Entrevista a director ejecutivo de Insomnia Teatro Condell, Leonardo Torres: “Valparaíso no solo necesitaba un cine, necesitaba una cinemateca”

Por Alejandra Delgado

En el corazón de Valparaíso, Insomnia Teatro Condell se ha consolidado como un espacio fundamental para el cine alternativo y la cultura cinematográfica de la ciudad. Bajo la dirección ejecutiva de Leonardo Torres, este emblemático cine está atravesando transformaciones que buscan no solo perfeccionar la experiencia técnica, sino también expandir su influencia más allá de las fronteras locales. En esta conversación, Torres reflexiona sobre los momentos más memorables vividos en la sala en estos 19 años de existencia, las conexiones internacionales que el teatro ha comenzado a forjar, y la importancia de aquellos que, como su amigo Guillermo Hinzpeter, han sido claves en el desarrollo de este proyecto cultural. Una mirada íntima y honesta a los desafíos, triunfos y el profundo sentido de comunidad que define a Insomnia Teatro Condell.

¿Qué ha significado para ti ver crecer este proyecto hasta convertirse en un espacio tan emblemático para la cultura en Valparaíso?

Cuando comenzamos, era casi como un pasatiempo. Ver cómo hemos evolucionado, desde trabajar con archivos VHS hasta ahora, y también cómo ha cambiado la ciudad en estos 20 años, es impresionante. Siento que nos hemos vuelto parte de Valparaíso, como si este proyecto ya fuese un hito. Eso me da mucha satisfacción, pero también me hace reflexionar sobre por qué tardamos tanto en lograr ciertas cosas. A veces pienso en qué decisiones podríamos haber tomado para avanzar más rápido. Reflexiono mucho sobre el pasado, tanto en los éxitos como en los errores, desde los robos hasta la gente maravillosa que hemos conocido. Lo que más me queda es esa sensación de pertenencia a la ciudad, cuando te saludan en la calle o te dicen que les encanta Insomnia. No sé si llamarlo orgullo, pero es una sensación de estar cuidando un espacio valioso para la ciudad, y eso me hace feliz.

¿Cómo surgió el nombre de Insomnia?

Viene de nuestros años universitarios, cuando nos quedábamos hasta tarde viendo películas y al día siguiente estábamos como zombis, insomnes. Nos pareció un buen nombre, y con el tiempo evolucionó hasta ser Insomnia Teatro Condell, para integrar el legado de este teatro centenario.

¿Recuerdas la primera proyección de Insomnia? ¿Cómo reaccionó el público?

Sí, aunque hay dos momentos clave. Primero, cuando hicimos un ciclo de cine universitario, aunque en ese entonces el proyecto no tenía el nombre de Insomnia. Luego, cuando empezamos en el Cine Central, un cine porno en ese momento, y proyectamos una película coreana llamada Snake of June. Nadie había visto algo así, fue una experiencia impactante para el público. Fue un momento en el que dijimos: «Esto es lo que hacemos, esto es lo que nos gusta». La gente no estaba acostumbrada a ese tipo de cine, y fue un golpe de frescura.

¿Cuál ha sido el mayor reto desde que comenzó el proyecto hasta hoy?

Uno de los grandes retos ha sido mantener un equipo cohesionado. A lo largo del tiempo, trabajas con distintas personas, algunas con las que conectas mejor y otras con más conflictos. Pero lograr un equipo sólido ha sido fundamental, y eso no siempre es fácil en el ámbito cultural, que además es muy precario. El financiamiento ha sido otro gran desafío. Hemos sobrevivido gracias a la taquilla, fondos públicos, privados y donaciones, pero siempre dependemos de los fondos concursables. Cada año es una incertidumbre sobre si podremos continuar.

¿El financiamiento es un reto constante entonces?

Sí, es una preocupación permanente y diaria. Todos los meses estamos evaluando si podremos pagar el arriendo. A veces, como en septiembre y octubre del año pasado, la taquilla no fue suficiente, y eso nos afectó mucho. Este año, sin embargo, fue sorprendente tener tanta asistencia en septiembre, un mes que normalmente es difícil. El financiamiento es lo que más nos quita el sueño, y siempre estamos pensando en cómo asegurar el próximo año y mantener al equipo.

¿Cómo fue el impacto económico durante el estallido social en octubre de 2019?

Fue un momento muy difícil. Estamos en el centro de la ciudad, justo donde se concentraban muchas de las manifestaciones. Pasé mucho tiempo en el teatro para protegerlo, preocupado por posibles saqueos. Fue duro ver cómo algunos vecinos sufrían saqueos, pero también fue reconfortante ver cómo la gente se unió para defender la sala. Nuestro amigo Tuga, por ejemplo, jugó un papel clave en evitar que nos robaran. Esa unión fue increíble y me hizo sentir que estábamos dejando un legado positivo en la ciudad.

