Crítica Literaria “Contaminaciones”: Polución cruzada

Por Jaime Ahumada Ruiz

Pareciera ser que desde las edificaciones y la flora domesticada de las ciudades se hace cada vez más difícil pensarnos, en tanto seres, como parte de un ecosistema más amplio. La razón europea que hoy predomina, herencia tanto de guerras, usurpaciones e imposiciones, como de siglos de desarrollo intelectual e intercambio cultural, nos ha entregado seguridad y comodidades, pero también un profundo desarraigo territorial y ontológico; un sentir de extravío entre las potenciales elecciones que hemos erguido para nosotros y el insoportable peso que estas pueden tener —sensación llamada “mareo” por Kierkegaard o “náusea” para Sartre— que, creemos, nos enajena de lo externo y nos encierra en la individualidad.

Sin embargo, ese peso tiene efecto en esos espacios del que nos pensamos desligados. Nuestras huellas en la tierra la impactan, y ellas retumban en nosotros, así como el barro se cola en nuestros pies. “¿Cuántos cadáveres de animal encontraría si agrieto la tierra para plantar un limón que reemplace el seco?” es la pregunta con la que abre Contaminaciones, el primer libro de poemas de Camila Blavi Contreras, estableciendo perfectamente el tono para el resto del poemario, que aborda con asociaciones libres e imágenes oníricas, y a ratos pesadillescas, la hibridez entre persona y naturaleza, así como el indisoluble lazo continuo que existe entre el adentro y el afuera que separan las pieles.

El libro se divide en tres apartados nombrados según islas del Archipiélago de Los Chonos, situado en la región de Aysén: Lemuy, Isquiliac y Nalcayec. En ellos, Blavi sumerge sus pies en el agua y el fango para dejarse afectar por ellos, para hacerlos dialogar con sus emociones, dejarlos entrar e infectar su escritura y su persona, y también ella permitirse erosionarlos con sus angustias y sentires. Estos lugares, alejados de la mano funcional y transformadora de las personas, sirven como refugio para que la división humano naturaleza se trice y permita el flujo de mareas entre ambos.

Los versos de la autora son expresiones de esta trizadura: se encadenan como un mosaico de espejos rotos, nuevos y gastados, que en conjunto entregan una imagen de fisionomía mestiza, una cruza de aires míticos burlescos que está dispuesta a cambiar según el paisaje/persona que se le ponga enfrente. La introspección nace así de los márgenes que unen cada imagen en todo distinguible, y se mueve por meandros entre lo abstracto y lo material del paisaje, lo sensorial y la emoción. El único visitante de estos territorios que se mantiene constante, con una amenaza de volverse residente, es la desolación presente en un territorio que no puede ser ni olvidado ni atendido, de las personas que al llegan por opción o accidente, y la relación que mantienen, que nunca puede cuajar.

En los poemas presentados la corporalidad choca y se confunde con la naturaleza, la  invade y ataca buscando que los efectos se expresen en ella, ya que se trata de cuerpos solitarios, pero que se encuentran abiertos a los estímulos externos, ya sea de otros cuerpos o de las inclemencias que llegan a tocar la puerta, las que son aceptadas y en ocasiones también disfrutadas. Mientras que los cuerpos y personajes que se distinguen se concentran más en sentir, es la naturaleza la que actúa; con su impredecibilidad lastima, pero también sufre, y empuja a quienes la habitan también a la acción.

En ese mismo sentido, el tiempo también es un factor que se hace presente y que se ve trastocado. Imágenes que evocan el pasado se presentan en el ahora, dejando entrever destellos de futuros ciertos y potenciales. Así se refuerza la idea de continuidad entre vidas, pues no se trata solo de la presencia de la persona en la naturaleza, sino de la constante presencia del espacio natural como único espacio posible; tanto en lo introspectivo como en el exterior; no existe nada que pueda escapar de ella. Sin embargo, esta cualidad no es fruto de una omnipresencia natural o pachamámica, sino de la perspectiva de que el ecosistema se construye como un todo conjunto, que avanza —para bien o para mal— a la par de nosotros.

A medida que el poemario avanza, y se van sucediendo sus tres partes-islas, la domesticación del ecosistema y la vida se va haciendo cada vez más presente, y se comienza a distinguir la constante presencia de un otro indeterminado, que se mueve como una fuerza natural, tan constructora como destructora. En ese enlace con el otro es donde los muros se levantan y comienzan a ordenar y dividir el hábitat, que en un comienzo se mostraba abierto e indomable. Pero los muros levantados no lo cierra, o al menos no por completo; lo delimitan y someten, aunque sigue estando allí el fulgor de libertad que lo supera a él y a los cuerpos, llamándolos y dañándolos simultáneamente.

Contaminaciones de Camila Blavi Contreras muestra la caótica relación entre los esquemas mentales humanos y los territorios, naturales o emocionales, que pretende ordenar. Así, la diferencia entre planta y animal, como la de animal con humano, es presentada más que nada como una diferencia verbal. Es la palabra la que finalmente somete a la naturaleza y la vida, la que, en conjunto al cuerpo, con este como principal herramienta, da forma a ecosistemas que lo incluyen y superan, que lo desbordan en imprevisibilidad. Lo increíble —y maravilloso— es que Blavi logra plasmar todo esto en su escritura, en su construcción de versos y conformación de poemas.

FICHA TÉCNICA

Título: Contaminaciones

Autor: Camila Blavi

País: Chile

Año de publicación: 2022.

Género: Poesía.

Editorial: Komorebi.

Páginas: 61

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