Entrevista a los autores del “Mapa de las lenguas 2024”, Hiram Ruvalcaba: “La violencia dentro del círculo íntimo es un asunto que sucede a nivel internacional y nadie y ninguna realidad se salva de ello”

Por Tania Sáez

En la rueda de prensa con las editoriales Penguin Random House y Alfaguara, se reveló el nuevo catálogo del Mapa de las Lenguas 2024, que contiene 13 títulos de autores hispanohablantes de España y Latinoamérica. Se tratan de libros con una fuerte presencia femenina y con temas muy variados que recogen los que sucede en la realidad.

Las publicaciones se realizarán a lo largo del año, inician en febrero, con el autor chileno Diego Zúñiga y su libro Tierra de campeones, y finaliza en noviembre con el autor uruguayo Diego Recoba y su libro El cielo visible. Además, en la lista se encuentra la chilena Ariel Florencia Richards, con Inacabada.

Esto fue lo que los autores nos contaron de sus novelas.

Diego Zúñiga (Chile), con Tierra de campeones

Tierra de Campeones se acaba de publicar acá en Chile, así que estoy muy fresquito con respecto a cómo está siendo leída. Es una novela que parte con un niño que crece en el desierto en los años 50, que descubre en un momento, nadando en un río, que tiene una suerte como de superpoder, que es poder contener la respiración bajo el agua a un tiempo muy alto. Y eso lo va a llevar a tener una relación con el agua. Después, se va a encontrar con el mar por distintos motivos y va a terminar viviendo en una caleta, ahí en la playa, en el norte, donde después de sufrir una suerte de abandono familiar va a encontrar ahí un lugar, en esa caleta, y va a ir creciendo, y la novela lo va a ir acompañando en ese viaje donde él va a descubrir también que no solo era un gran nadador, sino que también va a ser un gran pescador, y eso lo va a llevar a ser parte de una selección chilena de caza submarina, un deporte que fue muy famoso, en los años 70 y 80, se sigue practicando, pero en esos años era muy importante. Él va a ser parte de una selección que va a competir en un mundial que se va a hacer en la ciudad de Iquique, en el norte de Chile, en el año 71. Él va a ganar ese mundial, la novela va a narrar todo ese periplo y obviamente esa vida, de cuando él se convierte en una suerte de deportista exitoso en pleno 70. En el 71, Salvador Allende había asumido hace a poquito, entonces estábamos en plena unidad popular cuando gana el mundial, y luego viene el golpe de estado. Eso obviamente no solo le va a cambiar la vida, sino que de alguna forma lo va a marcar para siempre y la novela también va a entrar ahí en ese terreno.

Es una novela que vuelve a un terreno que yo ya había abordado en Camanchaca y en Racimo, que es el norte de Chile, solo que esta vez me fui hacia atrás en los años. Estamos hablando de los 50, 60, 70, me interesaba mucho indagar en esos años, en esos momentos que políticamente Chile estaba muy movido, y que todo eso terminó de manera muy horrible con la dictadura. La novela sigue la vida de él, sigue ese periplo, es como la historia de un pequeño deportista que va encontrando también una comunidad en esa caleta. Como les decía, me devuelvo un poco al terreno de las novelas anteriores, solo que un poquito más hacia atrás y supongo que eso también me motivó mucho a darle muchas vueltas a ver cómo construía ese Chile que yo no conocí. Yo nací a fines de los 80, entonces también la novela presentaba varios desafíos y la verdad es que la disfruté mucho y ojalá que los lectores también les pueda interesar y les pueda interpelar esta historia, de este niño en el desierto y el mar.

Mar García Puig (España), con La historia de los vertebrados

La historia de los vertebrados es mi primera novela. Surge en un principio de una experiencia personal, que es mi descenso a la locura, uso locura en todo su sentido literario, médicamente sería un episodio de ansiedad aguda postparto que sufrí después de dar a luz. La investigación literaria que hice durante todo este proceso personal en intentar descubrir las razones de mi propia locura y de tantas mujeres antes que yo. En esa investigación descubrí que esta historia de locura y de la locura de las mujeres que acaban de convertirse en madres, se remonta a los inicios de la civilización, a la antigüedad. Me detuve especialmente en la era victoriana, un momento muy literario y un momento históricamente muy importante para nuestra sociedad, porque nacen muchas cosas como las entendemos hoy en día, como el capitalismo contemporáneo, la psiquiatría, la medicina y como la entendemos, para las mujeres la ginecología, la obstetricia. Descubrí que en esa época hubo una especie de epidemia, en la que las mujeres que acababan de dar a luz eran conducidas a manicomios porque habían enloquecido súbitamente. Además, era un tipo de locura que escandalizó mucho a la sociedad victoriana porque era una locura que rompía con los estereotipos femeninos de la época, eran mujeres que no cumplían con las labores domésticas, que eran sexualmente descaradas, que querían ser independientes, que renegaban de sus papeles como madres.

Empecé a investigar un poco en los archivos de los antiguos psiquiátricos sobre las vidas de muchas de estas mujeres, y descubrí historias apasionantes que pensé que merecían un lugar y un libro. Entonces, tomó luz esta novela, que vincula mi propia historia con la historia de muchas mujeres, que antes que yo, sucumbieron a la locura. Al final se convierte, en una especie de indagación de la relación entre feminidad y locura. Como la locura es multidimensional, es mutante, es calidoscópica, es fragmentaria, pues mi libro también tiene un poco de eso. También es una novela que trenza historias personales, pero que a la vez bucea también en la historia de la medicina, en la historia de la psiquiatría, en la literatura, en el arte y en cómo como sociedad hemos concebido esta relación entre feminidad y locura. Al final, creo yo, que sin ser de una forma explícita ni de una forma dogmática, se convierte en un alegato para que las mujeres tengamos agencia sobre nuestra propia maternidad, sobre nuestra propia locura y podamos decidir sobre nuestros malestares.

