Crítica de Cine “Fragmentos de una mujer”: Nadie cabe en los zapatos de la pérdida

Por Valentina Gilabert

¿Cuántas veces debemos nombrar algo para olvidarlo? ¿Sentirlo, vivirlo, mencionarlo en voz alta para que ya no duelan las palabras fuera de la boca? Hacerlo carne no para el resto, sino para una, para el cuerpo que se resiente, que ya no aguanta las ganas de gritar.

Pero el grito no siempre llega.

Esta misma expresión inalcanzada -o inalcanzable si se quiere- es la que deja Fragmentos de una mujer, película dirigida por el húngaro, Kornél Mundruczó, y por la que Vanessa Kirby fue nominada a Mejor Actriz Principal en la edición 2021 de los Premios Óscar -galardón que finalmente se llevó, la siempre impresionante, Frances McDormand por Nomadland-.

Una mujer, que espera a su primer hijo, se prepara junto a su marido para un parto casero asistido por, quien debería haber sido, su matrona. Entonces, aparece el primer vuelco. Martha desconfía inmediatamente, pero no le queda alternativa ya que su hijo está a punto de nacer. Sean, su pareja, hace todo lo que está en sus manos para ayudarla aunque, desde ya, entendemos que sus esfuerzos no son suficientes para que las cosas resulten bien. A simple vista, ella parece más preparada que él, al menos emocionalmente.

Durante media hora acompañamos a Martha en su parto. La vemos cambiar de posición, lugar, eructar, tomar un baño, decir una y otra vez que no quiere más, que ya basta, que fue suficiente, porque hasta cierto punto debe serlo. Pero ella aguanta, y el bebé nace. Nadie está preparado para lo que viene a continuación, cuando la matrona les dice que el niño tiene en sus brazos está azul. Menos cuando se lo quita a Martha y en la desesperación le frota el pecho susurrando palabras ante la expectante mirada de dos padres primerizos que no entienden lo que ocurre, y ese es el primer impacto. Ver morir a un hijo morir así, nadie se lo espera.

Pienso entonces, en los casos cercanos de mujeres que han perdido a sus hijes en situaciones similares, y con malestar reconozco más de las que esperaría. Entonces llegan a mi mente los abrazos que he entregado, llenos de dolor, tras meses de brutal alegría, también el recuerdo de los funerales a los que asistí, sus nombres y el pensamiento de que, para la mayoría de esas personas, por los segundos que haya sido, esos hijes formaron parte de su vida. Igualmente recuerdo a una mujer, a la que le tengo mucho cariño, luchar por años para que su hija fuera reconocida, tuviera un nombre y también una sepultura. No ha pasado mucho desde que en Chile se promulgó la Ley de Mortinatos, que permite a madres y padres de hijes no natos, fallecidos durante la gestación o el parto, inscribir con nombre, apellido y sexo con el fin de dar una sepultura digna. No ha pasado mucho desde que ella, aquella mujer que tanto quiero, encontrase su forma de alivianar aquel dolor.

Lo que viene a hacer esta película es recordarnos esa posibilidad. Que la pérdida ocurre, que muchas veces se presenta de golpe, y que todas las personas tenemos distintas maneras de enfrentarla. Al contrario de las experiencias, que parecen comunes dentro de lo inesperado que puede ser un evento como este, se entiende que muchas veces la opción natural sea seguir adelante. No enjuiciar, no buscar culpables y, sobre todo, mirarse desde la autocompasión. Porque el querer haber sido madre y enfrentar una situación así no debería ser un flagelo ni mucho menos.

En Fragmentos de una mujer vemos a una joven madre que decide enfrentar su pérdida desde un dejar atrás. Elige la historia que quiere contar y, sobre todo, cómo vivirla. Porque realmente nadie cabe en los zapatos de la pérdida, solo quien la calza. “El embarazo es transformación en el tiempo, es cuenta regresiva, y en eso, quiera o no, hay trama, hay relato”, dice Jazmina Barrera en su último libro Línea negra, recientemente publicado por Montacerdos. Y es que el relato de esta película se construye de distintas maneras, pudiendo ser la pérdida, perfectamente, un comienzo, climax o un final.

Sin duda, la figura materna y la pérdida están presentes como si fueran parte de una sola imagen. Lo vemos en esa joven mujer que tuvo en sus brazos a su hijo por menos de un minuto antes de que este muriera, como también en la relación que tras lo ocurrido tiene con esa pérdida. Esa dualidad está, a la vez, en los intentos de una madre por serlo, en quien sí tuvo la oportunidad de ver crecer a sus dos hijas, pero que percibe, quizás con la misma fuerza, el dolor de esa pérdida. La madre de Martha, interpretada por una apática y conmovedora, Ellen Burstyn, reconocida por su papel en Requiem por un sueño, nos encamina hacia la otra reflexión. Porque nadie nace sabiendo ser madre, y especialmente queriendo serlo. Y por eso, ninguna mujer debiera ser juzgada.

¿Ser mujer es ser madre? No parece que esta película intente responder aquella pregunta, pero sí la deja a disposición, flotando en el aire para aterrizarla, discutirla, para confirma nuevamente que la respuesta es NO. De una u otra manera, la película brinda esos espacios reflexivos, y lo hace con calma. La bomba desgarradora de emociones aparece solo al comienzo, durante su mejor primera media hora. El resto, es un espacio de encuentro con las interpretaciones, con los textos, con aquellos vacíos que dan para pensar, y así, desde la pérdida, se logre avanzar un tanto hacia otro tipo de emoción.

Título: Fragmentos de una mujer

Género: drama

País: Canadá

Año: 2020

Duración: 126 min.

Dirección: Kornél Mundruczó

Guion: Kata Wéber

Producción: Coproducción Canadá-Hungría-Estados Unidos; Bron Studios, Creative Wealth Media Finance

Productor: Martin Scorsese

Elenco: Vanessa Kirby, Shia LaBeouf, Ellen Burstyn, Molly Parker

Plataforma: Netflix

 

 

 

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