Marcelo Montealegre, fotógrafo: testigo incesante

Marcelo Montealegre, fotógrafo: testigo incesante

Por Andrés Gutiérrez

 

Todo fotógrafo tiene sus obsesiones. Paz Errázuriz toma nota de pequeñas obsesiones, las deja crecer con la investigación, y cuando cobran una relevancia

irresistible se aboca a un nuevo proyecto. Desde los años 60` una de las obsesiones de Marcelo Montealegre era lograr que sus fotografías se vieran tal y como ve el ojo humano. Al verse limitado por los lentes que usaba, decidió hacer fotos panorámicas, que no eran sino secuencias de fotografías y que, años más tarde, cuando la tecnología estuvo disponible, pudo unir en el revelado para abarcar todo lo que la vista podía. Por esta y otras técnicas de intervención en fotografía algunos –probablemente tributarios del purismo fotográfico- le apodaron “el padre del photoshop”.

Marcelo Montealegre, es fotógrafo y periodista nacido en Puerto Montt en 1936, y desde 1968 reside en Manhattan. En su trayectoria ha trabajado como fotógrafo independiente para medios de comunicación como TIME, The Houston Post, Newsweek, Manchete, Ercilla, Oui, Revista La Voz y otros. Parte de su obra se encuentra publicada en el libro “No me olvido: Chile 1954-1968” (Ocho Libros, 2011).

El viernes 24 de agosto, frente a una numerosa audiencia en la sala Antar del Museo de Violeta Parra, Montealegre hizo un repaso de algunos de sus trabajos y relató que actualmente se encuentra en fase de digitalización y clasificación de su archivo compuesto por más de 150.000 fotografías entre las que se pueden destacar tres que hizo en 1960 –y sin saber quien era- a Violeta Parra en la Feria de Artes Plásticas que tenía lugar los fines de semana en uno de los costados del Parque Forestal; la que en 1974

hizo a Bob Dylan en el festival de Madison Square Garden, cuando cantó en homenaje al Gobierno de Salvador Allende; la serie de fotografías denominada “La Reforma Inacabada” sobre la Reforma Agraria en la Patagonia, una muestra de la cual aún es posible visitar en la Galería Flach, en el Barrio Lastarria; y las más recientes

fotografías panorámicas de Manhattan antes y después del 11 de septiembre de 2001.

Cuando ocurrió el golpe militar, Montealegre, que ya residía en Nueva York se hizo parte -como fotógrafo- de la organización Chile-Democrático que trabajaba con Naciones Unidas, instancia que le hizo iniciarse en un proyecto documental acerca los numerosos refugiados chilenos en esa ciudad, trabajo que continúa realizando co

n los que se quedaron. Durante la dictadura y aprovechando un gran loft en el que el fotógrafo residía, su hogar fue la sede de “Las Veladas”, reuniones mensuales en que al principio los chilenos compartían noticias y se apoyaban mutuamente, y que luego se fueron haciendo más conocidas atrayendo, entre otros, a Volodia Teitelboim, José Donoso y los Inti Illimani. Con el tiempo, muchos compatriotas coordinaban su viaje para coincidir con alguna de las actividades que se hacían en la residencia del fotógrafo.

Las fotografías que hizo de Violeta Parra no fueron la única vez en que el fotógrafo se relacióno con ella, pues en una ocasión se presentó un señor que le dijo que tenía una cosas que debía dejar en su loft, porque como él retornaba a Chile ya no las podía tener. Al ver varios paquetes y materiales Montealegre requirió una explicación al misterioso sujeto, a lo que éste respondió que en un tiempo más pasaría Ángel y que él se haría cargo de esas cosas: una serie de cuadros, cuadernos con décimas y otros materiales de trabajo de Violeta Parra. Tiempo después, Ángel Parra se quedó en la casa de Montealegre y se llevó las cosas de su hermana.

A diferencia de muchos de sus colegas Montealegre confiesa su aprecio por las posibilidades que ofrece photoshop y los smartphone,

lo que me hizo recordar que hace unas semanas se publicó un video por la BBC donde Wim Wenders sostiene que la fotografía ha muerto con el smartphone. Nada más lejos de lo que nos dice Montealegre: Con el smartphone se eleva el nivel de la cultura visual, ya que las personas quieren hacer y ver más fotografía, y con ello se produce un aprecio mayor por el trabajo fotográfico profesional. Montealegre quiso cerrar la actividad expresando que el fotógrafo no es quien hace fotografía, sino el que inevitablemente vive inmerso en ella, el que no puede sino dar permanente testimonio del lugar en que habita y los cambios en la sociedad.

 

 

 

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