Crítica de Cine «Los 8 más odiados»: Revitalizando el Western

Por Juan José Jordán

Quizá uno de los elementos más representativos del cine de western sea la diligencia: aquella carroza que debe atravesar grandes distancias en la que viajan personas que probablemente nunca hayan cruzado palabra entre sí. John Ford se dio cuenta que ahí había tema para una película y lo utilizó en La diligencia (1939), a estas alturas súper clásico del cine, que tiene el mérito de haberle dado al western la categoría de cine “serio”, además de haber sido el punto que marca el inicio de John Wayne como estrella. Tarantino no se esconde a la hora de utilizar una referencia, y así, se sirve de la carroza para que una serie de personajes generen el inevitable choque de fuerzas en un espacio reducido, más aún cuando la guerra civil ha terminado hace poco y el conflicto está a flor de piel.

Los primeros pasajeros de la comitiva son una mujer (Jennifer Jason Leigh) y su captor (Kurt Russell), quien la lleva para ser ejecutada por ahorcamiento en el pueblo de Red Rock, donde se dirigen. Pero dos interrupciones alterarán la tranquilidad del viaje: primero, el afamado mayor de la Unión, Marquis Warren (Samuel L. Jackson) que también se ha convertido en cazarrecompensas, pide que le dejen subir junto al botín de sus dos cuerpos y un poco más adelante, un hombre (Walton Goggins) quien dice ser el nuevo sheriff de Red Rock y por lo tanto, quien debe autorizar los respectivos pagos. Nadie le cree mucho, pero deciden no arriesgarse: si lo dejan a la intemperie nevada sin ayudarlo es asesinato y eso se castiga con la horca. La tormenta se acerca amenazante y tendrán que parar en la posada de Minnie. Pero el mayor Warren, astuto y rápido como siempre, se comienza a dar cuenta que algo raro se está cocinando en ese lugar… Al parecer, la parada será más larga de lo previsto.

Sin duda la esclavitud es uno de los grandes traumas de EE.UU, con repercusiones que se sienten hasta el día de hoy. La opción que toma la película es dejar que los personajes expongan su punto de vista, sin censurarlos previamente. Así, el probable futuro sheriff, conocido por su odio a los negros y el vigor con el que azotó aldeas durante el conflicto, da esta especie de definición de cómo debiese funcionar la sociedad: “el blanco solo está seguro cuando el negro tiene miedo”. Claro, ya no está en guerra y el mayor que viaja a su lado tiene poca paciencia y gatillo fácil, así que cambia el tono. Pero en la medida en que mayor y sheriff se vean forzados a compartir generarán una curiosa cercanía.

La situación es dura, pero a lo mejor algo nos está diciendo el modo de abrir de la película: al fondo vemos a la carroza y en primer plano permanece por algunos minutos la imagen de un crucifijo cubierto de nieve. Es tanto el tiempo que uno ha visto esta representación que es fácil olvidar a qué hace referencia: una muerte lenta, de un sufrimiento inimaginable. Incluso, aceptando que efectivamente haya resucitado al tercer día, se trataba de un modo común de ejecución (no olvidar Gladiador con la suerte de la familia del protagonista). A lo mejor se puede leer como una especie de aviso: verán una película violenta, pero ni parecido a la imagen a la que hemos sido expuestos toda la vida. A lo mejor sirve también para recordar la crueldad que podemos tener oculta bajo siete llaves. Sea como sea, de algo sí podemos estar seguros: en el cine la imagen comunica, y tomar la decisión de comenzar por la toma de un crucifijo no es solo porque se ve bien cubierto de nieve.

Tarantino tiene un talento inusual para encontrar la canción precisa para las diferentes escenas, muchas veces acercando al gran público a temas a los que hubiera sido difícil que llegara de otro modo (ahí está la genial Sun of a preacher man que suena en Tiempos violentos, como uno de tantos botones de muestra). Si bien la música no está en segundo plano, en esta ocasión, se usó poco del formato de la canción popular. Una composición de Ennio Morricone, hecha especialmente para la película, impregna desde el primer momento con una sensación de impiedad y tinieblas. Es muy efectiva; no por nada en su momento ganó el Óscar a la mejor banda sonora. Pero también hay otro elemento: la música que se toca en vivo. El cine gana en calidez cuando en una determinada situación se tocan instrumentos frente a cámara. Que es lo que ocurre con una bella canción, probablemente de tiempos de la guerra, que la prisionera toca en la posada de Minnie acompañándose con una guitarra: que espectador y personajes estemos escuchando la misma canción genera cierto grado de complicidad.

Una historia vista muchas veces, con giros inesperados, donde probablemente el espectador sienta que se alarga más de la cuenta para narrar algo que es un poco la clásica historia de forajidos, pero el director se las arregla para mantener el interés en la escena generando microclimas de tensión, un poco como en Perros de la calle, su debut del año 1992. De hecho, pasando por alto algunas imágenes de los paisajes nevados, casi la totalidad de la película transcurre en interiores, lo que da pie para generar y mantener la tensión.

La película está filmada en 70mm y como el mismo director ha dicho en entrevistas, no es poca la gente que le preguntó porqué tomó la decisión de utilizar ese formato en una narración de esas características, siendo que su uso está pensado principalmente para grandes panorámicas, pero Tarantino dice no estar de acuerdo: está convencido que los grandes formatos entregan mayor intimidad a la hora de filmar en interior y que son muy versátiles. Estos aspectos, que de seguro deben influir en la calidad de la imagen (de hecho en el tráiler se anuncia que está filmada en 70mm, como algo fuera de lo común para despertar el interés a verla en el cine), si bien son interesantes y dan pie para reflexionar en torno a algo tan importante como los formatos del cine, lamentablemente guardan poca relación con la experiencia cinematográfica al día hoy. Aún en el caso que alguien vea esta película en el cine (una reposición, digamos) es poco probable que lo que vea sea la proyección original del rollo de 70mm. Se ha digitalizado todo y esto claramente también ha repercutido en el cine.

Hay caras conocidas, el repertorio amigo, y también, cosa curiosa, actores que, de alguna forma, hacen de personajes de otra película del director, que es un poco lo que pasa con la interpretación de Tim Roth, que recuerda a lo mejor un poco más de la cuenta a aquel inolvidable Hans Landa, sargento de las SS en Bastardos sin gloria. El nivel de actuación es bueno y sorprende Jason Leigh como bandida con dejos de un racismo virulento, pero al mismo tiempo valiente y chistosa.

Con esta película Cine Arte Normandie mantiene su política de considerar un espacio para la reposición en su cartelera, junto a estrenos más recientes. El público que acude a estas funciones muchas veces ya conoce lo que verá, pero el olvido es fuerte, ya se sabe lo que ocurre con una película vista hace 5 o más años. No es lo mismo verla en la casa que hacerlo en el cine: entrar a esa cueva negra distinta de la cotidianidad, hace que para la mente sea más fácil alejarse de la tierra firme por un par de horas y meterse de lleno a la historia que se nos presenta.

FICHA TÉCNICA:

Título original: Los 8 Más Odiados

País: EE.UU

Año: 2015

Duración: 167 min

Director / Guionista: Quentin Tarantino 

Protagonistas: Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh, Walton Goggins

CINE ARTE NORMANDIE

Dirección: Tarapacá 1181 – Santiago centro

Página: normandie.cl

 

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