Por Valeria Jauré
Esta película del director Ira Sachs (Little men) es un pequeño drama familiar insertado dentro de una naturaleza exuberante. Tiene al centro a Isabelle Huppert (Elle) quien interpreta a Françoise Crémont, una mujer que decide llevar de vacaciones a un pueblito pintoresco de Portugal, a miembros de su familia, una amiga y hasta a su exmarido. Alrededor de ella se desenvuelven pequeños grupos, que tienen sus propios conflictos, pero que llegan a desaparecer bajo la luz cegadora de la actriz- tanto la de la vida real como de la ficción-. Porque Frankie parece fría e individualista, manipuladora y madura, que, al arrastrar al resto de los personajes a la belleza del pueblo de Sintra en Portugal, parece como un último acto de control.
Es un acto final para mover sus hilos, porque Frankie padece una enfermedad terminal, y la reunión obedece más a una despedida que a otra cosa, un adiós a una familia disfuncional, en que se mezclan la tristeza, la herencia y el intento de dirigir los caminos de quienes siguen viviendo.
Hay en este film la presencia de algunos paralelismos con la vida real, el primero, el más evidente: la estrella de cine, pero un cine no masivo. Una diva francesa, de mirada gélida y libre, fumadora y bella, que es en sí misma la Huppert y es la estructura en donde se construye toda Frankie.
Un segundo, que se levanta como la segunda columna de esta obra, es el personaje de Greg Kinnear, quien interpreta a un director de segunda unidad y de fotografía, que sueña con hacer su propia película. Es quien hace las referencias más obvias de que se está hablando del cine dentro del cine, bajo un manto de paisajes, colores y texturas naturales contra edificaciones en roca que el director de fotografía portugués Rui Poças (Zama) lo lleva hasta el virtuosismo.
No obstante, estas dos columnas, Huppert y la fotografía, no son suficientes para sostener toda la película, hay un personaje mayor y una atmósfera cautivante, pero la narrativa se diluye en diálogos de a dos que se van sucediendo, intercambiándose los personajes, caminando de un punto a otro sin que nada de eso tenga mucho significado. Y es que el diálogo banal no es algo despreciable por sí mismo, sino que la cámara nos hace detener en ellos como si debiéramos buscar un algo que no hay, un algo que parece que es algo pero que no es mucho más.
En temas como la muerte y la enfermedad, es fácil caer en el melodrama, por eso la intención de distanciamiento se agradece para que entren nuevas perspectivas, un poco de aire sobre los temas. Sin embargo, es poco lo nuevo que se propone en cuanto a ideas y en cuanto a emociones. Aunque es imposible abstraerse o ser media cínica frente a un amor profundo entre personas mayores que se aman y ya comienzan a extrañarse.
Una imagen que resume lo mejor de este film es el personaje de Frankie caminando cerro arriba con un delgado vestido color lila mientras, el viento la golpea de frente, dejando adivinar su delgado cuerpo, y sus facciones duras que nos dejan entrever que está en su última pelea, que sabe que no ganará, pero que intentará jugar de todas maneras, una última partida con un par de trucos en su manga.
Por otro lado, resumiendo lo menos llamativo de la película es la belleza de la toma final, un plano en que lo más alto está Frankie, nuevamente contra el viento, y los personajes caminan hacia la cima en parejas o grupos, que es quizás la expresión de aquello de que la vida continúe para ellos a pesar de que al público no nos interesen tanto como la de la protagonista.
Ficha Técnica
Género: Drama
País: Francia/Portugal
Año: 2019
Duración: 100’
Dirección: Ira Sachs
Elenco: Isabelle Huppert, Brendan Gleeson, Jérémie Rénier