Por Trinidad Quinzacara
Este 11 de noviembre en la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA) se realizó el lanzamiento del libro Las periferias, la primera publicación no colaborativa de Angélica Ramírez. Es un libro compuesto por 11 cuentos que se conectan por las periferias narrativas. En él, a través de historias llenas de suspenso, inserta el mensaje de que la violencia puede venir de cualquier persona o situación. Y que a veces solo se puede esperar el peor desenlace.
Quería saber más en profundidad, ¿por qué las periferias? ¿Por qué no lo marginal o en el borde?
De hecho, es interesante esa pregunta porque el libro inicialmente se llamaba Al Margen. Cuando yo recién junté los cuentos en una propuesta. Y cuando postulé al fondo del libro, se llamaba así el libro. Después como que no me convenció, además me di cuenta de que ya había otros libros con títulos muy parecidos. Cuando me puse a buscar, había libros que se llamaban Al Margen de… Entonces decidí cambiar. Y le puse ese otro nombre, que es Las periferias.
Como explico en el prólogo, quise ampliar un poco este concepto. Porque en realidad el libro no se trata literalmente de una comuna periférica o de la pobreza. La gente lo podría interpretar de esa forma, tomar el concepto literal o los estereotipos que están asociados a eso. Yo más bien quise tomarlo desde otra perspectiva. Que la periferia podía ser distintos bordes, distintos márgenes, y de los periféricos también, distintas formas de ser periféricos, distintos marginales, etc. Gente que está al límite en distintos contextos.
Subvertir este concepto y transformarlo en otra cosa. Por eso también la portada, la foto de la portada. Quiero hacer ahí el reconocimiento que es de una fotógrafa chilena súper talentosa que se llama Teresa Arana Migliassi. La foto de la portada es un poco ambigua. Eso es lo que a mí me gustó, porque inicialmente estuvimos viendo otras opciones que hablaban muy literalmente de la periferia. Eran fotos de espacios que asociamos como imágenes de la periferia, perros callejeros, cosas así. En realidad no se trata literalmente de eso. Quise algo más ambiguo porque en realidad el concepto se transforma. Esa es la idea.
Eres psicóloga, y aparte eres psicóloga jurídica y forense. Es algo que se nota que influye en tu escritura. Pero ¿te imaginabas que ibas a terminar compaginando la escritura con ello?
La verdad, sí, a mí siempre me ha gustado escribir. Pero he tenido la reserva de que hay ciertas cosas que uno conoce en este mundo como profesional y que por cuestiones de ética tampoco yo puedo tomar esas historias y narrarlas. Es complejo. Quizá conozco muchas historias que pueden ser muy interesantes. Como para hacer cuentos, para hacer una novela. Porque cuando uno trabaja en esta área ve cosas muy terribles también. Lamentablemente, los psicólogos en general trabajan con las cosas terribles que le pasan a los demás. Creo que es muy mínimo el espacio en que las personas se acercan a un psicólogo en búsqueda solo de desarrollo personal. Porque, en general, es que hay un problema. Siempre estamos abordando eso, si lo tuviera que englobar en un concepto diría la miseria humana. Pero cuando hablamos del área jurídico, forense, ahí se transforman en otras cosas terribles. Por ejemplo, la vulneración de derechos a los niños. Me tocaba harto ver eso. Trabajé también en intervención con jóvenes que cometen delitos, con jóvenes infractores, sus historias de vida son muy terribles, son muy complejas. Ahí tú te das cuenta que la población de jóvenes que cometen delitos son los mismos niños que antes eran los niños vulnerados, abandonados. Son esos mismos niños cuando crecen.
Yo no puedo tomar esas historias y contarlas. Pero sí me gusta ficcionar ciertas cosas, imaginar historias, obviamente, y muy influido por el trabajo que he tenido. Eso creo que sí se puede plasmar en los cuentos. Pero siempre con ese respeto, con ese resguardo a las historias de vida, que a nosotros nos puede parecer interesante de narrar, de leer o de ver en una película. Pero muchas veces, eso que nos está entreteniendo a nosotros, que nos parece interesante, son historias reales de personas que están sufriendo. Siempre con ese cuidado, yo creo que ese es el límite. No tomé ninguna historia de casos que yo conozca para escribir los cuentos. Pero sí, obviamente, está muy influenciado por esa área en la que me muevo, por la formación que recibí. Ahí está la inspiración de varios de los cuentos.
