Por Juan José Jordán
El Kimono de seda es la primera novela de Claudio Suárez Cruzat, escritor proveniente de la medicina que ha convertido su hobby en su profesión, dedicándose por entero a la literatura.
Miguel Cruz es un geólogo de más de sesenta años que está en un punto de inflexión en su vida por distintos motivos. Su relación con su segunda esposa, Valentina, está pasando un mal momento, ya no está tan entusiasmada con la idea de irse a vivir a Frutillar, era el acuerdo que tenían cuando se casaron. Pedro, su amigo de toda la vida, ha muerto hace poco en un accidente de esquí y se hará presente en su cotidianidad aconsejándolo, no quedando nunca del todo claro si se trata de un signo de locura o un juego que Miguel decide mantener. Además, está comenzado a tener serios problemas en su trabajo. Lo hacen responsable de la pérdida de un proyecto; supuestamente el atraso de Miguel habría dado espacio para la creación de la empresa estatal de extracción de Litio, no existiendo espacio para competidores privados. Como indica Miguel, es lógico que eso respondió a una decisión política; no perdieron el proyecto solo por su demora. Hay un ambiente agresivo y de velado desprecio; es tratado como un viejo que está comenzando a dar problemas sin que exista intención de empatizar con su situación. Es el fantasma del deterioro, esa amenaza de ir perdiendo paulatinamente todo tipo de capacidades.
Valentina, quince años más joven que su esposo, ha resultado ser una mujer de doble standard, con facilidad para dar vuelta las situaciones y sacar provecho de una supuesta posición de víctima, que se potenciará en el juicio de divorcio en donde utiliza a su favor ciertas cosas de las que se entera por accidente. En el fondo, su esposo le ha empezado a inspirar desprecio, es por eso que todo lo que tiene que ver con él y su mundo le agobia. Con unas amigas cercanas tiene un grupo de WhatsApp en donde se refieren a Miguel un poco como un viejo medio penoso y Valentina cada vez que puede lo describe como payaso a pesar suyo, como cuando cuenta que ha comenzado a hacer ejercicio y ahora parece Tony Esbelt, el personaje televisivo. Este registro permite integrar un diálogo ligero y fluido, en donde los personajes se expresan con esa sinceridad que solo permite la confianza de toda una vida.
Hace más de 20 años que Miguel se trata su trastorno del ánimo con el doctor Contreras, condición que implica sobrellevar severas depresiones y luego una energía desbocada. En la primer sesión Miguel confiesa disfrutar el estado de manía, “Sabe doctor, el problema es que en el fondo me gusta estar maníaco; es como vivir una vida pintada con acrílico, iluminada con luces de neón, con una intensidad que los demás no perciben”. Es interesante que el debate en torno a la salud mental no se limite solo a la depresión, si no que también a la otra cara de la moneda. Como señala el doctor, el paciente en ese estado no es capaz de alcanzar la estabilidad mental, convirtiéndose en alguien menos productivo.
El siquiatra le ha dado diferentes recomendaciones para hacer frente al temor del deterioro, entre ellas, escribir, llevar un diario para mantener la mente activa. Miguel se siente bien en ese oasis que le permite la escritura y lo convierte en el pilar de su existencia. Suena un poco a cuento que por la recomendación de un siquiatra se dé cuenta que le interesa profundizar en la escritura a ese nivel, pero bueno.
Escribe un relato que transcurre en Japón, utilizando como inspiración inicial un viaje que hiciera con Valentina al país asiático. Funciona como narración enmarcada que actúa como espejo a la inversa de la realidad de Miguel. Tiene buen ritmo, los personajes bien delineados, pero se incurre en contrastes demasiado marcados que hacen que el efecto termine un poco siendo caricaturesco: mientras occidente es retratado como una cultura terrible para sus ancianos, oriente es representado como una especie de reino de la empatía con sus adultos mayores, lo que se ve especialmente con lo que le sucede a Hiroshi, quien padece una colostomía que le hace cargar constantemente con la bolsa de sus excrementos, situación de una incomodidad inimaginable que activa los miedos relacionados al pudor y la vergüenza. Se aísla del mundo, no quiere saber nada de nadie, dominado por la sensación de vergüenza y el temor que la bolsa sufra algún tipo de daño. En la empresa y en su familia quieren que vuelva al trabajo porque él es una persona mayor llena de experiencia con mucho que aportar a las generaciones más jóvenes. No es que esto sea de plano imposible, pero el contraste es casi como el de aquel programa televisivo Cara y sello. Es pertinente recordar la película Historias de Tokio (Dir: Yazujiro Ozu, 1953), en donde una pareja de padres ancianos viaja a la capital japonesa para ver a sus hijos. Solo en contadas situaciones no son tratados como estorbos. No es que haya que creer como artículo de ley lo que expone el film, pero al menos sirve para matizar este tipo de miradas desde la distancia.
