Por Gabriela Bravo desde San Sebastián
Los directores chilenos Camilo Becerra y Sofía Gómez presentaron en la sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián, Quizás es cierto lo que dicen de nosotras, una película de ficción que se inspira en el caso de la secta de Colliguay, dirigida por “Antares de la luz” y que terminó con el macabro asesinato de un recién nacido.
La cinta protagonizada por Aline Kuppenheim y Camila Roeschmann está centrada en la relación madre e hija que tienen ambas. Por un lado está Ximena, una terapeuta, madre de una de las participantes en la secta, y por otro, está Tamara, la hija de Ximena, quien es la joven que dio a luz al lactante que será sacrificado en un ritual. Así nos adentramos a la intimidad de una familia que se ve confrontada a un dilema moral: apoyar a una hija que vivió horrores en una secta o entregarla a la justicia por el crimen en el que participó.
Los directores Becerra y Gómez nos proponen un duro viaje por las entrañas de los sentimientos de una madre que no se decide entre la razón y el corazón. Con impecables actuaciones, Quizás es cierto lo que dicen de nosotras, logra poner al espectador en una situación incómoda, ya que en lugar de entregar certezas solo abre interrogantes frente a cuál sería nuestra postura si tuviéramos que enfrentar una historia similar.
Desde San Sebastián Culturizarte pudo conversar con los directores Camilo Becerra y Sofía Gómez.
¿Cómo han vivido la recepción del público del Festival de San Sebastián?
Sofía Gómez: Desde el año pasado que estuvimos en el WIP (Work in Progress), fue muy genuino el interés que tiene este festival por el cine latinoamericano. Eso nos parece muy conmovedor. Eso nos pasó el año pasado, y este año volvimos a sentirlo. Entrar y ver la sala a tope fue muy espectacular. Este festival tiene muy buen público. Fue muy emocionante al terminar la función, venía el conversatorio y, yo diría, que un 70% de la sala se quedó. Eso fue muy emocionante: poder estar ahí conversando y sentir, de alguna forma, el pulso de este festival y de la ciudad, que es muy acogedora.
Camilo Becerra: A pesar de ser un festival muy grande, se siente familiar. Te hacen sentir muy bien, no solo el público, sino también la gente del festival. Hay una onda que nos encanta; estamos felices de estar aquí.
¿Cómo nace la idea de esta película?
CB: Nace un poco del caso real. Es decir, cuando nosotros, al igual que todo Chile, nos impresionamos con lo que había pasado en Colliguay. Nos pareció algo horrible. De alguna forma, fuimos sugestionados también por toda la lógica que los medios plantearon sobre el caso. Y justo en esa época, nosotros también estábamos tratando de trabajar el tema de las sectas, pero desde otro enfoque. En un momento dijimos: «Quizás sería interesante dialogar con este hecho en particular, pero no con la secta, no con el líder, mucho menos desde el punto de vista con que los medios cubrían el suceso. Sino que, más bien, ¿qué pasa con la gente que estuvo involucrada? ¿Qué pasa con esa familia? ¿Qué pasa en la intimidad?». En ese instante, descubrimos que no iba a poder ser un documental; el documental no era una buena herramienta para trabajar ese tema como lo queríamos hacer. Decidimos fabular, no basarnos en el caso, sino construir un relato completamente ficticio alrededor de ese suceso para hacernos esa pregunta: ¿Por qué alguien, o cómo alguien, llega a cometer un crimen de esa naturaleza tan absurda a simple vista? ¿Y qué se hace con eso? ¿Cómo se vive con eso? ¿Cómo se administra en relación a los lazos familiares, a los vínculos?». Así fue como comenzamos.
SG: Las particularidades de este caso nos llamaban la atención, porque tenía que ver con una clase alta, y, de alguna manera, teñido por la pregunta de por qué alguien llega a hacer esto. Yo diría que la pregunta que nos inspiró realmente a esta película es: ¿Qué pasa ahí? ¿Qué pasa si le sucede esto a alguien cercano, a mi hija en el caso de la película, a mi prima? Nos dimos cuenta de que teníamos ganas de hablar de ese tema porque también nos dimos cuenta de que hay muchas sectas de distintos tipos, no solo místicas, sino también religiosas, económicas, políticas. Nos ha interesado mucho adentrarnos en ese mundo.
¿Cómo fue el proceso de documentación que ustedes hicieron? Porque se toca el tema de la secta está, pero no se habla de Antares de la Luz ¿Cómo fue este trabajo antes de llegar a la ficción?
SG: Tuvimos una investigación. No hablamos con los miembros de esta secta en particular. Tuvimos acceso a conversar con gente que ha participado en sectas, y eso fue bueno. Es muy interesante porque, al poder tener esa conversación en persona, no son sólo los sucesos, sino que también tiene que ver con la emocionalidad. Es decir, ¿qué sucede realmente cuando has sido seducido por una secta? Leímos libros.
