Por Gabriela Bravo
Existe una enorme paradoja en el cine iraní, ya que es un país que pese a no tener muchos recursos ha favorecido el desarrollo de una industria cinematográfica que goza de un enorme reconocimiento internacional, obteniendo nominaciones y recompensas en los Oscar, Golden Globes o los BAFTA y participando y ganando galardones en los festivales más prestigiosos del mundo como Cannes, Berlín y Venecia, entre otros.
Algo que contrasta radicalmente con la poderosa censura que existe por parte del Estado que busca «moralizar el cine» evitando que el espectador sea perturbado por imágenes que lo confronten al deseo, a la crítica religiosa y política. De esta forma las películas son sometidas a un estricto control por parte de la comisión de examen del Ministerio de Cultura y de la Orientación Islámica desde el momento de su escritura hasta su estreno. Las películas que no respeten los valores religiosos -ya sean iraníes o internacionales- no serán exhibidas en las salas de cines.
Es por esto que el alcance que puede tener la palabra de directores y actores iraníes ha tomado una importancia capital, ya que los festivales internacionales entregan una tribuna donde los artistas pueden expresarse «libremente» no solamente sobre cine y arte, sino también sobre la situación de su país.
Impotente frente a esta «libertad de palabra» de los artistas, que consiguen colarse en los festivales y hablar de temas que el gobierno de Irán no deseaba abordar, el poder intensificó la represión al séptimo arte.
Sin duda 2022 fue un año convulsionado para el pueblo iraní. Desde hace un tiempo que el malestar de la población se venía haciendo cada vez más palpable, a través de manifestaciones, protestas, declaraciones públicas de personalidades, etc. Sin embargo, el episodio que cristalizó definitivamente toda la rabia acumulada fue la muerte de la estudiante de 22 años, de origen kurdo, Mahsa Amini, quien fuera arrestada por la policía de la moral porque su velo no cubría correctamente su cabello y que terminó en estado de coma en un hospital de Teherán, para finalmente fallecer algunos días después.
Esta fue la gota que rebasó el vaso. En septiembre mujeres y hombres se volcaron masivamente a las calles a protestar contra la represión, la desigualdad y la corrupción que ha ejercido la República Islámica de Irán en contra de su pueblo. Una teocracia en donde la religión va de la mano con la política, lo que provoca que las leyes estén íntimamente ligadas a la moral y la religión, permitiendo que cualquier persona que no la respete o la critique sea fuertemente castigada. Por supuesto, el cine no es la excepción.
Cineastas y artistas encarcelados
Para tener una idea de lo feroz que ha sido la represión con los artistas, cabe señalar que la cárcel de Evin, lugar donde van a parar los opositores al régimen, fue rebautizada como La Universidad debido a la gran cantidad de intelectuales encerrados.
En julio de 2022 los directores Mostafa Al-Ahmad y Mohammad Rasoulof fueron encarcelados por haber compartido en las redes sociales el hashtag #putyourgundown y haber firmado una petición para que la policía no utilice sus armas contra los civiles. Esto fue solo un pretexto para silenciar el talento de Rasoulof, quien consiguiera una fuerte notoriedad internacional en 2017 al ganar el certamen Un Certain Regard del Festival de Cannes con su película Un Hombre Íntegro en donde denunciaba la corrupción del sistema iraní a través de la historia de un hombre simple que se niega a dar coimas a las autoridades para que lo dejen en paz. Por supuesto, la película fue censurada por el régimen. En 2020 se alza con el Oso de Oro de Berlín por su cinta There Is No Evil en donde trata -a través de historias breves- la problemática de la pena de muerte en Irán. Un relato potente que ofrece diferentes perspectivas sobre una amenaza que pende sobre la cabeza de toda la población iraní.
En esta ola de detenciones de intelectuales y personalidades públicas en 2022, el director Jafar Panahi fue encarcelado algunos días después, mientras iba a visitar a sus amigos cineastas. Panahi había sido condenado en 2010 bajo el cargo de «propaganda contra el régimen» a seis años de cárcel –que cumplía en libertad condicional- y la prohibición de hacer películas o salir del país durante 20 años. Desde ese momento el director se convirtió en un símbolo de la libertad de expresión y de la lucha contra la censura en Irán. Y es que pese a la prohibición de filmar, Panahi se las arregló para seguir trabajando en condiciones impensables: grabando con celulares, cámaras no profesionales e incluso cámaras de seguridad que se utilizan en los taxis.