Ariel Florencia Richards (Chile), con Inacabada

Inacabada sí es una novela sobre el tránsito, pero también es una novela sobre la imposibilidad de decir las cosas. La protagonista de esta novela, Juana, está atrapada en la imposibilidad de decirle a su madre dos palabras. Esas dos palabras no son un secreto, son las frases “soy mujer”, y el escenario ocurre en una pieza de un hotel, donde estas dos mujeres se quedan atrapadas involuntariamente por un evento médico y están obligadas a hablarse. Entonces, sí es una novela trans, yo valoré mucho esa lectura que hizo Jorge Volpi, pero también es una novela sobre la maternidad, sobre ser hija, sobre saber decirse las cosas y sobre la imposibilidad de decir las cosas que no saben. En ese sentido, el título de la novela, que es Inacabada, hace referencia a obras de arte que no han sido terminadas y que funcionan como metáfora de una identidad que está en construcción. Una identidad que sí, tiene una dimensión de género, pero también tiene una misión, para esta protagonista que quiere entender cuál es su lugar en el mundo, y sobre todo, cuáles son las palabras que la definen. Es una novela corta, que se lee rápido, y que gocé mucho escribiendo durante la pandemia. Me pareció que la pandemia no podía ser una experiencia que no permeara en la escritura, pero en vez de hablar de la pandemia, hablé de un confinamiento involuntario, entre la madre y la hija, en la pieza de un hotel, en una ciudad extranjera para las dos.

Gisela Leal (México), con La soledad en tres actos

La soledad en tres actos, es la historia de una familia que nace de los restos de errores pasados y que, como la mayoría de las familias, se gesta con la mejor de las intenciones, pero que conforme va avanzando, se van perdiendo en el camino, ya sea por malas decisiones o por grandes ambiciones que hacen que sus integrantes cada vez más vean menos al otro, hasta que de pronto se dan cuenta de que son unos satélites que están volando sin rumbo, perdidos en un vasto y solitario universo. Conocemos esta historia a través de un narrador que constantemente está rompiendo la cuarta pared, que lleva de la mano al lector durante este recorrido, así como también desde unos ojos mucho más inocentes, de Antonia, que es la hija menor de la familia, que al no tener ambición alguna en la vida, yo creo que por su edad, observa con atención el mundo de los adultos, uno del que casi nunca logra hacer sentido. Antonia se siente el ser más solitario en todas las galaxias. Es una chica introvertida que sufre de ansiedad social y trastornos de todo tipo, productos de esta distancia que existe entre ella y el mundo que la rodea. Tiene una relación muy difícil con su madre, por no decir que tiránica y masoquista desde antes de siquiera nacer, que se complica aún más una vez que su padre desaparece. Sin embargo, sus vidas dan un giro, no sabemos si para mejor o peor, cuando Teresa, la madre de Antonia, se casa con un exitoso hombre de negocios, que personifica el paradigma del poder. Ahí es cuando llegan a La Soledad, que es una finca paradisiaca, donde cada lujo está al alcance y la única obligación que tienen estas dos mujeres es ser felices, pero ¿Cuándo en toda la historia de la humanidad un hombre o una mujer han disfrutado de los frutos del Edén sin corromperse? Y aquí es cuando Antonia inevitablemente presenciará cómo las ansiedades de la vida moderna salen a la superficie en la soledad y desencadenan una espiral acelerada de generación, que convierte este paraíso en un infierno inhabitable, tanto para las personas que viven dentro de esta finca como las de fuera. Esta familia se va desmoronando al mismo tiempo en el que lo hace el mundo que existe fuera de ella, en una simbiosis, y aquí vemos cómo lo personal y lo doméstico, se vuelve público y viceversa, cómo todos estamos conectados, montados en este mismo barco llamado humanidad, como todas nuestras decisiones no sólo nos afectan a nosotros, ni a nuestros seres más cercanos, sino a todo el mundo.

Diría que la banda sonora que se toca durante toda la novela es el tema del poder, cómo vive en distintos escenarios, desde el más obvio, que es el gobierno, hasta en las interacciones que se supondrían más inocentes, por ejemplo, la de un guía espiritual con su discípulo. El motivo de esta obra, es que me interesaba mucho explorar una realidad que podía replicarse en cualquier parte del mundo, especialmente en los países latinoamericanos, y cómo la misma historia se puede contar tanto en México como en la región más lejana del sur de América, tanto hoy como 50 años atrás o 50 años más adelante, porque intenta diseccionar la condición humana, esa que es la misma hoy y siempre, y en cualquier parte del mundo.

