Por Fernanda Ulloa
Despertar y ver en los medios de comunicación la repetición de declaraciones polémicas de distintos ministros y figuras públicas en este país ya es costumbre. Días antes del 18 de octubre cuando, luego del alza en el precio del transporte público en Santiago, el exministro de Economía Juan Andrés Fontaine llamó a madrugar a las personas para que les saliera más económico el pasaje, o cuando Luis Castillo, el exsubsecretario de Redes Asistenciales, aseguró que las personas que utilizaban los consultorios no solo iban al médico, sino que era un momento de reunión social. Esta vez fue Consuelo Valdés, ministra de las Culturas, Artes y Patrimonio: “Un peso que se coloque en Cultura, es porque se deja de colocar en otro programa o necesidad de los ciudadanos del país” en entrevista con CNN Chile.
Palabras que muestran el olvido del Estado frente al fomento y apoyo de la cultura en Chile. Dichos que son el reflejo del abandono de las artes. Una fuerte demostración de porqué se deja de lado programas tan esenciales para el crecimiento de un país al que les gusta llamar desarrollado o del cual se agrandan cuando Una mujer fantástica o Historia de un oso ganan un Oscar. Situar a las y los trabajadores culturales y artistas de todo tipo en segundo plano es inaceptable y más aún aseverar que el impulsar la cultura no es una necesidad de la ciudadanía.
Creer que la pandemia no afectó a artistas o trabajadores de las artes llega a ser insensible. Donde la mayoría tuvo que cancelar sus proyectos, rogar por apoyo económico o sacar de sus propios bolsillos, perdiendo muchos recursos y esfuerzos, tratando de reinventarse y buscando sus propios espacios. Todo esto en un país que no los reconoce como tal.
Lo hemos escuchado todo, desde Cristián Monckeberg, exministro de Vivienda y Urbanismo, que en su visión la mayoría de los chilenos era propietario de una casa y hasta dos departamentos. O el presidente Sebastián Piñera, que afirmó «Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable”, tras las manifestaciones por el profundo descontento social a lo largo del país. Pero los dichos de Valdés en un área como la Cultura, que debería ser promovida y protegida por un Gobierno y que va tan de la mano con la Educación, que también pasa por una crisis inmensa, son preocupantes.
Está demostrado por distintos proyectos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que invertir en cultura es invertir en diversidad y diálogo intercultural, pues desarrolla las habilidades artísticas y creativas de individuos y grupos sociales. “La cultura es la gran olvidada de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (…) En un mundo como el de nuestros días, sujeto a mutaciones culturales de toda suerte, es apremiante acompañar los cambios y velar por que no generen más vulnerabilidad en quienes están ya mal pertrechados para afrontarlos”, enfatizó Koichiro Matsuura, el ex Director General de la UNESCO en 2009.
“Tiene que ser la ambición del Estado de Chile de qué ojalá lleguemos a un presupuesto del 1 %”, afirmó Valdés en la misma entrevista. Cuando la Ministra debería aspirar a un mejor número y dejar de pensar en ser “realistas” justo en el momento que atravesamos una pandemia, porque si hay que ser realistas esto no es algo de ahora: la cultura es la última prioridad de este país.
Pareciera que la ministra no recuerda que su deber es velar por la cultura, como si en sus declaraciones se quitara el cargo de encima y toda responsabilidad de cuidar de algo tan esencial como es la libre expresión y el desarrollo creativo tanto personal como colectivo. En su motivación debería existir las ganas y voluntad de generar espacios, apoyar a las y los artistas y promover el talento nacional.
Aquellos artistas que se hicieron escuchar. Alex Anwandter, cantautor chileno criticó por Twitter los dichos de la arqueóloga: “Preferíamos su fantasmal presencia anterior ministra, antes que verla trabajar activamente en contra de los trabajadores de la cultura. Cultura es trabajo. Hecho por trabajadores que también son ciudadanos”. La actriz Daniela Vega también opinó en la red social: “Hace tres días había que luchar con fuerza por la inclusión y la cultura. Palabras de buena crianza no más. ¿No les da pudor?”. También el actor Héctor Morales: “No olvidaremos que la desconsuelo nos debe cada peso que se le negó a la cultura durante estos meses de Pandemia. #culturadeapesos”. Entre muchos más.
Además, distintos gremios de la Cultura piden la renuncia de Consuelo Valdés. La Unión Nacional de Artistas (UNA), que agrupa a 14 organizaciones, declaró en su comunicado: “No nos queda otra alternativa que exigir la renuncia de la ministra Consuelo Valdés, y ojalá poder contar con alguien que sí pueda comprender, proteger, fomentar y defender ―con buenos argumentos― nuestro quehacer como miembros activos de una comunidad que hace un aporte fundamental al desarrollo de la nación”.
Una sola palabra: desconcertante. ¿Sorprendidos? No. Ya es común que las autoridades en Chile no se comporten como tal. Pero los dichos de Valdés son un claro reflejo del desinterés que preocupa aún más a quienes aportan al mundo de la cultura y que tienen la esperanza de que algún día el país en el que se desempeñan y tanto luchan por incluir en sus procesos creativos para que este crezca, sea reconocido. Llegó el momento de seguir cuestionando declaraciones de este tipo, no es posible que quien debe velar por su sector lo desmerezca así, haciéndolo parecer insignificante y de última preocupación nacional. Todo esto cuando día a día artistas y trabajadores culturales se esfuerzan porque su trabajo sea reconocido. Debe haber un o una representante a la altura de las necesidades artísticas y culturales de Chile, que realmente quiera fomentar un área tan olvidada.