Por César Cancino
El día del teatro se instituye en Chile conmemorando el natalicio del actor y director Andrés Pérez Araya, notable artista formado en Francia, y fundador de la compañía Gran circo teatro, de cuyo equipo surgió el montaje La negra Ester, entre otros trabajos.
La historia oficial dice que como reconocimiento a su labor, a Pérez y cía. se le entregó en su momento un terreno por allá por Matucana para ser ocupado por la factoría artística que constituía el grupo de trabajo formado en torno a él. Pero la enfermedad y la muerte se hicieron cargo de que ese espacio en Matucana nunca fuera ocupado al 100 por 100 por Pérez, por lo que en sus cenizas se fundó el centro que hoy se ubica allí.
La historia más gris dice que nunca se le permitió soberanamente ocupar ese espacio al maestro, y que de alguna manera cierta primera dama de la república se adelantara e impulsara, con plata y poder, al actual centro cultural, desplazando a Pérez hacia ningún lado, y hacia la indefensión en la que cayó la compañía luego de su muerte. Está claro que la posterior relación de su sucesora natural al mando de la cía., Rosa Ramírez, no ha sido buena ni con el poder ni con los públicos, que solo se aglomeraban detrás de ella en algún anual remontaje homenaje de La negra Ester, siendo desplazada eternamente, enterrada en la pena, la rabia y los recuerdos.
El mito urbano dice también que la propia pérdida de ese espacio en las Matucanas provocó de alguna manera el debilitamiento mortal de Pérez, pues a pesar de su trascendencia y valía artística, también la pobreza y la precarización de su labor lo acompañaron siempre. Y con pobreza, no me refiero solamente a la material, sino a la peor: la pobreza del alma cultural nacional, que nunca más se pudo levantar post dictadura genocida cívico-eclesiástico-militar.
¿No? Para muestras, nunca se ha podido elevar un referente cultural transversal alguno a nivel nacional, que no esté emparentado a la moda, al mercado o a la estupidez intrascendente. Cada intento de hito post dictadura ha sido elevado por la mass media, o por algún fenómeno estacionario ligado a la “onda onda”, ese licor favorito de cierta elite chilena, que goza tomándolo, luciéndolo y vertiéndolo en cuanto espacio encuentre.
Hoyo. Si. Quise decir hoyo.
La desafección de la cultura, el poder y la masa no pensante ha sido demostrada a lo largo de estos terribles años de “democracia”. Cientos de intentos estériles de gestos culturales importantes. Una serie de premios de segunda a nivel mundial. Cero políticas estatales para proponer cultura trascedente. Fenómenos culturales impuestos por el mercado. Modas pasajeras y muertas. Basta pensar en cualquier momento ochentero, noventero o dosmilero: donde están ahora. En el olvido, donde más. En el permanente homenaje post. En la intrascendencia mas absoluta. Nada ha quedado como valor inmanente de la nación. Podríamos decir que el único que ha ganado es el mercado, el modelo. Si tu has sido buen alumno neoliberal, habrás creado tu fundación, tu emprendimiento ligado al arte, tu sala de exposiciones, tu productora pilla que genera contenido cultural, tu taller de danza holística, tu festival teatral de verano, de invierno, de todo el año….
Y ahora en pandemia, su emprendimiento online…
Que no haya como hacerles el quite, señor mío…
Pues claro, ahí están ahora generando contenidos online, robándole lo que le quedaba de alma a lo cultural. Lives, online, zooms, inventando sitios .tv, copiando el sufijo “ix” para entrar como sea en el inconsciente de los inconscientes, para comer, como sea, un trozo del pastel que se está repartiendo ahora.
Ganancia país: cero. Ganancia privada: toda. Precarización de la actividad: 1000%
Valga también nombrar a los miembros de la comunidad cultural que ahora ponen el hashtag en el cielo alegando porque los fondos no son de emergencia, o que deben ser de emergencia, o no se qué. Cuando la clave para destruir el modelo era no alimentarlo: haber dejado, desde el día 0, de participar en cuanto fondo concursable impulsaban los gobiernos administradores del modelo pinochetista. Eso había que hacer: no concursar, no participar. Año tras año tras año, los que ganaban, celebraban el trabajo realizado, el esfuerzo, su champaña feliz por la noche y cuánta sensación chauvinista se les ocurra. Los que perdían, alegaban y consideraban que concursar era una mierda y bla bla bla. Y su vinito triste por la noche. Cuando la mano era NO concursar. Parar hasta que la cosa cambiara.
Pero no.
Era mas fácil al parecer llenar el formulario año tras año, como jugando el juego de azar pensado en que te lo ibas a ganar, y así asegurar tu permanencia en la tierra por al menos tres meses más…
Y eso era para los pobres, porque como los premios también son clasistas, siempre se los ganaban la clase alta de la cultura y sus allegados pobres.
Entonces se eternizaba el modelo, demostrado hoy: si tienes plata, inviertes en un emprendimiento cultural ondero y online. Si no tienes plata, alegas porque los fondos no alcanzan, o que deben no ser concursables, o por cualquier cosa de las que has alegado los últimos 30 años. Y si de verdad no tienes nada, me refiero a artistas de calle o de provincia, de esos sin ningún contacto ni relación, seguirás no teniendo nada, armando tu tallercito en un galpón pasado a gato o tu funcioncita para 10 personas por una vez luego de haber ensayado por 3 meses o tu guion esperando ser descubierto por alguien de Netflix o tu pintura merecedora de alguna galería en Alonso de Córdova…
Y ¿cómo se homenajea al día del teatro y al natalicio de Pérez Araya entonces? ¿Con qué se le responde?
Con más estrenos de teatro online.
Punto.
¡Ah! Y con el silencio de Rosa Ramírez y de su cía. completa, que preferimos pensar que es por pena y resignación, más que por inactividad o pasividad.