CB: Leímos todo lo que se escribió, no fue mucho, fueron dos libros, pero que nos sirvieron bastante para conocer más detalles del caso y para tener perspectiva. Mientras más indagamos sobre el caso particular de Colliguay, más sentíamos la certeza de que queríamos un poco inventar a los personajes, no basarnos realmente en eso. Porque lo que nosotros proponemos es mirarlo desde lo íntimo, es decir, acercar el fenómeno y el suceso a gente que se parece mucho más a nosotros, a nuestra familia, etc. Hicimos entrevistas y conversaciones informales con mucha gente que ha participado en sectas, incluso algunas de nuestro círculo más cercano, leímos los libros que se escribieron, todo lo relacionado con el caso judicial, también leímos muchas cosas del expediente, vimos la reconstitución de escena y mucho material de prensa. Todo eso nos fue dando contexto, nos fue dando ideas para tratar de fabular, pero de una manera creíble.
Esta película habla más sobre la compleja relación de una madre con una hija y, sobre todo, mucho más compleja porque la madre es terapeuta. ¿Cómo se construye esta relación?
CB: Esa era la idea, precisamente, generar eso que era todo lo contrario a lo que pasaba con la noticia. Cuando uno veía las noticias, parecía que fuera como una película de terror, algo extraordinario o fuera de la realidad. Nosotros quisimos hacer lo contrario, instalar esto en lo cotidiano y que le genere a la audiencia algo tan lejano, pensar: «¿Me podría pasar a mí? ¿Qué haría yo en ese caso?». La razón por la que el personaje es terapeuta es, precisamente, por eso. Es una manera de demostrar que nadie, por más que lo intente, logra explicar lo que sucedió, independientemente de las herramientas intelectuales o profesionales que tenga. En este caso, la idea del personaje es vivir un constante conflicto interno y una contradicción entre su lado materno y su lado terapéutico, cruzarlos y tratar de buscar respuestas en alguno de los lados, y no encontrar ninguna. Podríamos decir que ese es el punto de vista que establecimos.
SG: Nos costó tomar la decisión de que esa fuera su profesión. Le dimos varias vueltas, porque nos parecía quizás un poco excesivo. Pero nos gustaba también que ella estuviera enfrentada, de alguna forma, a la locura. Eso para nosotros era importante. Como esta persona que trabaja en estos temas, en algún momento eso filtra o infiltra a su familia, y tiene que enfrentarse a eso. También la posibilidad de preguntarse: «¿Mi hija es una psicópata o no?». Es decir, la ambivalencia, ¿Cómo se quiere y se odia a la vez? ¿Es posible?». Al menos, esa es nuestra tesis.
Son personajes con luces y sombres, con muchos relieves
SG: Esa es la complejidad de los personajes. No ser taxativo en el juicio sobre un tema, sobre los personajes. Es interesante eso. También hay un dicho, que no sé si se usa en otra parte, que es «el hijo de psiquiatra».
CB: Es un dicho que dice que «son locos».
El trabajo de las actrices me parece fundamental para que esta película tenga el resultado que tiene ¿Cómo trabajaron con ellas?
SG: En términos generales, a nosotros nos interesa mucho la actuación. Es algo que nos obsesiona. Durante el proceso de escoger, nosotros invitamos a Aline Kuppenheim incluso antes de tener un guion. Queríamos trabajar con ella. De alguna forma, la película está escrita para ella porque nos parece que su trabajo es siempre excepcional. Había una sensibilidad que nos servía. Ese fue el primer elemento de acercamiento. En el caso de las otras actrices, las conocíamos por sus trabajos anteriores.
CB: Cuando ganamos el primer fondo, que fue un CORFO de desarrollo, ni siquiera teníamos un guion todavía, solo una idea. Nos acercamos a Aline y le propusimos el proyecto, y por fortuna ella aceptó sin leer un guion, porque no existía. El personaje fue construido pensando en ella. Después, cuando comenzamos con el trabajo de dirección de actores, ella le dio aún más profundidad. Aún seguimos en un diálogo permanente, incluso en el set, durante el rodaje. Siempre pensamos en Aline; mientras escribíamos, pensábamos en sus gestos, en su voz. Nos sorprendió la capacidad que tuvo para representar a Ximena. Asimismo, con Camila Roeschmann llevábamos mucho tiempo trabajando, pero ella se sumó un poco después, cuando ya había un guion. Hicimos incluso un teaser para postular al fondo audiovisual. En ese caso, con Camila fue muy distinto el diálogo, porque Tamara es un personaje muy complejo, ha vivido cosas que nadie ha vivido. Es un personaje que ha estado en circunstancias muy extremas, entonces la pregunta era: ¿cómo hacer creíble esa vivencia? Camila es muy generosa y muy meticulosa. En el fondo, lo que fuimos diseñando como metodología fue inventar circunstancias que ella vivió en la secta, que no están en el guion ni aparecen en la película, pero que ella sabe. Incluso las actuábamos, las ensayábamos. En el set, cuando ella necesitaba llegar a una emoción extrema, lo que hacíamos era separarnos, irnos a un lugar apartado y traer de vuelta todo eso. Lo provocamos con mucha intensidad. Eso era algo absolutamente consensuado entre nosotros, era la forma en que sostenemos que alcanzaríamos esas emociones tan complejas. Con Aline fue muy distinto, se produjo un diálogo más clásico, intelectual, mientras que con Camila, aunque también hubo un diálogo intelectual, la provocación emocional fue mucho más fuerte.
