Por Galia Bogolasky
Honor la inquietante obra de la dramaturga australiana Joanna Murray–Smith, dirigida por Jesús Urqueta, llega por primera vez a escenarios locales en una nueva producción del Centro para las Artes Zoco. Es un drama familiar marcado por la infidelidad y la crisis de identidad que explora temas como el amor, la lealtad y el empoderamiento de la mujer.
Honor (Solange Lackington) y George (Bastián Bdenhöfer) llevan 32 años de matrimonio. Ella es una exitosa escritora, y él, un reputado columnista. Se entienden perfectamente bien el uno al otro y aparentemente todo anda bien entre ambos, hasta que un día él le anuncia que va a dejarla por otra mujer más joven (Magdalena Müller).
Entrevistamos al reconocido actor nacional, que nos contó acerca de su trabajo en esta obra.
¿Cómo fue para ti interpretar a este personaje, George, de esta obra Honor?
Hacía mucho tiempo que no me tocaba enfrentarme a un trabajo teatral tan difícil. Ha sido bien difícil, es muy complejo, sigue siendo difícil. Estrenamos recién, después del estreno tuvimos dos funciones con público. Nos ha ido muy bien. Pero cada función, cada pasada es un desafío actoral. Uno, porque el texto es muy bueno, la obra está en el texto y en la dirección teatral. Y la premisa de dirección implica estar en el aquí y en el ahora, actoralmente, entonces implica un trabajo de concentración agotador. Pero es un desafío hermoso, es un desafío muy bueno, muy interesante. Actoralmente es como para un músico tocar a Stravinski, así de complejo.
Este es un texto que se estrenó hace 20 años de Joanna Murray-Smith, una dramaturga australiana, y se hizo la adaptación ahora para Chile, dirigida por Jesús Urqueta. ¿Cómo fue para ti estudiar este texto que dices que también es súper complejo y pensar en esta adaptación?¿Cómo fue pensarlo para nuestro público, nuestra realidad en Chile?
De hecho, mira, debo reconocer que cuando llegó la obra a mis manos, la primera lectura que hice no me tincó para nada. Lo conversé con Solange (Lackington), por ejemplo, a ella le pasó algo totalmente distinto, ella se enamoró de la obra desde la primera lectura. A mí me pasó todo lo contrario, me llenó de dudas. Yo, por lo general, cuando me presentan una obra y la leo, la leo así como rapidita, como para tener la primera sensación, y después la vuelvo a leer más detenidamente. La primera sensación que tuve fue, no me tinca mucho, tanto texto, ya me imagino, van a estar todo el rato sentados. Es una obra de texto, un poco ñoño lo encontré. No conocía a Jesús Urqueta, el director, lo llamé por teléfono. Le dije, ¿Cuál es tu punto de vista? ¿Qué piensas hacer tú con la obra? Ahí estuvimos un rato hablando por teléfono, y yo dije, perfecto, me convenciste, voy a aceptar. De hecho me fui enamorando de la obra muy de a poco. Ahora me encanta, y de hecho, cada función que hago me gusta cada vez más. Le voy encontrando sentido al texto, le voy encontrando sentido a cada uno de los parlamentos, no sólo los míos, sino los parlamentos de cada uno de los personajes.
Es una obra de cuatro personajes y que está hecha con puros diálogos. Los personajes son una pareja de 60 años, tienen una hija y hay una joven periodista que está haciendo un trabajo de investigación de George Spencer, que es el personaje que hago yo. Entonces son puros diálogos que se van alternando, y están todas las alternativas de diálogo. Entonces, las veces que no me toca, hay como cuatro escenas, donde tengo que esperar entre bastidores, me quedo ahí escuchando los diálogos y voy descubriendo cosas y es una joyita, una joyita dramatúrgica. Si uno va en lo profundo, la autora incluso juega con las palabras con una cierta geometría, hay palabras que aparecen al comienzo y que se vuelven a repetir al final. Son como esos ejercicios que hacía Bach en algunos temas, en donde parte con una melodía y llegado a algún momento, usa la melodía pero la invierte. La autora hace algunos ejercicios geométricos con la dramaturgia, cosas que uno va descubriendo de a poco, pero que le empieza a dar un sentido y muy poético, además.