También hay un carácter social en el trasfondo que haces. No solo es por entretenimiento, sino que también hay un mensaje muy social y psicológico.
Sí, de hecho, lo que les contaba en la presentación, que me di cuenta después. Obviamente yo no planeé a priori: “Voy a hacer un libro que aborde la violencia”. Pero después me di cuenta que varios cuentos o las cosas que yo escribía terminaban derivando en eso. Quizá por mi historia de vida, porque vengo de entornos donde había violencia. También por mi trabajo. Pero no era algo que planeé, así fue saliendo. No creo que la literatura tenga el objetivo o el fin último de ser un espacio de educación. No tiene esa obligación, pero sí puede serlo. Si a alguien le sirve leer algún cuento y darse cuenta de que hay ciertas violencias que de pronto son más sutiles, que no son las violencias más fáciles de reconocer como un golpe que deja una huella visible, que hay otras violencias. Eso quería plasmar.
En FILSA dijiste que clasificarías este libro como la categoría de realismo sucio. ¿Qué características dirías que convierte Las periferias en parte de este estilo?
Trato de plasmar la realidad tal como es, sin buscar embellecerla o sin buscar justificar tampoco a los personajes o darle demasiada explicación a las cosas. Siento que a veces hay cuestiones que ocurren así y muchas veces no tienen sentido, muchas veces las personas hacen algo y no tienen una motivación tan clara. Y a veces la gente busca una explicación, que hubiera para todo un trasfondo, que una persona que hace algo malo es porque a lo mejor le pasó algo malo, y, a lo mejor no. Tal y como es, sin sobre explicarlo, sin embellecerlo, sin justificarlo, pero tampoco haciendo alegorías a eso, porque tampoco creo que quieran ensalzar a la gente que hace cosas terribles, pero creo que el espacio es más bien de comprensión. Algo que nosotros los psicólogos también decimos mucho es que comprender no es igual que justificar, que yo entienda porqué ocurre un fenómeno no significa que yo piense que está bien o que le esté dando la razón a esta persona, sino que quiero entender qué es lo que pasa. Eso justamente es como lo veo. Como les mencionaba a Raymond Carver, y si buscamos un chileno, quisiera agregar a Manuel Rojas, donde no necesariamente los personajes aprenden una lección o no necesariamente hay una moraleja para el lector, sino que son las cosas que ocurren en la vida, ocurren este tipo de cosas. La gente se equivoca, la gente comete errores. Hay gente que deliberadamente hace cosas que podemos considerar cosas malas. Hay gente que es violenta, hay gente que a lo mejor es violenta porque lo han violentado, y hay gente que es violenta porque tiene algún problema mental, o simplemente es una conducta aprendida, o porque vivimos en una sociedad violenta, donde hay mucha alrededor de todos nosotros, en los medios de comunicación, en la entretención, en los videojuegos, pero no creo que haya una cadena causa-efecto. Yo no diría, por ejemplo, “que los niños no vean estas cosas porque van a convertirse en tal cosa”. Nada es causa-efecto. Pero sí estamos en un entorno violento, y creo que hay que hablar de eso.
En esos entornos violentos, no necesariamente son cuestiones tan rebuscadas las que pasan, planeadas, espectaculares, sino que muchas veces son de la vida cotidiana, las cosas mínimas. De repente de un momento a otro todo cambia, alguien se puede equivocar, o algo malo puede pasar, inesperado, y así suceden las cosas. Por eso creo que lo catalogaría de esa forma, como del realismo sucio, la realidad tal como es, con sus cosas buenas, y también los sinsabores de la experiencia que tenemos todos como personas.
¿Cómo haces este hilo conductor entre violencia y periferia?
