Crítica de danza “Callas, la divina”: Paradojas a partir de Callas

Por Carolina Jiménez Pizarro

Hace unos días fue el estreno mundial de Callas, la divina, obra de danza creada por la coreógrafa belga- colombiana Annabelle López Ochoa para el Ballet de Santiago, en el Teatro Municipal.

El día 2 de diciembre de 1923 nació una leyenda del canto: María Callas. Ella define el siglo XX en occidente, mientras Oum Kalthoum en oriente: son las divas que marcan la época. En ese contexto, se ha creado desde esta institución un ciclo que le rinda homenaje, en su centenario. Durante octubre se presentó la obra de teatro Callas, la hija del destino, con dramaturgia de Ximena Carrera y dirección de Jesús Urqueta.

El montaje estrenado últimamente busca mostrar la vida de la artista, de un modo dicotomizado: por un lado, La voz, que implica el talento excepcional y el destino, interpretada por Matías Romero; y por otro, la mujer, María, que encarna el padecer, la enamorada, la que experimentó la tragedia, representada por Ethana Escalona.

No obstante, Callas además es el oficio, la profesión y su experiencia de contacto con el público y los paparazzi. Estos últimos configuran una paradojal situación. Durante todo noviembre, mes de los públicos, nuestro Teatro Municipal desarrolló exitosamente diferentes actividades que promovieron el acercamiento con el público, y crear nuevas audiencias. Asimismo, su impacto en redes sociales fue acertado y bien dirigido. Y luego, a fin de mes, la obra Callas habría que pensar si se podría reconocer alineada con ese propósito, en el cual la corporación es efectiva.

Quien suscribe no sabe cuál era el destinatario deseado de la obra. ¿A quién se dirigía o con quién/quiénes se desea comunicar? Esto, pues los paparazzi aparecen tres veces en la obra, y por ende para qué están presentes es muy relevante. Desconozco cuáles fueron los criterios que orientaron la toma de decisiones respecto a la ejecución de un texto en inglés en el teatro, al momento que están en escena los paparazzi. Y no comprendía por qué no se proveyó subtitulado al castellano. La tecnología está, pues es empleada en ópera, en el mismo escenario. El receptor de la obra sólo puede ser alguien cuya educación y nivel de inglés ¿le permiten entender a cabalidad lo que dicen? ¿Todos los chilenos pudieron entender? Me temo que no, pues como país no tenemos buenos indicadores de dominio de otros idiomas. Ahí está la paradoja: hacer un tremendo y brillante trabajo de rescate y creación de público, pero al mismo tiempo una obra que es estreno mundial les deja un poco a su suerte. Sugerencia: poner subtítulos en castellano o que los intérpretes que caracterizan a los paparazzi, digan el texto en castellano.

Un segundo aspecto que no comprendí fue cuál era la narrativa global y unificadora. Se puede ver un hilo conductor entre iluminación y sonido y la coreografía, pero me temo que no sentí lo mismo acerca de escenografía. ¿Qué razón de ser tenía un pecho en el escenario? No lo comprendo. A la izquierda, la escalera como rodillas/ piernas y soporte de bailarinas/es tenía un sentido funcional. Como soporte, y escenario de notables imágenes. La cabeza a la derecha, podía despertar perplejidad pues era algo pequeña, y estaba recostada y le cambian de posición. Según expresó la coreógrafa en tertulia, buscaban mostrar el declive de Callas, y que de acuerdo a eso estaba hundiéndose. Eventualmente, la decisión pudo ser una cabeza que llegase hasta los hombros, y así se evidenciara más el cuello, su uso metafórico y el movimiento que marca diferentes momentos de la obra: palma de mano mira hacia el cuello, y luego girar la mano y se extiende el brazo hacia adelante.

Desde mi punto de vista, lo más genial fueron las columnas. La iluminación les destacó amplia y generosamente. Eran evidencia del pasado clásico y tenían un valor enorme en cuanto a hablarnos de monumentalidad. Ella, “la Divina” en esto si se siente magnífica y como el icono que fue. Un acierto, sin duda.

La iluminación estuvo espléndida y muy seductora. Lo más destacado era que, como espectador, no sentías saturada tu percepción. Hubo una claridad diferente, y una nitidez que resultaba placentero contemplar.

La música creó experiencias singulares. En primer lugar, fue un gran privilegio escuchar Casta diva con la voz de María Callas, en el Teatro Municipal y su acústica. Los melómanos y fanáticos de su carrera, obviamente la han escuchado en casa y reproduciendo CDs, o en línea. Pero nada se compara a escucharla a un alto volumen en un teatro: fue un lujazo, realmente. Por otro lado, en la escena del encuentro de María con Onassis la maestría de Frank Moon se puso de manifiesto, ya que interpretó bozukis. Sentir el sonido de cuerda pulsada, mientras se acercaban tras el primer contacto, invitaba a viajar al Mediterráneo, a Grecia. Tomó una decisión certera y oportuna, y de algún modo mágico nos impulsó también a evocar las sonoridades del folclore griego, y a ratos el influjo de la tradición sefardí, que tantos efectos tuvo allí. Resultó evidente su sólido conocimiento de músicas tradicionales del mundo: árabe, turca, India, Indonesia y africana, pues esas influencias contribuyeron de un modo significativo para que consolidara algo muy auténtico y propio para la obra.

