Por Fernando Arabuena
Bajo el pórtico de la carátula del disco Trespass de Genesis, las miradas se pierden en un mundo que parece aventurarse más allá de la lógica del tiempo y el espacio; elaborando una progresión de sonidos visionarios, en esa experimentación virtuosa que arrastra el legado de lo clásico. Sólo así, parecen abrirse las eternas rutas olvidadas del tiempo, esas que nos llevan a un nuevo tiempo no afecto al tiempo… quizá perdido, entre las melodías del rock progresivo.
Y desde estos extravagantes vericuetos, nacen las melodías de White Mountain o de Stagnation ilustradas increíblemente por Paul Whitehead, donde el arco de un castillo nos invita a contemplar un principio, tan lleno de sus lejanías mitológicamente vírgenes y verdes. Y es, en ese mismo principio del ritmo, en esas altas montañas de pastores, donde el verso también canta en la poesía de Garcilaso, Gonzalo de Berceo o Fray Luis de León; llegando con su influjo clásico a la poesía de Rafael Rubio; quien busca en la métrica del zéjel, la cuaderna vía y el soneto, las mismas melodías clásicas que nacen de la estructura intelectual del rock progresivo. Desde ahí, la espontaneidad y la experimentación levantan el vuelo de este poeta; que, en el regocijo de la palabra, escribe para ser leído con los oídos.
Hola, Rafael. Ese aire clásico del rock progresivo, ¿podrá ser la misma música que buscas en los versos de Polifemo y Galatea de Góngora?
La poesía es experimentación. Un lenguaje del que no se sabe casi nada, mal podría aspirar a la certeza de lo establecido. La fábula de Polifemo y Galatea de Góngora es tal vez uno de los poemas más perfectos, en cuanto a arquitectura, y a la vez es el más experimental de su época, aun cuando beba directamente de las fuentes de la poesía pastoril italiana y renacentista. Su originalidad radica en que es capaz de retorcer la tradición renacentista, con el objeto de mostrar, a través del recargamiento sensorial y su anormalidad sintáctica sus fisuras, sus grietas, sus vacíos. La España del siglo XVII verá surgir el barroco en la literatura española. Digamos que La fábula de Polifemo y Galatea ―el poema barroco por antonomasia― es tradición y experimentación que se inscribe ―en términos de Octavio Paz― en una verdadera tradición de la ruptura. Creo que el rock progresivo tiene mucho de barroco en sus composiciones. Las ambientaciones bucólicas en Genesis, transita por la experimentación musical de corte sinfónico, me recuerda mucho ciertos pasajes del Polifemo y Galatea; sobre todo en la segunda parte del poema, aquella centrada en la figura de la hermosa ninfa. Yo veo el claro-oscuro de Góngora en los contrastes tonales que se dan en las composiciones más extensas de Genesis.
Suena looking for someone y en este tumulto de sensaciones, ¿es posible ver los prados de Salicio y Nemoroso más allá de la arcada de este disco de Trespass?
Absolutamente. Lo bonito de todo esto es que la poesía, en su más alto grado, es música. Y la música, cuando alcanza sus notas más altas, es poesía. No es raro, pues, que se den cruces como el que me señalas.
Esa métrica que traes desde la lejanía del tiempo, ¿es tu Oda a la vida retirada de Fray Luis de León?
El retiro es un voto. Como también lo es la soledad. La poesía es un voto de silencio. Sin renuncia es muy difícil que un sujeto pueda convertirse en poeta. La métrica para mí no es nostalgia, sino una estrategia para hacer memorable una idea poética, es decir, recordable. No a la manera del acto nostálgico, sino como un acto de justicia. Yo creo que la poesía debe ser, por sobre todas las cosas, justa. Y lo que es justo no se olvida.
Mientras escuchamos Dusk, ¿crees que adentro de esa oscuridad también hay una “luz rabiosa”?
En toda oscuridad hay una luz rabiosa, es decir una fuerza que puja por negarla. Sin oscuridad no hay luz. Y en cuanto a la rabia no conozco sentimiento más fecundo en términos poéticos y esto, por su extrema cercanía con el amor, que es la ley y el origen de toda poesía. Por supuesto, dices algo muy interesante. Sí, adentro de esa oscuridad también hay una luz rabiosa.