Justamente tomando el estereotipo. La gente en general, como sociedad, hemos construido el estereotipo y sostenemos hay un sujeto violento, que es de una forma en particular, y generalmente está asociado a la marginalidad, a los periféricos. Por ejemplo, nosotros vivimos en un país que es súper clasista, y vivimos en una región, en la región Metropolitana, que está habitada de una manera segregada, donde hay lugares donde vive la “gente de bien” y otros lugares donde viven los demás. En general a esos otros que habitan en la periferia, se les juzga. Quizás ahora hemos ido cambiando un poco, pero yo me acuerdo que antes, no hace mucho tiempo, una persona en su currículum no podía poner que vivía en La Pintana, o en la población José María Caro, porque no le daban trabajo. Hay ciertos espacios que cargan con un estigma súper fuerte, de que solo por el hecho de vivir ahí, o de provenir de ese lugar, ya vas a cumplir con ciertas características, como de ser una persona potencialmente peligrosa, y que no podemos confiar en ti, y no te vamos a dar trabajo, por ejemplo.
Cuando uno empieza a leer los cuentos se da cuenta que en realidad el estereotipo se rompe, porque los periféricos, los marginales, o el sujeto violento, no es esa persona que pensábamos que iba a ser. No está construido así, sino que en realidad es cualquier persona. Es una persona que trabaja, y que va todos los días a su trabajo, que tiene una familia, y de repente, a lo mejor por negligencia, o quizás deliberadamente, hace un acto de violencia en contra de otro, produce daño. Puede ser que la violencia de pareja también puede ser ejercida por una mujer. Eso también ocurre. Está la violencia machista, que la plasmo harto en el libro, porque no podemos obviar eso, de que la mayor parte de la violencia en relaciones de pareja es ejercida por hombres.
Quizás ahí está esa mayoría, pero se rompe. Lo que busco hacer es romper el prejuicio, de que el sujeto violento tiene determinadas características, o que proviene de cierto lugar marginal, sino que puede ser cualquier persona. Por eso escribí eso en el prólogo, de que cualquiera puede habitar la periferia y que hay muchas periferias, que no es solo esta periferia geográfica. Y creo que aquí, en Santiago particularmente, las personas, lo tenemos muy incorporado. Y viví ese estigma, yo que soy de Conchalí, cuando fui a la universidad, primero me di cuenta de que mucha gente no sabía dónde quedaba Conchalí. Tenía compañeros que pensaban que yo vivía fuera de Santiago. Me decían: “¿Cómo te vas a tu casa? ¿Tienes que tomar un bus?”. “Pero si yo vivo en Santiago”. No había ninguna consciencia. No sabían cómo era ese lugar tampoco. En la universidad fue la primera vez que yo compartí con gente tan diversa. Porque antes yo había estudiado el liceo público, ahí todas mis compañeras venían más o menos de realidades muy parecidas. Pero cuando yo entré a la Universidad de Chile, ahí no, porque tenía compañeros que venían de realidades muy distintas a la mía. Creo que yo y un par de personas más, éramos los únicos que veníamos de este sector, más pobres, porque ni siquiera voy a decir clase media. Éramos más bien pobres. Vivíamos en comunas periféricas. Ahí me di cuenta de que muchas personas con las que conviví tenían una idea muy errónea de cómo eran las personas que vivían en ese lugar. A veces hablaban despectivamente de los flaites o la gente que vive en esos lugares. Y siempre les decía, “pero es que si tú vas a decir que los flaites son personas pobres que viven en esos lugares, entonces yo también soy flaite. Me estás diciendo a mí también, que yo cumplo con esas características”.
Así como en cualquier lugar, en las comunas más pobres vivimos todo tipo de personas. Personas que a lo mejor sí infringen la ley, pero hay personas que no, que trabajan, que no quieren trabajar también. Gente que son artistas, músicos, cantantes, escritores, hay de todo. También en las comunas que nosotros pensamos que son “de bien”, porque tienen mejor situación económica, hay de todo. Pero no está ese estigma. Buscaba transformar un poco el estereotipo de lo que es el periférico. Ojalá se logre entender así, que era lo que quería plasmar.
Tomaste alrededor de siete talleres, además de distintos cursos antes y durante la elaboración del libro. ¿Cuándo decidiste que querías escribir un libro?
