Entrevista a la directora de “Las hijas del fuego”, Albertina Carri: «Uno de los desafíos que tenía explorar el género pornográfico, era no abusar de esos cuerpos»

Por Fernando Garrido Riquelme

La cita fue en Cine Arte Alameda para el preestreno de Las hijas del fuego, última cinta de Albertina Carri, la cual dirige y escribe, ganadora de la última edición de BAFICI. La crítica ha alabado la desenvoltura del proyecto, la toma de posición estético-política de la directora y la aventura erótica que suscitó su realización. Pero estas son impresiones expos, ya que, al momento de la entrevista, tuvo que ser realizada en paralelo a la proyección. Entonces, ¿Qué tiene de interesante una entrevista realizada a una directora cuya película el entrevistador no ha visto? Puede que nada o puede que mucho. Albertina es una mujer inteligente, de buena plática y conceptos para hablar de todo, y de eso trata esta entrevista, de todo menos la cinta.

¿Cómo crees que ha sido recibida tu obra en Chile? No eres una debutante, tu trabajo es súper extenso y desde Los rubios, tu cine siempre ha despertado un amplio interés.

Desconozco eso, cómo soy vista acá, no te lo puedo responder. Lo que sí sé, es que Los rubios es una película emblemática en toda Latinoamérica. Cuando viajo por festivales y me encuentro con documentalistas de aquí o de otras partes, Los rubios es una obra de referencia, se estudia en todas las universidades y a mí me sorprende un montón. Han pasado 15 años de eso, no me sorprende tanto, pero en su momento era una sorpresa, porque yo la hice y luego vinieron otros proyectos. No pienso el mundo en esos términos, tengo una influencia como media satánica, de incomodidad, como si una antena me permitiera identificar lo incómodo. Y mis películas son una extensión de aquello, de las formas incómodas, cómo se organiza la sociedad y sus vínculos. Cada una de mis películas, Los rubios, La rabia, y ahora Las hijas del fuego trabajan en distintos tonos esa incomodidad. Por eso puedo decir con toda liviandad “disfrútenla” cuando la presento, porque decir eso con mis otras películas es difícil. De igual manera, las películas van variando en su recepción, dependiendo de la temperatura social del ambiente.

Parece que Las hijas del fuego llegó justo en el momento indicado.


Bueno, como dije en su presentación, es un hecho bastante coyuntural. Hace unos años hubiese sido imposible hacerla, habría sido considerada abusiva. Y para mí, uno de los desafíos que tenía explorar el género pornográfico, era no abusar de esos cuerpos. O sea, yo no me podía poner en ese clásico lugar del director de porno “hacelo así”, “ponete así”, “gozá de este modo”. En ese sentido, fue un trabajo colectivo enorme; trabajamos un montón antes con las chicas, hicimos talleres para que se conocieran entre ellas, me conocieran a mí, para llegar al punto en que todas estuviésemos cómodas. Para mí, como directora, era muy importante aquello. La gente cree “¡qué entretenido hacer porno!” pero no, para nada. O sea, tiene un punto divertido, el hacer la película, pero para mí, era una exigencia doble, el autocontrol de no dejarme llevar, permitir que las cosas fluyeran en vez de direccionarlas. Y pasó algo increíble, porque en una escena vinieron las actrices y me dijeron “Carri, esta película la dirigís vos”.

No es la misma experiencia de gozo intelectual que tiene el realizador a la que tiene el espectador, de ahí la doble dificultad, porque tienes que estar operando en ambas frecuencias.

Si, tal cual. Yo siempre fui respetuosa dirigiendo, tanto al equipo como a los actores, porque creo que es una entrega total estar en la cabeza de las personas y que ellas te lo permitan. Pero en este caso, de algún modo, las apuestas se duplicaban.

Hace años leí una entrevista que te hacían en Argentina, tu fijación por la naturaleza de los registros, y el hecho de ser parte de una generación bisagra. Me recordó mucho esa entrevista a Stefan Sagmeister, un diseñador gráfico educado en la escuela de Viena, en base al método de mesas de dibujos, cortando papeles, plantillas a mano, y el año que egresó, se introdujeron de lleno los computadores en las escuelas de artes gráficas. Tu generación probablemente creció con la fantasía del celuloide, el registro análogo.

Si, totalmente. Yo me eduqué en un mundo a la espera de tomar una cámara y filmar en 35mm, y cuando ya estoy lista, eso ya no existe más.