Gloria Susana Esquivel (Colombia), con Contra Deseo

Contra Deseo es una novela que cuenta la historia de Silvia, una mujer joven, migrante en un país del norte, que por situaciones de la vida se queda sin papeles y sin casa después de un desamor. Entonces, entra a compartir casa con una pareja de amigos recién casados, Javier y Teresa, y ellos le van a brindar su sofá-cama en un espacio muy pequeño, en el que van a vivir ellos tres. A medida que la convivencia se va desarrollando, va a llegar un momento en el que Teresa, que es su amiga, le va a ofrecer un trato, y es que a cambio de su posada, Teresa le dice a Silvia, que si quiere ser la empleada doméstica de ese apartamento y Silvia va a acceder. Entonces ahí la relación de amistad que había entre estas dos mujeres va a cambiar un poco. Esta relación, me permitió escribir mucho sobre el poder, sobre las relaciones de poder, sobre todos esos enramados de emociones que se tejen en la amistad, todas esas emociones ambiguas que a veces sentimos hacia nuestras amigas, sobre todo hacia nuestras ex amigas, pero también este entramado claustrofóbico, me permitió tratar algunos temas que a mí me interesan mucho. Uno de ellos es la maternidad, otro de ellos es la fantasía doméstica del matrimonio heterosexual, y también cómo permitir, cómo ver la situación precaria en la que están estos tres migrantes, que son tres personas jóvenes latinoamericanas que están como intentando perseguir el sueño americano, que, por la situación del mundo y por el sistema económico en el que nos encontramos, es ahora una pesadilla americana muy precaria. Entonces, Contra Deseo va de todo esto, va de la cara más oscura de la amistad, pero también creo que va sobre la cara más oscura del consumismo, de esas cosas que nos han dicho que debemos desear, de esas cosas que nos han dicho que son el relato de la felicidad para las mujeres, y de cómo muchas veces esos deseos que tenemos insertados en nuestra mente, por el sistema económico, político y cultural en el que estamos, van completamente en contra vía con una realidad precaria que cada vez hace que sea más difícil para las personas jóvenes e inmigrantes surgir en un ambiente tan hostil, como es un país al norte.

Marie Gouric (Argentina), con Ese tiempo que tuvimos por corazón

Ese tiempo que tuvimos por corazón, es una novela que justamente te habla de un tiempo, que está ligado a un territorio, que es el tiempo de una maestra que llega desde su pueblo a instalarse en una ciudad más grande, en búsqueda de lo que ella llama una suerte mejor. Es la historia de muchas personas que migran dentro del propio país para poder construir otra oportunidad. Empieza a trabajar en las periferias de esa ciudad, en una pequeña escuela frente a un río que mira hacia la ciudad. Allí la novela lo que empieza a hacer, es a construir o a tratar de contar, no la historia de ella, ni tampoco la historia de los niños de esta escuela, sino cómo se arma un espacio y un vínculo entre ellos. Lo que la novela llama, un arco iris que va directo de un corazón hacia otro corazón, y que ella dice que es lo que hace falta para poder enseñar. Así lo que va sucediendo es que ella va aprendiendo, sus alumnos van aprendiendo cosas, es una maestra alfabetizadora que enseña a sumar, enseña poesía, enseña palabras, enseña colores en un contexto muy difícil, de mucha hambre, de mucha pobreza. Sin embargo, la novela o el gran esfuerzo que hice yo, fue tratar de no nombrar el hambre, sino de poner el ojo en los alimentos, en las galletitas, en las gaseosas que comparten, en los vasos de yogur, en los platos de arroz con pollo. Entonces, enseñar no solo supone compartir un conocimiento o aprender una letra, sino también supone ocuparse de las necesidades más profundas de las existencias. Lo que también me gustaría contar, es que la novela está contada en primera persona, entonces, quien cuenta esta historia es esta maestra, y cuando escribí, tuve la fantasía o el deseo de imaginar que era una maestra que mientras escribía esta historia, que había vivido en su pasado, se transformaba en escritora, en escritora de sus ideas, en escritora de sus pedagogías, de sus miradas sobre estas infancias, escritora de su propia historia. Allí ella se va a encontrar con Dylan, que va a pelear el protagonismo con ella en la historia. Dylan es un niño que tendrá más o menos diez años, que aparece en la novela desde el techo, de la escuelita, un techo de chapa, entonces ella está dando clases, escucha ruidos y dice, “¿de dónde viene?, ¿Qué es?, ¿es un pájaro?”, entonces sale con sus alumnos y finalmente él se muestra y se presenta, atravesado por el sol y por el viento del río. Es un niño que se relaciona con los animales, con su caballo, con su perro. Dylan va a crecer en el transcurso de esta historia, y en ese crecer, Dylan va a estar atravesado por lo que pareciera ser el destino de estas infancias, en estos contextos hostiles y de vulnerabilidad y de abandono.

La novela trae muchas preguntas sobre, ¿hasta dónde se puede educar? ¿Hasta dónde se puede forjar el destino de una persona, de un niño? Y también una pregunta que es, ¿hasta dónde existe el libre albedrío de nuestras existencias sobre el mundo? Más allá de lo que tenemos, de lo que no tenemos, de lo que nos es dado.

Laura Ferrero (España), con Los astronautas

Los astronautas tiene un punto de partida puramente autobiográfico. Yo hace cinco años vi por primera vez una foto de mis padres conmigo, que para cualquier otra persona sería algo bastante normal, pero el tema es que mis padres se habían separado cuando yo tenía un año y medio, y yo jamás, hasta hace cinco años, había visto una foto de ellos conmigo. Entonces yo pensé, no puede ser que lleve todos estos años escribiendo sobre la familia y que tenga que tener 34 años para ver por primera vez una foto de mi familia. Entonces, me pregunté, ¿Qué ha ocurrido?, ¿por qué yo no sabía de la existencia de esta primera familia originaria? Ahí pensé, pues vamos a averiguarlo.