Sí, de hecho, participé en muchos talleres, pero no tenía la idea o el proyecto de hacer un libro. Primero, por inseguridad, porque inicialmente no pensaba que pudiera interesarle a otras personas lo que yo tenía para contar. Estos talleres me sirvieron mucho. Me acuerdo patentemente de una experiencia en el taller con Diego Zúñiga, nos hizo hacer este ejercicio clásico donde uno escribe una lista de recuerdos, que viene de un escritor, Joe Brainard, de su libro Me Acuerdo que está construido en base a fragmentos de recuerdos de su vida. Me puse a escribir un listado de recuerdos, cuando él los leyó, me dijo: “¿Cómo que no tenían nada que escribir? Aquí hay muchas cosas muy interesantes, historias muy potentes. Tienes mucho material”. Tampoco quería escribir de mí misma directamente. Pero me di cuenta de que las cosas que conocía podrían parecer interesantes o atractivas al ojo de un lector. Con las experiencias de los distintos talleres me lo pude tomar en serio. Cuando ya junté varios textos, me di cuenta que podía formar algo, un proyecto. Algunos cuentos quedaron fuera del libro porque no cumplían con este hilo conductor, o tampoco sentía que estaban tan bien trabajados.
Una experiencia que me sirvió de ejemplo fue la de Antonio Baeza, que es el que me acompañó ese día en el lanzamiento del libro, que presentó el libro. Él también es psicólogo, pero se está doctorando en literatura. Él publicó un libro el año pasado e hizo toda esta gestión del fondo del libro, mandó el libro a una editorial, que es la misma editorial con la que yo publiqué. Básicamente seguí sus pasos. Él había publicado otros libros autoeditados. Los imprimía, los pegaba y los vendía él mismo. Mandó estos libros a una editorial, se los aceptaron, se ganó el fondo del libro, y pudo publicar el libro. Ahí creo que fue que lo vi posible, porque tampoco conocía el proceso. Creo que muchas personas que escriben, me sumo a eso también, no tenemos idea cómo funciona el mundo editorial. Cómo uno manda un texto, o cuándo las editoriales abren convocatorias, o que existen estos fondos. Hay gente que no sabe tampoco que existen los fondos de cultura. Estas becas de creación literaria, los fondos para fomento a la industria, que son para publicar el libro. Uno ignora esas cosas. Creo que se debería difundir mucho más. De esa forma muchas personas que tienen mucho talento y que tienen material listo, lo podrían sacar. Pero uno no tiene idea.
En la misma solapa del libro puse, había publicado otros libros, había participado en libros colectivos. Pero, por ejemplo, publiqué un libro de poemas que nunca se imprimió. Era todo con autogestión. El lanzamiento del libro fue en la casa de Diego Ramírez, que es un poeta, y los que estábamos ahí éramos los que trabajamos en el libro. No había mucho más público. Ahora estoy contenta con el despliegue que ha hecho la editorial universitaria, porque el libro está en muchas librerías. Es algo que yo sola no podría haber hecho. Cambia harto cuando uno tiene ese respaldo de algo más formal. Ojalá mucha gente tenga la oportunidad de publicar con ese respaldo, que las editoriales quizás den más espacio a las voces nuevas. Se arriesguen un poquito a darle más espacio a nuevas voces, a personas que quizás no son tan conocidas, pero que sí tienen harto talento y harto trabajo ya hecho.
El libro está en varias partes. Me sumo a los que fueron al GAM y no estaba porque se agotó. Pero lo encontré en una librería a la vuelta.
La distribución ha sido súper buena. En ese sentido estoy agradecida. Harta gente lo ha comprado, gente que me ha escrito, que no tenía idea yo que le podría interesar el libro. Así que en ese sentido de nuevo estoy muy agradecida por la recepción. De hecho, estamos cotizando una versión en ebook del libro, porque tengo amigos, colegas, que viven fuera de Chile que me han preguntado cómo conseguir el libro. La verdad es que si lo compran sale súper caro o si lo mando yo, lo mismo. Creo que una buena opción sería lanzar el libro en formato digital. Eso estamos viendo ahora por la editorial. Así otras personas podrán acceder al libro. Hay otra cosa quizá, un puntito que agregar. Es algo que me gustó también, que el libro es chiquitito, los cuentos no son tan largos y creo que el precio es súper accesible. Eso es algo que quería que fuese así, porque no quiero llegar solo a la gente que puede comprar el libro, sino que ojalá llegue a otras personas que generalmente no consumen literatura, porque en Chile igual es caro comprar libros, es difícil. Nunca he pensado que voy a hacerme millonaria vendiendo los libros, lo que quiero es que lo lean. De hecho ofrecí y vuelvo a hacer el ofrecimiento, de que si alguien quiere leer el libro y no lo puede comprar, yo se lo puedo regalar, que me escriban.
