Crítica de cine “Disco de oro”: Biopic con mucha música y poca alma

Por Paula Frederick

La música y el cine están ligados de por vida. Dos manifestaciones artísticas que se retroalimentan constantemente y que, a veces, parecen no poder existir sin la otra. Por supuesto, la historia de la música ha nutrido también el camino de lo que el cine nos quiere contar. Las biopics y epopeyas protagonizadas por artistas sufridos, incomprendidos y visionarios que rompen los esquemas a punta de negativas, han inspirado cientos de historias de la pantalla grande. Con resultados distintos, puntos altos y caídas estrepitosas, pero siempre con esa música de fondo que endulza y engrandece el camino de los héroes y heroínas del momento.

En ese contexto, la propuesta de Disco de oro no deja de ser arriesgada. No solo por engrosar la lista de películas sobre los “locos lindos” que cambiaron la historia de la industria, esos que siguieron adelante a pesar de los constantes portazos en la cara. Más bien, porque esta vez es el hijo del héroe quien cuenta la historia. El director Timothy Scott Bogart nos presenta a su propio padre, Neil Bogart, quien se convirtió en millonario al fundar Casablanca Records en 1974 y descubrir a algunas de las mayores estrellas de la música como KISS, Donna Summer o The Village People. Es decir, por construir un sueño imposible, y muy “americano”, parte de la cultura pop de los 70 y 80.

Sin duda, la hazaña de Neil Bogart fue notable. Una historia que sigue al pie de la letra los cánones de las grandes epopeyas hollywoodenses. El joven aspirante a cantante pop de Brooklyn que se transforma en un magnate del mundo del espectáculo. Y todo lo que viene entremedio, que es lo más atractivo. Altos y bajos, decepciones y caídas, familias que se rompen, parejas que se alejan, amistades que se destruyen. Pero también, nuevos amores, destrezas, caminos y círculos de confianza. Una suerte de destrucción de la propia vida, para luego volver a reconstruirla desde el lugar donde se quiere estar. Como si la única manera de alcanzar una existencia extraordinaria fuera reiniciarse y dejar atrás la normalidad.

Desde el inicio, la narración quiere involucrar al espectador de manera deliberada. Neil mira a la cámara, sin pudor y nos dice “todo lo que verán es real. Incluso las partes que no lo son”. Como si se tratara de un autoproclamado “gran pez”. Una llamada efectiva, pero que paradojalmente no genera la empatía esperada. Porque revela sin sutilezas ni sorpresas su intención, interrumpiendo además la fluidez del relato. La efectividad de las narraciones en off, al final, es un misterio. A veces se acoplan perfecto y le dan un valor agregado a la historia. Otras, parece un ente ajeno, agregado a la fuerza para ensalzar algo que ya lo tenía por sí solo.

Quizás, las partes más interesantes de la película son las fricciones que presenta. Es decir, las contradicciones propias de una industria y que pueden extrapolarse a toda la sociedad. Un mundo de ejecutivos hombres y blancos, que se contraponen al avance avasallador del talento afroamericano. Entre ellos, Bill Withers, Donna Summer, Gladys Knight o los Isley Brothers, interpretados por varias estrellas actuales como Wiz Khalifa, Jason Derulo, Tayla Parx y Pink Sweats. A los que se suman los rupturistas y excéntricos KISS, a quienes Bogart se empeña en sacar adelante, contra todo prejuicio. Así, las virtudes cazatalentos del antihéroe en cuestión hablan por sí solas. Pero el director, su hijo, quiere ir más allá. Transformarlo en un personaje legendario, sobrehumano. Eso hace que se tome licencias poéticas que a veces se perciben como innecesarias, hiperbólicas. Sí, su devoción es comprensible. Hasta conmovedora. Pero la duda queda: ¿Es ese el rol de un director de cine que cuenta una historia real? ¿Ensalzar la imagen de alguien querido de manera deliberada? ¿Construir una película como si se tratara de El gran pez, pero sin que ese sea el tema central? La respuesta no es tan clara, sino más bien visceral. Ese mecanismo funciona a medida que el resultado final adquiera coherencia y despierte empatía. No cuando el truco es demasiado evidente y fácil de descubrir.

Una buena historia, no necesariamente hace una buena película. Una buena banda sonora, tampoco. Disco de oro sin duda tiene ambas. Y un buen personaje, también. Un luchador de los que Hollywood ama, carismático, perseverante y con ciertos destellos de magia. Pero al final, ninguno de estos elementos termina por elevar la película hacia el siguiente nivel. Se transforma en un homenaje que no escapa a los lugares más comunes del género biográfico, que exagera al agregar ingredientes a un personaje titilante, cuyo valor en la historia de la música lo hace brillar con luz propia. Sin necesidad de exceso de focos, luces de neón o trucos grandilocuentes. Cuando estas luces dejan de encandilar, solo queda la sensación de haber pasado un buen rato, un momento de entretención y disfrute musical que, al contrario de los personajes que retrata, no pasará a la posteridad.

Ficha técnica
Título Original: Spinning Gold
Director: Timothy Scott Bogart
Reparto: Caitlin Fitzgerald, Jason Isaacs, Jeremy Jordan, Kenan Thompson, Michelle Monaghan, Neil Patrick Harris, Peyton List, Richard Dreyfuss, Steven Strait
Fotografía: Byron Werner
Distribuidora: BF Distribution
Año: 2023
País: Estados Unidos
Estreno en salas: 1 de junio

 

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