En un tiempo quizá incierto, donde todo se cruza en la poesía de San Juan de la Cruz (si así lo deseáramos), ¿es posible que la guitarra de Steve Hackett haya sido herida por un venado?
El venado, dentro de la alegoría de San Juan es Dios, que huye como un ciervo, después de haber tocado y llagado de amor a su paloma. Y bien, yo creo que cualquier manifestación de la belleza es espejo de dios. Dios hiere la guitarra de Hackett precisamente porque ama la música. La herida infringida por el venado no es otra cosa que una manifestación de amor, pero un amor tan alto que es capaz de fulminar con su sola presencia al amado. La guitarra de Hackett está herida porque ha sido tocada por el amor.
En las elegías de tu libro Luz rabiosa, las palabras cabalgan a un ritmo que dejan atrás lo inteligible; quedando la percusión de las pezuñas fantasmas. ¿Qué tratas de develar en ese eco de tiempos inmemoriales?
Lo que trato de develar soy yo mismo. Un sujeto al que le tocó vivir en este siglo, pero que es tributario de una tradición que a la vez que lo nutre, lo anula como autor. El yo que soy nació con Gonzalo de Berceo, y no sé con quién va a morir. La poesía trae el recuerdo de algo que no vivimos, pero “escuchamos” ¿y qué es lo escuchado? El ritmo, ese eco de tiempos inmemoriales. El poema es un círculo, donde cualquier punto es el fin y el comienzo al mismo tiempo.
En el locus amoenus de la poesía de Gonzalo de Berceo, la música está en las verduras del prado y las sombras de los árboles; todo cruzado quizá, por el mismo coro sinfónico de Visions of angels.
Sí. La música y la poesía son lo mismo. Mas allá de sus diferencias específicas, técnicas, producen un mismo efecto, al menos para mí. Las palabras tienen un significado. Las notas musicales no. Esa es la diferencia. Pero el poeta lo que hace es despojar a las palabras de su valor de uso, y transformarlas en notas musicales. El rock progresivo es un género profundamente poético, ¿por qué? Sencillamente porque me produce el mismo efecto que leer las Iluminaciones de Rimbaud.
Rafael, para terminar este disco. ¿Puedes agregar un bonus track?
Claro. Además de agradecer tus preguntas señalaría una convicción: la poesía no es un género literario, sino una forma de vida, que consiste en educarse para llegar a oír lo que los otros apenas pueden ver. Y ese es para mí el servicio de la poesía a la comunidad. Y ojo que cuando digo servicio, no me refiero a “utilidad” ni a “función”, sino al acto de entregarse al otro y por el otro, una mano que sostiene una bandeja de pájaros. Como un camarero humillado, el poeta. Servir es ofrecerse, ofrecer la propia vida como un poema, como una obra. Y para eso es necesario educar la vida, transformarla, para llegar a ser, efectivamente, otro, ese otro anhelado y odiado que nos espera en lo que aún no hemos vivido.
Suena The Knife, como “Luz rabiosa” en los poemas de Rafael Rubio. Se entrecruza una flauta ajena… quizá es el Polifemo de Góngora que insiste con la esencia de su música; para que, en algún tiempo, su hosquedad sea transparente a los ojos de su amada Galatea.
Epílogo:
EL VALLE ESTABA ARRIBA
EL CIELO ESTABA ABAJO
Levitar era bajar del valle al cielo,
Padre puro:
adentro de lo oscuro hay una luz rabiosa.
Afuera están gritando que no hay Dios.
Rafael Rubio, premio academia chilena de la lengua 2020
Con el objeto de promover los diferentes quehaceres relacionados con el idioma español, La Academia Chilena de la Lengua otorga cinco premios anuales, entre los que se encuentran el premio Academia, que distingue la creación literaria. El pasado 28 de Septiembre y por primera vez de manera virtual, el premio distinguió al poeta Rafael Rubio por su libro “Viernes Santo”.
“Un libro estremecedor” en palabras de Adriana Valdés , directora de la Academia Chilena de la Lengua.
(Rafael Rubio / Luz rabiosa)
Título: Luz rabiosa
Autor: Rafael Rubio
Editorial: Camino del Ciego Ediciones
Año: 2007
Temática: Poesía
Número de páginas: 108