Por Gabriela Bravo desde Cannes
Tal vez uno de los ejercicios más difíciles del cine es rodar una comedia, ya que hacer llorar es más fácil que hacer reír. Este es el desafío que se impuso el director colombiano Simón Mesa Soto, quien ganó el Premio del Jurado de Un Certain Regard del Festival de Cannes con la hilarante Un Poeta.
La cinta narra la historia de Oscar, un poeta atormentado y alcohólico que vive en la casa de su madre y que no consigue vivir de su arte. Su familia, cansada de verlo sin rumbo por la vida, le consigue un trabajo como profesor de literatura en un liceo de Medellín. Es allí que conocerá a Yurlady, una jovencita discreta y de escasos recursos que tiene un cuaderno con poemas que deslumbrarán a Oscar. Sin dudarlo, Oscar intentará que Yurlady explote su talento y la inscribe en un concurso de poesía para jóvenes.
El director Simón Mesa Soto filma una sátira social de Colombia con una enorme inteligencia y veracidad, lo que le permite abordar temas muy serios de una forma graciosa.
Culturizarte pudo conversar con el director en el Festival de Cannes
Un Poeta es una comedia social en donde te ríes de todo: los artistas, los íconos culturales, las relaciones profesor- alumno, las relaciones familiares. No se salva nadie
Simplemente, pues para mí lo importante era reírme de todo. Es como que, al final, era el ejercicio de que me voy a reír de todo. No tengo restricciones para reírme. Hay muchas cosas que están en la película, son preguntas que uno se hace sobre la posición, lo político, lo que está bien y lo que está mal. Pero la idea es no abordarlo desde lo serio, porque vivimos en unos tiempos muy implacables, donde el arte también se restringe mucho por sonar bien políticamente.
Me interesaba no estar bien, por la misma comedia, como que hay veces que uno se cierra mucho o se previene mucho en lo que se dice, en lo que se hace, y como que quería hacer un alto. Fue como: riámonos, paremos un momento y riámonos de la vida, de esto que es el arte, el mundo de la creación. Incluso en ese aspecto de una acusación, que se supone que es algo serio, lo quería ver como un chiste también.
Tu película logra hacer un retrato muy agudo de la sociedad colombiana. ¿Cómo hacer este retrato que está tan bien hecho, sin caer en la caricatura y viniendo de una película que es una comedia?
Siempre me temí que fuera una caricatura. Es como un riesgo de hacer comedia, es mucho más riesgoso, me parece a mí, porque al final no sabes cómo va a salir. Tú esperas que lo que escribiste sea gracioso. Pero hasta que no lo filmas, no sabes cómo va a ser. En el montaje se quedaron muchas cosas que podían ser mucho más caricaturescas, que decidimos quitar. Filmábamos cosas que podían ser más divertidas, pero entendimos que tampoco es una comedia donde todo el tiempo es risa, sino balancearla también entre lo emotivo, lo dramático, lo cómico. La verdad es un riesgo. Yo siempre lo vi como un riesgo y esperaba que quedara bien. Y la terminamos hace poco. En realidad, nosotros filmamos la película en enero y febrero de este año y la editamos muy rápido. Entonces, esto es casi la primera vez que la mostramos.
También creo que lo importante era no preocuparnos tanto, abrazar el error con las películas. No importa si está bien o no. Yo lo que quería era reconciliarme con el cine, también con el arte, porque hay veces, entre más películas haces, más tiempo pasa, que te olvidas de lo bello y de la emoción que es hacer una película. Entonces quería que fuera una película muy libre, sin restricciones. De hacer lo que uno quiere, sin pensar en qué va a quedar bien o mal. Lanzarse.
¿Cómo encontraste el tono adecuado para hacernos reír y emocionarnos al mismo tiempo?
Es que no sé, es muy intuitivo. Porque el tono también se lo damos mucho en el montaje. Pasa también, esa forma tan estructurada viene mucho del montaje. Nosotros teníamos, por ejemplo, escenas con tonos más caricaturescos, pero decidimos bajarla un poco para que no se exagerara tanto. Era un reto, por ejemplo, la parte emotiva que es con su hija. Era el reto de que eso combinara bien con la comedia. La parte de cuando pasa lo del hotel, hubo versiones donde era más serio todo o se volvió más grave. Y dije: no, aquí también hay que reírse. Buscarle la risa en momentos cruciales, intentarlo.
El balance se le dio mucho también en el montaje. Se quitaron cosas, se bajaron. Porque también cuando filmábamos, hacíamos una versión más exagerada, una versión menos exagerada para ir viendo… porque yo también estaba buscando ese tono a medida que la filmaba, buscaba cuál era. Por ejemplo, había unos donde gritaba más duro, y otros donde no gritaba mucho.
Entonces cuando preparaste el proyecto ¿Tenías un guion bien estricto o se pudo improvisar ciertas cosas?
