Por Romina Burbano Pabst
Bajo el marco del Festival Independiente de Danza y Performance (FIDAP 2025), hubo una presentación que sin duda alguna captó completamente mi atención. SYCORAX, dirigida y performada por Pedro González Tugas, desafía las convenciones del movimiento escénico al centrarse completamente en las distintas capacidades y posibilidades de su cuerpo; sumergiéndonos en una atmósfera sensorial e introspectiva. Desde el momento en que los primeros movimientos lentos del intérprete rompen con el espacio, el público es inmediatamente transportado a un espacio de contemplación, donde la narrativa no se construye a través de palabras, sino a través de la corporalidad, la respiración y el mundo sonoro.
La obra prescinde de diálogos y narrativas lineales. En lugar de ello, el enfoque recae en el cuerpo del intérprete ya que es su corporalidad lo que genera un tipo de lenguaje único: no solo está en movimiento, sino que se convierte en un instrumento de resonancia con el espacio y el público. Esta elección de poner el cuerpo en el centro de la experiencia hace que la obra sea una invitación a observar, sentir y reflexionar. En lugar de entender racionalmente, lo que genera el intérprete es una experiencia más visceral y emocional para el espectador.
Desde un inicio, el impacto de la obra puede sentirse en la atmósfera creada por la acción del intérprete poniéndose un traje de buzo, un gesto que, aunque aparentemente sencillo, guarda en sí mismo una profunda carga simbólica y una magia sutil. Este acto de transformación del cuerpo, al cambiar su apariencia mediante la vestimenta, no solo señala una alteración física, sino que también sugiere una metamorfosis interna, una disposición distinta del cuerpo en escena que permite al intérprete adentrarse en un espacio ajeno y desconocido, como un buzo que se sumerge en lo profundo del mar. El cuerpo, al ser envuelto por el traje, una extensión de sí, no pierde su humanidad, sino que amplifica su presencia, al mismo tiempo que se convierte en una especie de contenedor para explorar lo inexplorado.
Este acto de transformación, al principio del montaje se convierte en un rito de paso en el que el cuerpo se construye y reconstruye, pasando de ser un ser mundano a una entidad capaz de enfrentar las tensiones del espacio y la materia. Es precisamente en este proceso donde emerge la belleza de la pieza: el cuerpo al entrar en contacto con el traje. La acción de ponerse el traje confirma la capacidad del cuerpo de adaptarse, resistir y cambiar. Siendo este el primer gesto, es el puente entre la corporalidad humana y la vastedad de lo desconocido que la obra promete explorar. A partir de aquí, el cuerpo no solo habita el espacio, sino más bien lo re-crea, añadiendo capas de significados a lo largo de la obra.
La danza de Tugas es interesante, varía sus movimientos entre lo lento y lo rápido, lo arriesgado y lo contemplativo, marcando ritmos impredecibles que remite a la idea de un cuerpo que explora y se explora. El cuerpo y sus movimientos dialogan tanto con el espacio como con el mundo sonoro creado por Eduardo Mondaca. Es preciso mencionar que la sonoridad juega un papel fundamental en la obra y Mondaca logra crear una experiencia sensorial única. El mundo sonoro se vuelve parte integral de la atmósfera emocional que se construye. Las vibraciones del sonido, sus pulsaciones, las texturas y capas que crea en el espacio, invitan al espectador a sumergirse aún más en la pieza desde una perspectiva puramente sensorial, más que racional. El diseño sonoro amplifica la experiencia, abre el espacio del cuerpo, creando una conexión palpable entre la acción del intérprete y el espacio sonoro que lo rodea.
El movimiento es exploración, el cuerpo que habita el espacio se desplaza, cede peso, empuja el piso, se suspende y roza. Así mismo, el movimiento es sonido, la respiración se vuelve esencial en la danza de Tugas. Cada exhalación y cada inhalación del performer parece resonar en el espacio, más allá de ser una herramienta vital que ayuda al intérprete a controlar su energía, se convierte en una forma de expresión que establece una relación íntima entre el intérprete y el público. La respiración hace del cuerpo en escena un organismo vivo. Esta relación entre cuerpo y respiración, humaniza la obra, la respiración se vuelve una manifestación tangible de la presencia del intérprete, estableciendo una comunicación directa con el público, como algo que traspasa lo visible.
Es así que, la manera en que el intérprete respira y mueve su cuerpo, se revela una relación de entrega, donde cada inhalación representa una absorción de lo que le rodea una oda a la vitalidad; mientras que, cada exhalación se convierte en una liberación de la energía desde el cuerpo hacia el espacio. Se desarrolla, entonces, una dinámica energética entre el cuerpo y el espacio. A través de la respiración, el intérprete se conecta con la vibración del sonido, creando una especie de circuito orgánico. La respiración, por ende, no es solo una necesidad biológica, sino que también, otorga una cualidad orgánica a la narrativa, es una energía palpable que embriaga el espacio.
¿Qué nos dice el cuerpo cuando no se le permite hablar con palabras?
En SYCORAX, la respuesta es clara: el cuerpo se convierte en la voz principal que trasmite desde un mundo distinto, pero, igual de profundo que las palabras. Aquí, Pedro Tugas no solo utiliza el movimiento para habitar el espacio, sino que lo recarga de significados, convirtiendo cada gesto, cada inhalación, cada vibración en una forma de comunicación única y esencial. El cuerpo, en lugar de ser un simple contenedor de la acción, se presenta como un canal donde la energía fluye libremente, permitiendo al público acceder a un mundo intangible, lleno de sensaciones que escapan la lógica.
A través de esta performance, el autor no solo pone en evidencia la vulnerabilidad del cuerpo humano frente a lo vasto y desconocido, sino que también nos invita a repensar nuestra relación con el espacio, el sonido y, en última instancia, con nosotros mismos. En la danza de Pedro Tugas, el movimiento es físico y, además, una forma de exploración constante de lo inexplorado, de lo que está fuera y dentro de nosotros. Al final, la obra se convierte en un espejo de la condición humana, donde el cuerpo, dice más de lo que jamás podría decirse con palabras.
Ficha Técnica
Título: SYCORAX
País: Chile
Dirección y Performance: Pedro G. Tugas
Diseño y Performance Sonora: Eduardo Mondaca
Diseño Gráfico: Felipe Galleguillos
Coordenadas
Festival Independiente de Danza y Performance (FIDAP 2025)
Espacio Creativo LeHaus
Sindicato Performance
Av. Libertador Bernardo O’Higgins #474, Piso 4, Stgo Centro
Metro Universidad Católica o Santa Lucía