Es una obra realista, pero no está todo servido. Hay muchas cosas que están entre líneas. Primero, el actor tiene que ir entendiendo esas entre líneas, para que el público vaya entendiendo y descubriendo también las entre líneas. Entonces es un ejercicio que uno va haciendo con el público, y eso hace que la obra sea interesante también.
¿Cómo te preparaste para el personaje? ¿Qué fue lo que te interesó de tu personaje? ¿Cómo trabajaste el personaje? ¿Lo quisiste? ¿Lo odiaste?
Fue bien interesante. Hicimos un largo trabajo de mesa como para entender bien la estructura, el lenguaje, adaptar algunas cosas de las traducciones. Hay varios dentro del equipo que hablan bien inglés, entonces había que corregir. Teníamos el original, íbamos corrigiendo algunos sentidos, afinando la obra, entonces me pasaron varias cosas. Uno, desde el punto de vista técnico, cuando ya terminamos el trabajo de mesa y empezamos a probar ya en escena algunas cosas, yo le decía a Jesús: “Me falta información para encarar esta escena” y como es un teatro realista, yo estaba preparado como para enfrentarlo de una manera más Stanislavskiana. El método Stanislavski sugiere que una cierta tridimensionalidad del personaje, en donde uno tiene que estar súper bien informado, de dónde vengo, para dónde voy, qué es lo que estoy haciendo, la acción, con qué propósito, todo tiene que estar justificado, cómo eso se va tiñendo en la manera de caminar, en la gestualidad, en la manera de mirar, etcétera, en todas las acciones que realiza el personaje. Pero rápidamente Jesús me dijo, no, olvídate todo eso, aquí la propuesta es; apréndete bien el texto. Esa es la tarea para todos, nos dio una fecha, para tal fecha no quiero tener más texto en mano, lo que para un actor es terrible en la etapa de ensayo. Ya el trabajo de memorización fue bastante difícil porque es un texto que no es muy obvio. Los personajes son todos literatos, él es periodista pero columnista, como los periodistas cototos, así más como a la antigua. Ella es escritora, les gusta la palabra, por lo tanto, todos los textos están compuestos con palabras que no son tan obvias, palabras difíciles, por decirlo así. No hablan con un lenguaje muy cotidiano. Por otro lado, los textos se van interrumpiendo. Además, la autora dice en tales partes hay que cortar el texto, el otro personaje está diciendo algo y en un momento determinado uno tiene que cortarle la frase y nos vamos cortando e interrumpiendo, entonces eso significa no sólo memorizar el texto de uno, sino también hay que memorizar el texto del compañero o la compañera para saber en qué momento uno tiene que cortar.