A mí me hubiera gustado mucho que Los astronautas en realidad no se llamaran Los astronautas, sino Mis padres. Pero, ¿Qué ocurrió?, que cuando empecé a entrevistar a mi madre y a mi padre, yo había visto muchos documentales, en estos que siempre se llega a los resultados que uno está buscando desde el inicio, pero los entrevisté a todos los miembros de mi familia y no quisieron hablar, o me dieron versiones contradictorias, que si hubiera seguido ese hilo, más que a una novela, hubiera llegado, como siempre digo, a un thriller. Entonces, por eso esta novela se llama Los astronautas, porque muchas veces la realidad no nos sirve para acercarnos a la realidad. Yo recuerdo que siendo niña, a mí me impresionaban mucho todos estos exploradores del espacio, que se habían ido tan lejos, pues hasta la Luna, y ¿qué hicieron cuando llegaron a la Luna? Tenemos esas imágenes siempre de Neil Armstrong, de Buzz Aldrin, ¿y qué hacían?, se cansaban de jugar con las rocas a los cinco minutos y lo que hacían era mirar a la Tierra. Entonces, a mí esa metáfora de los astronautas me sirve para irme lejos, y es de la mano de los astronautas y de la mano de algunas de las historias de los hitos de la conquista espacial, que yo puedo contar mi familia, como yo creo que fue esa primera familia que yo no llegué a conocer.

Siempre pienso que escribir Los astronautas me ha enseñado eso, que muchas veces de la imaginación, la fantasía y la ficción es lo que más, en definitiva, nos acerca a nuestra propia realidad. Es una novela en la que se van trenzando historias de mi propia vida o de la construcción del país, de esa España de los 80, con hitos espaciales que a mí me sirven para contar a mi familia. Una de las cosas que me parece más importante resaltar de Los astronautas, es que la última palabra es la palabra “futuro”, yo siempre pienso que cualquier exploración que indague mucho en el pasado no tiene que servir para quedarse ahí, sino que tiene que servir pues para seguir mirando hacia adelante, hacia el futuro.

Rodrigo Murillo (Perú), con No juzgarás

No juzgarás es una novela armada en torno a valores o conceptos que yo encuentro personalmente cautivantes y que me transmiten mucha emoción, me toca muy profundamente en la literatura. Tenemos conceptos, como el de la traición, la venganza, la ambición, el egoísmo, el deseo y valores contrapuestos como el de la amistad, la esperanza, el amor, la justicia y la piedad. En este marco de elementos, No juzgarás presenta una historia narrada desde la perspectiva de diversas generaciones, que por momentos, sin embargo, pareciera ser el relato de la vida de un mismo individuo o muchacha, que a lo largo de toda su vida está obligado a existir en un continente como el nuestro, que por momentos pareciera degradarse. Sin embargo, es este escenario, este contexto, que podríamos catalogar eventualmente de desolador, en el que emerge en la cotidianeidad del día a día, los pequeños actos que hacen de los latinoamericanos, según mi juicio, héroes muchas veces silenciosos e increíbles, que llevan vidas épicas donde abunda el coraje y la emoción.

A nivel del argumento, hay dos episodios que marcan y engloban la profundidad de la novela. Una mujer desaparece misteriosamente en la noche de Lima, y al otro lado de la ciudad, un trío de adolescentes descubren que en los bajos de la iglesia colonial que está en su barrio, en esas antiguas y temerosas criptas, se esconden cantidades de dinero. Estas dos historias, que pueden parecer inicialmente independientes la una de la otra, dan pie a un mosaico de personajes que entrelazan el argumento principal de la obra, la necesidad de hacer justicia por la propia mano y de vivir y de saldar viejas deudas en ese difícil, pero apasionante lugar que es América Latina.

Gilmer Mesa (Colombia), con Aranjuez

Aranjuez es mi tercera novela que vuelve otra vez al escenario literario que había trazado en La Cuadra, que fue una novela que se ha conversado mucho por los temas que trataba aquí en Medellín y en Colombia en general, pero a mí me dejó una sensación esa novela, como era una novela que hablaba del barrio y de muchachos asociados a la delincuencia, mucha gente había empezado a pensar que en Medellín y en los barrios populares, el 90% de la gente era delincuente, entonces desde que salió La Cuadra empecé a pensar en las historias que iban a aparecer en Aranjuez, que era como la otra visión de los barrios populares, historias muy poderosas que no tenían que ver directamente con la vida en el AMPA. La empecé a pensar ahí, pero después escribí otra novela rural distinta, que es Las Travesías y ya cuando terminé esa novela volví hacia ese escenario literario, que es un barrio popular de la ciudad de Medellín. Tenía esas historias ahí, no sabía bien cómo pegarlas para darles como un sentido novelesco y justo en ese momento empezó también una situación personal muy jodida y muy poderosa que fue la muerte de mi padre después de un pedazo largo de tiempo en que estuvo sometido al Alzheimer, entonces empecé a verlo como iba perdiendo todos sus recuerdos y toda la potencia con que había formado en su vida, y eso me llenó de una rabia muy jodida, que una vez logré reposar esa rabia empecé a escribir muchas cosas sobre los recuerdos que yo tenía con él, de lo colosal que había sido esa figura en mi vida, la figura de mi papá, y fui entendiendo que todas las historias que tenía escritas sobre el barrio, eran figuras de padres con sus hijos. Entonces, fui tejiendo una novela que se narra como en dos vías, por un lado, está la historia del narrador siendo testigo de la muerte de su padre y por otro lado, cómo ese padre, cuando estaba bien y en vida, fue haciendo parte de algunas historias también de otros padres con sus hijos en ese barrio y cómo en realidad el gran padre de todos era ese territorio, que puede ser un trasunto también de cualquier barrio popular de América Latina. Entonces, creo que es una novela en donde se explora, primero la condición humana muy a profundidad y también la pérdida y la ausencia de un ser querido tan determinante, que termina acobijando todas las instancias de la vida divina.

