Conversación con Alejandra Costamagna, autora de “Animales Domésticos”

Conversación con Alejandra Costamagna, autora de “Animales Domésticos”
Durante el Club de Lectura Zancada, tuvimos la oportunidad de conocer a la escritora chilena Alejandra Costamagna, que fue a conversar con nostras sobre su libro de cuentos “Animales Domésticos” que recién habíamos leído. Todas le hicimos preguntas y esto fue lo que nos contó.
Este libro, va desde cuentos más «tradicionales», o otros que son más experimentales, más cercanos de repente a la poesía, más fronterizo, pero juntos van haciendo como una especie de nueva constelación. La idea original de ese libro era una circulación fuera. En Perú primero, en la editorial Estruendomudo. Después ahora en México cuando la editorial Estruendomudo se vino también a Chile, decidimos hacerlo también acá. Porque igual hay cuentos inéditos pero como hay otros editados, la idea era que saliera afuera para los lectores de afuera, pero resultó igual acá.
¿Nos puedes contar como construiste este libro?. Me gustó mucho el cuento “Hambre”, me encanta como lo construiste, me gusta el relato, pero me gusta por sobre todo la emoción de la historia, que nos puedas contar un poco sobre eso.
Yo estaba escribiendo una novela que se llama “Dile que no estoy” que es el libro previo a este, publicado el 2007, y recuerdo que se la pasé, cuando estaba todavía en borrador a una amiga editora, en la que yo confió muchísimo, que es Andrea Palet, actual editora de Los Libros del Laurel, fundadora de la editorial Qué Leo. Como amiga, se lo pasé, ella lo leyó, y en un momento me dice: ¿es a propósito que hay tantos animales? Uno levanta una tapa y está una hormiga o después aparece el caballo en el sueño. Estaba como repleto de animales, según su ojo de editora, fina. Me dijo: «Si esto no es a propósito, dosifícalo, o si no, úsalo como recurso». Yo dije, ok, a ella le hago caso en todo, dosifiqué, igual tiene un montón de animales “Dile que no estoy”. Los ejemplos siempre surgen con cosas vivas, y las cosas vivas que más se me ocurren son animales, que están ahí, que suplen muchas de las cosas a lo mejor que  como humanos no podemos, son más fáciles de reproducir. Entonces hice eso, pero en el siguiente libro que fue este, dije, ya ok, lo voy a usar como recurso. Si el animal está ahí y aparece, ahí me empecé a dar cuenta, te empiezas a dar cuenta una muletilla que tienes pegada, de gente que dice es que, es que, pero cuando alguien te lo dice te empiezas a dar cuenta y empiezas a ver en todas partes el es que. Empecé a ver animales en todas partes. Reuní una serie de cuentos que venía escribiendo, que estaban en proceso, en procesos embrionarios todavía, y de alguna forma lo fui como amoldando a esta especie de pie forzado. En algunos, los animales me surgían como más naturalmente, como parte del conflicto, como en “A las 4, a las 5, a las 6” que es el gato, que también aparece en “Hombrecitos”, esos dos cuentos son muy parientes. El gato de alguna manera suple una especie de presencia de la maternidad, la paternidad, el hijo que está ahí y la crisis de la pareja, y en otros aparece como en una especie de paisaje de fondo como en “Hambre”, que aparece como el pájaro, como una especie de víctima de la situación, una especie de testigo también. Entonces ahí me di cuenta que la forma de abordar la presencia de la animalidad, podría tener distintas vertientes. También una de las cosas que se me hizo más atractiva, que alguien me la hizo ver después también, que en el proceso la intuía, es que para mi una cosa super importante de los cuentos, también de las novelas, pero en los cuentos es particularmente significativo, es como se está no diciendo mientras se dice. Como estas dejando de contar cosas mientras estás contando algo. En ese proceso, tal vez cuando uno piensa que los animales no hablan, me parece que es toda la sintonía de hasta donde puede llegar uno con la palabra en el cuento haciendo esta sintonía de hasta donde podemos establecer una comunicación con los animales sin la necesidad de usar la palabra. Entonces, en ese sentido, los animales se me empezaron a aparecer como con muchas significaciones. No sólo como la excusa para hablar de cosas que humanamente no podemos hablar, sino también como pensar en la presencia del otro, de lo distinto, de lo que se sale de nuestros cánones sociales, de esta otra fuerza, de la alteridad. Ahí me pareció que al final poner a los animales era como hablar de un tema super universal. La excusa podría haber sido otra, porque al final el libro tiene que ver con relaciones probablemente de ser humanos que están medio truncadas, medio torcidas, que no se puede establecer una comunicación 100% completa. Finalmente el libro surge de esa inquietud, y ya una vez que empezó a andar, me importó poco que fueran así más explícitas o implícitas la presencia de los animales porque entraban todos en una misma sintonía de tensión humana.