Hay un aspecto técnico, pero me liberó harto cuando Jesús me dijo, no, olvídate de justificar las cosas, apréndete el texto, dilo con verdad. Punto. Eso es lo único que yo quiero, y que uno esté conectado con su partner, con el otro actor o, con las otras actrices, en mi caso, que uno esté absolutamente conectado para que la réplica que uno dé tenga que ver con el ritmo con el que está llevando la escena, o sea, se va construyendo ahí en el momento, de manera que los sentimientos vayan surgiendo de acuerdo a lo que está pasando ahí en ese instante y olvídate de las acciones y de justificar. Lo que me gusta de la puesta, da lo mismo si han pasado dos días, tres días, cuatro días, las escenas se van encadenando como con cierto fundido. Es porque no es importante eso, lo importante es el presente, lo que está pasando ahí en el momento. Eso en cuanto a lo técnico, después, todo actor tenemos que justificar el personaje que estamos haciendo. Ahí discutimos harto, porque en una primera instancia empecé a encontrarle toda la razón a George, mi personaje, en todo lo que hacía. Fui haciéndolo, defendiéndolo, como si la obra se llamara George y no Honor. Ahí Jesús fue muy hábil en decir: “A ver, prueba decir el texto de esta otra manera”. Ok, como soy un actor obediente. Cambiaba totalmente el sentido, y dice, ahí estás bien. Sí, pero resulta que yo me sentí como un desgraciado. Es que el tipo es bastante desgraciado en cierto aspecto también. Tuve que ir de a poco aceptando el lado villano de mi personaje, y entenderlo, sin dejar de justificarlo, desde luego, pero entender que es un tipo que, por muy liberal, por muy intelectual y progresista, es lícito que él empiece a echar de menos una cierta pasión en la vida, que empiece a encontrar aburrida una cierta monotonía en la relación que tiene con su mujer, desde hace 32 años, pero al mismo tiempo él está estructurado dentro de un sistema patriarcal en el cual él está refugiado, que lo hace tener una actitud bastante dominante hacia las mujeres, hasta finalmente encontrarse solo. Incluso está la alternativa, lo hemos hablado con Jesús, y él me dice: “Yo creo que al final de la obra a lo mejor él no entendió nada. Se encuentra solo, pero no entiende el por qué”. Entonces es bien interesante. No es tan obvio.
¿Cómo fue tu trabajo con Solange Lackington y las demás actrices?
Con cada una de ellas tuve un proceso distinto, como es una obra tan sensible y tan psicológica, y tan vivencial, así como el director trabaja de manera distinta con cada uno de los actores de su elenco. Hay actores más sensibles que otros, hay unos más rabiosos que otros, hay unos más torpes que otros, estoy hablando en general, los directores tenemos que trabajar con mucha psicología. Lo mismo sucede también cuando uno está dentro del elenco y uno se va enfrentando con sus compañeros, cada una de mis compañeras es totalmente distinta, es muy bonito tener compañeras que pertenecen a tres generaciones distintas; Solange es de mi generación, primera vez que hacemos teatro juntos, hemos trabajado en teleseries juntos, hace años atrás, la considero una gran actriz, es un placer actuar con ella, y así como yo tengo mis mañas, ella tiene sus mañas, todos los viejos actores tenemos nuestras mañas, entonces hay que ir descubriendo en el camino para adecuarse, entenderse, pero es una actriz que, cuando uno está actuando y uno se va mirando a los ojos uno siente que hay un personaje con vida, y eso es un placer, es un placer estar con un par. Con la Magdalena Müller, que es más joven pero también es una actriz con mucha experiencia, muy generosa, muy extrovertida, y muy dispuesta al juego, también ha sido y sigue siendo en escena, es un placer actuar con ella. Con Octavia Bernasconi, a quien no conocía, también para mí ha sido una gran sorpresa, y se lo he dicho a ella, me conmueve mucho actuar con ella, es muy verdadera, logra surfear con mucha maestría, es una vieja chica.
Cuéntame cómo ha sido este proceso para ti, después de una larga trayectoria, partiendo en televisión, con personajes muy importantes en televisión, después en el cine, en series, y en teatro. ¿De todos estos formatos el teatro es donde menos trabajos has hecho? ¿Siempre has estado conectado con el teatro? ¿Qué formato te gusta más?