Los conflictos entre Panahi y el régimen iraní habían comenzado con la película El Círculo, que ganara el León de Oro en el Festival de Venecia el año 2000, que reveló al público la condición de las mujeres en Irán a través del tema de la prostitución. Así comienza una larga lista de películas censuradas tales como Oro y Sangre que relata la historia de un veterano de guerra de Irak confrontado a las injusticias sociales, Fuera de Juego, donde un grupo de muchachas se disfrazan de hombre para poder ir a ver un partido de fútbol al estadio. También serán prohibidas la ganadora del Oso de Oro del Festival de Berlín 2015, Taxi Teherán, y Tres Caras, ganadora del mejor guion en el Festival de Cannes de 2018, ambas películas hechas en condiciones precarias, con un equipo reducido y a escondidas.
Otro hecho que conmocionó a Irán y al mundo entero fue la detención el 17 de diciembre de Taraneh Alidoosti, una de las actrices más famosas del país, quien se diera a conocer internacionalmente a través de su rol en El Cliente, la película del director Asghar Farhadi que ganara el Oscar a la mejor cinta extranjera en 2016. La actriz de 38 años, que goza de una enorme popularidad en las redes sociales, publicó el 8 de diciembre en Instagram: «Toda organización internacional que vea este baño de sangre sin reaccionar es una vergüenza para la humanidad», haciendo referencia a la muerte de Mohsen Shekari, condenado a la horca por el régimen.
Visto como una enorme provocación por el gobierno, Alidoosti tuvo la valentía de posar en Instagram con el pelo suelto -sin el velo islámico- y con un cartel que decía en kurdo: «mujer, vida, libertad». Feminista reconocida, no dudó en apoyar el movimiento de contestación luego de la muerte de Mahsa Amini, pese a que en 2020 había sido condenada a 5 meses de libertad vigilada por criticar a la policía de la moral. Su detención en la cárcel de Evin provocó una ola de apoyo del mundo del cine con el hashtag #freetaranehalidoosti y una petición para su liberación firmada por más de 600 personalidades como Pedro Almodóvar, Kate Winslet, Jessica Chastain y Jason Momoa, entre otros. De la misma manera los festivales de Cannes, Toronto, Berlín, Venecia y Locarno expresaron su apoyo a la artista.
La actriz fue liberada bajo fianza el 4 de enero a la espera de su juicio, pero sus cuentas en las redes sociales fueron suspendidas. A la salida de la cárcel, Taraneh Alidoosti salió con el pelo suelto.
Censura y exilio
Una de las grandes cualidades del cine iraní es la capacidad que tiene para construir historias profundas, humanas y con contenido pese a las estrictas normas que se deben respetar para evitar la censura.
Uno de los aspectos donde se ejerce el control más severo es sobre la imagen de la mujer, quien debe llevar en todo momento una tenida islámica, es decir, cubrir su cabello con un velo y no utilizar ropa ajustada que deje ver sus formas, además de que no se pueden mostrar rostros femeninos muy maquillados. El contacto físico entre un hombre y una mujer está absolutamente prohibido, al igual que mostrar el consumo de drogas o alcohol.
Esto provoca escenas inverosímiles como que las mujeres duerman con el velo puesto o que una madre no pueda abrazar a un hijo herido. Pero es justamente aquí donde surge la genialidad de los cineastas iraníes, y es que muchos de ellos se las han ingeniado para poder mostrar lo que desean, respetando las normas impuestas. Imágenes metafóricas y poéticas hacen comprender al público lo que no se puede mostrar abiertamente. El montaje toma una importancia fundamental, como por ejemplo el uso del plano y el contraplano para hacer creer que un hombre y una mujer tienen una discusión en una habitación, sin tener ningún tipo de contacto, o incluso utilizar a niños como protagonistas para abordar temas sociales.