El texto de este relato está narrado en primera persona desde la perspectiva de Keiko, una joven de 24 años que trabaja de vendedora de lencería en Uniqlo. No tiene sentido que inserte algunas palabras en japonés en su discurso, palabras cuyo significado en español están en el pie de página. El resto del texto está en español, entonces queda como el personaje estuviera hablando de forma muy rara. Con respecto al modo de utilizar el pie de página también se pueden mencionar las frecuentes menciones que se hacen a la edición de Anagrama de Lolita. Hubiera bastado con indicar la primera vez que todas las menciones que se hicieran en el transcurso de la novela utilizarían la misma referencia. Por lo demás también se podría haber prescindido de citas, no es un texto académico.
La novela de Nabokov cumple un rol importante, le permite a Pedro, el fantasmal amigo que no abandona a Miguel, incorporar la importancia de la carne, la piel, con todo el despertar erótico que Dolores implica para el doctor Humbert Humbert. Hacer presente la excitación y el aspecto libidinoso es un gran aporte, en otras palabras, el genital y su búsqueda anárquica de satisfacción. Y en esta materia aborda una temática no bien vista socialmente: el sexo pagado, que le permitirá tratar de hacer frente a la indiferencia de su mujer.
Hay una mirada desengañada sobre la dificultad de envejecer y no solo por lo que implica aceptar la aparición de arrugas en el rostro. Es conocer el modo en que la persona mayor se siente vista por el resto, como queda de manifiesto en esta cita: “Bebe whisky para calentar el cuerpo. Es invisible para la mujer que atiende. “Envejecer es ir desapareciendo día a día”. Escribe su pensamiento en una servilleta. Termina su bebida. Afuera, la ciudad está a oscuras”. Es un proceso doloroso, en donde las palabras de buena crianza no tienen mucha cabida.
En su primer novela Claudio Suárez ha llevado a cabo una narración fluida que toca temas polémicos, en donde se toman pocisiones que al lector eventualmente le pueden molestar, lo que está muy bien; la escritura no es el espacio en donde solo llegan sentimientos depurados. Una novela es un puzle y Suárez entendió la lógica con un relato que va hilando situaciones en diferentes situaciones, que le permite viajar por el norte y sur de Chile, aunque a ratos, sobre todo cuando Miguel viaja para recabar información para una investigación sobre el salitre, la narración corre el riesgo de integrar más elementos que los necesarios, dispersándose innecesariamente. Hay un dialogo constante con distintas referencias literarias. Es interesante en este sentido el aspecto caótico de estas referencias: trae a colación a Kawabata y Nabokov, pero también comenta La reina Isabel cantaba rancheras de Hernán Rivera Letelier, autor que no ha sido bien tratado por la crítica, pero el fragmento seleccionado despierta el interés y es probable que el lector reticente también quiera acudir a la fuente.
Una historia sobre la difícil tarea de aceptar la propia decadencia y los mecanismos de hacer frente a lo inevitable para no volverse loco. Finalmente, todo remite a la muerte: la propia pero también la de una relación en donde una mujer solía mirar con ojos de encanto y luego no soporta la presencia de su pareja, por más que se la siga amando como antes. Nada qué hacer, apretar las mandíbulas, pensar en otra cosa y seguir adelante, pero nadie le va a ayudar ni indicar cómo. Y es probable que en la búsqueda del camino cometa más de un error.
FICHA TÉCNICA:
Título: El kimono de seda
Autor: Claudio Suárez Cruzat
Novela
243 pgs
Editorial: Simplemente editores
Año: 2024