¿Cómo se trabaja con dos cabezas, cuatro manos, y quizás ideas diferentes? Es decir ¿Cómo trabajan dos directores?
SG: Coincidimos bastante. Esa es la clave de nuestro equipo: nos vamos potenciando. Creo que sentimos que nos potenciamos mutuamente. Nuestro trabajo siempre es como una posta: uno empieza, el otro sigue, y nos vamos devolviendo. Hay una especie de circularidad. Por ejemplo, en el rodaje, queríamos dividirnos muy bien las tareas para no toparnos, pero finalmente siempre es una fantasía. Nunca se puede, siempre estamos metidos en todo, los dos. Es curioso nuestro sistema; es como una especie de cerebro compartido. Diría que la idea de la posta nos funciona bastante bien. La premisa de esta película tenía que ver con: ¿qué pasa si esto te pasa a ti? Eso enriquece mucho el trabajo en el set con las actrices. Ponemos en discusión eso: ¿Qué te pasaría a ti? ¿Qué crees tú que le pasaría al personaje? Esas cosas eran muy nutritivas.
CB: Bastante diálogo. Toda la película la hicimos en un diálogo permanente, debatiendo mucho, reflexionando juntos y compartiendo. En ese sentido, el diálogo fue clave, no solo en la etapa del guion, sino también en el rodaje y el montaje. En todos los procesos. Fue dialogante nuestra forma de trabajar.
Ustedes están participando en un festival internacional. ¿Cómo ven el camino y desarrollo que ha tenido el cine chileno? ¿Hacia dónde se dirige?
CB: Hay un interés creciente por el cine chileno, y eso es saludable. Las películas están posicionándose en lugares muy competitivos, lo que es muy bueno. Sin embargo, no me gusta hablar de industria porque no siento que haya una industria real en Chile. Falta mucho en relación con el financiamiento. Me parece que aún hay una gran precariedad en el cine chileno. Hay monopolios de ciertas casas productoras o emisoras, y sería interesante ampliar este panorama. Muchas películas que no logran salir adelante por temas de financiamiento. Sería interesante avanzar hacia una ampliación considerable de los fondos para que haya más diversidad, sobre todo en las miradas y los puntos de vista del cine chileno.
SG: Existe talento en Chile, pero también tiene que ver con la cultura, con promover los públicos y el arte en general, no solo el cine. Estamos al debe en ese aspecto. Hay un modelo que nos atomiza, que nos tiene más en el teléfono, en Instagram, que en otros lugares. Pienso que hay mucho potencial, mucho talento, y muchas ganas de sensibilizarse, especialmente en los niños. Me parece que ese potencial se va disipando.
CB: Lo que menciona Sofía me parece muy importante, porque tuvimos la fortuna, la suerte y el placer de estrenar la película en Argentina antes de venir a San Sebastián. Es curioso ver la diferencia entre Argentina y Chile en cuanto a cómo se valora el cine propio. En Chile hay muchas propuestas, pero al público chileno no le interesan, como si lo chileno fuese malo, mientras que en Argentina sucede lo contrario. Eso sería interesante modificar, aunque no tengo idea de cómo hacerlo. Parece una misión titánica.
SG: Hay ideas preconcebidas que son nefastas, como la idea de que ‘todo el cine chileno es político’. No es verdad. Y si lo fuera, las películas políticas serían fantásticas. Hay temas que no se agotan jamás.
CB: Además, muchas veces no se condicen con el éxito de varias películas chilenas en el extranjero. De alguna forma, no sé si es necesario trascender o superar eso, pero sería bueno que ocurriera una sinergia entre las películas y el público, para que el cine chileno crezca un poco más.
Ficha Técnica
Título: Quizás es cierto lo que dicen de nosotras
Año: 2024
Duración: 95 min.
País: Chile
Dirección: Camilo Becerra, Sofía Gómez
Guion: Camilo Becerra, Sofía Gómez
Elenco: Aline Kuppenheim, Camila Roeschmann
Productora: Storyboard Media