Entrevista al creador y director del proyecto Bitácora Sonora Daniel Marabolí: “En lo sensorial también se traducen enunciados políticos”

 

Por Valentina Gilabert

Samuel, Marisol, Carmen, Betty, Raúl y Zoila son las voces que le dan vida a Bitácora Sonora, trabajo de Escuadrón Remix, materializado por el artista escénico residente de NAVE, Daniel Marabolí, y el destacado diseñador Javier Pañella. El proyecto, que busca experimentar y explorar con diferentes formatos de la creación escénica, consiste en una cápsula de seis voces que exponen distintos puntos de vista, experiencias, gustos o anécdotas ocurridas durante los días de encierro. Un proyecto artístico cercano y liviano que busca que las personas se conecten con el sonido y no tanto con el contenido de lo que se está emitiendo. Así, algunos de los personajes y sus voces terminan por ser inolvidables, como Zoila, quien gracias a su honesta y característica voz ha conseguido ya varios seguidores.

Durante su carrera a cargo del diseño musical y sonoro, Daniel Marabolí ha trabajado con directores como Manuela Infante, Paula Aros Gho, Juan Pablo Peragallo, Rodrigo Pérez y Aliocha de la Sotta, entre tanto otros, contando hasta la fecha con más de 100 montajes en la escena nacional. Actualmente, tiene varios proyectos en curso como la obra Concierto para ovnis que dirige junto a Héctor Morales a estrenarse presencialmente en enero próximo, una performance colectiva y radiofónica donde el público participará desde sus propios automóviles. También se encuentra en colaboración de varios otros proyectos, como uno de danza junto a Francisco Medina, otro de iluminación y juego de luces con Claudia Yolin y uno de formato podcast con el Teatro del Puente. Además del estreno de la obra Tsunami, proyecto de creación que nace a 30 años de la Compañía de Teatro La Puerta bajo la dirección de Luis Ureta. Lo más próximo es el estreno de María en el Centro Cultural Gabriela Mistral en diciembre, obra bajo la dirección de Juan Pablo Peragallo, donde Daniel participa a cargo del diseño sonoro.

En Culturizarte conversamos con Daniel Marabolí sobre su proyecto Bitácora Sonora, que tiene como fecha de estreno de su última cápsula este próximo lunes 30 de noviembre,  y que se encuentra disponible en las plataformas Instagram, Spotify y en las redes de centro Nave.

Para partir, cuéntame cómo surge Bitácora Sonora. ¿En qué momento o por qué motivo decides aventurarte en este proyecto?

Llevo mucho tiempo trabajando con el registro de voces, ya sea de manera personal, como artista creador sonoro, o en mi alianza con Trinidad Piriz y nuestro colectivo Marabolí+Piriz. Me gusta mucho trabajar con el registro de las voces, tengo una inquietud siempre por cualquier tipo de voz registrada o hablada, y cuando empezó la época de pandemia escuché muchos testimonios, sobre muchos asuntos, y encontré que todas eran inmediatas, sobre todo las opiniones de la gente común. No de los agentes políticos, los agentes culturales. Opiniones, como salpicones, que siempre se han puesto en notas de prensa o en pequeñas cápsulas televisivas, cuñas por así llamarlas, y pensaba «qué interesante sería que esa voz común tuviera una continuidad en su opinión», que no fuera tan estándar, tan inmediata. Un recorrido para que uno le lea un poco el flujo del pensamiento a esas personas, porque uno siempre le conoce el flujo del pensamiento a los artistas, creadores, periodistas, políticos, a la gente que está más involucrada con el arte comunicativo. Le planteé esto a dos grandes aliados míos, Sergio Gilabert, que es mi colaborador máximo en este minuto, y a Javier Pañella, para que me acompañara en el aspecto visual en el caso que hubiera que configurar algo visual. Postulamos este proyecto a un fondo de emergencia, entonces, pudimos hacer estas cápsulas. Se les interrogó durante cierto tiempo a estas voces, respondiendo ciertas inquietudes, y la gracia es que no le hicimos las veinticuatro preguntas de una. Analizábamos la respuesta, probaba con miles de preguntas posibles testeando cuál era el recorrido de esto.

En este seguimiento, a poco tiempo de terminar, ¿sientes que se logró generar un relato de estos personajes? 