En esa entrevista decías que, ante aquello, te habías volcado a ver muchos archivos, a barrer toda la información filmada.
Así hice Cuatreros. Esa película es producto de esa melancolía. Más bien una falsa melancolía, porque me eduqué en eso, pero no me tocó ser parte de aquello.
De esa melancolía relacionada con el soporte, me llamó especialmente la atención la búsqueda por el registro nimio, pequeño, de lo más elemental, desde alguien siendo grabado en 16mm follando en Chaco, un acto cotidiano, lo que fuere. Como en una exploración de lo realizado, para no ser la reproducción de lo hecho.
Aparte de esa melancolía y esa formación, esa búsqueda nace de la reflexión en torno a qué significa tomar una cámara. Porque tomar una cámara es un poder. Eso es algo que destrozaron los medios de comunicación. Entonces, es una pregunta cómo ejercés ese poder. Y en el caso de lo pornográfico, de meterse con los cuerpos, con el goce del otro, de las otras, para mí era muy delicado. Y también está muy relacionado con la política de las imágenes. Algo que hoy está muy bastardeado, y que ya no se piensa, porque estamos invadidos de imágenes.
Las tocamos.
¡Yo no puedo creer cuando tomo una foto analógica, la tomo en las manos y no puedo agrandarla! Además, cada vez estoy más ciega. Esa será la próxima película, sé que tengo una responsabilidad en ese sentido, cada vez que prendo una cámara.

Siguiendo tu punto anterior, estamos en un espacio inundado de imágenes del mundo, sobrecargados de ellas, incapaces de darles sentido muchas veces. ¿Cuáles son las narrativas que te están interesando? ¿Qué historias te interesa contar?

No sé en verdad. Si miro mis películas, son todas muy distintas. Y la próxima también lo va a ser. Tengo otras preocupaciones. Yo ya no veo cine mainstream, no veo series, ya no me interesan esos relatos. Te digo que hoy, leo más de lo que veo. La imagen es una invasión, la narración audiovisual se transformó en una forma de domesticación. Yo tengo una teoría medio optimista del mundo, y es que los cines volverán a ser del cine. Con el tema de las plataformas, ese relato hegemónico del capitalismo heteropatriarcal migró directamente a las plataformas on demand, streaming, los cines volverán a ser de la gente, un ejercicio de lo colectivo donde se encuentra la gente.

También soy parte de esa generación que aprendió del cine por medio de piratería, VHS, descargando de e-mule, Ares o Torrent, porque lo que ofrecía la cartelera nos freía el cerebro.

Yo también. Las mejores cosas que vi las bajé o me conseguí un VHS, DVD, como un acto privado.

Y eso que tú estabas en argentina, donde siempre ha existido una cartelera más o menos respetable para cánones latinoamericanos. Aquí en Chile, si no es por la piratería es Narnia.

Si, bueno.

Estuve buscando tus trabajos realizados para la televisión argentina. Hay muy buena crítica de ellos, pero es imposible hallarlos, fueron transmitidos en algunas regiones del extremo sur.
Ushuaia

Exacto, Ushuaia. ¡A la cresta! Es raro, uno pensaría que en estos momentos, en donde el discurso imperante es que los contenidos transitan y se exponen libremente, no encontrar algo, no es una posibilidad.
¡No es verdad! Esa es una de las grandes trampas que estamos viviendo. Esta invasión de imágenes nos hace creer que lo vemos todo, y siempre es un recorte. Como los noticieros. El reclamo de Derrida de que nos muestren lo que no nos están mostrando. La edición sigue existiendo y cada vez es más compleja. Por eso hay que salir a buscar las cosas, hay que salir a la calle. No todas las respuestas están en las redes sociales. Para nada.

De ahí se desprende que vivimos en una ilusión de la expresión democrática de la opinión.

¡Exacto! Es una ilusión. Es mucha más información, y sin duda las nuevas generaciones están educadas en ese paradigma, pero antiguamente había otras democratizaciones, estaba la calle, las revistas, el videoclub. Yo me eduqué viendo cine en VHS, yendo a encontrarme con los cinco locos que traían películas raras. La cosa es encontrar esos circuitos alternativos, que siguen siendo necesarios.

La última película de Albertina Carri, Las hijas del fuego fue estrenada el 23 de mayo en Cine Arte Alameda. Hasta el 6 de junio y en M100 y SalaK.

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