Aranjuez es una novela muy de Medellín de los 90, 2000 más o menos, todavía muy permeado por toda la violencia y cómo nos inventamos afectos que nos permitieron mantenernos a flote en unas épocas bastante complejas.

Hiram Ruvalcaba (México), con Todo pueblo es cicatriz

Todo pueblo es cicatriz es mi primera novela, se trata de una historia de auto ficción emparentada con el género del true crime, que se centra en la transformación del espacio rural y semi urbano de México a partir de la crisis de violencia que inauguró el siglo XX. La trama está basada en tres crímenes reales, que me afectaron durante mi desarrollo tanto espiritual como emocional, el feminicidio de una vecina, Sagrario, baleada por ex esposo, en mi calle cuando yo tenía ocho años. El feminicidio de Rocío, una maestra de música, asesinada a golpes y sepultada a medias en la sala de su casa a principios del año 2000 y finalmente la muerte de mi tío Antonio, quien fue baleado por un asesino serial, en la carretera del sur de Jalisco justo un año antes de que empezara la famosa guerra contra el narcotráfico. A partir de estos tres crímenes, la novela emprende una exploración sobre las transformaciones que ha padecido México en materia de violencia, el incremento de los homicidios y sobre todo cómo ha cambiado nuestra manera de entender la muerte en un país de asesinados.

Escribí esta novela porque me parece que la violencia ha alcanzado el punto de no retorno, los homicidios, las desapariciones forzadas, la violencia de género constituyen una realidad cotidiana no exclusiva para México, sino que podemos ver semejantes fenómenos en toda Latinoamérica, por lo que escucho también en España y en el mundo entero. Hablo no sólo de los crímenes más graves, sino también de aquellas violencias cotidianas que se viven ante los vecinos, ante los padres, ante los hijos, los amigos, nuestras parejas, violencias aceptadas tácitamente que me parece ofrecen una explicación para la ferocidad de nuestros tiempos. Ante este escenario me pareció necesario preguntarme a mí mismo, ¿Cómo nos afecta a todos vivir en medio de una sociedad tan brutal?, ¿Cuál es el germen de esta violencia?, ¿hasta qué punto está integrada estructuralmente en la vida?, pero sobre todo ¿es posible o prudente aferrarnos a la esperanza de que hay otras maneras más sanas de vivir? Termino diciendo que Todo pueblo es cicatriz es una novela ubicada en el paisaje rural del sur de Jalisco porque este es un paisaje literario por antonomasia, gracias a la presencia de autores como Juan José Arreola y el inevitable, grandísimo, Juan Rulfo. Esta novela es mi manera de decir que el llano sigue en llamas, pero también es una posición moral, la de no voltear la cara para ignorar los actos violentos cotidianos y nuestra responsabilidad ante ellos, una manera de expresar que la violencia dentro del círculo íntimo es un asunto que sucede a nivel internacional y nadie y ninguna realidad se salva de ello.

Iván Hochman (Argentina), con Por qué te vas

Por qué te vas, es una novela veloz, vertiginosa, es fresca, es tierna y es divertida. Todo esto no lo digo yo, sino que recopilo lo que dice la gente que la leyó, pero sí, a la gente le suele gustar mucho y se lee en un día, la gente en general no la puede soltar. Para graficar esto tengo una historia linda, que es que mi abuelo siempre que va al baño suele leer, tiene libros ahí, entonces suele leer un poco y le pasó que agarró Por qué te vas, se sentó en el baño y no se levantó hasta que la terminó, entonces, se la leyó en una sentada. No sé si a todo el mundo le pasa eso, ni siquiera sé si es lectura de baño, suele pasar eso, que es difícil dejarla porque le tiende la mano al lector y aunque propone sus desafíos con el lenguaje, es un lenguaje muy simple al principio, que se va complicando, se va rompiendo y juega bastante. Entonces, es al mismo tiempo una invitación a la lectura y una invitación a un viaje personal, como también plantea sus pequeños desafíos y su crecimiento. También, creo que es una novela sobre el crecimiento y una novela que muestra un crecimiento en la escritura y un crecimiento incluso en la lectura. Es una novela sobre un chico que se quiere vivir solo, se quiere separar de sus padres, pero no sabe por qué, porque son padres amorosos, una familia buena, y creo que eso es más difícil aún que cuando tenés que pegar un portazo e irte y dejar cosas feas atrás. Entonces, la pregunta, ¿por qué te vas?, ¿por qué me voy?, ¿por qué se está yendo?, circula para todos lados, y no solo intrafamiliarmente, sino que circula para afuera, porque este joven empieza a hacer entrevistas. Estas entrevistas son parte de la novela, entonces la novela empieza a configurar una polifonía, pone en escena diferentes voces de una generación, que se preguntan por qué irse, por qué se fueron, otros que nunca se irían, otros que quieren, pero les da miedo y entonces de esta manera no es solo la voz de Milo, del personaje, la que narra, sino que le pasa la voz a otros personajes y personas.

