QUBIT Crítica de cine «Sympathy For The Devil»: The Rolling Stones, estos simpáticos diablitos.

Por Juan Pablo Iglesias

1968 fue un año de alto impacto culturalmente: Vietnam, la lucha por los derechos civiles, el hippismo, movimientos sociales, estudiantiles y todo un levantamiento para tratar de derrocar el sistema existente. Los Beatles en su momento final, Bob Dylan ya guitarra eléctrica en mano y los Rolling Stones pisando a paso fuerte un camino propio, que va más allá del griterío inicial que los acompañó, una ruta marcada por un fuerte apego a las raíces del blues y el Rock & Roll, que los guía hasta hoy.

Es en este contexto que una cámara entra a los Olympic Sound Studios, el único lugar que les hace el peso a Abbey Road como centro de registro de los mayores discos de rock de la historia. Ahí el director Jean-Luc Godard es testigo de la creación, evolución y grabación final de Sympathy For The Devil, canción parte del disco Beggars Banquet y uno de los himnos más potentes de la banda que desde su grabación hace más de 50 años, ha estado presente prácticamente cada vez que han pisado un escenario.

El acompañar a sus “Satánicas majestades” en este proceso es un deleite para cualquier fan. De partida queda claro quienes mandan: Mick Jagger y Keith Richards. El primero insospechadamente perfeccionista en busca de la toma y el ritmo perfecto, el segundo con el oído puesto en los detalles, cambiando amplificadores, tomando además de su obvia posesión de la guitarra, el control del bajo y mandando casi castigado a Bill Wyman a la percusión, todo bajo la atenta mirada de Charlie Watts, quien como siempre, está imperturbable en la batería. Es aquí como vemos a una canción que parte en clave de folk, con guitarras acústicas, pasar al formato de un blues clásico, para terminar en la versión final donde cada miembro de la banda interpreta un instrumento rítmico, golpeando con manos y baquetas tambores para construir esa base de percusión casi selvática en que se sostienen la melodía.

Pero ojo, no todo es música, el documental va acompañado por jappenings propios de la época, pequeños cortos poéticos, donde vemos a miembros de los Panteras Negras con armas en las manos recitando poesía con fuerte contenido político racial o performances en un bosque o librerías, junto a una mujer que recorre la ciudad generando rayados contra del sistema, la guerra de Vietnam y el fascismo. Todas extrañas, incomprensibles a ratos, pero siempre curiosas como reflejo de un momento y un grupo de artistas que se vieron con el poder de plasmar con cámara en mano los ideales de una época en que parecía que todo explotaba y la revolución del amor y los movimientos sociales tenían alguna chance de triunfar sobre el capitalismo que finalmente sigue sosteniendo todo.

Es por eso que causa una suerte de gracia, ya que en el documental se ve como todo pasa bajo el atento mirar de aburridos ejecutivos vestidos en impecables trajes, que vigilan el proceso y que posiblemente no sean capaces de entender que esas incontables tomas de grabación perdurarán en el tiempo con un sonido que en ningún momento dejará de ser actual, con una canción que si suena fuerte en cualquier fiesta hoy, sobresale al compararla con bandas que se siguen formando bajo una fuerte influencia de los Stones.

Es un documental para fanáticos de los banda, del Rock’n Roll o de la cultura popular de la época, a ellos les garantizo emoción, como cuando al grabar las pistas de las voces, Mick Jagger entra casi en trance y sus compañeros tras un castillo de paneles cantan los u-u-uuu inagotables que dan alma a la canción.

Título original: Sympathy For The Devil (One Plus One)

Año: 1968

Duración: 100 min.

País: Reino Unido

Dirección: Jean-Luc Godard

Música: The Rolling Stones

Reparto: Mick Jagger, Keith Richards, Brian Jones, Bill Wyman, Charlie Watts, Marianne Faithfull, Anita Pallenberg, Anne Wiazemsky, Iain Quarrier)

 

 

 

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