A mí me interesaba mucho creer en el guion, creer en lo que estaba escrito. El guion es la película, sin duda. Fue un trabajo que, para mí, fue muy importante: entender el guion, entender todos los actos, los momentos. Es un guion muy definido, muy aristotélico, por así decirlo. Tiene una forma muy clara, con su punto de giro. Es una película en ese sentido, y me ceñí mucho al guion.
Hay cosas, por ejemplo, en la preparación actoral, que Ubeimar (el poeta) cambió: muchos diálogos por su forma de ser, por su forma de hablar, por lo que dice. Muchas cosas le surgieron a él, pero fue más durante la preparación. Una vez se prepararon los personajes —que fueron como dos meses, más o menos—, hubo una nueva versión del guion que fue adaptada a él. Pero incluso los diálogos no son improvisados. Hay cosas que uno a veces se encuentra, accidentes mágicos en el rodaje, pero fue mucho seguir la línea del guion.
¿Cómo encontraste a tus personajes y de dónde lo sacaste?
Es un equipo de casting magnífico. Un grupo de personas en Medellín que me ha acompañado en la búsqueda de cada uno de los personajes. Al principio queríamos que fueran actores formados, pero en ese lapso apareció Ubeimar, es el tío de un amigo, y era sorprendente su forma. Él nunca había actuado. Entonces encontrarlo fue un poco entender la película también.
Rebecca, que es Yurlady, fue un casting muy extenso en los colegios de Medellín, por todas partes. Fueron mil chicas, haciéndoles pruebas, y apareció ella, que es increíble. Por ejemplo, la hermana del poeta es una actriz talentosísima de Medellín. Todos son de Medellín.
Fue un proceso que hicimos con mucho tiempo de antelación y fue muy meticuloso, intentando que cada uno diera con el personaje. Había un universo muy grande de personajes: la mamá, la hermana, la familia de Yurlady. Fue un trabajo bastante largo y complejo para llegar a eso. No hacíamos diferencia entre actores o no actores. A veces sentíamos que para un personaje era mejor que fuera un no actor, pero no diferenciábamos mucho.
¿Cómo fue la dirección de actores al trabajar con actores profesionales y no profesionales? ¿Fue algo diferente para ti?
Es que siento que no busco actores o no actores, sino personas que tengan esa habilidad para “no actuar”. Hay actores que actúan y hay no actores que saben no actuar, porque ese es el reto del cine: que tú simplemente estás ahí. Eso puede pasar en ambos casos, puede surgir de cualquier lugar.
A veces, en la preparación, cuando no se tiene experiencia, hay que tratar de entender esto que es hacer cine, explicarlo de cierta manera. Pero, en realidad, todos se dieron la mano. Por ejemplo, Yolanda, que era la hermana del poeta, es una actriz con una experiencia muy grande, y él nunca había actuado. Pero siempre estuvieron juntos, ensayaban juntos, y abordábamos la preparación como si nadie supiera nada y estuviéramos aprendiendo todos. Y hubo mucha preparación. Eso sí, para nosotros era muy importante por dos razones: porque teníamos muy poco tiempo de rodaje y, por el fílmico, no teníamos muchas tomas, ya que teníamos muy poquito material fílmico. Entonces teníamos que prepararla muy bien, y eso surgió mucho en esos meses previos al rodaje.
¿Cómo fue que elegiste a Ubeimar Ríos como tu poeta, tu protagonista?
Al principio, yo dudaba también, como: “¿este es mi poeta o no lo es?”. Porque él tiene unas particularidades, unas cosas muy específicas. Pero sentíamos —o sentí— que tal vez sí era el indicado, que era mejor que tuviera estas particularidades para hacerla más ligera. Yo quería que fuera ligera también, una película divertida. En realidad, ese era mi propósito: no alejarme de eso, que el cine no fuera esa cosa dramática como tan importante, sino intentar que fuera un poco más ligera.
Un Poeta hace una reflexión sobre los procesos creativos, con el fracaso, el éxito y tratar de sobrevivir como se pueda en este mundo.
Sin duda, la película son todas mis preguntas como creador. Obviamente, es muy personal también. La película es: “voy a hacer mi peor versión”, la película sobre mi peor versión en 20 años. ¿Cómo sería si fracaso? El fracaso me interesaba. Lo que pasa es que yo, al principio, pensaba hacerlo sobre un cineasta. Pero no lo veía tan interesante estéticamente. Había conocido un poco el mundo de la poesía en Medellín y me parecía muy interesante.
A veces siento que me parecen interesantes cosas que no son tan interesantes. Es la película de un señor de 50 años que es un poeta. En esta época, no es muy interesante. Me parecía que ese universo de los poetas malditos, los “Bukowskis” se veía interesante. Me parecía muy interesante explorar una comedia que uno usualmente vería en Nueva York o en Buenos Aires, de ese tipo, hacerla en Colombia, intentar hacerla más tropical.