En ese sentido, el creador de la dimensión musical fue capaz de dar cuenta de diversas vertientes y evoluciones, con una mirada holística y global, pero manteniendo la especificidad de lo que concierne a la trayectoria vital de María. Fue un tremendo aporte y a ratos el gran punto fuerte de lo que presenciamos. Asimismo, hubo una aproximación relevante a la música contemporánea y minimalista, lo cual permitió que se sintiera algo muy depurado y con lo elemental, de tal modo que la atención perceptual nuestra, como espectadores, estaba en integrar esos estímulos, y lo realizamos a partir de su lograda propuesta.

Fue muy bueno, además, que se puso en valor la trayectoria de Loreto Monsalve. Fue seleccionada para la Cuadrienal de Praga de Diseño (2015) con su proyecto Centrípeto, en el cual diseñó y elaboró vestuario en crin y mimbre. Así de versátil, pero también hay un recorrido previo que no hay que obviar.

Las escenas de los maniquíes, en las que se exhibió piezas similares a las que realmente empleó María en escena y que se inspiraron en esas ocasiones, explicitaron su identidad como creadora, y anteriores realizaciones.

Que la persona que se encargó del vestuario tuviese experiencia creando vestidos de dama antigua fue conveniente: parece oportuno recordar que esta es la primera obra de ballet en que trabaja pero, no obstante, tuvo la oportunidad de desarrollar el vestuario de El último heredero, dirigida por Jaime Lorca (2008), y su proyecto de título del Máster de diseño de vestuario de teatro, cine, ópera y audiovisuales del Instituto Europeo di Design IED (2009) fue acerca de Las Bodas de Fígaro y en ambas iniciativas creó vestidos de este tipo.

La larga capa que empleó la protagonista en la escena en que sonaba Casta diva fue hermosa. Implicaba un reto enorme en cuanto al manejo corporal. Contemplándola, surgía la pregunta acerca de si lo lograría la bailarina. Es menester destacar su consolidada técnica. Como espectadores podíamos elucubrar acerca de que Ethana podría privilegiar la atención en el tren superior del cuerpo, para lograr obtener dominio de la tremenda capa y no, logra poner su cerebro, y funciones ejecutivas al servicio de la complejidad de la pieza con gran destreza, e incluso logra un trabajo de pies extraordinario (considerando lo anteriormente descrito). Realmente fabuloso su desempeño, especialmente en tal escena, de gran belleza.

En cuanto a la coreografía, se desarrollan momentos de gran belleza. En particular, dos conviene exaltar. Si consideramos las dificultades que tenemos en la cultura occidental para elaborar la muerte, propia y de nuestros seres queridos, esto se acentúa cuando se trata del duelo gestacional, neonatal y perinatal. La coreógrafa tiene el enorme coraje de abordar la muerte del bebé que María engendró con Onassis. Se ha transmitido muchas cosas acerca de la vida privada de ella. Algunas veces sin fundamentos. En cambio, de acuerdo a la indagación de Nicholas Gage, que expone en detalle en Fuego griego, María, con el apoyo de Bruna Lupoli, manejó discretamente su embarazo, y el 30 de marzo de 1960 nace en clínica Dezza un niño prematuro y con dificultades respiratorias. Por este problema de salud es trasladado a otro centro asistencial, en el que muere dos horas más tarde. Cuando María despierta, ya no podía hacer nada. Esta historia, dura y traumática, es reflejada de un modo conmovedor.

Empleando un textil rojo, aluden a la sangre, la vida, el cordón umbilical y las referencias ancestrales acerca de ser parte de una comunidad humana, pertenecer: las hebras de la memoria. Un tema habitualmente tabú en nuestros países, explícito en un escenario de envergadura es una ofrenda, o casi. Honro aquello, y se agradece la voluntad de dar cuenta de cómo este episodio tuvo un impacto tan profundo y radical en la artista, en Callas.

Por último, la escena final. Poesía visual. El instante en que la coreógrafa nos intenta convencer de que nos habla de una diva, y el único en que sientes que se trata de La Divina. La iluminación es sobrecogedora. Y además, el vestuario vaporoso contribuye a que percibamos la sutileza de la escena, la levedad, y lo liviano con otros ojos. De algún modo, se sintió como un guiño al cuadro de las medusas de Momix. O quien suscribe así lo vivió, evocando la fascinación que la mencionada compañía generó. Ciertamente, acá Matías Romero crece exponencialmente en lo expresivo. Y su mímica facial nos comunicaba el desgarro interno inminente. En lo técnico estuvo muy bien durante la obra, pero acá se le puede apreciar integral, desplegando todos sus recursos y es donde más nos interpela y conmueve.

En síntesis, la última obra de danza de la temporada 2023 fue novedosa, y nos permitió aproximarnos de un modo inusual e inesperado a una mujer y artista que forma parte de lo más maravilloso del siglo pasado.

FICHA ARTÍSTICA

Título: Callas, la divina

Coreografía: Annabelle Lopez Ochoa

Música original: Frank Moon

Colaboración artística: Nancy Meckler

Diseño escenografía, video e iluminación: Christopher Ash

Vestuario: Loreto Monsalve

Ballet de Santiago
*con música grabada

Dónde: Teatro Municipal de Santiago.

Organizada en dos actos, tiene una duración de 1 hora y 40 minutos, e incluye un intermedio de 20 minutos.

 

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