de Producción: Francisca Vildósola
Diseño de escenografía e iluminación: Crisitián Mayorga
Diseño de vestuario: Francisca Román
Fotografías: Daniel Corvillón
Diseño gráfico: Rodrigo Polidura
Videos: Cristóbal Valderrama
Diseño sonoro: Cristián Mascaró
Temporada: Desde el 4 de mayo
Horario: jueves 21:00 hrs, viernes y sábado 20:30 hrs

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