Por Ana Catalina Castillo
Hace 101 años se estrenó en Italia la más famosa obra teatral de Luigi Pirandello, Seis personajes en busca de autor, pieza que inaugura la que luego él llamaría la trilogía del “teatro en el teatro”. En ella, el dramaturgo siciliano nos presenta como situación inicial lo que ocurre cuando, en medio del ensayo de una compañía teatral, irrumpe un grupo de personajes a quienes su autor ha dejado a medias y, a partir de eso, se urde una trama que problematiza los límites entre la realidad y la ficción. Al mismo tiempo, la historia que teje las redes entre esos personajes es una que aborda las difíciles relaciones humanas, las traiciones y las verdades a medias.
Por estos días, Teatro Poiesis revisita la centenaria obra bajo el título de 6P NB 1A y señala que es una versión libre de Seis personajes en busca de autor. Por lo que así como en la creación pirandelliana, los huérfanos personajes aparecían súbitamente en la sala de teatro, aquí aparecen por un error (el 404) de un sofisticado sistema computacional distópico, cuando se buscaba clasificar lo humano, a través de la encriptación de piezas de arte.
Entonces, si en 1921 la obra de Pirandello rompía reglas y mostraba en escena los engranajes que conforman lo teatral, en esta interesantísima versión dirigida por Javier Ibarra y Lía Misraji, no solo son aspectos como los operadores de audio e iluminación los que están a la vista. La ruptura se produce desde el momento mismo en que el público es invitado a atravesar un pasillo para entrar al espacio de representación dentro de una atmósfera inmersiva, propiciada por las capas sonoras y los efectos de iluminación para luego sentarse no frente a un escenario, sino que en los extremos virtuales que contendrán la acción teatral, evocando la disposición de los espectadores de un pasacalles.
De modo tal que, comulgando con algunas de las propuestas desestructuradoras del artista italiano, comienza la apropiación por parte del público y de la compañía de un espacio no habitual para estos fines. El convivio, ese intercambio entre quienes generan la experiencia teatral y quienes la reciben, ocurrirá en un lugar no concebido para ello. Por lo mismo es que este montaje se anuncia como obra-instalación, en la que se conjugan teatro, arquitectura, artes visuales y mediales. Eso es lo que experimentamos: una pieza multidisciplinar que acentúa el aspecto ritual del teatro y que lo dota de la capacidad para resignificar el espacio, provocando que el acto creativo ocurra aun en condiciones extrañas.
La puesta en escena exige que el elenco se desplace a lo largo del galpón, y con ello se despliega un atrapante diseño sonoro y visual. A esto se suma el atractivo diseño de vestuario cuya estética combina, con acierto, elementos epocales con adminículos luminosos que consiguen aumentar el efecto dramático. Y eso ocurre desde el momento en que los personajes, luego de aparecer desde una parte elevada del galpón, descienden a la explanada, donde transcurrirá la mayor parte de la acción. Es como si luego de estar suspendidos en un pasado que implicara superioridad, bajaran al futuro distópico donde ya será imposible discernir entre lo real y lo inventado. Y será justamente lo inventado, lo que podrá rescatar la esencia de lo humano cuando ya nada quede.
Lo hermoso es que esta versión de Constanza Blanco logra un diálogo entre lo viejo y lo nuevo. Porque si bien sitúa la obra más allá de las reflexiones de Pirandello sobre la esencia de lo teatral y de lo representable, conserva los temas universales, como la relación entre el creador y lo creado. Cabe destacar también que gran parte de los parlamentos son los originales, pues son líneas que permanecen vigentes y con ello, los personajes vienen a demostrar que en su drama y humanidad no envejecen, porque las miserias humanas serán siempre las mismas.
En esta versión hay también algunos cambios en los actantes. Por ejemplo, en la pieza original las fuerzas antagónicas se materializan en los actores, que quieren defender su trabajo, contra los personajes que alegan conocer mejor su propio drama. En la propuesta que ofrece la dramaturgia de Constanza Blanco, la oposición se da entre la dupla de inteligencias artificiales y los personajes, que aunque son solo cuatro en escena, incorporan a los dos faltantes mediante un recurso visual que funciona muy bien. Ya lo repiten con cierta sorna algunos de los personajes: en el teatro hay aspectos que se solucionan con luces.
Todo lo descrito funciona satisfactoriamente gracias a un elenco de alto nivel con un manejo vocal y gestual impecable que consigue que estos personajes sin autor no resulten anacrónicos y que, al final, quede la sensación de que la nada no imperará mientras lo humano quede encapsulado en el arte.
Ficha artística
Dramaturgia: Constanza Blanco
Dirección: Javier Ibarra y Lía Misraji
Asistencia de dirección: Mara Ibaceta
Producción: Macarena de la Fuente
Asistencia de producción: Daniela Araneda
Elenco: Soledad Cruz, Gopal Ibarra, Noel Saint Jean, Nicolás Calderón, Carol Henríquez y Bárbara Martin
Diseño integral: Lía Misraji y Fabián Cordero
Composición musical: Víctor Hugo Araneda
Diseño multimedia: Cristian Reyes
Realización de vestuario: Elizabeth Pérez
Jefe Técnico: Alfredo Basaure
Prensa: Claudia Palominos
Escenografía: Victoria Santos, Lía Misraji, Fabián Cordero y Valentina Pérez
Tocados y diseño gráfico: Lía Misraji, Fabián Cordero y Diego Figueroa
Funciones a las 20 horas, de viernes a domingo, hasta el 9 de octubre, en el Galpón San Francisco de Factoría Franklin, ubicado en Franklin 741.