¿Cómo describirías el rol de Insomnia en la promoción del cine independiente y latinoamericano en Chile?

Nuestro rol es mostrar que hay más cine allá afuera, más allá de lo que la gente conoce de Europa o Norteamérica. Cuando empezamos, alguien en el ámbito cultural nos dijo: «¿A quién le importa el cine chileno?». Eso nos motivó a demostrar que hay un universo de cine chileno y latinoamericano que vale la pena. Hay particularidades en el cine latinoamericano que no se encuentran en otros lados, y nosotros sentimos que nuestra misión es visibilizar esa diversidad, tanto en documentales como en ficción.

¿Qué criterios siguen para seleccionar la programación?

El cine chileno es clave en nuestra programación, junto con películas independientes. Trabajamos con distribuidoras grandes, pero también con productores pequeños, porque creemos que es importante darle espacio a todo tipo de cine. Y aunque a veces programamos películas comerciales como Barbie o Oppenheimer, eso nos permite equilibrar la taquilla y seguir trayendo propuestas más arriesgadas, aunque atraigan a menos personas.

¿Qué hitos destacarías en la historia reciente de Insomnia?

Un ejemplo que siempre destaco es el estreno del documental chileno Hija de Perra. Se lanzó el mismo día que Barbie y Oppenheimer, pero aun así logramos llenar la sala con público interesado en el cine local. Eso muestra que hay espacio para todos los tipos de cine, y que podemos competir con las grandes producciones internacionales cuando ofrecemos propuestas auténticas y únicas.

¿Cuál crees que ha sido el impacto cultural y social del proyecto en Valparaíso?

Más allá de los números de taquilla, creo que nuestro impacto está en la formación de espectadores. Desde el principio en Insomnia nos dimos cuenta de que había películas que podían ser difíciles de enfrentar, ya sea por falta de conocimiento o por otras razones. Mucha gente ve el afiche y piensa «esto no es para mí», y ese es el primer bloqueo. Entonces, nos preguntamos: ¿cómo podemos ayudar a la formación de espectadores? Hace más de 13 años que tenemos un taller de apreciación cinematográfica, gratuito, que se realiza casi todos los lunes del año. A lo largo del tiempo hemos visto cómo la gente busca formarse, conocer más sobre cine, directores, cinematografías y países que producen películas.

A esto se suman iniciativas como el cine club del adulto mayor y la experiencia Insomnia para colegios del Gran Valparaíso y comunas cercanas. Ahí está el impacto social. Por ejemplo, hoy vinieron tres colegios a ver el documental Soy Niño, sobre la infancia trans, y después el protagonista respondió sus preguntas. Este tipo de experiencias no se dan en otro lugar que no sea una sala de cine. Primero, porque se enfrentan a la infraestructura de la sala, lo cual es impactante en sí mismo, y segundo, porque acceden a realidades actuales que les sirven de alguna manera. No solo les mostramos una cinematografía diferente, también les brindamos valores e información, ayudándoles a reflexionar sobre lo que ven. Nosotros somos el catalizador de esas experiencias.

Pero también son un lugar de encuentro, diversión y distracción, ¿no?

Claro, por supuesto. Por eso nuestra programación es tan diversa. Tratamos de no caer solo en el cine comercial estadounidense. Junto con Claudio Pereira, nuestro programador, discutimos qué películas incluir y nos aseguramos de tener un equilibrio. No solemos pasar películas de superhéroes, porque están saturadas en otras salas, pero si traemos blockbusters, preferimos que sean europeos o de otras partes del mundo, para ofrecer algo diferente. Queremos que la gente que viene a divertirse también tenga la oportunidad de ver películas que no encontrarán en ninguna otra sala del país.

Han tenido un impacto en la vida cultural de Valparaíso, que hoy está algo alicaída.

Sí, y por eso es tan importante cumplir 20 años. Desde 2012, al estar en el centro de la ciudad, somos un punto neurálgico de reunión y entretenimiento. Te cuento una anécdota: durante la pandemia viajé al sur y en un hostal cerca de la Carretera Austral, el chico que atendía me reconoció por mi polera de Insomnia. Me dijo que cuando estudiaba en Valparaíso asistía mucho a la sala y que le había sido muy útil en su formación. Son esos momentos los que te hacen sentir que todo el esfuerzo vale la pena, incluso cuando mantener un proyecto cultural es tan difícil.

Sí, el tema de la sostenibilidad de los proyectos culturales es tremendo. Sin la persistencia de los gestores, muchos se desinflan.

