Por Catalina Brieba
Cuéntanos un poco de la película. ¿Cómo surgió el proyecto?
El proyecto surgió, primero cuando le hice el casting a la actriz argentina Verónica Intile en el 2014 o 2015 para Fragmentos de Lucía, mi segunda película, donde finalmente Javiera Díaz de Valdés la protagonizó, pero quedé muy impresionado por el casting que hizo ella, porque fue también improvisado. Ella estaba grabando una escena pequeña de la película de Matías Bize, La memoria del agua, y había venido a Chile. Yo no le conté casi nada de la película, pero le dije: «estoy haciendo esta película, improvisa algo», fue muy fluido, ahí hubo mucha química y estuve en contacto. Después ella vino para el estreno de la película de Matías Bize, Mensajes privados, y me avisó con tiempo, pero como veníamos saliendo de la pandemia no había mucha inspiración. Había ideas un poco desordenadas, y finalmente cuando ella llegó no teníamos nada armado. Entonces nos juntamos y hablamos. Conversamos de varias cosas que nos estaban pasando, del medio, de las redes sociales y de cómo la gente aparenta mucho, cómo se prestan para aparentar un tipo de vida, o una idea de que todos estamos bien, pero en realidad no es así, o de armar personajes que son totalmente ajenos a la realidad, y que esto no solo se da en el mundo de la actuación y del arte, sino que en todo tipo de trabajo, que tienes que cumplir un rol, y no te puedes salir de eso. Yo creo que ese fue el eje.
Yo le conté una historia sobre los gitanos y le preguntaba si en Argentina había gitanos, y me decía que nunca había visto, y a mí me intrigaban mucho los gitanos. Esa es la parte que ella cuenta al principio de las niñas gitanas que se pasaban una bolsa. Eso a mí me impactó mucho y ella lo agarró e improvisó. También está el tema de las crisis de pánico, de cómo se abordaban esas cosas, que se da mucho en lugares públicos, donde uno no sabe cómo desenvolverse. Yo creo que reunía varias cosas que nos interesaban a los dos, y se dio.
¿Fueron construyendo juntos el guion y la historia?
Sí, pero de ahí a escribir algo, nada. De verdad fue un día en la plaza caminando, conversando nomás, y después ella, como tenía lo de la Avant premiere, estaba de un lado para otro, que el vestido, los zapatos, en eso estaba, y entonces ahí me adaptaba a las cosas de ella, a su horario. Grabamos esta parte de la Avant premiere, cuando ella se vestía, pero ahí todavía no teníamos nada. Después de la Avant premiere nos juntamos para grabar, todavía sin tener todo tan claro. Le conté esta historia de los gitanos, de las crisis de pánico, hablamos otra vez de esos temas, retomamos. Partía ella despertando de este sueño, entonces ahí yo le decía: “ya, ahora habla de las gitanas”, era todo un monólogo de diez minutos sobre eso. Después otro monólogo, otra toma de algún sueño, y también había otra toma, y al final yo mezclé las tres. Quedó algo mezclado entre esas tomas, y ahí se armó esta cosa tan extraña.
Me parece interesante que eran tres cosas distintas, pero la cámara siempre era muy íntima, y eso está muy coherente entre las tres tomas.
Sí. En un momento incluso intentamos meter más actores, porque estaban todos los de la película de Matías Bize, estaban Antonia Zegers, Blanca Lewin, y en un momento quisimos agrandar más la cosa, pero esto era algo sencillo, íntimo, había más control. Tratar de armar algo con ellos, y así improvisado, y sobre todo teniendo solo la cámara. No tenía a alguien que me hiciera sonido ni nada, entonces, no.
¿Tú estabas haciendo todo?
Sí, totalmente. Yo le puse un micrófono, y tampoco funcionó muy bien, y ella justo se había resfriado, y entre su voz, así resfriada, y el micrófono que se le tapó por la sábana, como que quedó ahí. Seguimos grabando igual, pero yo pensé que no iba a quedar bien. Después Florencia González, que es quien hizo el diseño sonoro, que es argentina también, ella hizo magia, lo arregló, y como eran tomas distintas, obviamente la calidad del sonido era distinta. Había ruidos de fondo u otros ruidos, y ella ahí lo dejó más parejo como si fuera una sola toma, y también todo el sonido que hay de ambiente. Hizo una muy buena pega.
¿Qué es lo que más te gusta del corto? ¿Con qué quedaste más contento?
Con esa cosa espontánea, porque escribir un guion te da seguridad, claridad, estructura, pero si te apegas mucho a ese guion se pierde la magia también, queda algo muy literal, muy predecible incluso. Entonces, hacer algo que fuera más espontáneo e improvisado y que se diera no más, con eso lo pasé bien. Yo creo que los dos lo pasamos bien, eso fue lo más rico. Hacer algo sencillo y que tuviera contenido, y disfrutar el oficio.
Qué bonito eso, disfrutar el oficio…
Sí. Eso es lo que más me gusta de los cortos, porque te dan esa libertad. Si quieres hacer una cosa más ambiciosa, más compleja, como varios de los cortos que hay, que igual tenían harto presupuesto, varios fondos, apoyo de afuera también. En la cámara, en la luz, se nota el presupuesto, pero sí en algunas cosas se nota mucho el guion, toda esa estructura, toda esa planificación más cuadrada. Quizás yo lo noto más, pero creo que ahí se pierde esa magia, esa cosa más orgánica, y sobre todo en las actuaciones, porque siento que los actores quedan muy limitados, que tienen que decir una frase y después ya no saben qué hacer, y como que quedan perdidos. Pero esa fluidez es lo que me gusta harto.
¿Qué proyectos tienes en carpeta que nos puedas contar?
En cine estoy con dos proyectos, un largometraje de ficción y un documental. El documental es en parte producto del desarrollo e investigación del otro, sobre la reforma agraria a mediados de los 60 desde el punto de vista de un niño mapuche que participa en las recuperaciones de tierra y después se hace militante del MIR. Recibió el apoyo del Programa Ibermedia y actualmente está en etapa de financiamiento.
Ficha técnica
Título: Un reflejo ajeno
Director: Jorge Yacoman
País: Chile- Argentina
Idioma: Español
Duración 6 Min
SANFIC19