Rosario Yori (Perú), con Infértil

Infértil es mi primera novela. Es una historia que parte de una experiencia muy personal, un tratamiento de fertilidad que seguí, no sin mucha incertidumbre, no con tanta convicción, con mi esposo, hace algunos años, y aborda las emociones que se despertaron en el proceso. Mi historia, sin embargo, es solamente un punto de partida, porque la novela empieza a alcanzar matices más universales al adentrarse en el terreno de la ficción. La novela narra la historia de una mujer, que se llama Rosario, como yo, aunque es un personaje, que se encuentra en un momento decisivo de su vida, está cerca de cumplir los 40 años y está frente a la última oportunidad que tiene para convertirse en madre. El reloj biológico no se ha detenido y después de buscar por un tiempo el embarazo de manera natural con su esposo, ella recibe un diagnóstico que la pone al borde de un abismo, que es infértil, no tiene ninguna posibilidad de concebir de manera natural y su única oportunidad de concebir consiste en embarcarse en un proceso médico que es invasivo, que es costoso, que es hormonal, que la puede ayudar a concebir, pero que a la vez la deshumaniza y la interpela. Entonces, la historia empieza con el diagnóstico y sigue este procedimiento médico que da pie a un proceso reflexivo, que lleva a la protagonista a cuestionarse acerca de sus motivaciones y a revisar eventos de su pasado y de su identidad. El proceso médico que guía la acción de la novela, lleva a la protagonista a debatirse de manera interna.

La novela tiene una estructura muy fragmentada porque creo que eso reflejaba también la misma fragmentación de la protagonista, está constituida a partir de entradas cortas a través de las cuales la narradora habla del proceso médico, pero también introduce recuerdos de su infancia, de la relación con sus padres, de su historia con su pareja y también se compara con otras mujeres, mujeres de su entorno, pero también mujeres de épocas pasadas que han lidiado con la infertilidad, como un estigma y como una condena. En ese proceso, también aparecen estos mandatos sociales, que la hacen sentirse culpable, pensar que ha fallado en su rol como mujer, y que se manifiestan de manera cotidiana a través de las advertencias y los comentarios que recibe la protagonista, comentarios que estoy segura que muchas mujeres hemos escuchado a lo largo de nuestra vida, “que se nos va a pasar el tren”, “qué estamos esperando”, “una mujer no está completa si no tiene un hijo”,  y son comentarios que vienen de su entorno, pero también de extraños en cualquier momento. En este flujo de pensamiento, que también está exacerbado por el proceso hormonal que está siguiendo la protagonista, aparecen también sueños y pesadillas en torno a la maternidad que profundizan en la duda, porque yo creo que la duda es precisamente el espacio que habita esta novela.

Infértil no solamente explora un duelo sobre la maternidad mal alcanzada o la culpa por la postergación de la maternidad, sino la pregunta misma sobre la maternidad, y ese es un espacio que admite zonas grises, contradicciones, un vaivén de emociones, incertidumbres, el miedo. Esta no es una novela que tenga un afán aleccionador, pedagógico, que busque dar respuestas, porque desde pequeña aprendí que los libros no necesariamente son un espacio para encontrar respuestas, sino para plantear preguntas, y eso es lo que me he permitido yo hacer en este primer libro, plantear preguntas que se despertaron en mí a partir de un evento que me sucedió y que, como dije, es el punto de partida de la historia. Son preguntas universales, son preguntas sobre la identidad, sobre la maternidad, sobre los vínculos familiares, sobre el propio envejecimiento del cuerpo, sobre enfrentarte a tu mortalidad, y finalmente creo también una gran pregunta sobre la literatura como un medio de trascendencia.

Diego Recoba (Uruguay), con El cielo visible

En la novela, la búsqueda del narrador, que es un escritor en la Montevideo actual, es la búsqueda de llenar los huecos de su árbol genealógico, dispara revisiones del pasado, de su entorno, de su familia, de su barrio, de su país, que a la vez abre nuevas búsquedas y así, permanentemente. Como todo artista en Uruguay, su situación laboral es muy precaria, entonces acepta todo tipo de trabajos, uno de los cuales lo lleva tras una escritora desconocida perdida en Francia. Lo que también abre otras líneas y otras reflexiones, ser escritor latinoamericano hoy, la precarización laboral, el colonialismo, la hegemonía, el destino de las comunidades originarias en Uruguay, los platos oficiales. La motivación inicial quizás podría ser personal, porque tiene que ver con que yo hice ese recorrido de llenar los huecos de árbol genealógico y me encontré con que la única persona de la familia que se preocupaba por eso, que se encargaba de recopilar el material, de recopilar los relatos y las historias, se estaba quedando sin memoria. Entonces, empecé una lucha contra el tiempo de intentar, al menos, que se pierda lo menos posible, porque eso se va a perder más tarde o más temprano. De alguna forma también, motivado por eso, arranqué esto que después me llevó por otros mil lugares. Yo nací y me crie en un barrio del oeste de Montevideo, que se llama Nuevo París, que siempre estuvo asociado con la delincuencia, pero en realidad nunca se dice que fue uno de los barrios más golpeados por los gobiernos neoliberales de los 90 y eso fue lo que generó cierto vaciamiento y cierta precarización. Siempre trato de que eso forme parte de mi universo, ya sea visibilizándolo o como en esta novela, que intento además generar una historia paralela, incluso, en una forma relacionada con el barrio que nos merecíamos tener y que de alguna forma nos quitaron.

En definitiva, en El Cielo Visible surge de dos líneas que tengo trabajando hace tiempo, una que es más autobiográfica y otra donde lo primordial es cierta ficción, porque desde hace tiempo me he dado cuenta de que no son dos líneas, sino solo una, porque incluso la memoria, la historia, lo que nos cuentan y nuestros recuerdos tienen un alto componente ficcional, y por otro lado, el dónde uno abreva para alimentar esa ficción, no es más que la fuente personal. Tratando de evitar esas categorizaciones, trato de hacer una cosa híbrida y de cuestionar los relatos heredados, los relatos familiares, los relatos políticos, los relatos sociales, los relatos estéticos, los relatos artísticos, para desarmarlos y reinventarlos.

