Fotos: Luis Zamora @lzcfotos
Por Pilar Alcántara
Durante el mes de diciembre, el Ballet Nacional Chileno presentó en el Centro Cultural Matucana 100 un programa de danza contemporánea titulado (Re)-Creaciones Banch, que contempló tres ciclos distintos cada semana, entre el 2 y el 18 de diciembre. La puesta en escena incluyó extractos de anteriores creaciones del director artístico Mathieu Guilhaumon, como La hora azul, Dos veces Bach y Bolero, además del estreno de la obra Trío: Chacona del propio artista francés y una propuesta a cargo de bailarines de la compañía, basada en Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi.
El Ballet Nacional Chileno, dependiente del Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile, fue fundado en 1945, siendo la primera compañía profesional de danza contemporánea chilena. Actualmente es dirigido por el coreógrafo francés Mathieu Guilhaumon, quien ha desarrollado innovadoras propuestas artísticas, posicionando a la compañía como la más destacada expositora de danza contemporánea del país.
Así, el primer ciclo del programa trajo las reposiciones de las obras Dos veces Bach y La hora azul. La primera, busca resaltar la relación entre danza y música, por lo que el coreógrafo francés tomó una de las grandes obras del compositor germano Johann Sebastian Bach, como base de inspiración para su propuesta: Variaciones de Goldberg. La segunda, en tanto, explora aquel instante preciso del día en que ya no es de día, pero tampoco de noche; un tiempo suspendido entre dos mundos.
Las dos obras resaltan esta unión entre ambas disciplinas, con una escenografía sencilla, donde claramente el foco es el movimiento, que acompañado de un diseño de iluminación, permite apreciar la fusión de lo clásico con lo contemporáneo.
Las escenas de duetos o solos de los bailarines permiten destacar sus potencialidades y estilos personales, propio de la diversidad existente o que se está gestando en la danza nacional. Y es en el colectivo que esta diferencia se intenciona y se hace notar, ya que hay quienes se manifiestan por medio de una técnica clásica y otros más contemporáneos. Es ahí donde se confirma que hay una propuesta asimétrica intencionada, apelando a la diversidad y la co-construcción de formas. Hay cuerpos más ligeros que otros, y no referente a peso de kilogramos, sino a una técnica distinta a veces se revela en detalles de destiempo o falta de precisión en algunos movimientos.
Pero el mundo cambió y para qué cuestionar o hablar de técnica y precisión, en un contexto tan improvisado e impreciso, propio de la ciudad moderna que absorbe al sujeto a un ser de producción y consumo. Volver a disfrutar de M100 y de sus salas con un espectáculo de danza es uno de los placeres post pandémicos recomendables para los sentidos.
Escuchar la música clásica no es más que un placer sonoro, que se envuelve con el movimiento de los bailarines, quienes utilizan el escenario de forma eficiente y estratégica, lo que nos traslada a espacios profundos e imprecisos.
Los vestuarios de colores como calipso o rojo en contraste con el negro dan profundidad y permiten generar efectos visuales y una atmosfera destacable, como la ilusión que ingresan el doble de bailarines a escena, llenado el uso del escenario.
Los silencios también son utilizados y son un acierto porque están apoyados de un diseño de iluminación que utiliza violetas y azules que, sumado a la puesta en escena, dan ganas de aplaudir como agradecimiento a lo exhibido.
Los diversos cuerpos comunican interpretando movimientos, los cuales pueden asociarse a las emociones en los distintos estados que logra la mente de un sujeto, agitada, espontánea y ansiosa. Lo anterior se marca con cambios de ritmo e intensidad, específicamente en La hora azul, generando un espacio de ambigüedad e imprecisión.
Así como a lo largo de la presentación destaca la propuesta escénica desde los aspectos técnicos, también se aprecia una leve debilidad en la presencia de imprecisión y asincronía en los colectivos que se reitera, y en algunos casos se desaprovechan algunos acordes.
Hay también movimientos sin sonido, lo que es sugerente porque se aprecia al bailarín/a danzando en silencio con un cuerpo ligero y movimientos sutiles. Esto enriquece aún más la propuesta coreográfica, con esa ruptura que se produce al introducir un movimiento cotidiano liberador, después de haber resistido y atormentarse en este espacio de tránsito, entre dos mundos -el día y la noche- que culmina con el escenario vacío y con música.
Título: Dos veces Bach
Duración: 30 min aprox.
Coreografía: Mathieu Guilhaumon
Música: Variaciones 13, 14, 15, 16, 21 y 25 de Goldberg de Johann Sebastián Bach
Diseño de vestuario: Carolina Vergara
Diseño de iluminación: Andrés Poirot.
Título: La hora azul
Duración: 30 min aprox.
Coreografía: Mathieu Guilhaumon
Música: Bear Mc Creary, Frédéric Chopin, Zoë Keating, David Darling, John Dowland, Ólafur Arnalds, Gustavo Santaolalla. Hildur Gudnadottir, Moriarty
Diseño de vestuario: Carolina Vergara
Diseño de Iluminación: Andrés Poirot.
Centro Cultural Matucana 100