Por Romina Burbano Pabst
Se aliviara la suerte de los oprimidos si los tiranos pudiesen ejercer su propio imperio abominable sobre los corazones y sobre los ánimos; si pudieran arrancar al corazón sus afectos, y al alma sus dulces y preciosas memorias.2). (Henríquez, 1817, p.12)
Esta cita de La Camila o La Patriota de Sudamérica, escrita por fray Camilo Henríquez retrata la resistencia innata de los oprimidos frente a la tiranía. La Camila es una protagonista bastante lúcida en su manera de observar la conformación de la sociedad colonial; moderna en sus ideas y de carácter fuerte, Camila, desafía los juicios de la sociedad en la que habita, sujeta a un sistema autoritario y genocida. La obra escrita en 1817, no es muy distinta a la contemporaneidad ya que los totalitarismos modernos no quedan lejos del deseo de poseer todas las dimensiones humanas. Sin embargo, le es imposible ya que su anhelo por despojar a los oprimidos de su condición humana se ve frustrada por aquellas dimensiones del ser que no se pueden dominar, tal como el alma y el sentir.
La K1000A, es una fascinante comedia histórica queer, escrita y dirigida por Antenor Allendes, quien recupera la figura del fray Camilo Henríquez y nos revela una parte poco conocida de su vida. En esta obra, Allendes no se limita a una simple biografía; sino que re-imagina a este olvidado padre de la independencia, explorando en los aspectos más íntimos de su identidad, jugando entre la ficción y la realidad desencadenando una fusión entre la época independentista y la contemporaneidad.
El fray Camilo Henríquez, periodista, médico y dramaturgo, quien, habiendo perdido la fe por su causa y agobiado por la derrota tras el desastre de Rancagua, llega autoexiliado a la casa de su amigo Diego Barros en Buenos Aires, Argentina. Entre la desesperación y la decepción, Camilo toma la arrebatada idea de terminar su vida, pero, antes de que pudiera concluir su cometido, aparece el fantasma de su hermano José Manuel, muerto en el desastre, y la mismísima muerte para impedir que Camilo se quitara la vida. Manuel y la Buena Muerte llevan a Camilo a escribir su primera obra de teatro independentista que cambiaría la historia de Chile: La Camila o La Patriota de Sudamérica. Y para realizar este cambio histórico decide junto a Rebecca, pariente de Diego, realizar un casting para elegir a quién interpretará a Camila.
Desde el humor y la ironía, la compañía La Desideria Teatro trae a escena una perspectiva fresca, poniendo en jaque la búsqueda de identidad de Camilo y el proceso de independización. Esta reinterpretación no solo humaniza a la figura de Camilo, sino que también resuena con las luchas actuales por la identidad y la autenticidad personal. De esta manera, la obra nos invita a reconsiderar desde una óptica contemporánea la lucha interna e histórica que Camilo debe enfrentar para poder liberarse de su constante angustia.
La sala está a oscuras, excepto por una luz azul que iluminaba vagamente el centro del escenario revelando un cuerpo recostado en un sofá. En reposo, el intérprete se mantiene respirando tranquilamente por un largo momento, con una quietud tan serena que contrasta con la bulla inquieta del público entrando a la sala. De pronto, un cambio de luz deja ver con mayor claridad la escena, un sofá antiguo rojo, un velador con unas hojas y una pluma encima, al medio del escenario una pantalla que rompe con la materialidad, y a los costados dos cortinas rojas con unos carteles que señalan el closet y la letrina. A partir de una escenografía minimalista que evoca la época independentista, los objetos adquieren una singularidad única al momento de interactuar con los intérpretes. Esto podemos observar en el juego con las cortinas, que, si bien eran las entradas y salidas de escena, también, son un hilo conductor entre las acciones de los personajes y el espacio, por ejemplo: cuando Camilo se reafirma como Camila entra al escenario por la cortina a la izquierda con el cartel de closet, jugando con la idea de “salir del closet”. Así cada objeto en el espacio está cuidadosamente pensado para que haya una interacción visible en algún momento de la trama que profundiza en su respectiva narrativa.
Detrás de del sofá, aparecen cuatro intérpretes, tres de ellos cubiertos con capas de ropajes coloridos; la cuarta intérprete posee una túnica blanca de encaje que deja ver solamente su rostro. El vestuario no busca ser preciso, sino evocar una moda determinada por la dualidad: lo pasado y lo actual, la vida y la muerte, lo masculino y lo femenino, lo real y lo ficcional; es una brillante fusión de moda antigua y contemporánea. Cada prenda, cuidadosamente diseñada, trae a escena la esencia de la época histórica mientras incorpora elementos modernos que resuenan con el público actual. Los trajes combinan tejidos tradicionales con cortes y detalles contemporáneos, creando una estética única y visualmente impactante. Esta mezcla de estilos no solo rinde homenaje a la moda del pasado, sino que también la revitaliza, dándole un nuevo aire fresco y relevante.
También, cabe mencionar, que el vestuario se caracteriza por su dinamismo y, a la vez, caracteriza aquellos aspectos que los personajes no verbalizan. Tres de los intérpretes con ropajes coloridos se diferencian del vestuario de Camilo, añadiendo capas visuales a la escena y, además, profundizan en la narrativa sugiriendo su presencia como una figura externa al protagonista, corporizando distintos narradores. En cambio, la túnica blanca de encaje de la Buena Muerte guarda cierta relación con el traje de Camilo, una cogulla diseñada con bastante delicadeza de tela negra brillosa con encaje blanco y, unas botas negras de tacón, sugiriendo esta relación íntima entre Camilo, la muerte y su identidad personal. Así, el vestuario toma protagonismo a lo largo de la obra, contextualizando al público de la evolución de Camilo y su viaje emocional, así como el de los demás personajes.
