Por Fernando Garrido Riquelme
Fue por un aviso en Facebook, la última semana de enero, que me enteré de la función de La casa de Bernarda Alba, en un escenario ajeno al circuito de festivales o salas, en un centro deportivo del barrio Matta. Era prácticamente un galpón con agujeros en el techo por el cual todavía se filtraba la última luz de una tarde agobiante y calurosa. Con no más de una treintena de espectadores, la “Poncia” hacía gala de anfitriona y nos introducía a un mundo en el cual la complicidad con el espectador hacía olvidar vicisitudes o carencias.
La obra se proponía ser una relectura del clásico de Federico García Lorca, para lo cual utilizaba el cuerpo masculino como soporte de la sumisión, la represión y el odio, así como una reflexión en torno a la homosexualidad, la vanidad masculina y la prisión que ésta moldea con sus definiciones. Y lo lograba. La reflexión a la que invitaba la adaptación del Colectivo A pulso, exponía la crisis de los sistemas de confinamiento (el hogar, la familia, la educación, el yo) propia de la modernidad y su frontera, el cuerpo. Aquellos varones travestidos navegaban en el mundo lorquiano en busca de sí mismos con la desgracia y el ahogo en cada paso, en medio de una multicancha con un par de focos y sillas, con una sobrecogedora y laboriosa entrega, en la cual sobraba lo que tanto se exige en las paredes y sus proclamas: dignidad.
Eran los primeros días de febrero cuando hablamos con Gisselle Larenas y Eduardo Morales, una de las directoras y el productor-actor de la adaptación La casa de Bernarda Alba, luego de la segunda y última función. El eterno octubre encontró al colectivo a una semana de su estreno, lo cual hizo que el montaje transitara por transiciones y postergaciones ineludibles en un contexto en que lo biográfico y estructural para todo el país, escribían la misma historia. Pero la postergación no mermó los ánimos, más bien recondujo las energías y ordenó las prioridades, nos cuentan, y reestrenan desde la segunda semana de marzo una nueva temporada, en el mismo espacio.
Y este extenso viaje que me describen, cómo se desarrolló en medio de las condiciones de creación y exposición de las obras. Hoy por hoy, incluso para compañías del circuito de grandes salas es difícil que tengan largas temporadas. Muchas veces un mes y luego a rotar o al olvido. ¿Cómo enfrentan esa realidad?
Eduardo: Es complejo. Nosotros íbamos a tener nuestro estreno en una sala X y el estallido desarmó esos planes. Pero nosotros como colectivo teníamos claro que nos presentaríamos donde fuera: en teatros, juntas de vecinos, multicanchas, espacios no convencionales, ir a la gorra. La que tú viste fue la segunda función, la primera fue en una junta de vecinos en Pedro Aguirre Cerda.
Gisselle: Queremos mostrar el trabajo, enfrentar al otro. Por eso también para nosotros son importante los conversatorios que se generan una vez concluida la obra. Qué cuestionamientos despierta, qué es lo que llega y qué no.
¿Cómo es el trabajo de llevar esta obra a puerto? ¿Qué tipo de compañía es?
Gisselle: Colectivo y como dice su nombre A pulso, es un trabajo en el cual ponemos toda nuestra energía, tiempo.
Eduardo: Y sí, A pulso, con mucho trabajo. Porque hemos tenido actores que han llegado, otros partieron, lo que es retomar por completo el trabajo ya emprendido y, claro, nuestra compañía se plantea como un trabajo profesional, todo somos actores profesionales, o egresados, o estudiantes. Y como somos colectivo, cada uno va asumiendo distintos roles. Junto con actuar unos son los diseñadores de vestuario, productores, la música, el maquillaje, etc.
¿Cómo comienza la idea de realizar esta obra? ¿Por qué hombres que interpretan a mujeres?
