Por Álvaro Guerrero
La novela gráfica Mocha Dick, de Francisco Ortega y Gonzalo Martínez, aborda el mito mapuche del cachalote blanco que lleva las almas de los muertos a la isla Mocha. El mar es el éter, el espacio espiritual que media entre la tierra profana y la sagrada, por decirlo en términos cristianos. Hay mucha aventura en el comic original, pero también desarrollo de personajes, algo que no ocurre en su adaptación al teatro.
La obra teatral dispone desde la primera escena de un apartado visual, un trabajo muy delicado que se materializa en ese instante en un cardumen de peces flotantes, sostenidos por los acurrucados actores en forma de pequeñas luces en sus manos. La sala, plagada de adultos y muchos niños, parece sobrecogida ante una belleza tan íntima y tierna, que luego va sumando otras materialidades, tales como humo abundante que cubre todo el escenario, tanto que pareciera que va a invadir toda la sala, o la enorme cola del cachalote blanco, agitándose entre la niebla espesa. Hay telones de fuerte color rojo o verde tras los actores, en determinados momentos, un pequeño barco semi imaginario con bastión y tripulantes amontonados que otean el horizonte en busca de la ballena blanca. El capitán parece tan obsesionado como Ahab, en Moby Dick de Herman Melville. Y prontamente sabemos de la presencia de un marino mapuche entre la tripulación. Los comentarios despectivos hacia su origen no tardan, y resulta particularmente interesado en desviar el rumbo del barco, no buscar más a esa ilusión negativa materializada en la piel de un cachalote de leyenda. En la novela gráfica el joven no quiere matar al animal dado su carácter mítico dentro de la cosmovisión mapuche, en la adaptación teatral esto apenas se advierte vagamente entre los innumerables juegos visuales, que a ratos pueden apuntar hacia la abstracción propia del teatro, y a ratos parecen ser el fin en sí mismo, es decir un “artificio”.
Volviendo al punto, desde el inicio uno siente que se va a venir algo que reúne dos condiciones que pueden ser antagónicas: intimidad a la vez que espectacularidad. La obra, a medida que transcurre el tiempo, se va haciendo cada vez más espectacular y menos íntima dado que los diálogos, algo que a menos que se trate de una obra escénica carente de ellos como El húsar de la muerte, es naturalmente clave en el teatro, suenan casi a nivel de teatro infantil, al igual que la líricas de las canciones. Sin embargo, hay en ambos ítems contenidos relacionados con el racismo, con el perseguir y matar (al animal), etc. La obra parece destinada a gustar a niños y adultos (como parece ocurrir) pero en mi criterio, no alcanza al nivel del tipo de artefacto que puede ser igualmente disfrutado por generaciones tan diversas. Existe un divorcio entre el artificio escénico que uno ve y lo que se siente que está ahí, como sustancia. Niños y adultos disfrutarán los artificios, pero el problema se genera si le pides más, si esperas que de esa espectacularidad emerjan abstracciones o más humildemente, mínimas magias poéticas.
Los personajes están muy bien interpretados y caracterizados, y se siente la pasión detrás del proyecto, pero su desarrollo no solo interior sino en cuanto al contexto de la historia es muy básico. La obra es lineal, todo el tiempo van persiguiendo a la ballena, sin establecerse giros significativos en el texto, ni hallazgos que nos saquen de la monotonía inherente del relato. Que Mocha Dick se vaya volviendo monotemática, y que las vías para huir de ello sean exclusivamente obran de bellas (bellísimas, hay que decirlo) artesanías visuales, da cuenta de que invirtieron todo el “capital” en ese apartado, y se olvidaron de historia y personajes.
Una idea que se me ocurre para disfrutar más esta obra teatral: leer antes o después la novela gráfica, es decir, combinar en una sola pieza ambos soportes, comic narrativo y teatro. Algo parecido a lo que las corporaciones de grandes estudios hollywoodenses hacen con las franquicias como Star Wars: si quieres entender todo el contexto, no puedes quedarte solo con la película, sino que además deberías obligatoriamente acceder a la novela que va a salir, al juego de video, y a la serie animada. En este caso no mega corporativo, bastará con mezclar los dibujos de Gonzalo Martínez y el texto de Francisco Ortega a las materialidades brillantes, vaporosas y ratos oscuras que deslumbran a los sentidos en el teatro.
Ficha artística
Título: Mocha Dick
País: Chile
Dirección: Miguel Bregante
Elenco: Felipe Cepeda, Diego Hinojoza, Paula Barraza, Valentina Escorsa, Alex Acevedo, Nicolás Ruiz
Composición musical: Camilo Salinas
Diseño de escenografía, vestuario y utilería: Katiuska Valenzuela
Realización de utilería: Amanda Bazáes, Diego Rivas, Nicole Salgado
Realización escenográfica: equipo Teatro UC
Asesoría técnica de elementos de diseño: Eduardo Jiménez, Guido Reyes
Diseño de iluminación: Miguel Bregante, José Luis Cifuentes
Técnico de iluminación: Fernando Vidal
Técnico de sonido: Gaspar Duclos
Asesoría dramatúrgica: Andrés Kalawski
Comunicaciones y RRSS: Rachel Quiroz
Coproducción: Teatro UC y La Mona Ilustre
Duración: 70 minutos
Coordenadas
Teatro del CA660 de Fundación CorpArtes.
Audiencia: + 8 años
Entrada Experiencia Mocha Dick: 22.000
Entrada platea general: 18.000
Entrada palco general: 15.000
Entrada balcón general: 13.000
Estudiantes, tercera edad y convenios: desde 15% de descuento
30 de mayo: 20:00 hrs.
31 de mayo: 21 hrs.