Por Paula Frederick
El tercer largometraje del director italiano Francesco Bruni, es una propuesta engañosa. Al menos, en la primera impresión. Su inicio parece sacado de cualquier película italiana de los últimos diez años: cuatro amigos veinteañeros, sentados afuera de un típico bar romano, fuman y toman birra a destajo, mientras ven pasar la vida con una actitud nihilista. Solo parece importarles los videojuegos, el destino de la Roma, el equipo de sus afectos, la anatomía de las jóvenes que pasan por ahí y la marihuana que puedan conseguir o despachar. No hay mucha profundidad en sus reflexiones, ni tampoco parece haberla en la narrativa de los primeros minutos del filme, que bordea peligrosamente el terreno de los clichés: la descripción de la juventud romana y su manera de enfrentar el cotidiano; el barrio Trastevere como escenario de fondo para que los “motorinos” se mueven vertiginosamente entre las callecitas de piedra, como si no existiera otro motivo que hacer gala de la evidente belleza de la ciudad; el joven enamorado de la madre de su amigo, que persigue a escondidas. Todos elementos que podrían, de alguna u otra forma, anticipar un destino previsible.
Y así, sin aviso, la película empieza a sorprender. A tomar las riendas hacia un camino distinto, respirar su propio aire, definir el cauce natural de su historia. Este destino feliz tiene que ver con un encuentro fortuito: el de uno de los jóvenes, Alessandro (Andrea Carpenzano) con el viejo poeta Giorgio Ghelarducci (el actor y director Giuliano Montaldo), quien tiene Alzheimer. Obligado a encontrar trabajo para ayudar a su padre y al mismo tiempo alejarse de los conflictos domésticos, el joven es contratado para cuidar del poeta y sacarlo a caminar todos los días. La inocencia y la simpleza casi inaudita de Alessandro (un extraordinario Andrea Carpenzano, que recuerda los inicios de Massimo Troisi) y el carisma y sabiduría de Giorgio, que se mueve entre lagunas mentales y momentos de gran lucidez, logran una combinación simbiótica que cautiva sin reservas. No solo por retratar la clásica historia de dos almas opuestas que se encuentran y reivindican mutuamente su existencia, sino también por la naturalidad con que ambos se desenvuelven frente al otro. No hay caretas ni curvas ascendentes, ni siquiera afectos ganados. Simplemente, dos seres que se topan en el inicio y el ocaso de la vida, se leen y se reconocen.
La propuesta de Bruni, en parte biográfica, ya que el personaje de Giorgio está inspirado en su padre, se transforma en un in crescendo de emociones. De manera gradual, deja ver su verdadera esencia, que es también el motor que la empuja a seguir adelante. Casi como una provocación, el director despista al espectador para luego guiarlo por un camino inesperado, que te envuelve de muchas formas, todas distintas entre sí. Tanto por el desenlace de esta amistad improbable como por la frescura de los personajes secundarios como Laura, la intensa mujer que cuida a Giorgio o los amigos de Alessandro, que después de un rato ya no parecen tan detestables. Así, Bruni retrata el presente con atisbos de un pasado que se devela de forma mágica, como si se tratara de un poema o de un clásico de la literatura de misterio.
Amigos por la vida es una historia personal que se muestra universal, que une capas opuestas de manera virtuosa y te lleva por caminos totalmente inesperados. El encuentro de un hombre de la tercera edad sin memoria y un joven sin prospectiva de futuro, que a través del otro se dan cuenta de su propia condición, pero también de las infinitas posibilidades que todavía les puede dar la vida. Un relato que se arriesga sin caer en lo meloso, que mezcla nitidez con recuerdos, realidad con fantasía, lenguaje visual con la magia de la palabra escrita, sin vergüenza, sin ahorro. Que instala a la memoria y la poesía como únicos garantes de una existencia que se niega a desaparecer.
Si el cine es un contenedor de memoria, lo puede ser también el alma. Más allá de un rostro, un dato biográfico, un nombre o un recuerdo olvidado, la película de Bruni invita a reconocer al otro desde otra perspectiva. Como dos personas que se sienten como viejos amigos, aunque nunca se hayan visto antes. Esa memoria que no desaparece con la imagen física, sino que se revela en cientos de formas, caras, gestos y energías. Que más allá de toda lógica y cordura, siempre reconoce los destellos de familiaridad.
Título original: Tutto quello che vuoi
Dirección: Francesco Bruni
Guion: Francesco Bruni
Música: Carlo Virzì
Fotografía: Arnaldo Catanari
Reparto: Giuliano Montaldo, Andrea Carpenzano, Donatella Finocchiaro, Emanuele Propizio, Antonio Gerardi, Raffaella Lebboroni, Arturo Bruni, Andrea Lehotska, Aurora Quattrocchi
Productora: IBC Movie, RAI
Año: 2017
Duración: 106 min.
País: Italia
Funciones disponibles en www.cinemark.clValor ticket: $3900
*Cada código es válido para una sola función, la que estará disponible por 72 horas y/o 3 intentos de reproducción, y cuyo período de validez inicia en el momento en que finaliza la compra.