Eduardo: El proyecto de llevar esto adelante viene desde 2018. Lleva tiempo tratando de realizarse. Gente fue partiendo, otros fueron llegando. Desde un comienzo la idea siempre fue llevar esta obra representada por hombres, pero en un momento decidimos que lo mejor para llevar esta obra a puerto, era tener en la dirección a mujeres. Ahí invitamos al proyecto a Marión y Gisselle. Era importante para no pasar a llevar el espíritu de la obra o del movimiento (feminista).
Gisselle: Ahí entramos nosotras por una invitación de los chicos.
Una de las cosas que más me llamó la atención de la puesta en escena, fue la transformación de los ambientes psicológicos, las atmósferas escénicas que se generan. Pero las limitaciones propias de la puesta en escena que ustedes desarrollan, hace que aquello se traslade a la vestimenta, a elementos más a la mano que poseen.
Gisselle: Si, hay un trabajo ahí en el desborde emocional, según la época, en el lenguaje utilizado. En el primer acto nos remitimos al texto original, a la literalidad, y cómo avanza el desarrollo, terminamos con una expresión más apegada a la modernidad, a nuestra expresión del hoy.
¿Y cómo se fue dando el proceso de adaptación de la obra para los fines que buscaban?
Gisselle: Es una adaptación, nosotros viajamos en el tiempo por decirlo de cierta manera. Cada acto es una época distinta, hasta nuestros días. La idea de ir moviéndose en las épocas es una idea que el elenco ya tenía. La edición del texto, para conducir ese tránsito entre épocas es un trabajo nuestro, de Marión y mío.
¿Qué te sucede a ti llevando La casa de Bernarda Alba, que es un clásico contemporáneo, en esta versión? ¿Cuál es la relectura o la mirada que aporta el llevarla representada por hombres, para el equipo de dirección?
Gisselle: Yo rescataría el proceso, el camino que nos lleva al resultado de lo representado. Porque al llevar a los chicos a encarnar estos personajes, más allá de la teoría, es hacerlos entender la condición que llevan a escena, porque ellos no entienden la experiencia del acoso, del peligro, el confinamiento. Por ende, el proceso que se llevó a cabo para encontrarse, de ejercicios que se realizaron, de conversaciones que se desarrollaron, el hallarse y ponerse ellos en cuestionamiento, es algo muy bello. Porque no queríamos hacer el mono de la mujer, sino la feminidad de cada uno.
No caer en la maqueta, en el gesto afectado. Como actor, ¿Cómo logras la construcción de ese otro, o mejor dicho, siguiendo a Gisselle, esa otredad se funde y se vuelve parte ti?
Eduardo: El tratar de encarnar o buscar esa mujer que está en ti, el conectar con el gesto y la sensibilidad, dejarte llevar por lo que las directoras te indican, la energía. Fue un trabajo complejo igual.
Gisselle: Y eso mismo en el contexto de una época, o diferentes épocas, mejor dicho. Porque ese femenino también cambia en cada acto.
Eduardo: Llegar a encarnar esas sensibilidades, fue un trabajo de meses. Incluso, creo, aún seguimos en esa búsqueda.
Gisselle: Es un proceso muy largo, porque todo tenemos nuestro masculino y femenino dentro de nosotros. Yo tengo mi feminidad y masculinidad, como cualquier otra persona, solamente que hay un polo que se expresa de forma más visible. El otro es el viaje.
La adaptación de La casa de Bernarda Alba” del Colectivo A pulso podrá ser vista el 14,15,21 y22 de marzo a las 20:00 horas. Adhesión $3.000, en Zenteno 1017 (Metro Matta), Club De Deportes Comercio Atlético.
Obra: La casa de Bernarda Alba (adaptación)
Compañía: Colectivo A pulso
Dramaturgia: Federico García Lorca
Dirección: Gisselle Larenas y Marión Bravo
Elenco: Darwin Pérez, Eduardo Morales, Maximiliano Balart, David Molina, Christian Gonzalez, Sady Darmendrail, Xavier Sauvalle
Producción: Eduardo Morales
Maquillaje: Dámaris Larenas
Diseño: Francisca Vergara