Siempre he estado conectado con el teatro, de hecho partí haciendo teatro. Mi primer trabajo profesional que hice fue en el Teatro La Feria, con Jaime Vadell, y te estoy hablando de 1980, en La República de Jauja. Después me metí a la escuela de teatro. De hecho, en la escuela de teatro no les gustaba mucho que al mismo tiempo yo estuviera trabajando en una compañía de teatro. En el Teatro La Feria estuve durante cinco años, y después estuve tres años en el Teatro de la Chile, formaba parte del elenco. En esa época estaba casado con la Consuelo Holzapfel, formamos nuestra propia compañía, pero siempre estaba haciendo teatro. Pero llegó un momento en donde más bien me gustó más dirigir, y después llegó un momento, hace como seis años, en donde dije; “Me carga actuar, no voy a actuar nunca más”. De hecho, calzó con otro tipo de trabajo que empecé a hacer, empecé a trabajar en la Municipalidad de Recoleta. Ahí hice un trabajo que era teatral también, pero tenía que ver con la docencia. Allí hacía talleres de teatro para los profesores de los colegios municipales de Recoleta, y que fue una experiencia maravillosa. Pero allá hacía talleres de teatro para los profesores. Después dejé de trabajar ahí en la Muni, y calzó con que me llamaron para el San Ginés el año pasado, para esta comedia dramática que se llama ¿Por qué no se van?, en donde compartía escenario con la Ximena Rivas, con Maira (Bodenhofer), mi hija, y que fue como una vuelta al teatro súper bonita. Me encantó, además que me encanta la comedia. Hacía tiempo que no hacía teatro. Antes del ¿Por qué no se van? había actuado con mi hija. Ese algo que nunca compartí contigo, con la Claudia Hidalgo. Después no actué más. Ahora estoy de vuelta en la actuación, encantado. Estoy feliz de haber retomado mi trabajo en el escenario.
¿Te gusta más que el cine o la televisión?
Es que es tan distinto. Lo difícil del teatro es que parte la función y no termina hasta que no termine. Es un viaje sin retorno, si te equivocas en la mitad, tú no puedes decir ¡Ay! ¿podemos retomarlo de nuevo? No. En cine acabo de terminar de hacer una película con Jorge Olguín. Es distinto, se filma desordenado, por escenas, uno va repitiendo. El trabajo de composición de personajes es totalmente distinto. Ahí uno actúa para la cámara. Antes de cada escena yo le pregunto al camarógrafo o al director de fotografía ¿Con qué lente estamos? ¿Estamos con un 35? Entonces yo ya sé al tiro que el plano es como un plano medio. No, este es abierto, abierto, abierto. Entonces sé que si hago algún pequeño detalle, ahí no se va a ver. El detalle tiene que ser más grande. No, aquí estás cerrado, aquí vas a estar, entonces de repente si quiero dar algo lo puedo dar con un pequeñísimo gesto con la boca, con el ojo, con la mirada. Pero en el teatro no. En el teatro uno vive su personaje, en este caso durante 1 hora 51, que es lo que dura Honor, y es un viaje sin retorno.
Volviendo a tu historia, al trabajo actoral que has tenido en tu larga trayectoria, ¿Cómo ves el estado de las artes hoy en día? ¿Cómo ves tú el estado de los actores que son independientes y que a veces pasan momentos así que no tienen pega? A ti te ha pasado que has estado con muchos proyectos al mismo tiempo, y de repente pasa un periodo que no estás con muchos proyectos ¿Cómo es enfrentar eso? Tú lo viviste en un momento, y fue duro, me imagino. ¿Cómo te preparas también para el futuro?
Yo creo que hay una precariedad en cuanto a políticas culturales, como país, cero, cero. Culturalmente, a nivel estatal, no hay absolutamente ningún programa cultural, no hay ninguna línea cultural, no hay una línea editorial en cuanto a “Este año lo vamos a dedicar a hacer tal cosa, tal otro año, vamos a priorizar la danza contemporánea, veamos cuántas compañías de danza contemporánea hay en el país, cuáles son las necesidades, etcétera, este año a lo mejor lo podríamos dedicar exclusivamente al teatro, este año dedicarlo exclusivamente a los pintores”. ¿Cómo fomentamos, cómo proyectamos nuestra imagen país hacia el exterior, eligiendo a ciertas compañías, ciertos artistas para mandarlos afuera y que representen nuestro país afuera? Lo que hacen los otros países.