Pero no solo la imagen tiene restricciones, también hay temas que no se pueden mostrar en la pantalla grande tales como el adulterio, la seducción, las relaciones sexuales fuera del matrimonio o la homosexualidad, salvo que estos sean el objeto de una crítica. No se puede hablar mal del gobierno, la revolución, la religión o las instituciones de manera frontal.
Una muestra de que la censura se ha vuelto cada vez más hostil con los directores que logran un reconocimiento en el extranjero, es que la película Leila’s Brothers, del director Saeed Roustaee, seleccionada para el Festival de Cannes de 2022 y protagonizada por Taraneh Alidoosti, fue prohibida en Irán debido a que no había pedido la autorización para participar en un festival internacional. La cinta narra la historia de una familia pobre en donde el padre prefiere gastar sus ahorros en un regalo de bodas para su sobrino y convertirse en «el patriarca» de la familia, que dar el dinero a sus hijos que están cesantes para que puedan abrir un negocio. Una película que respeta la censura, pero aborda temas como el caos económico y social que reina en el país.
Las restricciones y acoso que viven los artistas también ha provocado un éxodo – en el mejor de los casos- a países en donde pueden expresarse libremente, y un exilio para quienes han sufrido la persecución y han visto amenazada su integridad física.
Es el caso de la actriz Zar Amir Ebrahimi quien tuvo que huir de Irán debido a que un ex-novio divulgara un video íntimo en el que ella aparecía. Esto pondrá una lápida en su carrera de actriz ya se le prohibirá ejercer su profesión tanto en el cine como en la televisión. Interrogada durante meses por la policía, la artista decide fugarse el día en que su juicio iba a comenzar, debido a que podía ser condenada a recibir 100 latigazos y pasar varios años en la cárcel. Es por esto que para el gobierno iraní fue como un balde de agua fría cuando en mayo de 2022 Ebrahimi se convierte en la primera actriz iraní en ganar la palma de Cannes a la mejor interpretación femenina por su rol en la película Holy Spider, una cinta que cuenta la historia de un asesino en serie de prostitutas en la ciudad sagrada de Mashhad. La película deja ver toda la misoginia que existe en la sociedad iraní, en especial por parte de los religiosos y la policía.
Ali Abassi, director de Holy Spider, es uno de los iraníes que decidió radicarse en Europa para sustraerse de la censura. Basada en un hecho real, Abassi tuvo que ir a grabar a Jordania ya que Irán le denegó el derecho de rodar en la ciudad de Mashhad. Sin embargo, esto le permitió hacer una película que jamás podría haber hecho en su país, ya que se ve el consumo de drogas, la prostitución, el contacto entre hombres y mujeres y la negligencia de la policía y el gobierno.
Durante la presentación de su película en el Festival de Cannes, Abassi explicó que «cinematográficamente hablando, no me siento cómodo con el cine iraní y esto es porque todo es muy jodidamente metafórico, o sea se muestra una flor en el viento y esto tiene que representar alguna cosa. Yo creo que las películas te deben abofetear en la cara y no ser un maldito bouquet de flores». A lo que agregó, «en las películas iraníes se ha mostrado una realidad paralela en los últimos 50 años, en la que las mujeres se acuestan vestidas, nunca se sacan la ropa, no tienen cuerpo, no tocan a nadie, no se tiran pedos, no van al baño, no tienen sexo y apenas caminan», criticando directamente los estragos que ha provocado en el cine y la población la comisión de censura cinematográfica.
Por supuesto que el ministro de la Cultura y de la Orientación Islámica, Mohammad Mehdi Esmaili, señaló que habían hecho «una protesta formal contra el gobierno de Francia» debido a que la selección de la película Holy Spider tenía una connotación «completamente política» y que solo buscaba mostrar «una mala imagen de la sociedad iraní».
Pese a los intentos del régimen iraní por amordazar a sus artistas y mostrar una imagen irreal y distorsionada, el séptimo arte ha conseguido abrirse un camino propio a punta de valentía e inteligencia, demostrando que el cine no es solo una industria de entretenimiento, sino que puede servir como una herramienta de subversión para un pueblo oprimido.