Por Pablo Troncoso
Dentro de la gama de posibilidades de la industria del entretenimiento a veces resalta alguna que otra joya audiovisual que fácilmente no la consideraríamos digna de ver por ser «animada». Nos dejarnos llevar por el prejuicio, pero en una era cada día más digitalizada debemos entender que la animación es un medio para contar una historia, y por lo mismo podemos ponerla bajo tela de juicio. Eso fue lo primero que pensé cuando decidí hablar sobre las desdichas en Bojack Horseman, una serie de Netflix del 2014, ambientada a lo largo del 2010-18, que cuenta la historia de un caballo-humano que sufre de depresión y alcoholismo tras haber sido estrella de Hollywood en la década de los 80. En este mundo los animales-humanoides son parte de la vida cotidiana y de ellos podemos decir que sus diseños no son gratuitos por ningún motivo, ya que reflejan su personalidad y representan algo más, cómo Mr. Peanut Butter, un perro labrador que se emociona fácilmente, inocente cuando se trata de confiar en los demás, y muy optimista.
Cuando pones el capítulo 1 de la serie, inmediatamente piensas: otra serie absurda más, ya que básicamente el programa trata sobre cómo los personajes trabajan, se fijan objetivos, se relacionan con otros, se enamoran y desenamoran… Pero volviendo a nuestro protagonista vemos algo que posiblemente remite a nuestra realidad: infelicidad, estrés, agobio, peleas familiares, abuso de alcohol y drogas. Chile figura entre los países que más consume alcohol en el mundo llegando a ser el top 2 en América latina, solamente superado por Brasil.
«Mi infancia fue normal», dice Bojack cuando se encuentra trabajando con su escritora fantasma para escribir sus memorias, Diane, y cada vez que tocaban el tema, Bojack evadía la pregunta de cómo lo trataban sus padres. Raphael Bob-Waksberg, animador y productor de la serie, logra plasmar en las conductas de su personaje una serie de eventos simbólicos en la niñez de Bojack, buscando constantemente la aceptación de los demás, relacionándose con mujeres que termina dañando emocionalmente y siendo irresponsable en diferentes aspectos que siempre lo llevan a un conflicto. Pero no es hasta las temporadas posteriores que por fin entendemos el porqué de sus comportamientos, y nos damos cuenta de cómo el alcohol era aquella herramienta simbólica que lo conectaba con su pasado.
Por un lado, la serie empieza con un tono sarcástico y netamente humorístico, pero luego vamos conociendo la profundidad de cada uno de los personajes y nos damos cuenta de que Horseman solo hace lo que siempre supo hacer para refugiarse: beber alcohol. Su madre lo agredía psicológicamente desde siempre, diciéndole durante su niñez cosas cómo «te castigo por estar vivo», «espero que al crecer seas importante para compensar todo el daño que has hecho» o «me arruinaste la vida». Él repitió las acciones de sus padres probando whisky desde los 6 años, y ya con 50 no había droga ni sustancia que no hubiera consumido.
El alcohol fue la ayuda que necesitaba para sacar su personalidad más humorística en su juventud, hecho que después remite durante su carrera profesional y debe beber cada vez que necesita hacer una escena que se ve incapaz de producir, pero ello también representaba su propia autodestrucción, un odio interno que siempre aspiraba ahogar con la bebida, y que a medida que vamos viendo la evolución del personaje, aparecen las respuestas a sus problemas que él siempre fue consciente que mutilaban su vida personal.
Ahora, ¿Cuál es la debilidad de la serie Bojack Horseman?, la respuesta inmediata la tenemos en la manera en que la serie aborda la salud mental. Muchas veces cuando entramos en el mundo del entretenimiento audiovisual esperamos disuadirnos de la realidad, pero si estamos en un estado mental depresivo hay que tener criterio para decidir qué deseamos ver. Bojack Horseman cae en la cultura del romanticismo de la depresión, esto lo vemos en la salud mental deteriorada de los personajes, obviamente la serie, así como cualquier novela y otras producciones de ficción, no se hace responsable del efecto que puede causar en la audiencia. Si bien, encontramos personajes que pueden escapar de la realidad como lo son el mismo Bojack, un actor insertado en los medios de prensa y mundo popular también está Diane Nguyen, una joven entre unos 20 y 30 años de clase media, que no le gusta su vida porque padece de depresión y fue víctima de bullying en su infancia. Encontramos personajes palpables, reales, que incluso podrían estar en nuestra lista de contactos del celular, una virtud narrativa que complementa a un desarrollo orgánico de la serie pero que, para el ojo del espectador descriteriado por la propia salud mental, podría, al menos desde mi opinión, porque lo viví en carne propia, cuando la vi por primera vez, potenciar patologías angustiantes por el mero hecho de sentirte reflejado por una escena, frase, o interacción simbólica entre personajes. Hay que mantener distancia para poder disfrutar, sin una carga emocional, las series que hacen un excelente trabajo en colocar en el diálogo diario la salud mental a través de la sátira.
Título original: Bojack Horseman
Reparto principal: Will Anett, Amy Sedaris, Aaron Paul-
Productor ejecutivo: Raphael Bob-Waksberg
País: Estados Unidos
Idioma original: Inglés
Género: Comedia, animación para adultos
Duración: 6 temporadas, 25 minutos por capitulo
Año: 2014
Plataforma: Netflix