Exactamente. Es una lucha constante: postular a fondos, rendir cuentas, lidiar con problemas cotidianos como que te rompan una vitrina o rayen los baños. A veces uno se pregunta: ¿por qué seguimos? Y la respuesta es porque si no lo hacemos nosotros, nadie más lo hará. Esto me lo decía Jaime Córdova: «somos tercos porque nadie más lo va a hacer». Y aunque a veces me lo cuestiono, porque trabajar en cultura en Chile es difícil y se paga mal, cuando recibo comentarios como el del chico del hostal o veo que la gente colecciona la programación, entiendo que lo que hacemos es importante. Pero no voy a negar que es agotador y que muchas veces uno se pregunta si vale la pena seguir.

Me imagino. Debe ser muy desgastante.

Sí, el cansancio es real. No solo lo vivo yo, también el equipo. Siempre parece que estamos al borde, viviendo en la precariedad. A veces me pregunto si no sería más fácil tener un trabajo de lunes a viernes y olvidarme de todo, pero estas son las decisiones que uno toma en la vida. Me encanta lo que hago, aunque a veces el cansancio me haga dudar.

Es comprensible.

Y además, siempre me consuelo pensando que me pagan por ver películas. Eso no está nada mal.

¿Qué estrategias han utilizado para mantener la fidelidad del público, sobre todo ante la competencia de plataformas de streaming, otros medios o cines comerciales?

Siempre he creído que lo primero es asegurarse de que la sala se vea y se escuche lo mejor posible. A veces la gente comenta: «fui a un cine y se veía mal o se escuchaba mal». Entonces, lo primordial es mantener un estándar técnico, algo que siempre cuidamos. Eso es lo más difícil de costear y lo que ha llevado más tiempo. Por ejemplo, Insomnia ha tardado más de 15 años en conseguir el equipamiento que tiene hoy, y todavía nos falta. Además del estándar técnico, lo segundo es escuchar al público. Este año, por ejemplo, inauguramos un café porque muchas personas nos comentaban que tenían que salir a comprar su café afuera. Esta es otra forma de atraer al público. Estamos constantemente escuchando sugerencias, realizando encuestas y proponiendo ideas de marketing. También nos han funcionado muy bien las alianzas, tanto comerciales como con emprendimientos y otras organizaciones. Por ejemplo, hicimos una alianza con la UPLA, donde los funcionarios y ex alumnos pueden acceder a descuentos en nuestras funciones. Siempre buscamos propuestas interesantes para atraer a la gente. Un ejemplo es lo que hacemos con algunos restaurantes: organizamos funciones sobre temas como la pesca responsable, y luego ofrecemos una cena temática de productos del mar. Esas son cosas que no suceden en las multisalas, y ahí está nuestra forma de diferenciarnos y atraer al público.

Insomnia también organiza actividades como talleres de formación de espectadores y charlas. ¿Qué rol juega esta dimensión educativa en el proyecto y cómo se conecta con la misión de Insomnia?

Trabajamos con profesores y colegios para que las películas que mostramos no sean solo entretenimiento. Por ejemplo, tratamos temas como medioambiente, sexualidad, migración, entre otros. Además, los mismos colegios nos sugieren temas. Sin embargo, aún hay una gran brecha, ya que el cine no está integrado en las mallas curriculares de los colegios, lo cual es una pena porque es una herramienta poderosa para formar personas, especialmente con documentales. Nuestro rol es presentar películas que aporten algo y que los estudiantes comprendan por qué las están viendo. A veces nos encontramos con que hay niños que nunca han ido al cine, lo que es un shock, considerando que han crecido con la televisión, internet y celulares. Ese es otro desafío para nosotros: atraer a las nuevas generaciones, que son el público del futuro.

¿Y los talleres de formación de espectadores para otros públicos?

Sí, hay un taller para todo público, y asisten desde estudiantes hasta personas mayores. Es un cruce de audiencias. Claudio Pereira organiza el taller, que consiste en dos horas pedagógicas donde se proyectan escenas de películas y se discuten cinematografías. Además, invitamos a directores y creadores. En noviembre, por ejemplo, viene el director argentino Martín Rejtman para presentar Silvia Prieto, una de las mejores películas latinoamericanas. Este tipo de eventos no solo suceden aquí y en otras salas alternativas. Nos interesa que el público no solo vea la película, sino que también tenga la oportunidad de conversar con los creadores. De hecho, recientemente tuvimos al protagonista del documental Soy Niño, y ese tipo de interacción es clave para la formación de los espectadores.

¿Cómo ha cambiado la audiencia en estos 20 años? ¿Han visto crecer una comunidad en torno a Insomnia?

