Crítica de danza “VI(H)DA”: No es metáfora, es cuerpo

Por Romina Burbano Pabst

¡Atención! La obra utiliza ruidos fuertes y estridentes, luces y colores estroboscópicos. Estos pueden afectar la sensibilidad de las personas. Se recomienda estar con los ojos bien abiertos y expectantes a lo que se experimentará.

Una tela dispuesta en diagonal corta la oscuridad del espacio. Sobre ella, una luz verde y unas formas que recuerdan a células bajo un microscopio ascienden lentamente, como si flotaran en agua. La calma de las visuales contrasta con un sonido vacío y metálico que se impregna en el ambiente: un ruido seco, denso, que vibra en todo el cuerpo. La visual se diluye progresivamente en un tono azulado. Detrás de la tela, aparece un cuerpo casi imperceptible: sus manos trazan un movimiento lento, continuo, íntimo. Un gesto que no busca proyectarse hacia afuera, sino que parece brotar desde lo más profundo del cuerpo.

VI(H)DA es una magnífica obra de danza contemporánea creada, dirigida e interpretada por Kevin Magne, artista de la danza, performer, investigadorx y productorx de artes escénicas y audiovisuales. Desde una exploración íntima y vibrátil del cuerpo, Magne articula una propuesta escénica radical que convierte la corporalidad en una fuente de resonancia afectiva. En este sentido, el montaje no solo despliega una danza de la afectividad, sino también, de la experiencia y la proyección del cuerpo que vive con VIH.

Poner en escena su cuerpo, un cuerpo que representa varios históricamente silenciados, estigmatizados e invisibilizados. No es solo un gesto artístico, sino una declaración política y existencial donde no busca representar el dolor ni victimizar, sino encarnar la vitalidad, el deseo, el goce y la potencia de vivir una experiencia que suele pensarse desde la muerte. La obra habita el límite y revierte la forma convencional de pensar los cuerpos seropositivos: no se trata de cómo no morir, sino de cómo vivir plenamente desde eso que está dentro tuyo, desde esa química, desde esa vibración interna que sostiene y transforma.

Desde los primeros gestos, el cuerpo en escena conduce al espectador hacia el interior, bailando desde una profundidad invisible, íntima y sensible. Sus movimientos contenidos nacen desde el interior sin proyectarse exageradamente hacia el exterior, existe una lentitud, una suspensión de tiempos extendidos, respirados, que permite al espectador sentir el movimiento, más que simplemente verlo, permite trazar con la mirada cada recorrido que se desvanece en ese mismo presente. Expresa la interioridad en el movimiento: el cuerpo como un paisaje químico, traduciendo sus procesos internos, desarrollando cómo la obra construye una experiencia sensorial e introspectiva desde el movimiento. Kevin encarna su interioridad vibrátil. ¿Cómo el cuerpo se vuelve un territorio sensible atravesado por la vida microscópica?

Esa interioridad que se vislumbra detrás de la tela no es lejana ni inaccesible: es vibrante y latente, en constante movimiento. Lo que parece íntimo e inaccesible se expande, se revela como una energía que no solo habita el cuerpo, sino que lo atraviesa y lo reinventa. Lejos del estigma o la enfermedad, el VIH se representa aquí como una química que pulsa y da forma al movimiento. El cuerpo no se victimiza ni dramatiza su vivencia: se convierte en un canal de vida, en un paisaje eléctrico donde cada vibración, sacudida, giro o desplazamiento afirma su presencia en el mundo. El sonido y la luz no acompañan, sino que amplifican ese pulso: son extensiones del cuerpo, de su intensidad interna, de su potencia transformadora.

La obra se adentra en una reflexión profunda y necesaria: los cuerpos seropositivos no deben ser pensados como si cargaran con una amenaza. Sin desconocer la complejidad de habitar un cuerpo con VIH, la propuesta escénica lo transforma en consciencia, en resonancia, en presencia viva. Es precisamente en ese impulso donde brota el goce: el cuerpo disfruta, se ofrece y se expande insistiendo en vivir. En este sentido, se subvierte el imaginario que históricamente ha vinculado el VIH con la muerte, el miedo o la renuncia, y se reconfigura desde el goce y la potencia. El cuerpo en escena no es un cuerpo disminuido, sino que irradia vida.

Este goce se encarna en su danza, en sus actos performáticos cargados de intención: cuando abre las pastillas y el sonido se vuelve casi insoportable, fuerte y directo; o cuando se pone la pastilla en la lengua y mira fijamente al público antes de tragarla. Es ahí donde el cuerpo performa su poder: no como resistencia silenciosa, sino como afirmación vital.

VI(H)DA no solo es una obra de danza contemporánea; es un arte político, una intervención crítica en la representación de los cuerpos seropositivos. El hecho mismo de que Kevin Magne ponga su cuerpo seropositivo en escena es una rebelión contra el silencio histórico que ha rodeado al VIH, una ruptura de la mirada medicalizante y estigmatizada que ha reducido estos cuerpos a la enfermedad y la muerte. Este gesto, tan simple como potente, cuestiona la invisibilidad que históricamente ha marcado a las personas que viven con VIH y las reduce a un lugar marginal. Al poner su cuerpo en primer plano, Kevin no solo desafía el tabú, sino que reconfigura la narrativa: no hay un cuerpo que sobrevive a la enfermedad, sino un cuerpo que resiste, que danza, que vive.

Ver ese cuerpo en escena es una confrontación directa con el público. Nos invita a mirarlo sin filtro, a percibirlo como lo que es, un cuerpo, un ser vibrante que desafía las expectativas sociales y médicas. Lo que conmueve, lo que incomoda, no es la idea de la enfermedad, sino la idea de un cuerpo que se niega a ser visto únicamente como vulnerabilidad, un cuerpo que se expande desde sus texturas internas, desde su piel, carne, huesos y órganos, como si danzara desde sus capas más profundas, no solo desde los músculos o las extremidades.

La importancia de obras como VI(H)DA radica en que hoy, más que nunca, necesitamos visibilizar estos cuerpos en su complejidad y potencia. Necesitamos reconocer que la presencia de un cuerpo seropositivo en escena no es solo una declaración personal, sino una reclamación colectiva de dignidad, resistencia y vida. La obra se convierte, entonces, en una llamada urgente a mirar de manera diferente, a repensar las categorías de la vulnerabilidad y la fortaleza, y a reconocer que vivir con VIH es una experiencia llena de matices, deseo y, sobre todo, vitalidad.

Ficha Técnica

Título: VI(H)DA

País: Chile

Dirección, Creación e Interpretación: Kevin Magne Tapia

Producción General: Marce Olate

Creación Visuales y Mapping: Nicolás Videla

Creación y Arte Sonoro: Kenyo

Diseño Escénico: Eduardo Mono Cerón

Diseño de Iluminación: Cristobal Manriquez

Diseño y Realización de Vestuario: Nibaldo Manriquez

Realización Escénica: Fernando Quiroga y Marcela Muñoz

Asistente de Montaje: Fernando Quiroga y Jeremy Faundez

Asistencia Coreográfica: Paulina Vielma

Asistencia Textual: Kütral Vargas Huaquimilla

Producción Audiovisual: Cinespecie

Fotografía: Diegx Argote

Cámara: Inti Lorca

Duración: 60min

Edad: +14

Coordenadas

Teatro Matucana 100, Espacio Patricio Bunster

Del 17 al 27 de Abril del 2025

Jueves y Viernes: 19:30hrs

Sábado y Domingo: 18:30hrs

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