Por Juan Pablo Iglesias
El duelo suele ser una temática recurrente en la ficción, cómo los personajes enfrentan la pérdida de un ser querido, de un objeto, de un trabajo, la ausencia de algo ajeno a uno mismo que afecta de manera profunda el vivir. Acá hay de eso, pero la pérdida viene de adentro, en El Sonido del Metal, lo que se pierde es una capacidad, la de escuchar.
Rubén, un ex adicto, recorre Norteamérica en una casa rodante con su polola, ambos son los únicos miembros de una banda de rock, de metal, ruidosa y cruda. Están de gira, avanzan moviéndose por el circuito under, no hay glamour, solo antros. Él, baterista, pega fuerte, seco y duro, con baquetas en mano entra en trance, ella en guitarra, afilada, distorsionada y cantando con una voz furiosa. Todo contrasta de golpe con la armoniosa y feliz vida que llevan bajo el escenario, sobre las ruedas de ese hogar móvil, se quieren con ternura, hablan de todo, se preocupan el uno por el otro, se hacen bien. En eso están, de show en show, más que esperando el éxito, que la música les permita seguir así. Todo se derrumba cuando Rubén pierde la audición, de un momento a otro, de manera brusca su capacidad de escuchar disminuye al mínimo, luego a lo inexistente.
Rubén busca con urgencia una solución rápida, un remedio, un implante, algo que le haga volver a la normalidad cuanto antes, sin medir el impacto de lo ocurrido, ni asume lo difícil que es volver a algo que en él hoy ya no existe. Con esa mentalidad, se ve obligado por su novia a internarse en una comunidad de sordos, donde un ex veterano que perdió la audición en la guerra, ejerce de guía, advirtiendo de entrada que acá no le van a curar los oídos, le van a curar la cabeza. «Tu primer trabajo será aprender a ser uno de nosotros»: bajo ese mandamiento es donde comienza un difícil viaje a la aceptación, a recibir el golpe que le dio la vida y desde ahí continuar.
Estrenada recientemente en Amazon Prime, la película se mueve visualmente en el lenguaje del cine independiente, siendo la ópera prima del director Darius Marder, quien realiza un gran trabajo para sumergirnos en un mundo donde los sonidos toman un protagonismo único, ya sea en su presencia o ausencia, con una edición de estos compleja, construyendo capas sonoras llenas de sutilezas que nos transportan continuamente de manera angustiosa a la cabeza del protagonista. La actuación de Riz Ahmed, en el rol de Rubén, es para destacar, buena e intensa, no deja dudas en transmitirnos los rasgos de personalidad, de un ex adicto, de quien siente que tuvo todo resuelto y lo perdió. Los personajes secundarios, están también a la altura, creíbles, entrañables, siendo perfectos engranajes de la historia, principalmente Paul Raci en su rol de mentor del mundo insonoro,
Una de las principales razones de por qué uno ve cine es para sorprenderse, especialmente con historias fuera de tu propio radar, el poder observar caminos por los cuales la vida no te ha llevado y esta cinta lo logra plenamente, es lo más original que he visto en el año en ese sentido, la que me ha llevado más lejos, te saca de tu zona de confort, te hace sentir incómodo, te detona el pensar e intentar comprender realidades que uno en lo común de su vida no cuestiona, un mundo sin sonido que aterra de solo pensar, proponiendo no solo un viaje duro, si no uno en que la vía a la aceptación de lo que nos pasa, se ve casi intransitable. ¿Qué hacemos frente a imprevistos que nos llevan al límite?, ¿Hay que seguir avanzando a como dé lugar o aceptar el golpe y construir una nueva ruta a partir de ello? Eso es lo que deberá resolver Rubén.
Título Original: Sound of Metal
Dirección: Darius Marder
Duración: 120 minutos
Reparto: Riz Ahmed, Olivia Cooke, Mathieu Amalric, Tom Kemp, David Arthur Sousa y Paul Raci
País: EE.UU.
Año: 2019
Plataforma: Amazon Prime Video