Dices en el libro que hay un punto en que tus personajes empiezan a tomar sus propias decisiones. ¿Crees que ahí es cuando se ponen más cuestionables? ¿O es en un punto que no logras identificar?
Sí, yo creo que hay algo ahí en el ejercicio de la escritura, de que a veces uno planifica algo, una idea, pero después cuando ya te sientas a escribir. De pronto la cosa se va para otro lado. Como algo inesperado, algo que uno no estaba pensando. Creo que eso es lo entretenido de escribir ficción, dejarse llevar y lo que ocurra. A mí me pasa harto y probablemente puede ser por lo mismo, al tema que me dedico a trabajar y todo, que generalmente se me va por ese lado el asunto. Como que estoy escribiendo algo muy nice y de repente pasa algo muy loco. No lo puedo evitar. Así que mejor lo dejo fluir. Después veremos para dónde lleva el asunto.
A veces salen cosas que uno no planifica tanto. Yo no soy una escritora tan estructurada. Tengo amigos que son estas personas que escriben todos los días, súper ordenados, metódicos. Yo no soy tan rigurosa. Soy un poco más desordenada, muchas veces estoy recolectando ideas de cualquier cosa. A veces escucho algo en la micro que me llama la atención, y lo anoto en el celular, o veo algo que me parece interesante lo escribo. A lo mejor puede ser una descripción para algo. Después esas cosas se van contando, y de pronto aparece una historia. Esa historia no siempre está tan estructurada desde antes, sino que a veces es por dónde van llevando los personajes o el escenario del cuento. Eso encuentro que es entretenido.
Ahí se nota la honestidad, porque tomar varios fragmentos de la vida hace el texto mucho más realista. Uno fácilmente puede creer que son cosas que pasaron.
Hay cosas obviamente que tomó de la realidad, o que yo he visto o que me han pasado. Pero siempre el grueso de la historia son cosas que me imagino y voy agregando. Por eso yo contaba esa anécdota, en la presentación, de una de mis hermanas cuando leyó el libro. Me dijo que quería hablar conmigo porque quería saber qué había pasado con tal cosa. Si era verdad, y yo le decía no. Eso no pasó. Eso es mentira. Eso no ha pasado.
La gente que me conoce piensa que igual estoy hablando de mí, o me han dicho, “ah me imaginé que ese personaje eras tú”. Y no necesariamente, no soy yo. No es autoficción. Tampoco es autobiográfico. Tiene mucho de mi vida. Hay cosas que he robado de experiencias propias. Pero es ficción. Al final. Es una ficción honesta. Como decía. De contar las cosas que yo conozco, las cosas que yo sé. Pero es ficción. Al final.
En cuanto a los límites. Habías dicho que no querías llegar a lo morboso. Pero el tema de la violencia puede hacer difícil a veces eso. ¿Cómo fijaste la línea?
Yo creo que tiene que ver con lo que yo consumo. A mí me pasa que me gusta leer historias que están enmarcadas dentro de este realismo sucio, y donde a veces son historias bien terribles, difíciles, quizás de cuestiones violentas. Pero no me gusta tanto cuando hay escenas muy brutales, violentas. Uno. Porque a mí personalmente no me gusta ni ver ese tipo de películas, ni leer ese tipo de cosas. Pero, por otro lado, porque me gusta más cuando se sugiere algo, para la imaginación del lector. Yo lo disfruto más como lectora. Cuando algo se sugiere, pero no me lo dan totalmente masticado y digerido, sino que yo tengo que pensar, o me dejan abierta la posibilidad de que ocurran cosas.