¿Piensas que la sociedad actual entiende y empatiza con lo que le pasa a estas mujeres que sucumben a la locura después de la maternidad?

Mar García Puig: Creo que la madre loca sigue siendo uno de los monstruos para la sociedad, uno de los grandes tabús. Una forma que ha tenido el patriarcado de someter a la mujer ha sido aleccionándola sobre su tendencia y su fragilidad hacia la locura, pues la culpa que rodea a cualquier tipo de maternidad se multiplica mucho cuando hay algún tipo de malestar psíquico. Creo que no estamos preparadas, pero es algo interiorizado incluso en las propias madres. Yo me he encontrado con la publicación del libro en España, con muchas mujeres que se acercaban a mí y me decían que ellas no habían sido capaces de contar lo que les pasaba o alguien de su familia había detectado alguna cosa, pero seguían sin ser capaces porque sigue habiendo una gran culpa, una gran vergüenza, porque la madre loca representa la mayor transgresión de esta femineidad, más aleccionada y que responde más a los roles preestablecidos. Entonces, pienso que afortunadamente cada vez estamos rompiendo más con eso y mi libro hace un poco de genealogía de eso, de mujeres que han permanecido en silencio y han tratado de recuperar sus voces, pero también habla de mujeres que lo exteriorizaron y que intentaron romper con este tabú.

¿Crees que la soledad es equiparable a alguien que vive en un país primermundista, a alguien que vive en un país tercermundista? ¿Crees que hay un matiz diferenciador social y económico a la hora de sentir soledad?

Gisela Leal: Creo que la soledad es una emoción muy absoluta y muy general, que realmente termina sintiéndose igual en donde estés y como estés. Sin embargo, también es cierto que la manera en la que vivimos ahora en las grandes ciudades hace que esta soledad sea tan potente y tan desgarradora, porque es mucho más la desconexión que existe en estas ciudades y es más el individualismo que nos habita, que en otros lugares en los que hay más necesidad de contar con el otro. A pesar de eso, al final del día creo que el sentimiento de soledad es absoluto y que va muy independiente del contexto en el que se viva.

¿Consideras que ha habido una evolución progresiva y negativa en la violencia estructural, una de las que seamos capaces de escapar?

Hiram Ruvalcaba: Me parece que la evolución tiene que ver sobre todo con una especie de sensibilización que se ha provocado por una frecuencia creciente de encuentros con la violencia. Los crímenes que yo retomo son de finales del siglo pasado y de principios de este siglo, que era una época muy marcada por la espectacularidad, un crimen, un feminicidio, un asesinato, el homicidio de una persona de la comunidad LGBT, era algo sumamente inusual y muy sonado. Cuando mataron a mi vecina todo el mundo se enteró de su muerte, todo el mundo supo su nombre, todo el mundo supo quién era, a que se dedicaba, por qué la mataron y ese tipo de cosas. Cuando llega la guerra contra el crimen organizado, que muchos años después hemos descubierto que era una guerra completamente falaz, eso quedó clarísimo el encarcelamiento de Genaro García Luna, estos nombres se fueron reemplazando por cifras y cuando uno ve números en las noticias, uno pierde sensibilidad, uno pierde conciencia de que cada una de estas historias o cada uno de estos números era una persona con sueños, ilusiones, familias, etc. En la novela yo utilizo un epígrafe de Sergio González Rodríguez, que dice “las cifras solo remiten a la infinitud del horror y lo personal esclarece” y me parece que precisamente esta evolución tiene que ver con que hemos perdido contacto con lo emocional. La violencia es cada vez más grave y hablo de la violencia más espectacular, los asesinatos, los secuestros y las desapariciones forzadas, pero a nivel estructural a mí me parece que desde hace muchísimos años hemos estado construyendo una sociedad que permite actos de violencia profunda, que hacen que esta insensibilidad sea posible. El primer corrido sobre un feminicidio que yo conozco, es el corrido de Rosita Alvírez y es un corrido revolucionario de año 1900, que yo tengo muy presente. Creo que en ese sentido, y esto no es exclusivo de México, que las sociedades se construyen por medio de la aceptación de ciertas violencias que consideramos que no son tan graves, pero que luego permiten el paso a violencias mucho más graves.

¿Por qué creen que llega este nuevo interés en explorar la experiencia de la vida personal por medio de la imaginación? ¿Puede la experiencia personal explorar de mejor manera la realidad de Latinoamérica y España actuales de las grandes éticas políticas del siglo pasado, por ejemplo?

Diego Recoba: Yo no distingo cuando estoy haciendo algo autobiógrafo de cuando estoy haciendo algo ficcional, y además ni siquiera creo que sea una tendencia actual. Acá, muchas veces, no sé si en otros lados, la crítica le dan a lo autobiográfico o a lo ficcional un estatus de tendencia, de moda, en el sentido peyorativo, como decir “es una moda pasajera, a lo que siempre recurren los que no saben escribir bien”, pero a mí nunca me interesó pensarlo de ese lado. Si es una estrategia para pensar el presente y el contexto, como también lo es la ficción. No pienso que vaya tanto en ese tipo de herramientas, sino en la forma que el arte esté dialogando con su contexto.

