Por Fernando Garrido Riquelme
Durante este año, en la cartelera capitalina hemos podido ver dos obras de Mark St. Germain, “Lección de Baile” y “Relatividad”, ambas con buen marco de público y presentes en los escenarios al día de hoy. Esto nos ha permitido ver parte de la obra de uno de los dramaturgos más prolíficos en la actualidad, cuyas puestas en escena repletan butacas en el circuito norteamericano, las cuales desarrollan sus mundos sobre la viga de un realismo psicológico de ágiles entramados dialógicos, ajustados y eficientes esquemas narrativos. De ahí que la figura de Einstein o un destacado profesor universitario con Asperger de limitada capacidad comunicativa, resulten vehículos efectivos con los que logra hacer de las tensiones contemporáneas en torno a la figura pública, la presentación del yo ante el mundo, un examen de nuestros valores e idolatrías.
Es 1947 y un célebre Einstein vive de la gloria de su mito en Princeton, en un EEUU de posguerra, en plena expansión industrial, época dorada para el imaginario fordista de Siglo XX, donde la consolidación de la sociedad de masas y el consumo, comparten sus días con una vertiginosa pendiente neurótica que se apodera de la vida pública y sus instituciones en el comienzo de la guerra fría. La bomba atómica, las telecomunicaciones y la democracia liberal han hecho de la mecanización y la técnica la nueva deidad, y encuentran en Einstein, al nuevo mesías del siglo XX. Es a este Prometeo al cual toca su puerta un día Margaret, periodista de un periódico de judío, para explorar de forma acabada los detalles de la intimidad de sus años formativos, años de letargos e insatisfacciones, de vanas esperanzas y la apremiante cotidianidad de un empleado de una oficina de patentes, con una vida que no da más señales de grandeza que la conquista de la sobrevivencia.
La entrevista, poco a poco va deformando el rostro apacible y cándido de la celebridad, exponiendo sus contradicciones y confrontando la oficialidad de su mito, con la realidad de los datos de una inquisidora que no deja espacio a ambigüedades. El abandono de un hijo esquizofrénico en un sanatorio europeo, la lejanía con otro hijo al que la figura paterna resulta aplastante y ausente, el divorcio y engaño de su primera esposa, el abandono de una hija prematrimonial. De ahí que el dialogo, sucesivamente vaya desplazando al pacifista de magazines por el megalómano, estableciendo ambas características como los extremos de una figura, como los puntos polares de una psiquis que enfrenta la disyuntiva constante de las virtudes públicas y los vicios privados. Pero Einstein no recula, sobre sus abandonos encuentra los pilares de su obra, de sus traiciones o adulterios, la expresión de un yo que se sabe fragmentado e indolente, de un cinismo tan grueso como encantador. La entrevista, como el mismo denuncia, es un interrogatorio, un arrinconamiento al ángulo menos luminoso de su vida. La entrada en escena de Helen (Alessandra Guerzoni), su asistente y carcelera, como el mismo expresa, por breves e insustanciales que parezcan, logra atenuar y reencausar un diálogo que a cada momento perece naufragar.
En un tiempo en donde la sobreinformación satura las posibilidades de construcción de conocimiento y los ideales del bienestar y la subjetivación de la vida social reinan, lo personal como otra esfera de la política, el examen de la intimidad de los héroes del starsystem, es el nuevo campo de batalla. De ahí que la moralidad de la obra sea un viaje para el espectador, no para los personajes, quienes no renunciarán a sus avatares en busca de una redención, y ahí reside gran parte del valor de la obra. La dirección de Morales, logra encontrar en el texto de St. Germain el nervio del cinismo militante que requiere esa reflexión y renuncia al manifiesto maniqueo, al que fácilmente se ha entregado una generación que ha vuelto a confundir los gemidos del placer con los gritos de la hoguera. La escenografía de circular diseño, logra generar la espacialidad ambigua de la equidistancia, como si fuese la representación de un átomo, reafirmando el concepto por analogía, haciendo de los personajes partículas que aceleran sus movimientos a mayor contradicción de sus polaridades.
El despliegue inquisitorial de Margaret, encuentra en Blanca Lewin una acertada y creíble interpretación, aunque plana en la expresión y decreciente en el aplomo e incisiva inteligencia de su personaje, a diferencia de un elaborado y huidizo Einstein interpretado por Tito Bustamante, el personaje mejor logrado, el cual propone un variado cromatismo psicológico que sostiene la obra. En la lucha dialógica que proponen, los personajes no crecen ni reelaboran sus vidas, sus puntos de vista, no es una obra que emprenda un viaje hacia la transformación moral, aunque a simple vista eso parezca. Es más bien la historia de un desenmascaramiento, es un tránsito hacia lo profundo de lo omitido, y como aquella expresión íntima, es la forma en que enfrentan el mundo cada uno. De ahí la relevancia de Alessandra Guerzoni en escena, ella es el punto en donde esas contradicciones se reconcilian, es el rostro en el cual se miran y reconocen, ambos presos de un juego de máscaras donde lo íntimo y lo cotidiano son su refugio contra el exterior, los otros, el mundo y sus amenazas. El “genio” no oculta su fascinación por los grandes y abstractos conceptos, aunque ello implique el sacrificio de quienes lo rodean; la periodista no cesa de enrostrar su indignación ante la distancia que existe entre la naturaleza moral de individuo con el símbolo, y como ese humanismo pop sobre el cual se erige la majestad de su lugar como estrella en el cielo de la sociedad de masas, no es más que el rostro superfluo del que no puede establecer relaciones significativas con sus semejantes, en quienes no puede ver más que la opresión de lo pequeño y cotidiano. Ante ello Einstein le expresa que “es más fácil amar a la humanidad que a las personas”.
La última puesta en escena fue en el Teatro Municipal de Las Condes durante la semana final de noviembre y es probable que podamos verlas durante el verano en otros escenarios.
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