Por Valeria Jauré
Joan Jett: Bad reputation es un documental musical del año 2018, dirigido por Kevin Kerslake que relata el inicio, los diferentes ascensos y las caídas de la cantante estadounidense. Quien aparece en la escena tocando en los más legendarios clubes setenteros en el Sunset Boulevard de Los Ángeles con The Runaways y luego con Black Hearts, terminando por conquistar al mundo.
Joan Jett habla directo a la cámara sobre su necesidad de hacer rock, desde que a los trece años sus padres le regalaran una guitarra eléctrica, en tiempos en que para una chica ese tipo de música no se suponía que era lo que debía hacer. “Dime que no puedo hacer algo, y lo haré”, es el estandarte e himno que rige cada una de sus decisiones, y así se convierte en una pionera del rock hecho por mujeres y un símbolo de rebeldía para todos los géneros.
El título juega con el nombre de uno de sus temas más famosos Bad reputation y con el hecho de que a Joan Jett nunca fue posible de encasillar en ninguna clasificación que satisficiera a las, en esa época, todopoderosas discográficas. Porque el público en menor o mayor cantidad siempre ha sabido amarla por ser quien era, una bestia del rock, que siente la música de la cintura hacia abajo. Así lo confirman todos aquellos a quienes influyó, y que relatan el significado de una figura como ella en sus vidas. Los testimonios de Billy Joe Armstrong (Green Day), Miley Cyrus, Chris Stein, Debbie Harry (Blondie), Kathleen Hanna (Bikini Kill) e Iggy Pop, hablan de cómo los impresionó e incluso cómo los apoyó en determinados momentos.
El film muestra que lo revolucionario de Jett no está en su discurso, que lo tiene, sino que está en su manera de vivir, en su ética punk. Porque ser mujer y estar decidida a hacer música, a carretear con los grandes caídos de los setenta (Sid Vicious y Nancy Spungen, por ejemplo) y sobrevivir; no contar con ningún sello discográfico que quisiera producirla y terminar haciendo uno propio, hablan de una persona que sabe y que no quiere hacer nada más que rockear. Talento y terquedad.
El documental recorre toda su carrera, pasando por los hitos de cada década hasta convertirse en el referente que es actualmente. No obstante, solamente desliza en un par de frases dichas por ella, y por algún cercano, la soledad que supone la determinación de hacer lo que se desea y se quiere, como una suerte de sacrificio al dios de la música.
Todo en Joan es extremo: la entrega en el escenario, la dedicación a su banda, su cabello y el anhelo de continuar tocando. Al terminar la cinta salta, desde la pantalla hacia los asientos, esa energía para pararse cada vez que se cierren las puertas y la actitud rebelde, que no es nada más que una fórmula para no estar jamás cómoda o quieta. La vida parece un público que quiere ser revolucionado.