Entrevista a director de El Teatrillo Roberto Pérez: «Yo quiero que el teatro tenga movimiento»

 

Por Kjesed Faundes

En Alférez Real, casi al llegar a Antonio Varas, existe un rincón de esos que tienes que conocer en Santiago. Junto con una cafetería, El Teatrillo es un pequeño escenario instalado en el jardín de una casa que, cada fin de semana, alberga el mundo mágico de los títeres y las marionetas. Con 25 butacas fijas y otras 20 móviles, el paisaje parece un cuento, de otro tiempo y lugar. Pero las sorpresas no acaban ahí. Al interior de la casa encontramos un verdadero tesoro: una colección de más de mil quinientos muñecos expuestos en vitrinas, una segunda sala de bolsillo, salas para talleres y el espacio de creación de Roberto, el creador y gestor de este oasis para el teatro de marionetas, único el país.

¿Cómo nace la idea de gestar El Teatrillo?

En alguna oportunidad me dijeron que yo era atípico. Yo estudié publicidad y paralelamente estudié teatro, de noche, entonces llegaba a clases de corbata. Eso ya marcaba una diferencia.

Decidí abrir este espacio cuando tomé la decisión de jubilarme. Salgo de la empresa privada para enfocarme en lo que me gustó toda la vida, el teatro. Pero yo soy de una generación en que decir que estudiabas teatro era decir que te ibas a morir de hambre y no era tan alejado de la realidad. Y me fui por el área comercial, me desarrollé en marketing y aunque siempre estuve asociado a actividades recreativas que me alejaban del escritorio, el teatro era mi pasión. ¿Por qué no seguí? Por los egos. Me hace sentir incómodo el tema de los egos. Yo soy medio bajo perfil. Tanto así que cuando abrí este espacio no hice publicidad, ni rimbombancias, nadie sabe quien soy. Hace 3 meses que abrimos la cafetería hasta la calle y la gente dejó de pensar que esto era algo así como un jardín infantil. Simplemente cuando mi hijo salió de la universidad, me jubilé, tomé una plata que tenía a libre disposición y me dediqué a lo que siempre he querido, junto a mi mujer.

Montar una sala, un café y un museo de marionetas…

Me da vergüenza hablar de museo, porque un museo tiene una estructura diferente. Hablo de colección o muestra, que debe incluir unas 1500 figuras, entre muñecos de teatro de sombras, ventrílocuos, marionetas, títeres, bocones, muppets, cascanueces, arlequinos de loza y otros, sin considerar los que están incompletos en mi taller y los otros que no hemos expuesto, porque tengo cajas con más material que voy reparando. O aparece un nuevo muñeco y empiezo a cambiar las vitrinas, las voy acomodando de nuevo, ya sea por tamaño, por material, etc.
Al principio golpeé puertas pero me dio lata porque nadie te pesca. Nunca hay plata para cultura. Al contrario… No hay plata para incentivar la cultura pero cuando hay eventos de beneficencia a los primeros que buscan son a los artistas, para actuar gratis. Y viendo esta situación tomé la decisión, vendí un departamento, nos fuimos a vivir con mi mujer fuera de Santiago y armamos la sala, las vitrinas y un café que al comienzo estaba en el fondo, para complementar la visita de los papás.  En octubre cumplimos recién un año.

¿Qué significan para ti los títeres?

Los muñecos remiten a la infancia, a la fantasía. Aquí toda la gente que viene dice que el espacio es como un mundo mágico, un oasis. Ha venido gente que ha quedado maravillada con el espacio, que me dicen que parece Europa, que es un lugar único, y solo ahí empezamos a tomar consciencia de lo que hemos construido, de lo que tenemos y con mayor razón soy más riguroso y exigente con las compañías que programo.
Y en eso también soy atípico, porque mi modelo de gestión es diferente. La mayoría de las salas ofrece un porcentaje del borderaux, o les cobra piso a los artistas. Yo no podría hacer eso. Yo sé cuanto cuesta hacer un trabajo, un muñeco, levantar la escenografía, la dramaturgia y tener que pagar para que después entren 5 personas, a mi no me cuadra. Yo no haré nunca negocios con mis colegas. Por eso mi modelo de gestión es no cobrarle nunca a nadie por trabajar. Al contrario, yo contrato a los artistas y corro yo el riesgo.