Es una buena pregunta. A lo largo de estos 20 años, hemos visto a audiencias que han envejecido, madurado o que se han ido de la región. Esta progresión en el tiempo nos muestra una lealtad. Un ejemplo es un periodista, Abel Brevis, que sigue viniendo a pesar de su edad y ahora necesita ayuda para entrar a la sala con su bastón. Le hemos dado una membresía de por vida porque creemos que ha cumplido su rol como espectador. Sin embargo, lo que ha cambiado más en la nueva generación es el uso del celular. Antes no se veía tanto, pero ahora es común que las personas revisen sus teléfonos constantemente durante la película, lo cual es un desafío. A pesar de eso, tenemos un público fiel que incluso nos trae tortas en los aniversarios o nos pide películas específicas. Lo más valioso es la interacción posterior con el público, cuando se quedan conversando con nosotros en el pasillo. Es ese cariño hacia la sala lo que más apreciamos.

¿Cómo festejaron el aniversario? ¿Qué te pasa a ti con esa fecha?

Sumamos nuestro aniversario, el 14 de octubre, con Halloween, ya que siempre ha sido una fecha importante para nuestros «insomnes». La tradición es que la gente venga disfrazada y premiamos al mejor disfraz. Pero este año es especial porque cumplimos 19 años y comenzamos la cuenta regresiva para los 20. Este será un año de preparación e introspección sobre hacia dónde vamos y cómo nos visualizamos en el futuro. Hay muchos cuestionamientos, especialmente si Insomnia podrá seguir en el Teatro Condell. Personalmente, estoy en un momento de agotamiento mental y físico, lo que me lleva a preguntarme qué quiero para mí y para el proyecto.

¿Voy a estar así por 20 años más?

Exacto, voy a ser viejito, pero seguiré aquí programando películas.

¿Hay algún proyecto de Insomnia que puedan adelantar? ¿Alguna novedad?

Hoy estamos renovando las puertas que dan a la calle Molina, instalando puertas de aislación acústica profesionales. Eso nos lleva a buscar la perfección técnica. El desafío es lograr que podamos ver películas en paz, sin importar lo que suceda afuera. Y como sorpresa, estamos participando en un encuentro de salas alternativas. Si somos seleccionados, el próximo año estaremos en Santiago y Guadalajara. Eso nos acerca a la internacionalización, porque hoy en día no solo tenemos interés en la producción nacional, también hemos logrado captar el interés desde Argentina, con películas proyectadas aquí. Esto demuestra el impacto que estamos generando, no solo en Valparaíso y Chile, sino también en países vecinos que ya conocen la sala y la marca. Esta celebración podría ser el puntapié inicial hacia una mayor internacionalización, buscando pares en Latinoamérica, visitando otras salas y aprendiendo cómo trabajan para seguir creciendo.

Maravilloso ¿Tres proyecciones memorables que recuerdes, donde el cine se haya venido abajo o la gente haya salido conmocionada? Yo me acuerdo de Gloria, por ejemplo.

Sí, Gloria

Fue conmovedor

Lo mismo me pasa. Recuerdo cuando se prendieron las luces al final de la función. Era una de las películas chilenas con uno de los mejores finales, porque veníamos de un año de películas chilenas que terminaban de manera triste o depresiva.

Esta terminaba con baile.

Terminaba con baile, con una actitud positiva. Cuando entraron Sergio Hernández y Sebastián Lelio a la sala, sentí que el teatro se venía abajo. Fue como salir de un concierto de Motörhead, una energía fascinante que se repetía en las siguientes funciones. No fue solo en el estreno; sucedía en todas las proyecciones. Esa energía se mantuvo en las demás funciones. Siempre tengo esa función en mi mente. Otra que recuerdo, aunque anecdótica, fue Joker durante el estallido social. Afuera estaba la escoba, pero el público llegaba con mascarillas, algunos gaseados, pero querían ver la película. Joker termina con una batalla campal, y la gente salía del cine para encontrarse con lo mismo afuera. Esa mezcla de realidad y ficción me pareció fascinante. Y la última… dame un segundo, que me emociono un poco.

Tranquilo. No quería hacerte emocionar.

No, está bien (se seca las lágrimas). Las funciones que más recuerdo son con mi amigo Guillermo Hinzpeter. Siempre lo tengo presente. Sin él no estaríamos donde estamos. Fue uno de los primeros en creer en nosotros y tenía las mismas ideas que nosotros. Siempre recuerdo cómo trataba al público y las películas. Cualquier función con él era un evento. Se vestía para la ocasión, era un gran orador. Así que, si tengo que elegir, sería alguna función con él.

Él los ayudó mucho en los inicios

Sí, fue primordial. Fue amor a primera vista. Alguien lo puso en nuestro camino y dijo: «Ustedes tienen que conocerse, porque piensan igual y quieren lo mismo para Valparaíso». Él fue el más insistente en que Valparaíso debía tener un cine, no una multisala, sino una cinemateca, como le decía él. Cualquier función con él es digna de recuerdo.

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