EL CURIOSO INCIDENTE DEL PERRO A MEDIANOCHE

EL CURIOSO INCIDENTE DEL PERRO A MEDIANOCHE;
La adaptación chilena de un drama premiado en Broadway.
El año pasado tuve la oportunidad de ver “The Curious Incident of the Dog at Night-time” en Nueva York. La obra me atrapó y no la olvidé fácilmente, sobre todo por la puesta en escena, que era realmente impresionante. Cuando volví a Santiago, vi que la estrenaban en la Católica, y dudé si ir a verla. Este año se reestrenó, y decidí que esta vez tenía que verla.
Es como tercera vez que veo una obra que había visto en Broadway, en versión local, y la comparación es inevitable, y lo otro terrible es que suele ganar la versión gringa. Por eso estuve a punto de no volver a hacer lo mismo con esta obra, que el año pasado ganó muchos premios en Estados Unidos, como el Tony, que es el Oscar para el teatro.
La historia fue escrita por Simon Stephens, basada en la novela de Mark Haddon. Aranzazú Yankovic dirigió la versión local, a quien debo felicitar por lo que logró con esta adaptación. La obra trata de un adolescente que tiene una especie de autismo, con un trastorno obsesivo compulsivo, lo que le dificulta las relaciones con otras personas. Un día encuentra muerto el perro de la vecina y la policía lo culpa a él. Luego de que es liberado, comienza a hacer su propia investigación de lo sucedido, donde salen a relucir sus miedos y sus dramas familiares. Todo esto narrado por el mismo, intercalado, con su terapeuta, en un formato muy interesante y único que utiliza el dramaturgo para contar la historia. Todo esto es una forma de explicar lo brillante que es el chico y lo complejo de su mundo.
En ambos montajes, la historia base es la misma, y se mantiene casi todo el texto tal cual, a pesar de que en la versión chilena avanza mucho más rápido y la obra es mucho más corta. Lo que más llama la atención es la diferencia en la puesta en escena, que era lo más difícil de lograr. No sólo por los recursos que tiene Broadway versus los que hay en Chile para hacer buen teatro, pero sobre todo porque la escenografía de la versión gringa era impresionante. Son esas puestas en escena que te quedan en la retina y que difícilmente se puede olvidar. Era tan espectacular que quería sacar fotos, pero no se podía. Cuando terminó, logré sacar esta foto que adjunté, pero no se aprecia lo que realmente ocurrió en ese escenario.  El escenario estaba dibujado con luces en el fondo y en el suelo, y mientras el chico explica algo, o elabora sus teorías del crimen del perro, dibuja como si fuera tiza, en el aire y eso se convierte en dibujos hechos con luces y efectos visuales en el escenario. Además todo el escenario estaba lleno de cajoncitos, que salían del suelo y del muro, donde se iban construyendo mundos con objetos que iban apareciendo. Los recursos eran ilimitados y la imaginación se desbordaba con tanto estímulo visual.
En la versión chilena no se utilizaron todos esos recursos, por lo que la historia se centra más en el texto que en la puesta en escena. Tampoco es tan rústica, y es mucho mejor que en muchas obras chilenas, pero después de haber visto la otra, tenía demasiadas expectativas en cómo iban a trabajar los recursos visuales, y la verdad es que en eso quedó corto.
Lo que si no tenía nada que envidiarle a la versión gringa, es en la actuación. El protagonista es interpretado por José Antonio Raffo, quien logró con mucho talento, una interpretación excelente. Los demás personajes también estuvieron sólidos, sobre todo el de María José Necochea (la terapeuta) y Claudio Arredondo como su padre.

La historia fluye rápido, se hace entretenida y el montaje chileno cumple con el desafío; logra crear un relato entretenido y rápido, en una adaptación que no era nada de fácil.

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