Me quedo impactada, pensando que pudo haber pasado. Y probablemente. A raíz de eso mismo que a mí me gusta leer, escribo de esa forma, de cosas que son más bien sutiles, sugerencias de algo que puede haber pasado o que pueden estar pasando. Pero que no se dice, o no se nombra explícitamente. Pero está ahí. La idea es que el lector lo pueda descubrir. Lo pueda imaginar. Habrá lectores que hagan interpretaciones distintas y eso también es entretenido, y es interesante. Lo experimenté en los talleres de lectura cuando mis compañeros leían los cuentos. A veces un compañero entendía una cosa y otro compañero entendía una cosa totalmente distinta. Eso lo disfrutaba, que abrieran las posibilidades. A veces con un final abierto, que se imaginaran cosas distintas. Por ejemplo, el primer cuento habla de una chica que quiere hacer un cambio en su vida y hablar de la muerte, y muchas personas pensaban que murió, o pensaban a lo mejor, a lo largo de todo el cuento, que esta persona se va a quitar la vida. Yo lo escribí con esa intención, que va sugiriendo ciertas cosas. Pero a lo mejor después pasa otra cosa, y eso es lo entretenido, que existan ideas abiertas, pero que el lector también pueda agregarle de su imaginación, de su propia experiencia.
Voy a sacar una frase que no me acuerdo quién la dice, que dice que las historias se completan con el lector. Uno saca una historia, pero después los lectores la completan. Así yo creo que debe ser. A veces hay textos que son muy muy violentos, yo sacaba este ejemplo, de un cuento que leí de Osvaldo Lamborghini, que es un escritor argentino. De hecho, ese cuento no lo pude terminar de leer, es una violencia muy cruda, donde se describe en ese caso el abuso sexual que cometen unos niños contra otros niños. Pero se narra todo, cuadro por cuadro, con muchos detalles. Igual encuentro que es necesario, no digo que no debe existir ese tipo de narrativa. Porque cuando son cosas terribles está bien que nos sintamos mal, que nos impacte. Pero yo no puedo con eso. Quizás porque ya lo veo mucho o lo vi mucho en mis experiencias laborales. Entonces no quiero ir a eso todo el rato, no me parece tan entretenido. Prefiero la sutileza y la sugerencia en ciertas cosas. Igual nos permiten abordar ciertos temas, el hecho de no ser explícito no significa que no se pueda abordar un tema. Por ejemplo, hay un cuento en mi libro que sugiere algo de una violación. Pero no narra la violación. Entonces ahí queda abierto, a qué es lo que pasó, o qué es lo que va a pasar. Creo que eso igual es entretenido. A mí como lectora me gusta cuando las historias son así.
Respecto a los finales abiertos. Porque muchos de los cuentos tienen finales abiertos. ¿Tienes un borrador con los posibles finales? O hasta tú te quedaste en el punto final.
No. Yo creo que me quedo yo misma con que no sé bien qué pasó. Tengo en mi cabeza una idea de qué es lo que pasa. Y por eso a lo largo de los cuentos voy dando pistas. Y me gusta que la gente que ha leído los cuentos me diga que lo releyeron y se dieron cuenta de que a lo largo del texto habían ciertas señales de que algo iba a pasar, pero eran cositas muy sutiles que iban pasando. Pero cuando ya ves el final te das cuenta de que todo se arma y tiene un sentido. Pero no me gusta plantear distintos escenarios de lo que puede pasar. Creo que a veces el cuento me lleva solo a un desenlace. Como que el cuento tuviera su vida propia y yo soy ahí la intermediaria que lo narra nomás.
Lo que si trabajo harto, porque no soy experta escritora, es el tema de los narradores. Tengo cuentos que he escrito en primera persona y no me convence, y lo reescribo todo con otro narrador. Por ejemplo, un narrador omnisciente. A ver como queda mejor, como quedan los detalles, o si es mejor que este personaje hable porque tiene una voz más potente. Pero a la vez si es un narrador, un protagonista del cuento hay ciertas cosas que no va a saber y que se tienen que saber. En ese caso cambió el narrador. Son cosas que voy probando, y de sugerencias que recibo, de los talleres.
Siempre fui muy receptiva cuando algo no se entendía, o había alguna incongruencia, o cuando esta duda que creo que es divertida, de qué pasó, no se entendía o quedaba demasiado abierta la historia a tal punto que la gente no sabe nada y nadie entendió qué pasó, en ese caso lo reescribo. Lo voy a explicar mejor. Creo que para eso sirven los talleres literarios. Para mejorar los textos. Si ustedes me preguntan qué recomiendo yo para escribir, diría a la gente que tome talleres, sirve harto para estar más consciente de lo que estás escribiendo. A mí me sirvió para ser más productiva, porque como tenía entregas, me ponía a trabajar. También para leer a otras personas. Es súper interesante conocer qué están escribiendo los demás, qué historia están narrando, qué cosas les interesan. Formas distintas de narrar. He conocido diversidad de personas con puntos de vista muy interesantes, muy distintos. Con historias y formas de escribir muy novedosas. Más allá de que son mis historias, mis cuentos, hay un trabajo colectivo que hice con los talleres, y que agradezco mucho también a los talleristas y a los compañeros que participan en los talleres.
