Por Kjesed Faundes
Viví el último año en Brasil, un país en el que definitivamente no había que vivir durante el último año. Con Bolsonaro en el poder, desde la legitimación de las actitudes fascistas del pueblo que lo escogió hasta la reducción del Estado siguiendo el modelo chileno, transformaron Brasil y a los brasileros en una vergüenza para el mundo. Sin embargo, como su Estado es enorme y las cosas funcionan a paso de gigantes, hay cosas que no pueden cambiar tan rápidamente, y entre ellos, en el mundo cultural hay organismos que vale la pena estudiar con detención en nuestro propio proceso de reivindicación política, para promover los cambios que, al menos en cultura, necesitamos.
Señoras y señores, con ustedes los SESC.
El Servicio Social de Comercio brasileño, más conocido como SESC, es una institución privada dependiente del sistema S donde, a través del pago voluntario de un 1% de impuestos, las empresas del comercio asociadas (grandes, pequeñas y medianas) financian espacios culturales que buscan el bienestar social de sus empleados y familias, sin excluir por supuesto, a la comunidad en la que estos centros se insertan. Estos espacios entienden la cultura en el amplio sentido de la palabra, actuando en las áreas de arte, educación, salud, recreación, vacaciones y asistencia.
Se fundaron hace más de 70 años y están presente en todos los estados del país, y además de ser los grandes polos culturales de cada ciudad, promoviendo circuitos para todas las artes, trabajos dignos y estables para sus funcionarios, modos de vida saludable y actividades transversales para toda la diversidad de personas que los frecuentan, son tan queridos por la comunidad, que pese a las amenazas de cortes presupuestarios que el gobierno sugirió, no les han tocado un peso. O mejor dicho, ningún real. Al contrario, se inauguran cada vez más SESCs y cuando una ciudad no tiene, o no tiene el foco en cultura, se nota.
Como usuario tienes dos alternativas. O eres del mundo del comercio, las artes o el turismo y tienes acceso a la credencial de socio, o eres comunidad general. La gran diferencia está en los accesos a los espacios de recreación y salud, como los centros de vacaciones, las piscinas, el dentista y la preferencia o descuentos en los grandes eventos. Si eres funcionario del comercio, tu y tu familia son socios. Si eres dueño de una empresa de comercio, aunque seas una PYME, también. Si eres artista y estás registrado como tal, dependerá del convenio que tu sindicado establezca con el SESC de tu zona. Si eres de la comunidad en general, tienes acceso a todo menos a la piscina, los centros de vacaciones y el dentista. O sea, son espacios abiertos y todos son bienvenidos.
Entrar a un SESC es como entrar al GAM, pero diferente. No te vas a encontrar con una tienda Puma ni con menús de $8900. Al contrario.
Por lo general están divididos en dos: una parte que contiene el ala cultural, con diferentes escenarios, teatros, centros de exposiciones para todas las artes, lugares para talleres, biblioteca, sala de computación y tiendas donde se venden libros y discos editados por un sello propio; y una ala deportiva, donde hay gimnasios, canchas multiuso, salas de máquinas, tatamis, equipamiento para diferentes deportes y artes marciales, camarines y piscina. Entre ambos hay espacios comunes, como parques, comedores populares (con nutricionistas especializados y menus que bordean el equivalente a 4 mil pesos), espacios de convivencia y espacio de juego para los niños entre otros. Abren de martes a domingo y durante todo el día se ofrecen diferentes actividades, gratuitas y pagadas, que están dirigidas a la diversidad de públicos del territorio, pero siempre hay mucho para ver, hacer, aprender o experimentar, y literalmente hay personas que “viven allí”. Ofrecen por tanto, muchos puestos de trabajo estable, tienen curadorias propias que se explicitan en las revistas de programación mensual y su cartelera se trabaja con una antelación de 3 a 6 meses de anticipación. Forman también un circuito entre ellos, ofrecen rotatividad de artistas y si bien en las ciudades de interior no se programan espectáculos con carteleras largas, los de los polos culturales como Río o Sao Paulo pueden tener una obra en cartelera por un tiempo bastante extenso o realizar co-producciones propias.
Cuando eres artista, tienes que entrar en contacto con los curadores, ofrecer el proyecto y negociar el valor. Este es un punto interesante, porque si tu le dices que tu obra vale, por ejemplo, un millón y medio de pesos y él te encuentra razón y se ajusta a la programación, te la compran. Si ellos piensan que para lo que ellos programan está en un valor por sobre lo que vale, te pueden ofrecer un valor menor, por ejemplo 500 lucas por presentación, pero te compran 3 funciones. Y si por el contrario, creen que estás cobrando poco, establecen un valor de acuerdo a lo que ellos, como mercado de compra y venta de arte, piensan que es justo. Es decir, te orientan en el mercado. Hay curadores por área, se hacen actividades para escolares, tercera edad y “minorías” -lo pongo entre comillas porque no me gusta el término, pero aún me falta lenguaje- organizan paseos y actividades deportivas comunitarias y son proyectos arquitectónicos, también.
Me van a decir, Claro, es que Brasil es un país rico!. No señores. Es un país que hasta antes de este gobierno tenía un Estado fuerte e interés por la cultura. Independientemente de que sea federal y que cada estado se administre de forma autónoma (por ejemplo en el estado de Paraná, el foco de SESC es educación con colegios gratuitos de alta calidad) es el gran Estado brasilero el que recauda ese pequeño impuesto voluntario que moviliza la cultura y lo “terceriza” a través del sistema S, fiscalizándolo fuertemente. Y es un presupuesto extra al que da el Estado a la cultura a través de fondos y programas, que de cualquier modo es mucho más que el vergonzoso 0.6% que destina para cultura nuestro país.
En Chile tenemos infraestructura y trabajadores de sobra para implementar SESCs, lo que falta es dinero para gestionar y contratar profesionales, y eso, nuestro disminuido y casi inexistente Estado no lo alcanza a subsidiar. Lo terceriza a corporaciones que hacen lo imposible por recopilar platas, como montar una tienda Puma, por ejemplo, pero el Estado tampoco se encargada de fiscalizar que no hayan las diferencias abismales de salarios entre los trabajadores y los ejecutivos, que a todas luces son un robo de nuestros impuestos.
Además, los centros culturales públicos no tienen personal especializado, y los artistas no podemos seguir dependiendo del señor fulano de buena voluntad que tiene la llave de la sala técnica par poder prender las luces de un teatro. No podemos seguir abriendo elefantes blancos que dependen de las retribuciones FONDART para poder programar su cartelera. No es posible que el principal, por no decir único, mecanismo de financiamiento cultural sea un fondo que alcanza para aprobar menos del 10% de los proyectos que se postulan, o sus fondos se acaben en menos de 3 semanas, como el caso de las ventanillas abiertas. La ley de donaciones, al no ser un fondo ciego, es para los mismos de siempre y ya que no existe lo público y las platas están donde el mercado las posiciona, con el 1% de quienes quieran ser socios, podemos implementar estos centros culturales soñados en nuestro país.
Yo sé que cultura en estos momentos no es prioritario, pero ya que los cabildos se organizan y, otro tema a poner sobre la mesa, la maternidad y los horarios del arte son medio incongruentes como para relatar personalmente mis experiencias, escribo mi aporte al presentar un modelo latinomericano aplicable a nuestra realidad latinoamericana, que vale la pena revisar y estudiar con más profundidad. Porque si algo descubrí de Brasil este año que viví allí, es que yo quiero SESCs para Chile.