El elenco, compuesto por Nicolás Santelices (Camilo), Paula Cruz (Erika), Valentina Godoy (Rebecca), Juan Aylwin (Manuel), Rebeca Henríquez (Buena Muerte), talentosos y versátiles, abordan las nociones de libertad e idealismo moral tanto en sus diálogos como en su performance escénica, aportando una profundidad propia que hace de la obra una experiencia original, manteniendo al espectador cautivado de principio a fin. En este sentido, cabe destacar el uso del espacio físico, donde los intérpretes demuestran una excelente conciencia corporal. Sus movimientos, grandes y aireados, junto con las extensiones y contraposiciones, permiten que se desplacen por el espacio de manera fluida, adentrando al público a un cuadro tridimensional.
Nicolás Santelices y Rebeca Henríquez poseen una gestualidad única, su puesta en escena es impresionante, dinámica e hilarante. En el rol principal, Nicolás construye un Camilo Henríquez muy original y con bastante presencia. La potencia de su voz y su sólido trabajo con el cuerpo y sus gestos, crean un lenguaje corporal propio que encarna las dudas, deseos, miedos y esperanzas de Camilo. Sin duda una actuación sobresaliente, que devela en su delicadeza el rol del teatro físico/gestual y la representación queer. Asimismo, Rebeca Henríquez, quien personifica a la Buena Muerte, construye un personaje singular con un tono humorístico que nace de su gestualidad y su capacidad de diversificar las micro-expresiones faciales. Entre movimientos rápidos y exagerados, a veces sutiles, Rebeca desarrolla un personaje puramente expresivo que juega con un amplio abanico de gestos faciales y manuales. La actriz, personifica a través de su cuerpo, una muerte que reivindica la vida, sustituyendo el miedo y la angustia por una muerte ingenua y vulnerable, lo cual se complementa perfectamente con la decisión de su vestuario de encaje blanco que acentúa su rostro y la idea de la muerte como luminosa.
Paula Cruz, Valentina Godoy y Juan Aylwin, se destacan por sus interpretaciones vocales, poseen una voz con gran presencia escénica que sostiene la relevancia de sus actuaciones aportando a la continuidad narrativa. Paula posee una voz resonante y magnética, adentrándonos a un personaje que evoluciona de menos a más, capturando la atención del público con su papel de Erika, corporizando la fortaleza crítica de su personaje y su anhelo por la libertad de expresión. Por otro lado, Valentina, proyecta una seguridad única, a partir de su cuerpo deslumbra la esencia de su personaje con posturas que engrandecen su interpretación, tales como; postura erguida, pecho adelantado, brazos abiertos y aireados, manos a la cadera, cabeza levantada, miradas directas y pies separados. Por su parte, Juan encarna al fantasma de Manuel Henríquez, quien maneja técnicas actorales y vocales para dar vida a un personaje de pocas palabras que se representa con discreción y sensibilidad la presencia del porvenir.
La obra nos acerca a un Camilo que lucha no solo por la independencia de Chile, sino también por su propia independencia, donde el personaje de Camila se convierte en un reflejo de sus deseos más profundos. A través de esta narrativa, la obra sugiere que Camila representa lo que Camilo anhela ser; una persona firme con sus ideales y fiel a sí misma, que quiere ser ella misma, aunque deba ocultar su identidad debido a las restricciones sociales de su tiempo. Se desencadena, entonces, en el escenario una performance colérica, con diálogos que superan la trama junto con una inmersión en la psique del personaje. Además, esta hilarante comedia posee un uso del vocabulario contemporáneo que enfatiza en la fusión entre lo antiguo y lo actual, con el uso de expresiones como “la media volá”. Contrastando la imagen realista de Camilo, y la ficción moderna de su personaje, en este drama cómico e introspectivo, Camilo se enfrenta, no solo a la modernidad, sino también, a múltiples personajes que cuestionarán sus principios, desafiando sus convicciones y guiándolo a su liberación.
Es así que esta destacada obra despliega un drama intenso y provocador que emerge de la mente exaltada de Camilo Henríquez, enfrentándose a su propia identidad sexual, desencadenando una odisea emocional que refleja, tanto su agotadora lucha por la independencia personal, como la de su patria. Cautivadora y con profundidad psicológica La K1000A, contiene una poderosa narrativa corporal, verbal y escénica que invita a explorar las complejidades del alma humana en su forma más honesta, dejándonos con la duda de si ¿es posible alcanzar la libertad cuando la mente esta tan llena de intranquilidad?
La nueva figura de Camilo, lucha por la emancipación de Chile desde una dimensión artística e intelectual, donde nos permite visitar el pasado, para establecer relaciones símiles con cuestiones que acontecen en nuestra actualidad. La K1000A, es un montaje muy bien construido, que nos pasea por un capítulo de la historia chilena desde las risas, al drama, a la intensidad, a lo bizarro y lo contemporáneo. La Desideria Teatro nos deja con gusto de más, con su puesta en escena que aborda tanto temas de género como la auto-aceptación y la angustia, con una mezcla de sarcasmo y jocosidad.
Ficha Técnica
Título: LA K1000A
País: Chile
Compañía: La Desideria Teatro
Dirección y Dramaturgia: Antenor Allendes
Elenco: Valentina Godoy, Nicolás Santelices, Rebeca Henríquez, Juan Pablo Aylwin, Paula Cruz
Diseño Integral: Laura Gandarillas y Catalina León Gandarillas
Diseño Sonoro: Juan Pablo Aylwin
En Club de Teatro, Chucre Manzur 10