Por Pablo Troncoso
Rohingya es un documental que aborda la compleja situación en el campo de refugiados de Cox’s Bazar, Bangladesh. El artista visual chino, Ai Weiwei, nos trae este film tras sus películas anteriores como Human Flow (2017) y The Rest (2019) a través de su registro audiovisual diario donde abarca ritos religiosos, paisajes y actividades económicas y sociales.
Los Rohingya son una minoría étnica musulmana del estado de Rakhine, Myanmar, que tuvieron que ser refugiados por su expulsión de su país en agosto del 2017. El ejército birmano tuvo una severa persecución de esta tribu, lo que conllevó a que la ciudad de Bangladesh se convirtiera en el centro urbano de refugiados más grande del mundo, donde viven más de 900 mil personas.
El documental logra conectar con el ojo del espectador de una manera pausada, pues cada plano se da el tiempo de estar en pantalla lo suficiente como para que puedas darte cuenta de pequeños detalles del film, lo cual se agradece, pues un ritmo elevado de escenas consecutivas de una realidad tan ajena a la vida cotidiana occidental puede llegar a ser abrumadora en muy poco tiempo. Necesitábamos contexto y costumbre en el ojo para poder estar preparados de lo que vendría después, donde veríamos la actividad humana en un contexto socioeconómico muy duro. Además, el trabajo de paisaje y retrato en términos de composición fotográfica logran una orgánica belleza entre los colores marrones, la luz y el contexto que nos rodeaba.
La musicalización es excelente, ya que acompaña muchísimo al dramatismo de la obra, aunque en escenas donde la lluvia toma un rol protagónico, sentí que ya rozaba la apología de la tristeza con tanto uso de violín, pero aun así, el tratamiento sonoro es increíblemente pulcro, destacando cuándo y cómo ambientar, cortar, editar para así aprovechar el uso de cada recurso, cómo el del silencio, el cual agradecí que apareciera en momentos pequeños, pero memorables de distintas escenas que reflejaban un sentimiento abierto a la sensibilidad del espectador.
El registro audiovisual que nos proporciona Weiwei da cuenta de actividades sociales que repercuten en la cotidianidad. Lo hace a través de la mínima intervención posible, es decir, estamos en el ejercicio de ser un espectador más en este recorrido. Vemos gente haciendo filas para pedir comida, desnudez, enfermedad, trabajo infantil, baldes que reemplazan una regadera de baño, y un sin fin de formas en que nos recuerdan que los derechos humanos escasean en algunas partes del mundo, y que más que un derecho puede ser catalogado como un privilegio por solamente el hecho de haber nacido en cierta parte del mundo, ¿triste? me lo cuestionaba por el mero hecho de que noté que a medida que iba conectando con el documental observamos matices de alegría.
Cuando avanzamos en Rohingya y nos sumergimos en la realidad social, lo hacemos desde una postura sesgada por nuestras concepciones académicas, religiosas o políticas, esto nos puede dar o no respuestas a interrogantes como ¿Qué condiciones posibilitan que un menor de edad pobre se ría desnudo por la calle y comparta con sus amigos jugando a la pelota?, ¿es la ignorancia a otras realidades lo que nos hace ser felices?, ¿tendrá que ver con una cuestión de inocencia ante la vida?, ¿está mal que un niño trabaje tan temprano en ese contexto? Creo que es fundamental entender el conflicto político, las culturas y la estructura social de este pueblo para concluir que muchas de las investigaciones pueden tener un rol activo. Algunos manifiestan con indignación que no se haga nada ante estas cosas, otros aseguran que no se puede llegar e intervenir en conflictos ajenos, ¿realmente estamos conectados entre todos globalmente? El debate es sensible y apresurarse a una respuesta puede llegar a comprometer vidas inocentes.
Tras ver el documental pienso que es incansable la competencia del ser humano por el control del poder, la cual genera consecuencias catastróficas y que en el fondo responde a la mera necesidad de satisfacción del ego. A veces creo que la humanidad está condenada a autodestruirse: alucinante que en pleno 2022 se ponga en duda una tercera guerra mundial que desataría un conflicto nuclear que prácticamente nos borraría como especie, pero también logro mantener la esperanza de que dentro de nuestra propia naturaleza está ese gen de querer el bien para el otro. Los artistas, algunos políticos, los profesores, los artistas, como Weiwei, logran canalizar esa necesidad de querer tener un impacto social positivo. Este film, logra ser parte de ese engranaje que empuja hacia tal fin de una manera elegante y para nada tosca en su realización y estructura, con el objetivo de que abramos los ojos y se reconfigure nuestra humildad.
FICHA TÉCNICA
Título: Rohingya
Duración: 2 horas y 2 minutos
País de origen: Alemania
Género: Documental
Director y productor: Ai Weiwei
Año: 2021
Plataforma: Corpartes.cl
Las exhibiciones del documental son gratuitas el 25, 26 y 27 de marzo, a través de la página web www.corpartes.cl