Por Juan José Jordán
Desde el 9 al 26 se está desarrollando el Festival de Cine Europeo en formato presencial y online. Es liberado, hay que ver donde se da la película escogida e inscribirse o, en el caso del streaming, hacerse una cuenta de usuario. Además, se dictan charlas y clases por diferentes personalidades del mundo del cine. Una gran oportunidad para saber que está pasando en la cinematografía europea actual.
La película Salir a robar caballos es la adaptación de la novela homónima del noruego Per Petterson, obra con la que el autor logró el reconocimiento internacional. Al igual que el libro, está narrada desde la perspectiva del protagonista, de quien hablaremos a continuación.
Se acerca el término del año 1999 y Old Trond (Stellan Skarsgård), un hombre de 67 años, está viviendo desde hace poco en una cabaña del campo noruego. Su plan es esperar el fin del milenio en ese lugar apartado; un accidente de tránsito que mata a su mujer será el impulso para alejarse y mirar su vida en perspectiva. Él iba manejando, pero no es la culpa lo que lo mueve. Como nos cuenta su voz en off: “No siento culpa. Solo pérdida”. Tipo duro, lógico, entiende que las cosas son como son. Una forma de entender el mundo que será resultado de diferentes experiencias y en la que su padre tiene bastante que ver.
Hace tiempo que no pensaba en él ni en su infancia. Pero cuando se da cuenta que por esas cosas de la vida, ahí, en ese lugar perdido, reconoce en su vecino a Lars (Bjørn Floberg), quien vivía con su familia cerca de donde Trond pasaba los veranos con su padre y además, hermano menor de su gran amigo de los veranos, Jon (Sjur Vatne Brean) será inevitable el recuerdo. Su padre, hombre de un machismo a la antigua, decía que no podía pensar con mujeres cerca y es por eso que ni su madre, ni su hermana tenían permitido ir a visitarlo a su refugio.
De todos los veranos hay uno que se marca a fuego en su persona, aquel de 1948 en que cumplía 15 años. De forma abrupta tuvo que relacionarse con el vacío desde distintos frentes: dos hermanos jugando con una escopeta y de pronto uno que cae y no se levanta más; un padre que desaparece de la vida de su familia. La fragilidad y la pérdida se hacen presentes y cambiarán su visión del mundo. Como le decía esa especie de He-Man que tenía por padre cuando estaban ocupados en arrancar ortigas con espinos: “Tu decides cuando te duele”. Y por supuesto que va y cual macho alfa termina la labor, insensible a la molestia. Sin darse cuenta, Trond estaba recibiendo nociones de cómo conducir su vida, en donde la autocompasión o el drama simplemente no tienen lugar.
Ajeno a la lógica del culpable Salir a robar caballos retrata una situación en la que hay dolor, pero no culpables. Quizá sea más adecuado hablar de responsabilidad por actos que repercuten en otras personas.
Con un tono que, de alguna manera, la acerca a la recientemente premiada El poder del perro, en donde la información se va entregando de a poco y hay una constante atmósfera de algo oculto, presenta a personajes a los que si bien les ocurren cosas, se permiten el silencio y llevar la procesión por dentro, como reza el dicho. En una escena, por ejemplo, poco tiempo después del accidente, Lars está solo mirando el río y Trond le pegunta si tiene hambre. Le contesta que no, se quedará ahí. Y no dice nada más. No es necesario que le ponga nombre a lo que siente y hable de ello y a lo mejor solo sea posible estar en silencio y contemplarlo.
La estructura narrativa del hombre mayor que se aísla del mundo y comienza a recordar los traumas de la niñez, ciertamente no es muy ocurrente. Pero se logra algo consistente, creando un diálogo fluido entre el presente y el pasado. Por otro lado, es difícil tomársela muy en serio. Se entiende que eran otros tiempos, pero ¿nadie le dijo nunca nada al padre? A pesar de lo cercano que vemos que era con su hijo, ¿nunca tuvo la necesidad, en toda su vida, de buscarlo y saber cómo estaba? Es coherente con su forma dura de entender la vida, de quien tala árboles y se queda desnudo bajo la lluvia en el frío noruego. Pero de todos modos, resulta un poco caricaturesco. Además, esa casualidad de encontrarse con su amigo de infancia después de tanto tiempo precisamente en ese lugar… puede ser, digamos, los dos viven en el mismo planeta y es una posibilidad. Pero resulta un poco forzado como gatillante y movilizador de la historia.
Mención aparte merece la fotografía, con esos extraordinarios paisajes muy bien filmados, que contribuyen al silencio que requieren algunas escenas. La naturaleza es un personaje más y está muy bien integrada.
Las actuaciones cumplen, resultan creíbles e involucran al espectador, aunque algunas, como el padre, resultan un tanto unidimensionales. Pero los niños y el papel del ya consagrado Stellan Skarsgård logran grandes actuaciones, versátiles y convincentes.
Una película contemplativa, que refresca con otro tipo de paisajes y personajes contenidos que le hacen frente a sus dolores en silencio.
Ficha técnica
Dirección: Hans Petter Moland
Guion: Hans Petter Moland
Año: 2019
País: Noruega
Plataforma: www.festivalcineeuropeo.cl
Festival de Cine Europeo
9 al 26 de Junio