Por Gabriela Bravo desde Cannes
Al salir de la sala de cine después de haber visto The Zone of Interest, me cuestioné a mí misma, ¿se puede apreciar una película sin que la haya disfrutado? Porque para ser sincera no disfruté nada viéndola, sin embargo, estaría mintiendo si digo que esta cinta no ejerció sobre mí una tal fascinación que me fue imposible sacármela de la cabeza durante horas.
La historia de The Zone of Interest es muy simple, ya que narra la vida cotidiana de una familia alemana, relativamente acomodada, en donde la mujer se preocupa de la casa y los hijos mientras que el padre trabaja en el ejército. Durante los días de reposo, la familia aprovecha su tiempo para ir al río y pasar tiempo juntos, todo el mundo se quiere mucho y parecieran tener una vida tranquila. Nada más banal salvo por el pequeño detalle que su casa se encuentra en frente del campo de concentración de Auschwitz y que el militar es Rudolf Höss, responsable de mejorar las condiciones para que el exterminio de los judíos sea más efectiva.
El tema del Holocausto ha sido tratado muchas veces, sin embargo, el ángulo que utiliza Jonathan Glazer es completamente innovador. Como espectador es imposible no sentir una gota fría que nos recorre la espalda al ver la manera en que retrata a los nazis no como monstruos sanguinarios, sino como personas normales, con vidas familiares normales, con gustos normales, con problemas de trabajo normales, es decir, como cualquier persona, como nuestras familias, vecinos o amigos.
Inspirado del libro homónimo del escritor británico Martin Amis, The Zone of Interest muestra cómo el genocidio judío responde a la misma lógica capitalista derivada de la revolución industrial, es decir, cómo maximizar la producción disminuyendo los costos y los tiempos. Esto se puede ver en las escenas en que se habla de este “proyecto” como si se tratara de una reunión de negocios, en una oficina con gente que escucha de manera interesada los objetivos que se plantean, los costos y los desafíos para el futuro.
Un elemento que resulta perturbador es que el primer plano visual está dedicado a la familia nazi, pero durante toda la película escuchamos incesantemente un segundo plano sonoro lleno de ruidos de balazos, explosiones y gritos, como para recordarnos en cada momento que, a solo unos pasos de ese pequeño edén, se está escribiendo una de las páginas más oscuras de la humanidad.
Todo lo anterior coronado por las magníficas actuaciones de Sandra Hüller en el rol de Hedwig, una esposa dedicada y estricta que vela porque su casa y su jardín sean acogedores y distinguidos. Una mujer que es capaz de intercambiar consejos con sus amigas de cómo encontrar las joyas y objetos de valor en las pertenencias expoliadas a los judíos, teniendo la delicadeza de destacar lo inteligente e imaginativos que son para esconder los objetos.
Y Christian Friedel, en los zapatos de Rudolf Höss, un padre cariñoso y un trabajador responsable que trata de hacer todo lo posible para cumplir con los objetivos que su jerarquía le ha pedido.
La maestría de The Zone of Interest es que tiene el poder de hacernos sentir incómodos y aterrados sin mostrar una sola gota de sangre. No veremos nada, pero lo intuiremos todo. La cinta viene a interrogarnos directamente hasta qué punto nosotros podríamos ser esa familia, hasta qué punto la aberración se esconde en nosotros mismos y hasta qué punto somos lúcidos para darnos cuenta de lo que está sucediendo a nuestro alrededor.
Entonces, no, The Zone of Interest no es una película que se disfruta, pero es una obra audaz y necesaria que vale la pena ver.
Ficha técnica
Título: The Zone of Interest
Género: Drama
País: Estados Unidos/ Reino Unido
Año: 2023
Duración: 106 minutos
Director: Jonathan Glazer
Elenco: Sandra Hüller, Christian Friedel, Ralph Herforth