El arte y la cultura son los grandes embajadores de imagen país en el extranjero, los países se venden así, y desde luego tienen resuelto una política cultural interna, que para mí aquí es absolutamente inexistente, que uno se rasca con sus propias uñas. La única posibilidad de repente es postular a un Fondart, yo decidí no postular nunca más a un Fondart. El diálogo con la empresa privada es extremadamente difícil, se necesita hacer mucho lobby, o tener contactos, o tener un pituto para que de repente alguna empresa se interese en apoyar el arte y la cultura. Incluso hay leyes para eso, la famosa Ley Valdés, en donde pueden liberarse de montos importantes de IVA y todo eso, si es que hay un aporte a la cultura. Nada, no pasa nada. Sin embargo, encuentro que los artistas en Chile, no solo los actores, sino estoy hablando de todos, de los bailarines, los escritores, los poetas, los pintores, los músicos, encuentro que somos súper heroicos. Hay una valentía y un acto de heroísmo en seguir adelante, ocupando espacio, llenando una necesidad tremenda que hay en la población. Aún así, las artes no llegan a todos los rincones, porque tampoco hay mucha descentralización, ni siquiera hay descentralización interna. Para mí está claro que ha habido un retroceso cultural en el país a partir del Golpe cívico-militar, ha habido un retroceso cultural. No diría apagón, porque se siguieron haciendo cosas muy interesantes durante la dictadura, se hacían cosas, muchas cosas interesantes y con nada, con nada hacíamos teatros así y juntábamos tarros de leche Nido, que transformábamos en focos y nos conseguíamos unas telas e igual montábamos algo espectacular, y ocupábamos espacios abandonados, íbamos a las poblaciones, íbamos a los sindicatos. Pero una vez de vuelta a la democracia, yo creo que el presidente Lagos fue el único que de alguna manera delineó ciertas líneas culturales. Luego con Bachelet se construyeron algunos teatros, pero hay muchos teatros que son elefantes blancos que están abandonados. En provincias, por ejemplo, hay lugares donde hay unos teatros inaugurados por la presidenta Bachelet y están vacíos, porque no hay programadores culturales, no hay gestores, no hay productores culturales, no hay ningún incentivo. No existe aquí, por ejemplo, carreras que enseñen economía de la cultura. Todo se hace o de manera privada o cuesta mucho, cada uno ahí se las arregla como puede. Pero es sorprendente y emocionante finalmente ver cómo los colegas son heroicos, cada uno es un héroe o una heroína tratando de salir adelante en condiciones paupérrimas, muchas veces. Es súper difícil, por ejemplo, si yo me digo: “Voy a vivir solo del teatro”, es imposible. Tengo que estar haciendo otras pegas y otras clases y todo. De repente te llaman de la tele y ¡aleluya!, ¡fantástico! Porque eso te asegura un sueldito durante seis meses, siete meses. Pero estamos siempre a la espera. No existen las compañías estables. Hasta en dictadura existía el Teatro de la Universidad de Chile y el Teatro de la Universidad Católica con elenco estable. Existía el Teatro Itinerante, que era del Estado, paradójicamente, es curioso. Falta el acceso a la cultura. No todas las comunas cuentan con centros culturales. No en todos los centros culturales hay talleres de teatro, de música, a lo más tienen un taller de folclor, un taller de tejido y un taller de porcelana. Pero no va más allá. Son pocos los centros culturales que tienen una política cultural así de educación del público, educación de audiencias, o que van con buses y llevan a los vecinos porque tienen convenios con el municipal o con otros teatros y llevan a los vecinos a ver teatro, como se hacía antiguamente.
Ficha artística:
Título: Honor
Dramaturgia: Joanna Murray–Smith
Traducción: Rodrigo Olavarría
Dirección: Jesús Urqueta
Elenco: Solange Lackington, Bastián Bodenhofer, Magdalena Muller, Octavia Bernasconi.
Diseño de escenografía: Tamara Figueroa AS
Diseño de vestuario: Loreto Monsalve
Iluminación: Andrés Poirot
Música: Marcello Martínez
Temporada
7 de septiembre al 20 de octubre en Teatro Zoco (Avenida La Dehesa 1500, Lo Barnechea)
Funciones de jueves a sábado a las 20 horas, y domingo a las 19 h.
Receso por Fiestas Patrias: sin funciones entre el 19 y 22 de septiembre.
Estacionamiento liberado