Pienso que sí. Es súper interesante, porque independiente de que las respuestas no ofrezcan un asunto político coyuntural en sí mismas, excepto dos o tres que son más específicas, cada voz define o defiende sus propios asuntos, y en esos propios asuntos aparece una micropolítica. Entonces, con el seguimiento de todas, uno se hace una línea de pensamiento, de cómo se configura socialmente cada voz, cómo se relaciona con el mundo, en qué época de su vida está, qué piensa de su existencia, cómo se relaciona socialmente, y con sus matices pertinentes. Algunos son más ácidos, irónicos, algunos son más existenciales, más complejos, más simples. Hay una diversidad de voces interesantes en términos de edad, criterios.

¿Cómo crees que se vincula esta micropolítica existente en estas voces con las audiencias? ¿Crees en el concepto de audiencia en ese sentido?

Profundamente. Casi siempre trabajo con la idea de audiencia de manera performativa, es decir, presente. Distingo un poco, en cierta medida, la reacción de la audiencia. Aquí, como son cápsulas online, no tengo la reacción de la audiencia propiamente tal, sino los comentarios que pueden llegar a generar. Ahora, mi ideal es que en estas pequeñas cápsulas la audiencia se pudiera afectar y, por otra parte, empatizar con la noción del proyecto. Zoila, por ejemplo, tiene hasta una cuenta de Instagram propia. Se logró, en cierta medida, con pequeños comentarios, esa noción de “quiero seguir lo que dice, quiero seguirle el flujo al pensamiento”. Aparte, son respuestas muy cortas. Siento que se hace un recorte sonoro, por así llamarlo. Ese pequeño enunciado da cuenta de un asunto más grande. Entonces, fue interesante ver que la gente le hacía el seguimiento y buscaba cuando venía la próxima cápsula y saber qué dijo esta voz o esta otra.

Claro, porque cuentan un relato y tienen identidad. Particularmente el caso de Zoila es un personaje exquisito y va más allá de las cosas que dice. En su voz hay una idiosincrasia, es muy chilena en sus respuestas.

Sí y, de hecho, Zoila sin duda que es un hit, pero es un hit porque se configura con sus otras cinco pares, esa es la gracia del proyecto también, porque si fueran puras Zoilas el proyecto quedaría muy plano, sin variabilidad. Zoila existe también porque estas otras cinco se acompañan en una diversidad identitaria.

¿Cuál fue el principal desafío de la ejecución de este proyecto más allá de trabajar con estas voces?

A propósito de lo que te decía al principio, de estas cuñas que dan opiniones, casi siempre son súper dogmáticas y coyunturales, de un suceso político importante. A mí me gusta mucho la bobería, el absurdo. Tiene que ver con eso, configurar unos pequeños espacios de micropolítica que se comunica a través de un espacio más absurdo, más bobo, más liviano en el buen sentido de la palabra. Liviano como sinónimo de no tan trascendental, y eso es algo que a mí me pasa también como artista creador. Yo no pretendo ser trascendental, no pretendo que mi obra deje una huella gigante en el mundo. Prefiero pasar desapercibido y generar un poquito de ritmo, humor, estupidez, absurdísimo, todas esas cosas que a mí me fascinan como creador. No tomarse todo tan en serio, sino torcerle un poquito a la seriedad coyuntural en este caso y poder trasladarla hacia otros lugares.

¿Qué buscas al trabajar desde lo absurdo? 

El último tiempo ser más bobo, más estúpido o más absurdo lo siento como un modelo de resistencia. Ser más absurdo invita también a ver la realidad desde otro lugar, y en ese sentido, una resistencia a cómo funciona el modelo en sí. Siento que hay otras perspectivas, otros puntos de vista que también pueden ser plasmados y ser, a mi juicio, enunciadores políticos tanto como las cosas serias o trascendentales.

¿Cómo relacionas, entendiendo esto de la resistencia, el proyecto de Bitácora Sonora con los procesos sociales que se están viviendo hoy en Chile? 

