Por Jaime Ahumada
Cada historia que existe se cuenta más de una vez, y de más de una forma. Se compone de distintas piezas, de lo que cada uno de sus protagonistas y sus testigos puede aportar, de cómo interpretan y viven lo que les acontece. Al reunir todos esos fragmentos se puede crear una visión general de lo sucedido, una narración comprensiva, pero sin embargo, nunca totalizante o final, nunca objetiva. La dilogía teatral Rabia, escrita y dirigida por María José Pizarro, es una potente expresión de esto; de cómo una historia tiene tantas variantes como cuerpos involucrados.
Con seis pantallas, un cuerpo de espaldas sentado en un tocador y en la oscuridad comienza Soledad, una de las mitades de Rabia, que nos adentra en la historia de un femicidio ocurrido en la marginalidad social. Mientras una voz en off comienza a contarnos sobre la Alekssandra, «la colorá», el cuerpo masculino se comienza a mover incómodo, con movimientos drásticos aunque cada vez más fluidos; paralelamente, las pantallas se encienden y nos muestran el rostro de Alekssandra, mientras poco a poco se maquilla, preparándose para ser ella.
A Alekssandra la conocemos a través de los testimonios de una de sus compañeras de la calle San Camilo, una prostituta tal como ella, y de Soledad, una periodista que al conocerla, se enamora perdidamente de ella. A través de esas voces aparece la personalidad y la vida de la Alekssandra, que con su enorme peluca roja —regalo de uno de sus clientes— y su choreza se creía la dueña de la calle. Nos enteramos de que cree poco en el amor, de que siempre supo que era mujer, y de que le gusta bailar cuando anda triste, en especial Los Prisioneros, su grupo favorito. Suena Cuéntame una Historia Original y ella baila siendo la protagonista de la noche.
Durante toda la obra, Alekssandra es la única persona en escena, interactuando solamente con las voces incorpóreas que la recuerdan y apariciones presentadas a través de las pantallas. Está aislada de todo lo que la rodea; de ese mundo que la escupió y golpeó reiteradamente por ser quien era, de su madre que le decía, como reproche, que ella había parido un hombre, no un maricón; no existe un contacto real, su piel se ha endurecido con los años. La diferencia que se marca entre ella y el resto es que lo performático en su vida no se presenta como un escudo tras cual ocultarse, sino como un puente que le permite aparecer en plenitud frente a la vida.
Con una puesta en escena intermedial que juega con la música, el sonido y el video, la interpretación de Luis Chávez, quien da vida a Alekssandra, es magnífica y certera. Fluyendo sin ningún problema hacia la danza, con precisión de relojero reacciona a las voces e imágenes, doblando sus diálogos como si el sonido saliera de su propia boca. El único momento en que escuchamos la voz del actor, esta aparece para desgarrar a la audiencia y a la historia misma con una fuerza infalible.
No parece ser casual que en este reestreno se haya decidido presentar primero Soledad antes que Franco, la otra mitad de esta dilogía teatral; la historia de la asesinada previa a la del asesino, pese a que el orden propuesto por la dramaturga sea el contrario. Ambas obras, como las presenta la dramaturga, son tragedias; profecías cumplidas tanto por la precariedad del ambiente como por la acción de sus personajes. Sin embargo, frente a la claustrofobia de Franco, Soledad presenta una terrible libertad.
La historia presentada, así como sus personajes, si bien refieren a una cruda realidad existente, no pretenden representarla, sino que se apropia de ella para así presentar un mundo propio. Alekssandra se nutre de su vida creada, de las vivencias que son como la de ella, no para “salir adelante” en una sociedad que la silencia y excluye, que aboga por su no-existencia, sino para para plantarse frente a esta tal cómo es y cómo quiere presentarse, fruto de su contexto y de ella misma.
La Rabia: Soledad se presentará hasta el domingo 3 de julio en el centro cultural Matucana 100, y las semanas siguientes, del 7 al 17 de julio, se presentará Rabia: Franco, su contraparte.
Ficha Técnica
Título: La Rabia: Soledad
Director: María José Pizarro
Reparto: Compañía CTM
Duración: 58 minutos.
COORDENADAS
Días 1, 2 y 3 de julio. Viernes y Sábados, 20:00 horas. Domingo, 19:00 horas
Funciones presenciales (solo con pase de movilidad)
Valores: Sistema “Paga lo que puedas”, entre los $3.000 y $7.000. Entrada general. Ingreso por orden de llegada, cupos limitados.
Lugar: Sala Patricio Bunster, Centro Cultural M100. (Matucana 100, Santiago, Estación Central)
Más información en: https://m100.ticketplus.cl/events/la-rabia-soledad