Crítica de cine «La Última Frontera»: Dolor mientras se anhela la libertad


Por Vanessa Vidal Durán

La última frontera es una producción de la Universidad del Desarrollo, dirigida por Andrés Opaso y Fernanda Abarca. Protagonizada por Francisca Walker, Mario Horton y ambientada en los años 80 en Santiago de Chile. Cuenta la historia de Carmen (Walker), ex JJ.CC que, tras ser torturada por la CNI, trabaja como agente encubierta contra su propia voluntad. Se infiltra en una productora cuyo director creativo es Gastón (Horton); gana su confianza para así, sumarse a un operativo y planear su escape.

La historia, de por sí, tiene una enorme carga emotiva. No solo a través de su relato, resaltando la importancia histórica por parte de un equipo de trabajo para conmover y contar, a través de Carmen, la historia de muchas otras Carmen. Logra una intimidad y atmósfera llena de duros sentimientos, en un contexto plagado de peligro, donde la tortura y la muerte es inminente para quienes piensan distinto en dictadura.

Este ‘’salto’’ al pasado es llevado a cabo por un minucioso trabajo de dirección de arte, otorgando significado e información a través de, no solo una ambientación general, sino simbólicamente a través de objetos. Desde un inicio existe una tensión palpable en la película, puesto que, existen fuerzas opuestas poderosas, mientras hay seres humanos que buscan su libertad, no pudiendo otros lograrla. Existe un movimiento importante interno a través de las locaciones. Aparece la Cordillera de los Andes como personaje clave, que tomará protagonismo al final del largometraje, donde un gran final nos espera.

Francisca Walker nos entrega una interpretación poderosa. Las actuaciones merecen un reconocimiento. Los elementos de la película se relacionan con un equilibrio y sobriedad que, tomando en cuenta el desgarrador y doloroso contexto e historia puntual, no tiene morbo, sino por el contrario, se trabaja la violencia como algo palpable, en múltiples niveles; siendo gráfica (advertencia) en momentos puntuales, pero no por eso menos relevantes (por el contrario)  a la hora de provocar en el espectador empatía por los personajes, crudeza y realismo.

Nuevamente recalco la intimidad. Hay algo oculto, peligroso, vamos minuto a minuto entendiendo, conociendo a los personajes, sus motivaciones, necesidades. El silencio y sonido ambiente son también uno de los pilares de la construcción de este largometraje.  Maravilloso uso del fuera de campo. Subraya lo interno, lo profundo; es como si fuéramos cómplices, participes, también nosotros, de una historia que avanza al ritmo de los latidos de nuestro corazón. Se agradece la utilización de la música en el equilibrio justo, no sobre exigiéndonos sentir ni entender, sino que nos sumerge. La fotografía apunta a lo mismo. La gran mayoría del tiempo estamos con Carmen. Siempre estamos cerca de lo que sucede, incluso cuando no queremos estar, incluso cuando queremos que todo esto se acabe, incluso cuando eso no depende de nosotros…

Nuestra Cordillera, como ente separador, como algo que nos aísla del mundo pero nos regala un hermoso paisaje aparece como sinónimo de libertad; pero ¿Qué es la libertad? De ser así, de lograrla ¿Cómo se vive después de todo eso? Digo esto último sin ánimos de spoiler, por el contrario, comparto pensamientos que me acompañaban desde los primeros minutos.

La última frontera no se posiciona como una «película más’’ sobre un «mismo tema’’, sino que crea su propio lenguaje, en su propia forma, con sus propios latidos, con su propio corazón.

Título original: La última frontera

Año: 2019

Duración: 76 min.

País: Chile

Dirección: Fernanda Abarca, Andrés Opaso

Guion: Claudio Soto, Iñaki Goldaracena

Música: Renato Hidalgo

Fotografía: Matías Torres

Reparto: Francisca Walker, Mario Horton, Daniel Candia, Camilo Carmona, Juan Pablo Larenas,

Productora: Universidad del Desarrollo

Género: Drama, Thriller, Crimen, Histórico

Estreno: 30 de septiembre 2021

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