Hiram Ruvalcaba: El interés por explorar la vida personal como un producto para la imaginación no es bueno, yo creo que toda la literatura tiene algo de personal, pero incluso hablando de auto ficción, el primer libro de auto ficción del que yo te puedo dar noticia en la literatura occidental, es la Vita Nuova de Dante, y ese más o menos tiene ochocientos años. Yo creo que el hecho de que la auto ficción esté teniendo un impulso en occidente y en las no colonias, tiene que ver con el tema de encarnizar la experiencia política. Yo no sé si novelas como El señor presidente tengan menos efecto a diferencia de las novelas personales que se escriben desde nuestros tiempos, pero sí creo que el asunto de personalizar la experiencia se ha vuelto muy necesario, en un contexto en donde la despersonalización se ha vuelto muy cotidiana porque las redes sociales producen más o menos eso, nos convertimos en una especie de “no personas” en un universo virtual, y quizás por eso el interés de decir “yo soy un ser que vive en México, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Argentina, España, etc.” Se vuelve un poquito más necesario, y pienso que sin decir que es la mejor manera, es la manera que hemos encontrado de contar la experiencia de estas crisis políticas, sociales y vivenciales en general. Me parece muy importante hacer este tipo de cuestionamientos desde nuestra experiencia encarnizada.

¿Cuáles son tus principales influencias o motivaciones para escribir la historia contenida en tu libro?

Marie Gouric: La experiencia es mi propia historia, soy docente, trabajo en escuelas públicas, trabajé en un proyecto de educación no formal entre los años 2010 y 2014 aproximadamente, y me baso en esa experiencia y en el vínculo con esos niños. Soy hija de un obrero de fábrica, entonces también me baso en algo que es muy argentino, que es la transmisión de valores y de la apuesta de fe que han puesto las clases obreras en que sus hijos se profesionalicen, y en la educación pública como el puente para que pueda haber una oportunidad de ascenso o de cambio de clase.

Me parece que esta pregunta está ligada con la pregunta que habías hecho antes, y yo creo que sucede algo y es que la literatura y el mercado de la literatura hoy tiene espacio para identidades que antes no eran escuchadas, no eran leídas, no podían formar parte. Creo que por eso estas literaturas que levantan las biografías, a través de la imaginación, que me parece que no es un detalle menor, encuentro que es una manera novedosa y maravillosa de hacer un ejercicio de la memoria. Una memoria que visibilice voces que no eran visibilizadas, que no eran escuchadas, pero además una memoria que practique el ejercicio de la imaginación, que es la imaginación política y que entonces permite que estas memorias no sean duras ni rígidas, permiten contar las cosas todavía con más verdad que la que podría tener algo si lo contamos atándonos a la verdad como si la escritura fuera un documento, creo que por eso es importante destacar la imaginación. Además, a mí siempre me gusta pensar que la escritura es un ejercicio de memoria similar al de un bailarín, que para poder bailar, tiene que poder recordar el paso de baile para poder repetirlo, y ahí su memoria va a ser rígida, pero a la vez con cierto aspecto blando de su memoria, que le permita que ese paso de baile parezca siempre nuevo, que tenga la frescura de algo que es hecho por primera vez, y creo que en esta forma de pensar, se responde cómo trabajamos con nuestras biografías y con las historias de los otros. En mi caso yo trabajo con la historia de un niño que conocí, que fue mi alumno, y trabajamos con la propia historia y con la del otro, haciendo un uso de la imaginación como una estrategia que es política.

¿Crees que todos anhelamos lo que no conocemos, pero en cierto modo sabemos que nos pertenece? Como en este caso, la familia.

Laura Ferrero: Sí, cuando me preguntan por lo que deseamos, lo que está relacionado con lo que nos pertenece, etc. En mi caso, siempre cito una canción de Joan Manuel Serrat, en relación con Los astronautas, él decía que “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. Entonces, yo cuando empecé a escribir Los astronautas, siempre iba en pos de la verdad, que también es el tema del que venimos ahora hablando. A mí, se me negó toda esa verdad, y yo siempre pienso que en la información, hay una parte muy importante, porque es poder, saber de dónde venimos nos da un lugar en el mundo, y en mi caso yo no lo tenía. En realidad yo hablaba de verdad, porque se relacionaba en parte de una identidad que yo no había conocido nunca. Yo no sé si a todos nos pasa lo mismo, si hay algunos que piensan que en realidad esto de saber importa poco, porque cuando estaba investigando toda esta historia, siempre me decían, “¿preferirías saber algo que en realidad es desagradable o prefieres quedarte con esta sensación de no conocer?” Y yo, volvía a la frase, porque para mí al final la verdad está ahí. Para mí escribir este relato me ha dado el lugar que nunca tuve, un álbum de fotos que a mí me faltó desde el inicio. Yo siempre puse la verdad en el centro de toda esta exploración autobiográfica y que para mí ha sido como muy importante recuperarla.

¿Consideras la novela como una afirmación del derecho a recordar?

Laura Ferrero: Si no tienes pasado, creo que no puedes construir el futuro, por eso antes os hablaba de esa palabra tan importante que ha sido para mí, lograr escribirla, por lo tanto, yo respondería afirmativamente. Esta novela, para mi parte de una fotografía que yo nunca había visto. De niña yo nunca tuve un álbum fotográfico, ni un álbum de recuerdos personal. Por ello, yo siempre pienso que de cara al futuro, pues a mis hijos al menos les podré decir, “mira, yo no tenía ningún álbum, no te lo puedo enseñar, pero te puedo enseñar los astronautas”. Así que es como recuperar una parte de un pasado que quizás yo no he conocido, pero gracias a la imaginación, de alguna manera he recuperado.

Loading

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *