Crítica de cine “Flow”: La magnificencia de algo completamente nuevo

Por Julio César Olivares

Películas animadas de confección emotiva y mensaje potente hay por montones. Historias sobre amigos improbables que se vuelven inseparables gracias a una aventura inesperada también. Y sin embargo Flow, la segunda cinta del joven director letón Gints Zilbalodis, toca esas teclas, pero genera la maravillosa y extraña sensación de que estás viendo algo completamente nuevo.

Flow sigue a un pequeño gato negro que debe adaptarse y sobrevivir a una peligrosa e incesante subida del mar, que inunda el bosque donde vive. Colaborar, entonces, se vuelve indispensable, y en el camino se une con animales de otras especies -un capibara, un golden retriever, un lémur y una cigüeña- para acompañarse, al interior de un barco, en esos objetivos.

¿A qué se debe la subida del mar? ¿Estamos en un futuro cercano? ¿Dónde están los humanos? No se sabe y no importa realmente. La película letona asume el punto de vista de sus protagonistas y, a diferencia de los animales antropomórficos que pueblan la mayoría de las cintas familiares, le permite a su pandilla actuar de acuerdo con su naturaleza, como animales.

Así transcurre, sin diálogos. Las personalidades y las decisiones de sus personajes se explican a través de sus movimientos, acciones e inflexiones. La forma en que el gato arquea su espalda, levanta sus orejas o abre los ojos; la necesidad obsesiva del lémur de recolectar objetos para observarlos; el control que ejerce la cigüeña sobre el grupo al poner su pata sobre el mástil. Todo eso es narración de primer nivel, una simple pero muy efectiva, capaz de ser comprensible para los niños incluso sin líneas de texto, y de ejemplificar la belleza del instinto, de la percepción y de la subestimada inteligencia animal.

Pero mudo no quiere decir silente. El enfoque sustancialmente naturalista de un filme que transcurre entre el bosque y el mar hace que los sonidos de estos animales (capturados a partir de sus contrapartes reales) y de los parajes que recorren sean esenciales.

Sin diálogos las demás herramientas del cine adquieren un cariz mucho más expresivo. La música, el movimiento continuo y fluído de la “cámara” y la textura como hecha a mano de la animación, crean una sinfonía cósmica y trascendental difícil de explicar en palabras, pero fácil de intuir frente a la pantalla.

Esa trascendencia que rodea la película rehúye de explicaciones y se aborda desde la curiosidad y la exploración que hacen el gato y compañía. Por cierto, está abordada también a través de múltiples referencias bíblicas que adornan el relato, partiendo por el gran diluvio y el barco, que a modo de una ínfima arca de Noé, transporta y protege a la manada.

Hay rastros de una vida pasada en que los seres humanos también eran parte del paisaje. El gato, por lo pronto, frecuenta una casa de dos pisos con vestigios del trabajo de un artista que esculpió decenas de esculturas de gatos -algunas gigantes- alrededor. Una relación pasada de la que no se conocen más detalles. Tampoco es necesario. El gato amó y fue amado, los humanos desaparecieron, los animales siguen poblando la zona y su vida continuó.

Las circunstancias cambiaron, sin embargo. La subida intempestiva del nivel del agua provoca modificaciones en las vidas de todos estos habitantes del nuevo mundo que se ven a obligados a seguir sus instintos y acomodarse a ese entorno ahora marítimo, en perpetuo movimiento.

La protección mutua y el compañerismo que se va generando está narrado a través de las emociones, pero sin manipular a la audiencia. Sentimientos sin sentimentalismos. Por muy lindo que sea el gato, no se subraya su ternura. Tampoco está buscando amigos, sino que intenta mantener cierta distancia e independencia. Sin recurrir a efectismos ni a dibujarles emociones humanas, los momentos de conexión que comparten los animales se sienten genuinos, ganados y, por eso, se disfrutan incluso más que en una narración tradicional.

Es sorprendente lo cerca que está a nivel temático de la otra gran película animada del 2024 -y su gran competencia en los próximos Premios Oscar-, Robot salvaje, pero es aún más valorable si se piensa que Flow habla sobre valentía, conexión y cooperación utilizando menos ingredientes, rehuyendo de los elementos humanos, y poniendo el énfasis en los sonidos de la naturaleza, el movimiento de los paisajes, los instintos de los animales.

Flow, una pequeña sinfonía sobre cómo necesitamos al de lado para adaptarnos a las circunstancias cambiantes de la vida, es emotiva, poderosa y refrescante, y parece abrir un nuevo camino para el futuro de la animación.

Mientras el mundo colapsa lentamente y la supervivencia de la especie humana es menos clara que en el pasado, la respuesta (creativa, emotiva, visualmente magnífica) llega desde Letonia y propone fluir con el agua, hacerle frente a las adversidades de un entorno tornadizo y no olvidar darnos la mano. Si tiene razón, y creo que la tiene, entonces es cierto: los animales heredarán la Tierra.

Ficha técnica

Título original: “Flow”

Duración: 85 minutos

Año: 2024

Género: Animación

País de origen: Letonia

Director: Gints Zilbalodis

Guion: Gints Zilbalodis, Matiss Kaza y Ron Dyens

Distribución: BF Distribution

Estreno de salas: 20 de febrero de 2025

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