¿Te da más placer escribir cuentos o novelas? en esta lucha por cortar que tiene el cuento.
Hay una parte de mi como lectora que puedo responder desde un lugar bien distinto, que incluso hoy mismo con el nóbel a Bob Dylan, uno piensa que las fronteras entre los géneros están cada vez más porosas y qué es novela y qué es cuento, donde se topan, es como que todo se empieza a volver muy híbrido. En ese sentido, yo como lectora también aprecio mucho cuando en un texto uno empieza a ver que se puede ir hacia otra parte y que de repente, no necesariamente, uno puede decir es un cuento porque cumple con una presentación, un nudo, un clímax y un desenlace, desordena un poco eso. Entonces me pasaba también que al escribir estos cuentos, al escribir los otros cuentos de “Imposible salir de la tierra” o el proyecto de novela en el que estoy ahora, me pasa que no sé bien donde estoy. De repente es una especie de artefacto narrativo, pero no sé bien como acomodarlo, en qué lugar ponerlo. Con la novela que estoy escribiendo, todo el rato me está pasando que estoy queriendo silenciar cada vez más. La diferencia entre los géneros, no necesariamente tiene que ver con extensión, que la novela sea larga y el cuento más corto, sino con los niveles, probablemente, de concentración expresiva que uno pueda lograr en un formato o en el otro. La extensión también, sin duda.
¿Como decides si va a ser un cuento o una novela? ¿Como funciona esa decisión en la vida de una escritora?
Hay una cosa bien conservadora, a pesar de estos saltos. Con los editores pasa también, que durante mucho tiempo, se han resistido mucho al cuento. Es como ese lugar común; “el cuento no vende” Me parece algo super a destiempo, pensando que hoy día, cada vez más la inmediatez y la brevedad, y tenemos los tiempos super colapsados. El tema de “Santiago en 100 palabras”, todos los concursos de cuentos breves, es lo que toda la gente, también por tiempo, está como ávido de leer y de acceder a eso. Entonces es un prejuicio que ha costado un montón que salga, y gracias a que ahora están las editoriales auto gestionadas, que de alguna manera, van como a contrapelo de lo que pasa con los grandes mercados internacionales, es que se ha empezado a abrir un poquito más y hay una disposición distinta de las grandes editoriales. Pero igual siempre está como: “ya, y ¿cuando la novela?” todo el rato. Es inevitable que uno igual se lo plantee frente al computador y ya, me da mucho placer escribir los cuentos pero está ahí el otro proyecto. Pero en el momento mismo, en el que yo me siento a escribirla, como ahora mismo, es como también una disposición distinta a como escribí las novelas previas. En la previa, “Dile que no estoy”que fue publicada en el 2007, pero yo creo que todo el proceso fue del 2002 al 2005, más o menos, la escritura. Ahí hay un tema de disposición, de concentración super distinta. También creo que es bueno que uno se plantee como escritor, como te vinculas con este contexto, en el que todos estamos super inmersos. Yo añoro muchísimo ese tiempo en el que estaba 10 horas metida ahí. No había ninguna interrupción, no había un celular que mirar, ni Twitter, ni Facebook. Uno vive en este mundo, y ahí está y es parte del asunto. Entonces también probablemente esta novela que estoy escribiendo es inevitable que se deje también como nutrir por esta cosa un poco más fragmentaria. Entonces la estoy escribiendo en un proceso más fragmentario, en el que funciona, tal vez como cada capítulo es parte de una unidad, que se va armando una especie de mosaico, que va armando el todo. No es el mismo proceso de escribir un cuento, pero tampoco es el mismo proceso de cómo yo escribí las otras novelas.
Habían algunos cuentos que estaban escritos como desde la estructura. Habían otros, que son los que más me gustaron, que yo sentía que estaban escritos más desde la guata, con un flujo más libre. ¿Estás consciente que algunos están escritos de cierta manera y otros de otra?