Sabes manejar muy bien el suspenso. ¿Cuál catalogarías que es el sentimiento que prima en el libro? O el género que sería, además del realismo sucio.
Sí. Yo creo que, cómo dices tú el suspenso podría ser una buena categoría. Porque voy dando señales muy sutiles de algo que va a pasar y la gente queda expectante. Creo que eso es lo que más me han dicho las personas. Algo que he recibido muy feliz es que las personas me dicen que se han sentado a leer el libro y lo han leído entero en un rato. Porque no pueden parar de leerlo, como les gustó mucho. He recibido estos comentarios incluso de personas que no suelen leer mucho.
Eso es bueno, porque no es un libro difícil de leer, tampoco es que esté escrito de una manera súper rimbombante o compleja, sino que es un libro de fácil lectura. En ese sentido creo que podría ser esa la categoría, de suspenso. Sin embargo, dos personas que han leído el libro, personas distintas que no se conocen, me han dicho que les ha recordado a libros de terror. Muchas veces el terror igual tiene ese ingrediente del suspenso obviamente, aquí no hay a lo mejor ese terror como de los monstruos. Ese es el terror más fantástico. Pero si puede haber un terror de las cosas cotidianas, de las cosas terribles que hace la gente. Como este terror de los crímenes, de los psicópatas.
El sentimiento, diría que es esa expectación, que la gente se queda ahí, en suspense viendo que va a pasar. He recibido comentarios diversos. Tengo un amigo que me contó que con el texto Destierro se puso a llorar, y lloró mucho con el texto. Le dio mucha pena imaginarse en esa situación, porque tiene hijos. Entonces como que le llegó de una manera muy profunda. Más allá de que me da lata que haya provocado eso, por otro lado, que de verdad despertará mucha emoción y que la gente lo lea con tal concentración, que se llega a emocionar de esa forma. En ese sentido me pone contenta que la gente se emocione, sea cual sea, que provoque algo al final.
Este es tu primer libro publicado, aparte de las publicaciones colectivas que has hecho, es el primero individual. ¿Ya estás pensando en ir por el segundo?
Me gustaría. Yo sigo escribiendo cuentos. De hecho, con un grupo de escritores que nos conocimos en un taller seguimos juntándonos a leernos, a mandarnos los textos que estamos haciendo. Así que a propósito de eso, sigo escribiendo. Me gustaría juntar más cuentos para armar otro libro. Lo que sí tengo listo, pero no sé si saldrá pronto son libros de poesía. Donde recopilé algunos poemas que había publicado en los libros colectivos. En algún momento me gustaría sacarlo, pero no está en un proyecto formal, Todavía. Está ahí la idea, el material está. Así que sí me gustaría.
Me preguntaba un amigo el otro día, si ahora me gustaría escribir una novela. La verdad no lo he pensado. Me gusta la historia más breve y el espacio que te da el cuento para desarrollar algo, que puede estar más redondito en un espacio más acotado. Quizás también por los tiempos que corren, a mí misma me pasa que antes leía mucho porque tenía mucho más tiempo, me devoraba las novelas. Ahora me cuesta mucho más leer porque no tengo tanto tiempo, entonces leo muchos más cuentos que novelas. Cuando tengo un libro de cuentos un día leo un cuento y otro día puedo leer otro. Me gusta esa posibilidad que te da el cuento. Así que creo que voy a seguir explorando ese tipo de espacio, el cuento como posibilidad de contar ciertas cosas. A lo mejor explorar otras temáticas. Voy a seguir trabajando, para ver si en el próximo año podemos sacar otro libro.
FICHA TÉCNICA
Título: Las periferias
Autor: Angélica Ramírez
País: Chile
Editorial: Ediciones Universitarias de Valparaíso
Año: 2023
Idioma: Español