¿Cómo logras dar esta complejidad a tus personajes y sientes que has evolucionado con respecto a tus trabajos anteriores?
Pues primero, yo creo que es un proceso de madurar en tu proceso, aprender, sin duda. A mí, mi primera película – Amparo – me enseñó muchas cosas. Primero, escribir mejores guiones, sin duda. Escribir y entender todas las complejidades estructurales de las narrativas. Entonces, ya tenía el ejercicio y quería que fuera una película compleja: en sus dilemas, en sus peripecias del personaje. Pero también, como que con esta saturación que tuve en mi primera película —como del arte, de estos procesos, de la financiación, por ejemplo—, quería simplemente relajarme, reírme y explorar. Y no quedarme en el “así se hace una película”, sino: intentemos otra cosa.
Sí fue un cambio muy radical también en lo que quería hacer, pero no quería preocuparme tanto ni por reírme, ni por si a la gente… pues, porque puede haber chistes que a algunos les den risa y a otros no les gusten. Pero era como no tener restricciones. Disfrutar el proceso de hacer la película. Sentirse conectado otra vez con el cine, como cuando empecé a hacer cortos. Sentir otra vez la emoción de hacer películas.
En tu película barres con el arquetipo del poeta maldito que tiene una vida bohemia, que le permite crear y estar por sobre el común de los mortales. Aquí lo muestras como una figura patética, incapaz de tener una relación con su hija y de ser un adulto.
Era un poco hacer un ser satírico con esa imagen del poeta, obviamente. O de cómo uno percibe, por ejemplo, que por ser director de cine tienes que hacer una película sofisticada. No. Al final, eso es lo que son los poetas. Para mí es realista, porque así viven. Así es el universo de la poesía. En realidad, no quería idealizar a los poetas. Nunca fue mi intención hacer un poeta idealizado desde el arte, sino reírme de eso: del arte, de la creación. Darle un punto de vista cómico, absurdo.
También me interesa explorar formas y cosas desde mi lugar, que es Colombia. En Latinoamérica tenemos un cine muy marcado, con muchas restricciones. Uno mismo se restringe cuando hace películas, porque hay temas que se venden más que otros.
Esta película fue muy difícil de financiar por eso. Porque, claro, un poeta… si fuera de Estados Unidos, o una comedia argentina —que tiene una tradición muy definida— sería distinto. Pero en Colombia era difícil imaginar la película antes de hacerla, mostrar cómo iba a ser. Y eso es lo que me interesa: explorar otros caminos. Caminar como cineasta hacia otros lugares y ver qué pasa. Eso es lo que más me enorgullece: que logré irme hacia otro camino, y hacer una película más, que no es fácil. Es complejo.
¿Cómo se llega a una coproducción con Suecia y Alemania sin tener los elementos que el mundo occidental espera de Colombia: la droga, la pobreza, la guerrilla?
Fue muy difícil vender el pitch. Tocamos todas las puertas posibles con la película, en fondos y el 80 ó 90% fue un no. Nos tomó tiempo. Hicimos un pitch y era difícil explicar. En un punto sentí como desesperación, porque me preguntaban: “¿dónde está Colombia en esto?”
Recuerdo que la televisión alemana, que financió parte de la película, fue uno de los pocos que dijeron “sí”. La televisión alemana, por ejemplo, entendió un poco más. Lograron captar lo que yo quería contar. De diez puertas que tocamos, se abren dos. Los suecos, por ejemplo, también nos apoyaron. Ellos realmente están como veinte años adelante de nosotros, ya vivieron muchas cosas, y pueden reírse de ellos mismos también. Pero muchas veces, obviamente, es difícil. Todo ese proceso de entender que la película incluso quiere reírse de ellos y que acepten reírse también.
Uno sabe que el cine también funciona como una suerte de mercado, donde el producto se vende más si tiene ciertos ingredientes. Y nosotros no teníamos ninguno de esos ingredientes. Pero ese es el reto, y eso es lo bello también: intentar algo que va a ser más difícil… pero ese es el reto de hacerlo.
¿Qué tan importante es para el cine colombiano y a través de tu película mostrar que hay otras realidades y no solamente las que estamos acostumbrados ver?
Hay películas muy diversas en el cine colombiano, se está haciendo mucho cine y hay muchas películas. Pero tal vez llegar a este nivel es muy complejo porque un festival como Cannes es una plataforma que permite que las películas se vendan más. Creo que no depende tanto de los colombianos como de esta parte del mundo, depende de Europa, que son los que financian mucho y los que reciben al final las películas. Ellos son los que deciden qué es lo que quieren, qué es lo que quieren ver, y cómo quieren verlo, eso afecta lo que hacemos allá.
Ficha técnica
Título: Un Poeta
Género: Comedia
País: Colombia
Año: 2025
Duración: 120 minutos
Director: Simón Mesa Soto
Elenco: Ubeimar Ríos, Rebeca Andrade, Guillermo Cardona, Allison Correa