El sistema de borderaux lo pensaría si tuviera una sala para 100 o más personas, ahí podría ofrecer un porcentaje siempre y cuando yo asegurara que voy a tener la sala llena. Solo así es rentable para ambos, y rentable entre comillas, pero por lo menos sería atractivo. Hoy en cambio yo tengo una sala para 30 personas, más las sillas de niños, ponle 40 o 50 personas. Es un teatro de bolsillo. Y por lo tanto yo soy el que asumo el riesgo y pago a los grupos que vienen un valor fijo. Hasta ahora no me he equivocado. Tenemos cartelera todos los fines de semana, y con eso alcanzamos a financiar a las compañías. A veces no alcanzamos, pero eso ya es problema mío. Y a mi me preocupa más tener cartelera estable, porque afortunadamente tengo otros ingresos y este espacio es propio, por ejemplo. Yo quiero que el teatro tenga movimiento. Ese es mi horizonte. A costa de mi riesgo, de mi bolsillo, eso no importa.

¿Y cómo comenzó tu relación con los títeres?

Esto partió como hace 25 años atrás. Recorriendo el Pueblito de los Dominicos encontré un artesano que tenía una marioneta hermosa, que compramos para decorar la casa. Como yo algo sabía, me la llevé, pero ese fue mi primer muñeco. Y soy muy cachurero, muy de persa, de feria libre, entonces empezaron a aparecer más muñecos y me dije, esto es lo mío. Esto me llena y ahí fue que retomé, después de 20 o 30 años, el tema de las artes escénicas pero enfocado a las marionetas. Creo que me enfoqué en los muñecos por el tema de los egos. Yo me alejé del teatro por eso y con el muñeco no hay ego, no soy yo, me enfoco en el títere, en el personaje y yo desaparezco. Aunque hoy en día el titiritero aparece cada vez más, yo soy de otra escuela. Después se transformó en un vicio. Fin de semana que tenemos libre andamos preguntando donde hay ferias para ir a recorrer. Hoy se transformó en un espacio de culto al muñeco.

Hablas de tendencias en los titiriteros y ya que por aquí pasan grupos de todo Chile y también del mundo, ¿Cómo diagnosticas el mundo del títere actual?

Me voy a enfocar en lo que he visto en Santiago y Valparaíso, y creo que hay de todo. Hay muy buenos trabajos. No, me corrijo. Hay muy buenas puestas en escena y muy malas puestas en escena. No digo “malos trabajos” porque el trabajo es el mismo. Las compañías tienen el mismo esfuerzo para crear sus muñecos, armar, desmontar, hacer la escenografía, meter las cosas en una maleta, después de cada función reparar los muñecos… hay un trabajo enorme. Pero sí falta algo como una certificación. Alguien que abriera una escuela de titiriteros que ayudara a profesionalizar el asunto. Porque hay mucho actor que derivó en los títeres y muchos titiriteros autodidactas, que tienen oficio y talento, pero falta direccionamiento. Hay mucha carencia formativa.

Yo me planteé alguna vez hacer de esto un teatro escuela, pero eché pie atrás porque quién soy yo para enseñarle a nadie. Hemos pensado en traer especialistas y dar talleres pero cómo lo certificas, porque para eso se necesita tiempo. Una certificación no pasa por 12 o 48 horas. En Argentina existe una carrera. Igual es algo que no descartamos pero para eso se necesitan además muchos recursos, porque no le vas a estar cobrando a los compañeros titiriteros, que el 90% trabaja en la calle, que viven el día a día. Y eso es triste también.

El teatro de títeres no se instala en casi ninguna sala, porque es como mal mirado, de segunda línea. Entonces ¿Dónde aprende el titiritero? Esos que no tienen espacios aquí, ruedan el mundo. Y vuelven con muchas experiencias y sería bueno en algún momento que se puedan compartir aquí. La idea de este espacio es que los titiriteros crezcan y se fortalezcan.

El títere es un personaje popular, la calle es su hábitat natural. Entiendo la necesidad de especialización, pero ¿Qué piensas de este rol crítico del títere? “Que no quede títere con cabeza” decían en el medioevo para censurar las parodias al poder, impensables en la academia…

Para mi los muñecos son transversales. No tienen color político ni religioso y en eso también soy un poco atípico. Para mi los muñecos entregan mensajes, pero no hacen panfletos ni son demagógicos. Creo que una de las cosas que me ha ayudado al éxito de este espacio, es que hemos sido transversales también curatorialmente y la gente lo agradece, porque es un espacio tranquilo, agradable y resguardado para los niños.