Casi siempre las descargas políticas, en relación con las coyunturas sociales, responden a reclamos, denuncias, consignas que, insisto, me parece muy bien. Como ir a protestar a la calle para exigir justicia, por ejemplo, o libertad a los presos políticos que se han registrado en el último año en Chile a propósito del estallido social. Hay un montón de asuntos por los cuales reclamar que son super trascendentales e importantes, y por lo mismo pienso que también hay matices de eso. Hay formas de plantear esos contenidos. Ahora, yo no sé si le acerté y si doy en el clavo en lo que pienso, que es cómo canalizar contenidos políticos a través de una forma más absurda y boba, pero lo intento. Lo intento mucho y al intentarlo se transforma en una metodología para mí, en una búsqueda que puede llegar a algo. Torcer las miradas para que no queden siempre en el eje o en el centro del suceso político o coyuntural, sino que también tenga ramificaciones, que se pueda ver desde otros lugares. Cambiar la perspectiva desde dónde se miran las creaciones artísticas. Yo no soy un ideólogo, no soy quien plantea contenidos, hay gente que lo hace muy bien. No soy quien va a hablar de contenidos en un espectáculo, sino voy a siempre girar otras perspectivas.

¿Y cómo sientes que lo ha hecho el teatro, este rubro, desde el inicio de la revuelta hasta la fecha? Esta misma resistencia, este torcer un poco las ideas, la forma de hacer las cosas.

No sé si mi respuesta responde específicamente al contexto estallido social, pero sí pienso que en los últimos años el teatro se ha puesto discursivo, sobre todo en su forma temática. Su forma de tratar la palabra es súper discursiva. Es decir, te digo lo que tienes que pensar, te enuncio mi descarga, te enuncio mi descontento, hago mi reclamo, hago mi denuncia y la explicito. Como libertad a los presos políticos y digo en mi obra «libertad a los presos políticos», que eso está muy bien también. A mí me pasa que la investigación también puede ser formal, y en la forma también hay política, no solo en lo que digo, y ese cuestionamiento lo llevo planteando hace mucho tiempo. Insisto, no soy la persona idónea para hablar de contenidos en el arte escénico. Hay gente que lo hace muy bien. Yo no tengo las patas ni las herramientas para hacerlo, pero sí pienso ―y es casi una invitación― que el teatro también se podría aproximar a otras formas de entregar contenidos, que no sean solo temáticos. En la forma, en lo sensible, en lo sensitivo, en lo sensorial, también se traducen enunciados políticos que son súper interesantes de poder explorar y, sobre todo, poner en ejercicio para comunicárselos a una audiencia.

Hablabas recién de la forma ¿Hasta qué punto Bitácora Sonora es un proyecto audiovisual y documental?

Yo creo que hasta todo el punto. De hecho, para mí no tiene nada que ver con las artes escénicas. Si bien yo he desplegado todo mi trabajo como artista escénico esto no corresponde nada al arte escénico. Es un trabajo netamente documental, una ficción documental, y si tú me preguntas, hasta qué punto, hasta todos sus puntos. Es un trabajo de archivo, de registros, netamente documental. No pretende ser otra cosa, por eso es una voz robótica quien anima esta cápsula, y son voces las que aparecen por sí solas. Yo no salgo para decir «hola, qué tal, voy a entrevistar a esta gente». Los únicos sujetos que aparecen son las voces de los entrevistados, no hay nadie que conduzca. Hay una especie de narrativa sonora y audiovisual, un diseño artístico que acuna a estas seis voces. Entonces, en todos sus puntos es netamente un trabajo documental.

¿Cómo te sientes trabajando desde ese lugar?

Me fascina, pero para mí el arte escénico es sobre todo presencial. Lo que sí puede hacer uno es traducir sus herramientas comunicativas presenciales a este formato. El teatro Zoom o las diferentes experimentaciones que se hacen. Yo soy muy de hacer cosas presenciales, entonces mi forma de traducir mi trabajo se transformó en hacer algo que no tenga que ver con el teatro sino algo que tenga que ver con estos medios, para utilizar estos medios en su profundidad y no traducir el teatro a esto. Insisto, es mi humilde opinión. Hay gente que sí piensa que el teatro por Zoom existe, y es una larga discusión. Para mí el arte escénico es performance presencial, por, sobre todo, entonces vislumbré en esta creación de cápsulas y trabajar con el archivo de estas voces un formato que se adhiere a las plataformas audiovisuales. Hoy la red social es muy dominadora del mundo, hoy como casi todos ―digo casi porque desconozco esto también― somos un poco un ser social virtual también, y ahí nos configuramos. Este material era ideal justamente para ser emitido y comunicado a través de plataformas visuales virtuales.

