Crítica de Teatro
Los Pueblos Te Llaman Nahuelpan Presidente: «Lo que no puede la ficción, que la alimente la realidad»
Por Fernando Garrido R.
Antes de que comiencen a leer esta crítica, debo decirles, la obra lleva un tiempo en exposición, primero en Teatro Puente, donde la vi en su última presentación y ahora, en la sala de la Universidad Mayor, la cual está en su última semana de funciones. Nahuelpan (Gastón Salgado), en el año 2038 es el candidato que posee la primera chance de acceder al poder, tanto su impronta étnica como meritocrática, son los pilares en los cuales sostiene su imagen pública, y de aquello se desprende, son también los ejes en los cuales se desarrollan los tormentos de su mundo interior.
La inminencia de su acceso al poder pone en cuestión la mecánica de relaciones que sustentan su candidatura, sus alianzas y adherencias, así como los fines últimos de éstas. Nahuelpan a lo largo de la obra crece, se conflictúa, entra en querellas con su propia historia y con la imagen del espejo. Todo aquello requiere del indispensable despliegue de una actuación coherente, que sepa transitar y fluir, la verosimilitud se vuelve indispensable o el perfume de ésta, para conectar con el tema planteado y administrar la energía de la frustración. Gastón Salgado sin dudas, es uno de los mejores actores de que se pueden ver en escena en las últimas temporadas.
Nahuelpan es un arribista, un cabeza negra champurreao, un mapurbe cuya adherencia identitaria es tan atractiva para quienes busca representar como despreciable, un neo Martín Rivas, un acomodado que ha hecho el mejor juego posible con la tirada de dados que la han dado: la trasmutación de poder de real al simbólico, la hibridación urbana con la identidad rural que resulta en verdad y articula el conflicto entre lo sustancial y lo superfluo. El conflicto entre la ética de la responsabilidad y la ética del compromiso, es la hoguera en que se funde su vanidad y destino. El yanaconismo y la folklorización de lo indígena es la chispa que enciende el engranaje psíquico e histórico que luego nos es representado. El arte, y espero que siga haciéndolo, cuando no es epifanía (aunque aspira a ello) es el espejo deformado del mundo, a veces su caricatura, o la única zona en donde pueden ser desmontadas las máscaras (haciendo uso de otras). En este caso, la obra está más cerca de lo último. Creo que una lectura desprendida de adherencias o mal entendidas solidaridades, en su fundamento político, explicita que la necesidad de la captura del poder no es otra cosa que la renuncia del yo, y al mismo tiempo, su metamorfosis. La pregunta por tanto no surge de qué sería un país gobernado por un mapuche, sino qué significa para todos, y si es que es necesario que revista algo trascendente. Y lo que finalmente expone, es que de ser relevante, es la contradicción el destino, el sino trágico de quien va por la gloria y se pierde a sí mismo en su búsqueda.
Cabe agregar que Gastón Salgado salva muchos de los baches dramatúrgicos de la obra, su impronta y recursos interpretativos hacen pasar por alto un texto que se agota rápido en su propuesta. Ese agotamiento resta potencia a la obra, pero lo que no puede la ficción, que la alimente la realidad: hace pocas semanas Aracely Leuquén, diputada RN mapuche de Aysén, votó en contra de una reforma constitucional en el capítulo III, artículo 19, número 6º, la que señalaba que “El Estado tiene el deber de asegurar el respeto y reconocimiento de los conocimientos ancestrales de las mujeres indígenas”.
Mención particular me parece el diseño escénico a cargo de la misma directora, el cual resulta inteligente con sus soluciones y variaciones: la utilización del azul como perfume neblinoso del laberinto identitario, lo elemental e invisible de los asistentes, que no se esfuerzan en desaparecer de la escena, pero que transitan fantasmalmente en ella. Un cubo de transparentes caras, el cual actúa como el ágora, espacio psíquico, estudio de televisión y proyección de la prisión de la cual el mismo Nahuelpán es reo y gendarme.
Este es su último fin de semana en exhibición y puedes verla el viernes, sábado y domingo a las 20.30hrs, en Santo Domingo 711, Metro Bellas Artes.
Idea original: Constanza Thümler y Roberto Cayuqueo |Dirección: Constanza Thümler | Dramaturgia: Roberto Cayuqueo |Actor: Gastón Salgado | Asistencia escénica: Felipe Rojas, Luis Riveros, Francisca Maldonado y Daniela Fernández | Música: Alejandro Miranda y Daniela Millaleo | Iluminación: Francisco Herrera | Diseño de vestuario: Daniel Bagnara |Diseño espacio escénico: Constanza thümler |Producción: Isidora Khamis | Asesoría Histórica y guión: Claudio Alvarado Lincopi