Por Ana Catalina Castillo
Con los tiempos que corren, pandemia de por medio, las reflexiones acerca de la muerte y, con ello, sobre la finitud inherente al ser humano, se han intensificado. Un microorganismo que no podemos ver ha llegado a recordarnos que dentro de la falta de certeza que nos ha invadido sobre el futuro, lo único seguro es que el reloj dejará de sonar inexorablemente para cada uno de nosotros. Solo desconocemos el momento en que el tictac se detendrá.
En la película danesa Corazón silencioso, Esther (Ghita Nørby) sabe cuándo morirá. Ella ha elegido el momento y está convencida de que es la mejor decisión, pues los dolores causados por una enfermedad degenerativa le auguran que todo irá de mal en peor. Con ayuda de su esposo médico, quien le administrará las pastillas, –y contando con la aprobación de sus dos hijas– organiza un fin de semana familiar; una última cena navideña adelantada, porque no estará para esa fecha.
El famoso director Bille August (Pelle el conquistador) presenta, entonces, el retrato de una familia en el que confluyen temas como la vejez, el deterioro, la eutanasia, la renuncia y el sacrificio ante la inminencia de la muerte; pero lo sorprendente es que también provoca una profunda reflexión sobre la vida. Así, cada uno de estos aspectos se abordan con un tratamiento tan feroz como delicado, a lo que contribuye, sin duda, un elenco potente, de actuaciones contenidas que muestran la exposición a momentos límite y cómo la complejidad humana los sortea, o no.
Con un guion de Christian Torpe (The Mist), August logra un film que por momentos recuerda la cinematografía de Bergman, no solo por lo descarnado de su temática, sino también por los primeros planos que quieren capturar la interioridad del personaje. Como aquel con que empieza la película que comentamos, que nos deja ver a una Esther tranquila, templada, casi sonriente en su cama, preparándose tal vez para esa especie de ritual que celebrará después en el mismo sitio, donde su esposo oficiará de druida.
Corazón silencioso es una película de interiores, tanto físicos como psicológicos. La acción se desenvuelve mayormente en la casa familiar; por tanto, en un espacio conocido, cargado de recuerdos. Aunque aquello que fue refugio se tornará inseguro, pues surgen dudas, temores y cuestionamientos, no solamente sobre la decisión de la madre, sino sobre las relaciones que han construido como familia. Conforme avanza la trama, vamos conociendo ciertas dinámicas internas y comprendiendo cómo afectará la decisión de Esther a quienes le sobrevivan.
Las pocas escenas en exteriores con planos abiertos de una naturaleza imponente en su belleza, con un tratamiento lumínico sublime a cargo del experimentado Dirk Brüel, consiguen poner de relieve la pequeñez humana. Logra captarla en toda su fragilidad; como en la bella secuencia que muestra a la familia de paseo al lago o en esa simple pero convincente escena entre Esther y su nieto sentados a la entrada de la casa, conversando sobre los primeros amores.
Bille August ha manifestado en diversas entrevistas que su propósito como cineasta es entregar al público material para la reflexión. Esta película suya lo consigue, porque resulta imposible no identificarse con lo que vemos en la pantalla. El mayor acierto es que este retrato familiar resalta que la complejidad de las relaciones, radica en la propia complejidad de los seres humanos, que somos luz y sombra, dulzura y amargura, cobardía y arrojo. Pero deja claro también que ante la inminencia del fin, siempre cabe la posibilidad de la redención, pues a pesar de nuestra fragilidad siempre podremos defendernos a través del amor en sus distintas manifestaciones.
Título: Corazón silencioso (Stille hjerte)
Año: 2014
Dirección: Bille August
Guion: Christian Torpe
Reparto: Ghita Nørby, Morten Grunwald, Paprika Steen, Danica Curcic, Jens Albinus, Pilou Asbaek, Vigga Bro, Oskar Saelan Halskov
Fotografía: Dirk Brüel
Música: Annette Focks
País: Dinamarca
Idioma: Danés
Duración: 97 minutos
Distribución: Arcadia Films
Plataforma: Arcadia Films Online