Con esto mismo que mencionas, se nota que eres un artista versátil, ¿cómo te definirías como artista?

Siempre me defino como artista escénico, pero últimamente creo que uno como artista es súper artesano en lo que hace. Así me puedo definir ahora. Todo lo que hago tiene una artesanía, un oficio, me tengo que sentar a configurar cosas, a planear, edito, escucho, como que hay mucho de artesanía, de ejecución, de maniobra, de manufactura personal. Perdonando la comparación porque quizás no la merece, pero siento que uno es orfebre de su trabajo. Por lo menos a mí me pasa trabajando en mi casa, desde el computador y de los insumos que tengo, que he descubierto una especie de orfebrería. Trabajar en detalle lo que hago, la manipulación. Estoy asociando cada vez más a un artesano mi trabajo de artista.

En una entrevista el año pasado dijiste que en general probabas el material antes de lanzarlo. ¿Cómo lo hiciste ahora? ¿Cómo viviste ese proceso?

Mucho, de hecho, las cápsulas de Bitácora Sonora demoraron en configurarse. Teníamos una fecha de lanzamiento y esto iba muy atrasado porque no le había presentado nada a los aliados, ni a Sergio ni a Javier. Estaba en fase de creación. Lo que quería descubrir primero era a qué tipo de humor iba a apelar, como iba a ser el sistema rítmico de narración, pasando muchas etapas. Probé muchas veces. Son 24 cápsulas, pero creo que hice unas 60 o 70 en total. Me gusta mucho probarlo, sobre todo el lenguaje sonoro, que es mi fuerte, no puedo llegar y lanzarlo. Me pongo siempre en el lugar de como yo lo escucho. Me imagino también en qué lugar lo puede escuchar la gente, a qué tipo de audiencias puedo llegar con lo que estoy planteando, a qué tipo de audiencias no voy a llegar, que eso también es interesante. Me fascina. Creo mucho en probar como sistema de creación artística. Lo que hago inmediatamente no es lo que es, sino que se testea, se prueba, se pone en perspectiva, lo visualizo, lo analizo, lo configuro. De hecho, a mucha gente le mandaba las cápsulas de prueba y tienes un feedback. Entonces creo en el testeo, en la prueba, como una metodología creativa por, sobre todo.

No puedo dejar de preguntarte, ¿cómo ha sido el trabajo creativo estando en pandemia?

Los primeros dos meses de pandemia me nublé. Soy tan de presencia, tan de contacto, de afectos en comunidad. Siempre trabajo con mucha gente, entonces me bloqueé, pero después me pasó lo contrario. Cuando pensé Bitácora Sonora ya descubrí un modelo más solitario, más artesano que te digo, y eso ha sido un aprendizaje. Ahora, soy un privilegiado absoluto. Muchos de mis colegas están pasando por momentos muy terribles y yo tengo pega. Entonces, lo primero, agradezco. Y segundo, ha sido un momento de aprender a trabajar con mi intimidad, un proceso introspectivo donde he podido analizar más cómo me quiero configurar como artista.

No olvidar, artista vigente. Y ahora terminando Bitácora Sonora. 

Sí, me da una pena. Les comentaba el otro día a Sergio y a Javier cuando terminé la cápsula 24 que me dio una especie de dolorcillo gigante porque esas seis voces me han seguido en los últimos tres meses y medio, entonces tengo una relación ya sensorial y particular con ellos. Ojalá podamos hacer una segunda temporada.

¿Qué es lo mejor de Bitácora Sonora? Lo pregunto como una invitación para quienes no han escuchado todavía el proyecto.

Es simple, interesante, me gusta la noción de seguimiento. Me quedo con el trabajo que tú mencionaste, el trabajo documental, con el archivo y con el seguimiento que se hizo durante tres meses a estas voces. Ojalá la gente pueda escuchar las cápsulas por sí solas, o separadas. Son rápidas de ver, fáciles de digerir. Me quedo con eso.

Creación, dirección y diseño sonoro: Daniel Marabolí

Diseño visual: Javier Pañella

Producción: Sergio Gilabert

Proyecto financiado por La línea de Creación o Producción Disciplinas Artísticas Fondart Nacional 2020

 

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