No, yo creo que al momento de escribir no soy muy consciente de eso. A lo mejor si lo veo después, con distancia, puedo llegar a mirarlo como lectora y establecer esas distinciones. Pero en el proceso mismo, en general, todos surgen de manera muy distinta, pero tal vez una característica, más frecuente, es que parten de una imagen. A partir de esa imagen, es como ir soltando la madeja e ir tirando la lana, hasta ver lo que va saliendo, y es como bien inesperado. A veces ese zumbido aparece, a veces hay un momento en el que uno se vuelve más consciente de hacia donde va la lana y la  tiras con más fuerza o menos fuerza, pero es super difícil que uno pueda como tener claridad de en qué momento tiro de las riendas o no. No puedo hacer el ejercicio de mirarlo así desde afuera, ahora. Tal vez si me pusiera a ver cada cuento y tratara de  reproducir la escena en la que surgieron, es como podría ser.
Cuando escribes, ¿entras en un trance creativo? Como esa imagen que uno tiene de los escritores.

Hay distintas etapas, que yo creo que la escritura para mi tiene por lo menos 3 fases: Una tiene que ver con ese momento de obsesiones que empiezan a aparecer; frases, imágenes, ideas, de repente es una frase que en alguna parte tiene que encajar, porque me hace un sonido que me perturba, como tiene que estar. Entonces voy anotando en papelitos, voy anotando muy obsesivamente. A lo mejor eso no sirve para nada pero ahí empiezo a ver esa etapa como de apuntes. Después viene el momento de la escritura misma, que es como ese trance, como dejarse llevar por todos esos apuntes que estaban ahí, y ver qué conexiones improbables se establecen, y se van armando como solos. Es como el momento más embriagado, por decirlo. Incluso, ahí si yo me puedo tomar una copita, y como que fluye. Probablemente el otro momento es como más intermedio, porque mientras estoy haciendo clases, mientras estoy caminando, mientras voy en la calle, es como algo mucho más abierto. Ese momento de sentarme si, es como sentarme y dejar que fluya la cosa para donde sea. Después que está armada más o menos la estructura, hay un proceso que es más como de corrección, más de pulir, de ir sacando y sacando. Ahí probablemente hay algo más consciente, de darte cuenta que de pronto hay algo como, en ese flujo, hay reiteración, o hay cosas como mal construidas, o hay algo que te pareció fantástico, como cuando sueñas y te pareció que el sueño era increíble pero después, cuando te pones a contarlo, es como ¿dónde está lo increíble?. Con ese proceso de haber escrito el flujo, es como escribí, esto me quedó fantástico y al otro día es como, ¿En qué estaba pensando? Siempre tiendo a tener eso, como una libretita ahí para anotar, esas soluciones que a veces no llevan a nada, pero a veces si, a partir de eso, te evoca otra cosa que te lleva a una posible solución. Lo que siempre trato de hacer también es de dejar en un momento la escritura, yo escribo mucho de noche, y es como dejar, cuando siento que la cosa está si, por ahí es donde quiero ir, tratar de no cerrarlo del todo, para que al día siguiente pueda retomar desde un lugar que me haga un sentido y no partir de ¿ahora, a dónde voy? ¿Dónde está la lana? ¿Quién me quitó la lana?
A propósito de esto de la lana, que lo encuentro super interesante, ocupas muchas metáforas o frases super poéticas. ¿Has hecho algo de poesía? ¿Te gusta?

Como lectora, absolutamente. Me parece que es como lo que arma todo. Un escritor sin leer poesía no es nada. Me refiero a un escritor en un amplio sentido, un ensayista, un cronista, un poeta por supuesto, pero un narrador también, se nutre de la poesía. Es como que de ahí viene todo. Puede que yo no escriba versos, pero esa conexión en el lenguaje que me parece fundamental. Al final, escribir para mi es como una experiencia del goce por el lenguaje. Ahí está todo. Junto con contar historias, pero ese contar historias podría ser cualquier cosa si no está este goce con el lenguaje.
¿Te surgen automáticamente estas frases? ¿Tu piensas así?

Yo creo que el ejercicio de escritura es un ejercicio de observar siempre. Tener la capacidad de escuchar. Ahí probablemente, cuando uno está escuchando y está observando, estás creando imágenes poéticas también de las cosas que ves. Es como  que las vas transformando. No creo que uno vea la realidad tal cual sin filtro. Siempre las vemos a través de un filtro nuestro y que ese filtro está mediado, cuando uno escribe por el lenguaje, entonces ahí se produce como una construcción que al final puede ser una construcción poética. Como traducimos esto que es intraducible, que es imposible reproducir la realidad, cuando lo hacemos a través de las palabras estamos ya haciendo una construcción y esa construcción del lenguaje al final es poesía.
Cuando llegaste, hablaste del mercado. ¿Cuál es la literatura que hoy va contra el mercado?



Ahí hay una línea super difícil de distinguir, porque al final, si los libros están circulando y se están vendiendo, naturalmente entramos en una lógica de compra venta, oferta, demanda. Pero, tal vez ahí, la distinción tiene que ver con algo de lo que hablábamos recién. La literatura que solamente hace un hincapié en el contenido. Voy a contar una historia que va a vender. No preocuparse del discurso que hay detrás, que el lenguaje también es discurso. Hay una postura ética y estética también las palabras que nosotros elegimos para contar lo que queremos contar. Entonces, en esa línea, probablemente, las literaturas que tienen esa preocupación, que va más allá de contar buenas historias, y que hay también un trabajo con lo estético, con lo discursivo, es como que para mi se salen de lo meramente comercial. Pero la línea es muy delgada también. Es super difícil pensar en qué es una cosa y qué es otra. Por lo demás, a mi me parece super bien que existan distintos tipos de literatura que aporten desde sus distintos lugares, una literatura de masa. El problema es cuando se pasa como gato por liebre. Cuando aparece como literatura, no quiero hablar de pesos o no pesos, porque puede ser un poco pedante también pensarlo de esa forma, es como la alta cultura y la baja cultura. De ninguna manera estoy de acuerdo con eso. Pero si en pensar que la literatura más masiva, que  apunta probablemente a un público que no está preocupado, o no le interesa, o no va a apreciar especialmente el trabajo estético con el lenguaje, tiene una dinámica propia, y que es distinta a esa otra literatura, que a lo mejor trabaja desde un lugar en que el lenguaje tiene otro peso. El problema es eso, es cuando se ponen en la misma baraja las dos cosas.

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