Yo nací en un campamento, en Bajos de Mena, al final de Santa Rosa. Cuando me hablan de pobreza pienso si ese gallo habrá pasado hambre alguna vez. Porque yo sí, y le doy gracias a mis padres que se fueron de Santiago durante los ochenta y me permitieron estudiar. Entonces a mi me interesa hacer la critica social, pero de un modo respetuoso y transversal. Soy super consciente de lo que pasa, pero a veces con esta crisis me pregunto de qué lado estoy, porque cuando partió todo yo estaba de acuerdo con las demandas, pero con la violencia no.

Para mí cualquier acto de violencia es ajeno a cualquier cosa que yo haya buscado, predicado o pretenda hacer dentro de este espacio. Aquí viene gente de todo color político, pero cuando entran a este espacio entran a un lugar mágico, que de algún modo los abstrae y los lleva al territorio que les presentan los muñecos. Los muñecos son un amor y le permiten al actor hacer un trabajo muy lindo, desde la animación de lo inanimado.

Transversales, pero hasta ahora hay solo cartelera infantil. ¿Dónde vemos al títere que apela a una sensibilidad más madura?

Madura y social. No me gusta el panfleto pero lo social me interesa mucho.  Hoy necesito abrir el espacio a público adulto porque ellos me lo están pidiendo. Soy un agradecido del público que viene, que trae a sus niños de 5 hasta 1 año o hasta 12, y son esos mismos papás los que me preguntan a la salida cuándo voy a tener algo para adultos. Tengo algo hablado con algunas compañías, como Pájaro de cuentos y Colombina Teatro, que inaugura con Las mil y una noches en versión de máscaras la programación nocturna en diciembre.

Queremos comenzar a hacer cosas en la noche, pero siempre asociado a los muñecos, a la fantasía, que no se pierda el horizonte. Me han ofrecido bandas, cuentacuentos, pero tengo que ser fiel a la curatoría del espacio. Y como necesito tener cartelera, estoy asociado a organizaciones gremiales de titiriteros como Títeres Chile, la UNIMA Chile (Unión internacional de marionetas), tengo buenas relaciones con el Teatro Museo del Títere y el Payaso de Valparaíso, y estamos siempre pendientes de los compañeros que están situaciones difíciles, para abrir los espacios. Así que pronto se viene.

Tu eres también un creativo y un artesano de títeres. Cuéntanos un poco de tus proyectos personales.

Una de las cosas que más nos entusiasmó de este espacio con mi mujer era la posibilidad de hacer mis propios proyectos. Pero la administración y gestión del mismo me ocupa mucho tiempo en producir y dirigir, y no me puedo dar el espacio creativo que necesito, ese tiempo para encerrarse en una burbuja y crear. Lo tengo a ratos, por días, a veces… Hay varios proyectos en los que estoy trabajando: una versión de El Soldadito de Plomo; un cuento ecológico que tiene que ver con duendes en un bosque; un espectáculo para adultos que es un burdel inspirado en el libro El Roto de Joaquín Edwards Bello y El Circo, que para mí es la magia misma. Me encanta mucho jugar con la fantasía o las emociones y en el circo están todas. Tengo una segunda sala adentro, pensada en el invierno, que me permite hoy tener funciones paralelas y también montar una escenografía fija y no estar moviéndola o sacándola. Entonces por ahora estoy trabajando ahí.

¿Y con qué sueñas para El Teatrillo?

Me estoy transformando en fundación, porque así es más fácil conseguir recursos. Quiero hacer un encuentro que sea un espacio medieval, que cada compañía tenga un carromato, que le de glamour y contexto al teatro de títeres para que los niños entiendan cómo se inició este movimiento. Estoy esperando un FONDART para la programación, pagar a las compañías básicamente y hacer intervenciones en la calle, que ojalá salga y quiero seguir creciendo. Mi hijo ya sabe que si me muero el continúa.

Recién cumplí un año, pero ya encontré mi nicho. Hace dos meses que la cafetería se expandió hasta la calle. Y mi cabeza está llena de ideas. Quiero traer colegios gratis, trajimos en el verano pasado un jardín del SENAME con el que tuvimos una experiencia fantástica; quiero salir del teatro en una motor home y recorrer con espectáculos de títeres la periferia, quiero hacer intervenciones en la calle… Pero siempre topo en el financiamiento, aunque hasta la fecha solo me considero un agradecido.

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