Por Ana Catalina Castillo I.
En 1963, el dramaturgo chileno Egon Wolff dividía a la crítica y al público con su obra Los invasores, en la que una familia burguesa era, precisamente, invadida durante la noche por unos indigentes, los del otro lado del río. Son esos otros que no existen hasta que se hacen carne y se presentan como un mal sueño. Simbólicamente, como lo describe Carlos Franz en su ensayo La muralla enterrada, el río Mapocho perpetúa líneas divisorias entre ricos y pobres. Algo de eso hay en Todos somos justos, la nueva película de Carlos Leiva. Como una muestra del cine social que ya impregnaba su primer largometraje –El primero de la familia en 2016– retoma con escalofriante actualidad las fracturas que se imponen como señas de identidad en nuestro país, de tal modo que el título funciona como la tesis de su obra y, por consiguiente, son los espectadores, una vez presentadas todas las pruebas, quienes pueden aceptarla o refutarla.
La historia comienza con la llegada de un joven profesor particular a la lujosa casa de una familia de clase alta, con empleada puertas adentro, donde todo parece estar en armonía; menos sus integrantes. Es de noche y la dueña de casa, una exitosa médico, lo ha invitado porque quiere ofrecer una cena especial para desearle éxito en la prueba de admisión universitaria al hijo díscolo que él ha preparado. Sentados a la mesa, ella insiste en aparentar normalidad en una situación claramente forzada en la que se revelan los distintos sesgos sociales y políticos de cada uno de los integrantes de la familia. Y hasta allí, todo más o menos bien, hasta que la velada se ve interrumpida con la llegada de una banda de cinco jóvenes asaltantes encapuchados. Así empieza la pesadilla de unos y el desafío de otros para mantenerse firmes y someter a la familia y su invitado.
Todos somos justos está estructurada por una suerte de capítulos anunciados con carteles, que aportan no solo a la progresión y al ritmo de la historia, sino que resultan en un guiño teatral. Cual escenario, la casa alberga y distribuye la acción, funcionando por momentos de manera laberíntica: comedor, living, pasillos, habitaciones, zona de servicio, jardín. La sensación de urgencia de los personajes se ve reforzada por los numerosos planos secuencia que aumentan el efecto de realidad, de manera absolutamente inmersiva. Cabe destacar que la primera escena se sitúa en el vestíbulo y la última, en el patio; es decir, hay un interesante correlato espacial con quien se revelará después como el portador de la amenaza.
La película de Leiva, con guion coescrito por Felipe Azúa y Luciano Cares, pone en tensión todas las fisuras que definen a la sociedad chilena y logra interpelar al público que, inevitablemente, descubre, en ese mundo de imágenes, ciertas formas de pensamiento, de habla y de expresión de prejuicios sociales, fragmentos de realidad que le resuenan. Y habrá verdades que lo incomodarán.
Todos somos justos se sostiene en sólidas actuaciones que, a su vez, provienen de personajes bien diseñados; son complejos, tienen contradicciones. Así consigue esquivar el maniqueísmo con habilidad, pues no podríamos hablar de “buenos” y “malos”. Con este aspecto se relacionan también los eficientes momentos de leve distensión dramática que se enfocan en dos personajes: el hijo de la familia y la nana.
Aunque con menos elementos biográficos que en su primera película, se nota, de todos modos, que Leiva sabe con profundidad de qué habla a través de los conflictos que desarrolla. Conocedor de las carencias de muchos chilenos, Carlos Leiva logra convertir las imágenes índice, a las que se ha referido en entrevistas y conversatorios, en situaciones de ficción que obligan a seguir pensando en quiénes somos los chilenos y en si queremos seguir así.
Ficha técnica
Título: Todos somos justos
Dirección: Carlos Leiva
Guion: Carlos Leiva, Felipe Azúa, Luciano Cares
Elenco: Paulina García, Andrew Bargsted, Germán Díaz, Victoria de Gregorio, Rodrigo Walker, Roxana Naranjo, entre otros
Producción ejecutiva: Felipe Azúa, Pablo Greene
Producción: Felipe Azúa
Dirección de fotografía: Manuel García
Dirección de arte: Ignacio Ruiz
Sonido: Carlos Sánchez
Música: Ámgela Acuña
Duración: 79 minutos
País: Chile
Año: 2024
Casa productora: Avispa Cine-Lanza Verde
Distribución: Market Chile
Estreno: 15 de mayo 2025