Columna de opinión: El legado de Augusto Góngora

Por Galia Bogolasky

Hace exactamente 20 años conocí a Augusto Góngora. Trabajé con él en la Gerencia de Programación de Televisión Nacional de Chile. Él era productor ejecutivo de cultura, y yo estaba recién aprendiendo. Era mi primer trabajo, y él se convirtió en una inspiración. Tuvimos largas e interesantes conversaciones en torno a la cultura. Hablamos de libros, de cine, de teatro. Nos contó muchas anécdotas divertidas sobre estar emparejado con una actriz, y todo lo que conlleva ese mundo. Lo más interesante es que hablamos mucho de contenidos culturales en televisión, en una época donde no era raro tener cultura, de verdad, en televisión abierta. Con su humildad, algo que era difícil de encontrar en televisión, no se jactaba de sus logros ni sus éxitos, todo lo contrario. Siempre estaba dispuesto a escuchar, conocer, observar y analizar. No era de los que se quería lucir con sus vastos conocimientos, ni sobre televisión ni sobre cultura. Siempre se mantenía discreto, con una gran sonrisa y buena actitud.

Yo era una joven, recién salida de la universidad, y él se daba el tiempo de escucharme. Algo que era poco usual en los ejecutivos de televisión de esa época. Augusto era de los pocos que entendía la cultura como contenido para televisión y lograba llevarla a las masas y, al mismo tiempo, hacerla interesante y accesible. No era de los que ponía la cultura en un pedestal imposible de alcanzar para la gran masa de televidentes que existía en esa época, sino que sabía cómo hacer lo que era la real cultura “entretenida”. Supo cómo acercar el cine y la literatura a las grandes audiencias, y después de él, nunca más se logró ese nivel de audiencias en programación cultural en televisión abierta. Góngora era cero pretencioso, hacía su trabajo de manera silenciosa y pienso que nunca dimensionó lo trascendental que fue su aporte, con su gestión para lograr que la cultura fuese programada en televisión abierta, con contenidos entretenidos, interesantes, y con un tono amable.

Augusto Góngora fue una figura inspiradora para mí. Lo admiré profundamente, ya que siempre quise lograr acercar la cultura a las grandes audiencias, y él fue capaz de hacerlo, y no sólo eso, sino que lo hizo con éxito. Se puede entender que en los 90 y los años 2000 no había mucha competencia para la televisión, como si ocurre hoy en día, pero no era fácil programar contenidos culturales interesantes y atractivos y él lo logró como nadie. La calidad de los contenidos producidos y realizados por él se echan de menos en televisión hoy en día y su gestión nunca ha sido superada.

Pero lo más importante es que era una persona tan sencilla, y tan interesante, que nos hará falta en el mundo de la cultura. Quedamos a la espera de ver el documental La memoria infinita de Maite Alberdi, una muestra de generosidad de su parte y de Paulina Urrutia, que aceptaron abrir su espacio privado para que las audiencias sigamos aprendiendo de él para siempre.

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